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Paz y Ciencia
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sábado, 27 de abril de 2013

Sociología de un Genio: Mozart

 
 
SOCIOLOGÍA DE UN GENIO
 
Wolfgang Amadeus Mozart murió en 1791 a la edad de 35 años; lo enterraron en una fosa común el 6 de diciembre. Sea
cual fuere la grave enfermedad que lo llevó a una muerte tan temprana, lo cierto es que en el período que la precedió, Mozart estuvo con frecuencia al borde de la desesperación. Poco a poco empezaba a sentirse como un hombre derrotado por la vida. Las deudas se amontonaban. La familia cambiaba una y otra vez de alojamiento. El éxito en Viena, al que atrtbuía quizá mayor importancia que a cualquier otro que pudiera obtener, no se produjo.
La buena sociedad vienesa le daba la espalda. El rápido proceso de su enfermedad mortal seguramente dependió en buena
parte de que para él la vida había perdido su valor. Al parecer, murió con el sentimiento del fracaso de su existencia social y, por lo tanto -para utilizar una metáfora-, murió porque su vida se vació de sentido, porque perdió por completo la fe en la posibilidad de que se  realizara aquello que en el fondo de su corazón deseaba por encima de todo. Las dos fuentes  de su voluntad de seguir viviendo, que alimentaban la conciencia de su valor y sentido, estaban a punto de agotarse... Hay muchos indicios que revelan que durante los últimos años de su vida sentía cada vez con mayor intensidad que los estaba perdiendo.
 
 


[...] La tragedia de este hombre y la nuestra, la de la humanidad.

Norbert Elias: "Sociología de un Genio". Ed. Península. Pág.: 3
http://youtu.be/v0kkyDsp6Jc Mozart



jueves, 15 de noviembre de 2012

El Niño Interior de Einstein

Albert Einstein es un caso célebre del genio que permaneció siempre vinculado a la naturalidad del niño interior. Se dice que Einstein no empezó a hablar hasta casi cumplir los cinco años. "Incluso a la edad de nueve años no era capaz de hablar con soltura", comenta su biógrafo Ronald W. Clark. La autenticidad de su yo infantil no fue contaminada por el lenguaje, sino que quedó inscrita en una sensación de asombro no verbal. El mismo Einstein reconoció esta cualidad del niño en su interior. Y, frente a la adversidad, supo rendirle fiel homenaje. En sus notas autobiográficas, escritas a la edad de setenta y cinco años, encontramos la siguiente reflexión. De hecho es casi un milagro que los métodos modernos de enseñanza no hayan sofocado por completo la santa curiosidad indagadora; porque esta pequeña y delicada planta, adenás de estímulo, necesita sobre todo libertad; sin ella, el naufragio y la ruina son seguros. Es un error muy grave pesar que el placer de observar e inquirir puede fomentarse mediante la coacción o el sentido del deber. Esta naturalidad,libertad y perpetua sensación de asombro, puntualmente, preservadas a lo largo de su edad adulta, perduraron como rasgos distintivos de la personalidad de Einstein hasta su vejez. La vida de Wolfang Amadeus Mozart, por el contrario, ejemplifica la inversión unilateral de las tendencias positivas del niño interior. Este es el caso de un genio infantil que, según sus biógrafos, fue incapaz de equilibrar su personalidad, porque no supo desarrollar su lado adulto y socializado. Su yo infantil quedó así prisionero del amor dependiente, henchido de grandiosidad y compelido a buscar la aprobación de su padre, de su monarca y de su mundo. Su talento musical brilló sin mácula, pero su comportamiento pueril terminó llevándole a una muerte prematura. Existen también personas dotadas para las cuales el ingreso en la madurez y en la edad adulta trae consigo una disminución de la vibrante fuerza del niño. Consídérese, por ejemplo, el desolador efecto de la madurez sobre los dones de muchos niños prodigio. El proceso de socialización sofoca de alguna manera las facultades naturales de la mayoría de los niños. Este es el dilema narcisista. Tal vez las cosas suceden del siguiente modo: el niño real, viéndose forzado a adaptarse, se convierte en un pequeño adulto y se identifica con un yo falso. Los tesoros del autentico yo infantil son entonces ocultados y protegidos en un santuario tan bien escondido que cuando el yo adulto madura, es incapaz de recordar y recuperar al niño interior que, de este modo, termina abandonado y perdido. Con el tiempo, la racionalidad o la amargura sustituyen a la espontaneidad y transparencia naturales de aquel yo resplandeciente. Como se lamentaba J. Robert Oppenheimer, oscuro y genial adelanado de la era atómica: "Hay niños jugando en la calle que podrían resolver algunos de mis principales problemas en el campo de la física, porque poseen modalidades de percepción sensorial que yo perdi hace mucho tiempo".
W.A. Mozart -Piano Concert Nº23- Jorge Bucay -Prioridades- Jorge Bucay -Perdonar- Janis Joplin at Woodstock Reflexión de Paulo Coelho En Paz -Amado Nervo-

viernes, 20 de julio de 2012

Los Elementos de Construcción de la Excepcionalidad



Ahora que he introducido las tradiciones en las que se basa el estudio, señalo una cuestión preliminar: la identificación de una serie de unidades, o elementos formativos, en los que se puede basar el análisis de la execpcionalidad. Para empezar, me gustaría enumerar tres unidades principales o elementos formativos y una serie de procesos. No es nada misterioso; las unidades iniciales son personas, objetos físicos no humanos y entidades simbólicas; y los procesos son los del desarrollo humano. Desde este simple fundamento, me propongo construir un edificio que sea suficiente para explicar lo ordinario, lo extraordinario y los diversos estadios intermedios.
En primer lugar, las personas. Todos nosotros somos personas: entidades que existimos en el mundo natural, poseemos una determinada apariencia y experiencia, sentimientos, deseos y necesidades concretas. Las personas mantienen toda clase de relaciones entre sí -se desean unas a otras, se temen, buscan comunicarse entre sí- y se frustran cuando esta comunicación no es efectiva.
En segundo lugar, los objetos físicos no humanos (en adelante, objetos). Las personas estamos rodeadas por un sinfín de entidades: objetos simples de guardería como biberones y muñecas; objetos naturales complejos como elefantes, abejorros y árboles de hoja perenne; y también objetos artificiales e intrincados, como caballitos de madera y CD-ROM. A pesar de sus diferentes orígenes y apariencias, todos estos objetos funcionan conforme a las mismas leyes metafísicas. Técnicamente, los seres humanos son también objetos físicos, pero es muy útil -y científicamente justificable- disntiguir entre objetos humanos y los demás objetos físicos del mundo.
En tercer lugar, las entidades simbólicas. Los seres humanos tenemos la cualidad peculiar de que nos gusta crear símbolos y darles sentido: palabras, gestos, imágenes, números y otros muchos signos que se refieren a objetos físicos y naturales. (Es en esta peculiaridad más que en ninguna otra por al que nos diferenciamos de los animales no humanos. A veces, estos símbolos son materiales, como en el caso de los mapas. En otras ocasiones, se trata de algo más etéreo, como en el caso del lenguaje hablado o de las operaciones matemáticas que se llevan a cabo dentro de la cabeza. A veces, los símbolos están solos -como una pieza de escultura de Henry Moore-. Mientras que en otros casos forman parte de un elaborado sistema -como ocurre en el caso del lenguaje informático-.
En última instancia, los símbolos están asociados a determinadas prácticas adultas o de "ámbitos" -artes o disciplinas que se valoran por la cultura y que pueden ser dominadas por medio de aprendizajes establecidos-. Así pues, el dominio de la ley depende de los signos lingüísticos; las matemáticas se basan en símbolos numéricos y abstractos; los músicos se relacionan con notaciones que incluyen instrucciones sobre la expresividad y la dinámica de la obra musical.
Por último, los procesos evolutivos. Podría darse el caso, como sucede con muchos animales, de que los seres humanos hubieran nacido más o menos formados. También podría haber ocurrido que, aunque no estuvieran totalmente formados. También podría haber ocurrido que, aunque no estuvieran totalmente formados, los seres humanos se desarrollasen conforme a un programa fijo que no es alterado por los altibajos de la experiencia.
Pero resulta que este no es el caso. Desde el momento de la concepción, el embrión se ve afectado por las condiciones fisiológicas del útero y, en adelante, los hechos particulares de un entorno concreto ejercen un efecto profundo en lo que el organismo deviene. De igual modo, sin embargo, el organismo -la persona- no es una hoja en blanco; los seres humanos venimos equipados no solo con finos sistemas sensoriales y capacidades para percibir a través de los sentidos, sino también con fuertes inclinaciones para centrarnos en determinadas experiencias, extraer determinadas inferencias y atravesar determinadas fases cognitivas, afectivas y fisiológicas.
Al utililizar el término evolutivo, acentúo el hecho de qu eel crecimiento de toda persona refleja una interacción constante y dinámica entre un organismo, con sus programas internos, y el entorno, cuyas propiedades constituyentes nunca son totalmente predecibles. Además, resalto que estas interacciones dinámicas continúan a lo largo de la vida activa, dando forma y significado a la existencia del individuo y a sus logros definitivos.
En los capítulos siguientes, trazo el desarrollo de este conjunto persona-objeto-símbolos, tanto en la persona ordinaria como en la persona extraordinaria.

http://youtu.be/k1-TrAvp_xs Lacrimosa -Mozart-
http://youtu.be/vIgX450Rd68 Requiem -Mozart-
http://youtu.be/rdT5LzSpWeM Don de Fluir -Jorge Drexler-





Howard Gardner: "Mentes Extraordinarias". Kairós, 2011. Autor de "Inteligencias Múltiples". Promueve una revolución a la hora de "medir" la inteligencia con el CI, que solo atiende a habilidades verbales y numéricas. Promueve que hay muchas inteligencias, por ejemplo: la creativa, la de disposición espacial, la matemática, la del lenguaje... Esto tiene evidentes implicaciones en la forma de enseñar y diseñar los curriculum. Basta ya de adoctrinar en cuestiones que los niños y adolescentes olvidan al día siguiente del examen. Por una educación creativa, de cooperación, de coparticipación, por una educación en valores humanos, en enseñar cuestiones emocionales, es decir, ayudar a que las criaturas puedan comprender qué pasa en su mundo y en su cuerpo, al margen de la clase de biología pertinente. Como dice Claudio Naranjo en uno de sus libros: "Cambiar la Educación para Cambiar el Mundo". Rodrigo Córdoba Sanz.




< >> Virginia Woolf: Las Olas, fantástica.

miércoles, 18 de julio de 2012

Howard Gardner: MENTES EXTRAORDINARIAS




"Hay un cierto placer en la locura, que solo el loco conoce" Pablo Neruda
“Cada secreto del alma de un escritor, cada experiencia de su vida, cada atributo de su mente, se hallan ampliamente escritos en sus obra" Virginia Woolf


Para aquellos filántropos extrordinarios que apoyan la investigación y la educación. Howard Gardner.

PREFACIO:
Debo explicar que empecé este proyecto principalmente por dos razones: en primer lugar, he llegado a la conclusión de que existen cuatro variedades distintas de mentes extraordinarias. En este libro intento explicar los orígenes evolutivos  y las prácticas desarrolladas por el Maestro, el Realizador, el Introspectivo y el Influenciador. en segundo lugar, estoy convencido de que todos nosotros albergamos en nuestro interior los ingredientes esenciales de estas cuatro tipos de mente. Al entender mejor la mente de Mozart, Freud, Woolf y Ghandi, no solo podemos llegar a una mayor realización como seres humanos, sino que también es muy probable que podamos contribuir más significativamente a nuestra sociedad.
Dada la naturaleza de esta obra, he reducido al mínimo las citas en el texto. Los lectores que deseen profundizar en sus diversos temas encontrarán amplias sugerencias en la sección de referencias bibliográficas.

"La música es el único camino hacia lo trascendente." W.A. Mozart
"He sido un hombre afortunado en la vida: nada me fue fácil." S. Freud
"Amor y verdad son las dos cosas de Dios. La verdad es el fin y el amor es el camino." M. Ghandi
"No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente." V- Woolf

INTRODUCCIÓN: HACIA UNA CIENCIA DE LA EXCEPCIONALIDAD
Fenómenos de mentes extraordinarias

De los miles de millones de seres humamos que han vivido en nuestro planeta en los últimos cien años, comparativamente muy pocos han dejado huellas más allá de su círculo inmediato. Entre los que recordamos, algunos son conocidos por su valor excepcional (Juana de Arco), otros por su longevidad (Rose Kennedy), algunos por su generosidad (Andrew Carnegie) y algunos por su crueldad (Gegins Khan).
En todas las épocas, un minúsculo porcentaje de individuos sobresalen en virtud de sus logros creativos. Unos pocos se distinguen por el carácter prodigioso y la cualidad de sus realizaciones: aunque murió joven, Wofgang Amadeus Mozart creó docenas de piezas maestras, pertenecientes prácticamente a todos los géneros musicales existentes en la época. En otras ocasiones dichas individualidades sobresalen por el carácter innovador de su obra: desconocido cuando tenía cuarenta años, Sigmund Freud logró posteriormente crear un nuevo campo de conocimiento llamado psicoanálisis. A veces, se destacan por las profundas comprensiones de su propia mente: Virginia Woolf penetró profundamente en su propia psique, en las experiencias de mujeres y en la naturaleza de los procesos mentales conscientes. En algunos casos también se distinguen por su capacidad para influir sobre los demás: Mahatma Ghandi, abogado en una provincia oscura de la India colonial, elaboró y practicó una forma de desobediencia civil que aún hoy día continúa inspirando a millones de personas en todo el mundo.
Mozart, Freud, Woolf y Ghandi son casos muy especiales; tan especiales que constituyen los ejemplos principales de Mentes Extraordinarias. Pero no son en absoluto los únicos ejemplos de excepcionalidad. Observadores contemporáneos que han contemplado los dibujos de monos hechos por la niña china Wang Yani, los esbozos de caballos dibujados por la niñ autista Nadia y los dibujos de arquitectura del niño autista Stephen Wiltshire, por ejemplo, han queado estupefactos por estas evocadores creaciones. Nos quedamos boquiabiertos al enterarnos de que Lorenzo de Médicis estaba llevado a cabo una misión diplomática a los catorce años, que Thomas Jefferson escribió la Declaración de Independencia a los veintiséis años de edad y que Alejandro Magno había conquistado la mayor parte del mundo civilizado antes de morir, cuando solo contaba con treinta y tres años. Nos maravillamos ante el éxito, logrado a pesar de enormes desventajas, de la científica francopolonesa Marie Curie, de la pionera estadounidense de la danza moderna Martha Graham, y del líder político sudafricano Nelson Mandela. Y apenas podemos creer que Goethe acabara de escribir Fausto a los veintiocho años y que Verdi, Yeats y Miguel Ángel estuvieran produciendo sus mayores obras en los últimos años de vida.
A lo largo de la historia, la mayoría de nosotros hemos tenido una relación de amor-odio con las individualidades extraordinarias, que salen de nuestra propia fila. Por otra parte, hemos apreciado el habernos beneficiado de sus contribuciones: ponemos nombre a edificios e incluso a comunidades enteras, leemos -y a veces escribimos- libros sobre ellos y construimos nuestros cursos y disciplinas basándonos en sus palabras y obras.
Pero, al mismo tiempo, mantenemos enormes recelos respecto a aquellas personas que han sido dotadas de grandes dones y las que ejercen una profunda influencia en nuestra vida. Al principio, nos resistimos a reconocer sus logros y a veces las dejamos en el anonimato, rechazando en muchas ocasiones sus innovaciones. Posteriormente, cuando sus logros han sido reconocidos, a menudo buscamos signos de debilidad, sus pies de arcilla, sus puntos débiles, su talón de Aquiles, razones para degradarles, como si quisiéramos, de algún modo, rebajar los resultados logrados por ellos. A pesar de que estimamos a nuestros héroes, cuando somos seres mortales nos encanta igualmente denigrarles.
Una ambivalencia similar rodea nuestra política social. La mayoría de las sociedades han reconocido de un modo u otro a las personas de talento que surgen en medio de ellas y les han dado oportunidades de realizar su potencial, estableciendo programas especiales, ya sea para nutrirles o para permitir que sobrevivan los mejores. En las sociedades democráticas, no obstante, nos sentimos extramadamente incómodos con el concepto de la existencia de una élite, ya se base esta en el mérito o en el "nacimiento hereditario". Muy especialmente, penalizamos a los que poseen un talento intelectual, dedicando incomparablemente, por ejemplo, más recursos a los que tienen dotadas de talentos extraordinarios. Y sospechamos -con alguna justificación- de los que "rinden culto a las normas" y que se apartan de los demás, con el pretexto de que ellos son los únicos capaces de entender las grandes mentes del pasado.
Incluso dentro de las filas de los académicos e investigadores, pueden encontrarse perspectivas opuestas. Particularmente entre los investigadores orientados hacia las humanidades -biógrafos, historiadores, literatos y críticos de arte-, existe la aceptación del hecho de que ciertas personas son extraordinarias y que, por ello, merecen una atención mantenida. En el pasado, los estudios sobre personas extraordinarias, como Freud o Marx, Einstein o Darwin, Austen o Dickens, tendían a glorificarse y a acentuar sus cualidades de inspiración. Más recientemente, además de la incomodidad que produce el mismo concepto de que existan algunas personas que se hallan dentro de la norma, se ha puesto un énfasis correlativo en descubrir sus fragilidades, tendencia que a veces culmina en francas "patografías".
Las personas extraordinarias no han ocupado el interés de la investigación entre los científicos de las ciencias naturales y los científicos del comportamiento. Las diferencias entre individuos no son muy prominentes en otras especies; y la mayoría de los científicos que centran su investigación en los seres humanos se han interesado más en los patrones que pueden detectarse en la mayoría de nosotros que en las regularidades que pueden disntiguir a algunos individuos de otros. Además, dentro de las ciencias cognitivas -el nuevo ámbito de estudio que se centra particularmente en la mente- ha existido una fuerte inclinación a presuponer que todas las personas tienen los mismos procesos mentales básicos. Pongamos, por ejemplo, los casos de Abraham Lincoln, Marie Curie o John Doe: lo tres presumiblemente utilizaron los mismos tipos de proceso de memoria, aprendizaje y comportamiento; si existen diferencias entre ellos, se piensa que se trata de distinciones de grado, pero no de clase.

Howard Gardner: "Mentes Extraordinarias. Cuatro retratos para descubrir nuestra propia excepcionalidad". Kairós, 2011.



http://youtu.be/IBLscIOUN7I David Kellner (1670-1748) Chaconne - Miguel Yisrael, Baroque lute (CD Les Baricades Mistérieuses) -
http://youtu.be/e9RS4biqyAc Paco de Lucía - Concierto de Aranjuez (Adagio) -