domingo, 8 de marzo de 2020
El niño interior
miércoles, 28 de diciembre de 2016
Niño divino
"Sólo cuando escucho la voz del niño que hay en mi interior puedo sentirme auténtica y creativa". Alice Miller
La voz del niño es fundamental en el proceso de llegar a ser nosotros mismos. La individuación, el proceso de desarrollo de la propia individualidad está ligada y gira en torno a la identidad singular.
Von Franz concuerda con Miller cuando señala que: "El niño interior es la parte auténtica, y la parte auténtica es la que sufre... Muchos adultos escinden esta parte de sí mismos y por ello no alcanzan la individuación, ya que sólo si la acepta, y se acepta con ella el sufrimiento que conlleva, puede tener lugar el proceso de individuación".
Todos y cada uno de nosotros podemos reconocer la voz del niño interior. Si investigamos la vida de genios nos encontramos con Albert Einstein, "empezó a hablar con soltura a los nueve años".
Su naturalidad quedó inscrita en el lenguaje y frente a la adversidad supo rendirle homenaje. Ese placer de gozar de su vida interior, curiosamente sin que su vida no estuviera atravesada e inscrita por el lenguaje. Da que pensar... Tal vez, la espontaneidad e ingenuidad ayude a crecer otras virtudes menos "vistosas" en un primer término. Conservar el niño interior sano es una fuente inagotable de creatividad, un reservorio para la vida adulta.
La autenticidad del yo infantil de Einstein, que empezó a hablar con soltura a los nueve años, quedó inscrita en una sensación de asombro no verbal.
En sus notas biográficas leemos:
"De hecho es casi un milagro que los métodos modernos de enseñanza no hayan sofocado por completo la santa curiosidad integrador, porque esta pequeña y delicada planta, además de estímulo, necesita sobre todo libertad, sin ella, el naufragio y la ruina son seguros. Es un error muy grave pensar que el placer de observar e inquirir puede fomentarse mediante la coacción o el sentido del deber".
Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo
Recuperar el niño interior
lunes, 26 de diciembre de 2016
El niño es el padre del hombre
Como decía Carl Gustav Jung: El niño interior es el símbolo de la parte de la personalidad humana que quiere desarrollarse y llegar a ser todo.
Laurens Van Der Post
Chuang Tsu
Esta imagen del niño es sutil, compleja y auténtica. Su mensaje es que todos llevamos a un niño eterno en nuestro interior, un ser hecho de inocencia y asombro. Y este niño simbólico también nos conduce, a quienes hemos sido porque lleva consigo el registro de nuestras experiencias formativas, de nuestros placeres y de nuestros dolores.
Como realidad poética y simbólica el niño interior se manifiesta en las fantasías, los sueños, el arte y los mitos procedentes de todo el mundo.
Marie-Louise von Franz, eminente erudita junguiana, dice: "Si confío en mí reacción ingenua, soy íntegra, estoy íntegramente en la situación y en la vida... Es por ello que los terapeutas infantiles dan permiso a los niños para que jueguen y en dos minutos éstos revelan todo su problema, porque en su actividad son ellos mismos".
Como sugirió Jung, el niño representa una plenitud que abarca lo más profundo de su Naturaleza.
Jung señaló que la tendencia a emprender actividades regresivas desempeña la función positiva de mantenernos ligados al niño, de activar al niño interior. Según él, la regresión es un intento genuino de alcanzar algo necesario: el sentimiento universal de inocencia infantil, la sensación de seguridad, de protección, de amor recíproco, de confianza, de fe, algo que tiene muchos nombres.
jueves, 25 de febrero de 2016
Atrapados en el Capitalismo
Somos una sociedad, al decir de Erich Fromm, "homo consumens". Buscamos trabajos cada vez mejor remunerados, de ser posible. Nunca estamos satisfechos y queremos más. Creamos "necesidades" de la nada. Buscamos y buscamos, insaciables.
Laura Gutman atribuye esto al maternaje: "Creo que tiene que ver con la calidad de maternaje que hemos recibido, y no solo me refiero a lo que nuestra mamá real ha hecho con nosotros sino a la totalidad de situaciones de amparo, cuidado y apoyo que hemos recibido".
Por citar un ejemplo: acuden muchos pacientes a la consulta que han vivido "bullying" en mayor o menor medida. Su psiquismo ha sido atacado durante años en muchos casos, sin salida ni escapatoria, por ejemplo, al vivir en un pueblo.
La mayoría de nosotros no hemos sido satisfechos en nuestras necesidades originales porque el patriarcado, la cultura, la moda o las opiniones de los demás que circulan y que adoptamos así lo establecen. Y también la incapacidad de nuestras madres para sostenernos emocionalmente, en su época se prestaba poco interés a este tipo de cosas y la coyuntura era distinta. Por tanto, no hay que culparles. La impotencia se repite generación tras generación.
Todo lo queremos "ya", desde el pecho de un lactante hasta la motocicleta de un adulto. De lo contrario, el dolor será insoportable.
Esos niños necesitados se han convertido en los adultos que ahora somos: continuamos atentos a satisfacer como sea nuestra estructura psíquica, siguen siendo tan prioritarias como cuando éramos niños.
Estamos "huérfanos" de mamá y eso lo desplazamos a objetos, a nuestras supuestas "necesidades".
El objeto deseado guarda relación con la imposición de los deseos de los demás. Cuando no podíamos elegir.
Ahora bien, si queremos salir de este círculo de consumo-malestar necesitamos tomar conciencia de nuestros desamparos y discapacidades primarios con conciencia, con comprensión de la historia.
El consumo adictivo refleja necesidades infantiles no satisfechas.
Frente a la voracidad, hay que reconocer que ese hambre es infantil, no corresponde a nuestro presente. Aunque nos "ataque" como un monstruo real.
Estamos diseñados para colmar necesidades y que alguien las satisfaga cuando somos niños, y también estamos diseñados para amar al otro, ser generosos y altruistas cuando hemos devenido adultos. Por lo tanto, todos podemos ser capaces de recuperar nuestras habilidades naturales.
Texto de Rodrigo Córdoba a partir de un artículo de Laura Gutman.
domingo, 3 de febrero de 2013
El niño como principio y fin
EL NIÑO COMO PRINCIPIO Y FIN
Después de su muerte, Fausto es recibido como niño en el "coro de los niños bienaventurados". No sé si mediante esta idea peculiar Goethe se estaba refiriendo a los cupidos de las antiguas sepulturas, pero no es una idea descabellada. La figura del cucullatus apunta al encapuchado, es decir, el invisible, el genio de los difuntos, que reaparece en las diversiones infantiles de una nueva vida, rodeado de las formas marinas de delfines y tritones. El mar es el símbolo favorito del inconsciente, madre de todo lo que vive. En determinadas circunstancias (Hermes y los Dáctilos, por ejemplo) el "niño" está estrechamente relacionado con el falo, símbolo de la procreación y por ello lo vemos también aparecer en el falo sepulcral, como símbolo de una nueva concepción.
El "niño" es por lo tanto renatus in novam infantiam ("nacido a una nueva infancia"); al mismo tiempo principio y fin, una criatura inicial y terminal. La criatura inicial existía antes de que el hombre fuera y la criatura terminal existe cuando el hombre ya no sea. Desde un punto de vista psicológico, esto quiere decir que el "niño" simboliza la esencia preconsciente y postconsciente del hombre. Su esencia preconsciente es el estado inconsciente de su primera infancia, su esencia preconsciente es una anticipación, por analogía, de la vida después de la muerte. En esta idea se expresa la naturaleza global de la plenitud psíquica. Entre los límites de la mente consciente no cabe la plenitud -que incluye la extensión indefinida e indefinible del inconsciente. Empíricamente hablando, la plenitud es, por consiguiente, una extensión inconmensurable, más vieja y más joven que la conciencia, que se despliega en el tiempo y el espacio. Esto no es una especulación, sino una experiencia psíquica inmediata. Los sucesos inconscientes no solo acompañan continuamente al proceso consciente, sino que también lo guían, asisten o interrumpen. El niño tenía una vida psíquica antes de tener conciencia. Incluso el adulto sigue haciendo y diciendo cosas cuyo significado no comprende hasta más tarde, si es que llega a comprenderlo. Y, sin embargo, las hizo y las dijo como si supiera qué significaban. Nuestros sueños hablan continuamente de cosas que nuestra conciencia no comprende (motivo por el cual son tan útiles en la terapia de las neurosis). Nos llegan intuiciones e indicaciones de fuentes desconocidas. Temores, humores, planes y esperanzas pasan por nosotros sin causalidad aparente. Estas experiencias concretas se hallan en la base de nuestra impresión de conocernos muy poco y constituyen también el fundamento de las perturbadoras conjeturas acerca de las posibles sorpresas que el futuro pueda depararnos.
El hombre primitivo no es un enigma para sí mismo. La pregunta "¿Qué es el hombre?" es la pregunbta que el hombre siempre ha guardado hasta el final. El hombre primitivo tiene tanta psique fuera de su mente consciente ue la experiencia de algo psíquico exterior a sí mismo le resulta mucho más familiar que a nosotros. De hecho, la vivencia de fuerzas psíquicas que rodean a la conciencia, sustentándola, amenazándola, engañándola, constituye una experiencia secular del género humano. Esta experiencia se ha proyectado en el arquetipo del niño, expresión de la plenitud humana. El "niño" es todo aquello que es abandonado y expuesto y al mismo tiempo divinamente poderoso; el principio insignificante e incierto y el fin triunfal. El "niño eterno" inherente al hombre es una experiencia indescriptible, una incongruencia, una desventaja y una prerrogativa divina; un imponderable que determina el valor fundamental o la falta de valor de una personalidad.
Recuperar el Niño Interior: Capítulo de Carl Gustav Jung (Fragmento)
lunes, 7 de enero de 2013
Niño: Jung
Afirmaciones como "El motivo del niño es un recuerdo rudimentario de la propia infancia", y otras similares, no hacen más que dar sentadas cosas que deberían ser demostradas. Pero si, modificando levemente este enunciado, declaramos: "El motivo del niño es una representación de ciertos aspectos "olvidados" de nuestra infancia", nos aproximamos a la verdad. No obstante, dado que el arquetipo es siempre una imagen que incumbe a toda la raza humana y no solo al individuo, tal vez fuera mejor decir: "El motivo del niño representa el aspecto preconsciente de la infancia de la psique colectiva".
No nos equivocaremos si, por el momento, interpretamos este enunciado históricamente, sobre la analogía de determinadas experiencias psicológicas que muestran que ciertas fases de la vida de un individuo pueden volverse autónomas y personificarse, hasta terminar configurando una imagen de uno mismo en la que uno, por ejemplo, se ve a sí mismo como un niño. Este tipo de experiencias visionarias, ya se formen en el sueño ya en el estado de vigilia, dependen, como sabemos, de que previamente haya tenido una disociación entre pasado y presente. Tales disociaciones se producen a causa de distintas incompatibilidades; por ejemplo, el estado presente de una persona puede haber entrado en conflicto con su estado infantil o un individuo puede haberse escindido violentamente de su personalidad inicial identificándose tan solo con cierta "persona" arbitraria más de acuerdo con sus ambiciones. Ha dejado así de ser como un niño, se ha vuelto artificial y ha perdido sus raíces. Todo ello presenta una oportunidad favorable para una confrontación igualmente violenta con la verdad primordial.
Carl Gustav Jung
martes, 27 de noviembre de 2012
Tierras de Leyenda
Hermes nació de la unión de Zeus con Maia, una ninfa de los bosques. El nombre de Maia evoca el mes de mayo; a María, la madre de Jesús, otro niño divino; y a Maya, la madre de Buda. A fin de proteger a Hermas de Hera, la celosa esposa de Zeus, Maia esconde al bebé en una cueva, una especie de segundo útero. Zeus, abandona entretanto a su nuevo hijo y regresa al Olimpo, junto a su antigua familia.
Maia, un espíritu de la naturaleza, cuida de Hermes. El niño, de carácter travieso, escapa de la cueva al amanecer del primer día de su vida, fabrica una lira con el caparazón de una tortuga y roba el ganado de su hermano Apolo, quien lo apresa y lo lleva a juicio ante el tribunal de Zeus. Hermes, según Homero, responde a las acusaciones omniscientes de Zeus diciendo: "¿Cómo podría haber hecho una cosa semejante si nací ayer mismo?", al tiempo que le guiña un ojo, ante lo cual Zeus y todos los que están con él en el Olimpo se echan a reír. El único veredicto de Zeus es que se restablezca la armonía entre los dos hermanos, hazaña que solo se cumple cuando Hermes tañe su nuevo instrumento creativo, la lira.
En esta historia encontramos los elementos comunes universales a los relatos míticos que refieren el nacimiento del niño divino. Si bien existen variantes en el argumento, las circunstancias y el decorado, estos dramas míticos parecen compartir una misma estructura básica que define las cualidades y características fundamentales del niño interior, atributos que, a nivel psicológico, tienen mucho sentido para nosotros.
En primer lugar estos niños son concebidos y nacen en circunstancias inusitadas -inusitadas desde el punto de vista humano corriente. Su concepción es, a veces, el resultado de la unión entre un espíritu y un ser humano como en el caso de la inmaculada concepción de María o en el de la madre de Buda, fecundada por un elefante. A veces la unión se produce entre un dios y un aspecto de la naturaleza, como ocurre en el caso de Hermes, hijo de Zeus y de una ninfa de los bosques. El nacimiento mismo puede ser inusitado: directamente de elementos primordiales, como el agua o el fuego (Venus), de la cabeza de Zeus (Atenea), o de su muso (Dionisios).
Estos insólitos nacimientos expresan metafóricamente el surgimiento en nosotros de un nuevo principio que procede que fuentes insondables, imprevistas y extraordinarias y que da lugar a alumbramientos espontáneos en nuestra propia psique, bajo la forma de intuiciones, sueños, visiones o emociones. Si la personalidad exterior o la cultura se ha desarrollado unilateralmente y de manera restringida, la aparición del niño divino interior presagiará una posibilidad de renovación y expansión. Es posible que el nacimiento interior se deba a un acontecimiento externo que nos sorprenda y sobrecoja. Tal vez, entendido como un accidente del destino, nos despierte a una revelación acerca de nuestras posibilidades vitales.
domingo, 25 de noviembre de 2012
El Niño Interior Crece
El aspecto divino del niño interior que reside en todos nosotros puede proporcionarnos, si lo reconocemos conscientemente, el valor y el entusiasmo necesarios para liberarnos de nuestras ataduras. Uso el término "divino" para distinguirlo del niño interior formado por el recuerdo de la experiencia personal -es decir, el niño abandonado, descuidado, que ha padecido abusos, falta de cariño o exceso de disciplina y de severidad; y también los rasgos de vulnerabilidad y dependencia del niño que fuimos en el pasado. Este es el niño -el niño de nuestra experiencia- al que todos deseamos sanar para poder recuperar la energía necesaria a nuestra actividad de adultos, energía que reside aún en aquellos mecanismos automáticos de defensa que desarrollamos como respuesta a nuestras primeras experiencias dolorosas. Sanar a este niño significa también dejar de reproducir inconscientemente dichos mecanismos al tratar con ese "nuevo experimento" que son nuestros hijos.
Ya no somos el niño de nuestro recuerdo. Pero aunque hayamos sobrevivido a él, no es raro que sigamos viviendo según pautas de comportamiento que adoptamos cuando éramos jóvenes, con lo cual limitamos nuestra experiencia vital presente. En los últimos año, tanto la teoría psicológica como la práctica terapéutica han reconocido ampliamente las consecuencias del dolor, el miedo, la ira y la soledad padecidos en la infancia. Sin embargo, cuando dirigimos la mirada a nuestras primeras experiencias, podemos acceder también a otros recuerdos -imágenes positivas de acontecimientos que alimentaron la curiosidad infantil, la exuberancia, el espíritu aventurero, el disfrute de los sentidos y la riqueza de la imaginación. Al aflorar, estos recuerdos nos proporcionan un sentido de la historia de nuestros placeres y dolores y nos ayudan a restablecer el contacto con el ser adulto que ahora somos. Nuestro modo de vivir en el presente es consecuencia de todos los acontecimientos que sucedieron en el constante experimento de nuestro vivir.
Además de los recuerdos de acontecimientos concretos, en nuestro interior se halla a menudo la imagen de una infancia ideal, la infancia que nos hubiera gustado tener y que construimos a partir de las limitaciones de nuestra propia experiencia. Al compararlas, nuestra infancia real nos parece deficiente. A veces proyectamos esta imagen ideal sobre otras personas, creyendo que ellas sí tuvieron una infancia perfecta, con lo que añoramos el ideal y reforzamos nuestro dolor y nuestra soledad. Y a menudo también proyectamos dicha imagen sobre nuestros hijos, en la medida en que tratamos de proporcionarles una infancia perfecta al tiempo y nos consideramos padres perfectos.
Un antídoto contra esta idealización paradisíaca de la infancia consiste en compartir nuestra historia y nuestros recuerdos con los demás, de ese modo descubrimos que es común a la condición humana el que la relación entre padres e hijos sea una mezcla compleja de logros y de fracasos, de aptitudes, de limitaciones.
Edith Sullwold
sábado, 24 de noviembre de 2012
La niña-interna
El niño precisa de orientación y cuidado, se encuentra en el seno de una familia, una cultura y una educación concretas, que conllevan valores, reglas y sistemas a los que el niño debe adaptarse y conformarse. Hasta tal punto el niño se ve moldeado por su entorno que, frecuentemente, pierde el contacto con aquellos aspectos de su propio ser que nos encajan con dichas expectativas y estructuras externas. Para algunos niños, adaptarse supone encubrir e incluso perder aquellas facultades que no se ajustan o no son valoradas por su entorno, lo que no solo les afecta a ellos, sino que afecta también a la sociedad de la que forman parte.
En otros casos, la vitalidad de las propias facultades es tal que no resulta fácil sofocarla y sin los conductos apropiados para canalizarse y expresarse, la energía subyacente a dichas facultades se convertirá en dolor, como ocurre con toda energía que puja por manifestarse.
http://youtu.be/t3_8Crhg5Lo Niña Pastori -Cuando Te Beso-
jueves, 22 de noviembre de 2012
Niño Eterno
En el fondo de todo adulto yace un niño eterno, en continua formación, nunca terminado, que solicita cuidado, atención y educación constantes. Este es la parte de la personalidad humana que aspira a desarrollarse y a alcanzar la plenitud. C.G. JUNGEl arquetipo del niño interior, que podríamos denominar la "gran" imagen del niño interior, ese niño que todos llevamos dentro como parte de nosotros mismos y como codificación de la experiencia humana colectiva de la infancia. El niño adviene al mundo como el ser humano al jardín del Edén, pleno de inocencia, asombro y felicidad, con todas las posibilidades de la vida humana y abierto al futuro. Lo que el niño promete se halla en nuestro interior. Está en nuestro origen y en nuestras esperanzas. Esta promesa se incia al nacer. Cuando un niño nace se enciende una estrella y se abre un mundo de posibilidades. Para Jung, el niño es un símbolo que expresa "la naturaleza global de la plenitud psíquica". Al describir el arquetipo infantil Jung señala que "separar un único arquetipo del tejido vivo de la psique constituye una empresa casi desesperada: pero a pesar de estar entrelazados, cada uno de ellos forma una unidad de sentido susceptible de ser aprehendida intuitivamente". Tom Robbins: "Nunca es demasiado tarde para tener una infancia feliz"
lunes, 19 de noviembre de 2012
La sed espiritual y la búsqueda de sentido
La luz del mundo brilla a través del niño interior
"¿Dónde está la vida que hemos perdido viviendo?"
jueves, 15 de noviembre de 2012
El Niño Interior de Einstein
miércoles, 14 de noviembre de 2012
¿Qué es el Niño Interior?
¿Qué es el niño interior? Es el Niño quien percibe el secreto primordial de la Naturaleza y es al niño que hay en nosotros a quien regresamos. El Niño Interior es lo bastante simple y osado como para vivir el Secreto. CHUANG TSUEl niño interior es esa parte vital del Yo que permanece sumergida y que conecta con la alegría y con la tristeza de nuestra infancia. Este niño es el verdadero self que vive en nosotros en todo aquí y ahora, y resulta clave para nuestra autorrealización plena como adultos. La mayoría de nosotros sentimos una fuerte afinidad hacia el niño interior. Sabemos intuitivamente lo que es, el significado que tiene para nosotros. Percibimos, tal vez de forma encubierta, que una parte de nosotros mismos permanece íntegra, a salvo de los pesares de la vida, capaz de alegrarse profundamente y de maravillarse ante las cosas más pequeñas. Esta imagen del niño es sutil, compleja y auténtica. Su mensaje es que todos llevamos a un niño eterno en nuestro interior, un ser hecho e inocencia y asombro. Y este niño simbólico también nos conduce, a quienes hemos sido porque lleva consigo el registro de nuestras experiencias formativas, de nuestros placeres y de nuestros dolores. Como realidad poética y simbólica el niño interior se manifiesta en las fantasías, los sueños, el arte y los mitos procedentes de todo el mundo, donde representa la renovación, la divinidad, el entusiamo vital, la capacidad de asombro, la esperanza, el futuro, la curiosidad, el valor, la espontaneidad y la inmortalidad. El niño interior es un símbolo de unión que conecta aquellas partes de la personalidad individual previamente separadas o disociadas. Marie-Louise von Franz, eminente erudita y analista junguiana, dice: "Si confío en mi reacción ingenua, soy íntegra; estoy íntegramente en la situación y en la vida... Es por ello que los terapeutas infantiles dan permiso a los niños para que jueguen yen dos minutos estos revelan todo su problema, porque en su actividad son ellos mismos". El niño interior es al mismo tiempo una realidad de nuestro desarrollo y una posibilidad simbólica. Es el alma de la persona, creada en nuestro interior por medio de la experiencia vital, y es la imagen primordial del Yo, el núcleo mismo de nuestro ser individual. Como sugirió Carl Gustav Jung, el niño representa una "plenitud que abarca lo más profundo de la Naturaleza". "El Niño es el padre del Hombre", dijo Wordsworth. El niño es el padre de la persona entera. La mayoría de nosotros, cuando adultos, continuamos en contacto con el niño mediante los hábitos, los deseos, y el comportamiento infantil, y la relación que sostenemos con los niños de verdad. Jung señaló que la tendencia a emprender actividades regresivas, desempeña la función positiva de mantenernos ligados al niño, de activar al niño interior. Según él, la regresión es un "intento genuino de alcanzar algo necesario: el sentimiento universal de inocencia infantil, la sensación de seguridad, de protección, de amor recíproco, de confianza, de fe, de algo que tiene muchos nombres". Neruda cantado. TU RISA EL NIÑO INTERIOR Llevando Amor a tu Niño Interior