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Paz y Ciencia
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domingo, 8 de marzo de 2020

El niño interior



Es el Niño quien percibe el secreto primordial de la Naturaleza Humana y es al niño que hay en nosotros a quien regresamos. El niño interior es lo bastante simple y osado como para vivir el Secreto.
Chuang Tsu

La mayoría de nosotros sentimos una fuerte afinidad hacia el niño interior. Sabemos intuitivamente lo que es, el significado que tiene para nosotros. Percibimos, tal vez de forma encubierta, que una parte de nosotros mismos permanece íntegra, a salvo de los pesares de la vida, capaz de alegrarse profundamente y de maravillarse ante las cosas más pequeñas.

Esta imagen del niño es sutil, compleja y auténtica. Su mensaje es que todos llevamos a un niño eterno en nuestro interior, un ser hecho de inocencia y asombro. Y este niño simbólico también nos conduce, a quienes hemos sido porque lleva consigo el registro de nuestras experiencias formativas, de nuestros placeres y de nuestros dolores.

"El Niño es el padre del Hombre", dijo Wordsworth. El niño es el padre de la persona entera.
Carl Gustav Jung sugirió que el niño representa una "plenitud que abarca lo más profundo de la Naturaleza".

La mayoría de nosotros, cuando adultos, continuamos en contacto con el niño interior mediante  los hábitos, los deseos, y el comportamiento infantil, y la relación que sostenemos con los niños de verdad. Jung señaló que la tendencia a emprender actividades regresivas desempeña la función positiva de mantenernos ligados al niño, de activar al niño interior. Según él, la regresión es un "intento genuino de alcanzar algo necesario: el sentimiento universal de inocencia infantil, la sensación de seguridad, de protección, de amor recíproco, de confianza, de fe, algo que tiene muchos nombres".

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. Nº Col.: A-1324
Tfno.: (+34) 653 379 269
Instagram: @psicoletrazaragoza
Página Web: www.rcordobasanz.es


miércoles, 28 de diciembre de 2016

Niño divino

"Sólo cuando escucho la voz del niño que hay en mi interior puedo sentirme auténtica y creativa". Alice Miller

La voz del niño es fundamental en el proceso de llegar a ser nosotros mismos. La individuación, el proceso de desarrollo de la propia individualidad está ligada y gira en torno a la identidad singular.
Von Franz concuerda con Miller cuando señala que: "El niño interior es la parte auténtica, y la parte auténtica es la que sufre... Muchos adultos escinden esta parte de sí mismos y por ello no alcanzan la individuación, ya que sólo si la acepta, y se acepta con ella el sufrimiento que conlleva, puede tener lugar el proceso de individuación".
Todos y cada uno de nosotros podemos reconocer la voz del niño interior. Si investigamos la vida de genios nos encontramos con Albert Einstein, "empezó a hablar con soltura a los nueve años".
Su naturalidad quedó inscrita en el lenguaje y frente a la adversidad supo rendirle homenaje. Ese placer de gozar de su vida interior, curiosamente sin que su vida no estuviera atravesada e inscrita por el lenguaje. Da que pensar... Tal vez, la espontaneidad e ingenuidad ayude a crecer otras virtudes menos "vistosas" en un primer término. Conservar el niño interior sano es una fuente inagotable de creatividad, un reservorio para la vida adulta.
La autenticidad del yo infantil de Einstein, que empezó a hablar con soltura a los nueve años, quedó inscrita en una sensación de asombro no verbal.
En sus notas biográficas leemos:
"De hecho es casi un milagro que los métodos modernos de enseñanza no hayan sofocado por completo la santa curiosidad integrador, porque esta pequeña y delicada planta, además de estímulo, necesita sobre todo libertad, sin ella, el naufragio y la ruina son seguros. Es un error muy grave pensar que el placer de observar e inquirir  puede fomentarse mediante la coacción o el sentido del deber".

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo
Recuperar el niño interior

lunes, 26 de diciembre de 2016

El niño es el padre del hombre



La cita del título corresponde a Wordsworth.
Como decía Carl Gustav Jung: El niño interior es el símbolo de la parte de la personalidad humana que quiere desarrollarse y llegar a ser todo.
"Pensé, por último, que de todas las nostalgias que acosan al corazón humano la principal, para mí, es el perpetuo anhelo de reconciliar aquello que hay más de joven con aquello que hay de más viejo en cada uno de nosotros".
Laurens Van Der Post
"Quiero reconocer especialmente a aquellos clientes y amigos personales que a lo largo de los años han compartido su ser más íntimo y que han dotado de realidad a mi propia experiencia del niño interior y a las posibilidades curativas latentes en cada uno de nosotros".
Este bellísimo agradecimiento, me traslada a las palabras de Winnicott, pediatra y psicoanalista. En su obra póstuma, "Realidad y Juego", dice, "A mis pacientes que pagaron por enseñarme".
"Es el Niño quien percibe el secreto primordial de la Naturaleza y es al niño que hay en nosotros a quien regresamos. El niño interior es lo bastante simple y osado como para vivir en secreto".
Chuang Tsu
La mayoría de nosotros sentimos una fuerte afinidad hacia el niño interior. Sabemos intuitivamente qué es, el significado que tiene para nosotros. Percibimos, tal vez de forma encubierta, que una parte de nosotros mismos permanece íntegra, a salvo de los pesares de la vida, capaz de alegrarse profundamente y de maravillarse ante las cosas más pequeñas.
Esta imagen del niño es sutil, compleja y auténtica. Su mensaje es que todos llevamos a un niño eterno en nuestro interior, un ser hecho de inocencia y asombro. Y este niño simbólico también nos conduce, a quienes hemos sido porque lleva consigo el registro de nuestras experiencias formativas, de nuestros placeres y de nuestros dolores.
Como realidad poética y simbólica el niño interior se manifiesta en las fantasías, los sueños, el arte y los mitos procedentes de todo el mundo.
Marie-Louise von Franz, eminente erudita junguiana, dice: "Si confío en mí reacción ingenua, soy íntegra, estoy íntegramente en la situación y en la vida... Es por ello que los terapeutas infantiles dan permiso a los niños para que jueguen y en dos minutos éstos revelan todo su problema, porque en su actividad son ellos mismos".
Como sugirió Jung, el niño representa una plenitud que abarca lo más profundo de su Naturaleza.
Jung señaló que la tendencia a emprender actividades regresivas desempeña la función positiva de mantenernos ligados al niño, de activar al niño interior. Según él, la regresión es un intento genuino de alcanzar algo necesario: el sentimiento universal de inocencia infantil, la sensación de seguridad, de protección, de amor recíproco, de confianza, de fe, algo que tiene muchos nombres.

jueves, 25 de febrero de 2016

Atrapados en el Capitalismo



Somos una sociedad, al decir de Erich Fromm, "homo consumens". Buscamos trabajos cada vez mejor remunerados, de ser posible. Nunca estamos satisfechos y queremos más. Creamos "necesidades" de la nada. Buscamos y buscamos, insaciables.
Laura Gutman atribuye esto al maternaje: "Creo que tiene que ver con la calidad de maternaje que hemos recibido, y no solo me refiero a lo que nuestra mamá real ha hecho con nosotros sino a la totalidad de situaciones de amparo, cuidado y apoyo que hemos recibido".
Por citar un ejemplo: acuden muchos pacientes a la consulta que han vivido "bullying" en mayor o menor medida. Su psiquismo ha sido atacado durante años en muchos casos, sin salida ni escapatoria, por ejemplo, al vivir en un pueblo.
La mayoría de nosotros no hemos sido satisfechos en nuestras necesidades originales porque el patriarcado, la cultura, la moda o las opiniones de los demás que circulan y que adoptamos así lo establecen. Y también la incapacidad de nuestras madres para sostenernos emocionalmente, en su época se prestaba poco interés a este tipo de cosas y la coyuntura era distinta. Por tanto, no hay que culparles. La impotencia se repite generación tras generación.
Todo lo queremos "ya", desde el pecho de un lactante hasta la motocicleta de un adulto. De lo contrario, el dolor será insoportable.
Esos niños necesitados se han convertido en los adultos que ahora somos: continuamos atentos a satisfacer como sea nuestra estructura psíquica, siguen siendo tan prioritarias como cuando éramos niños.
Estamos "huérfanos" de mamá y eso lo desplazamos a objetos, a nuestras supuestas "necesidades".
El objeto deseado guarda relación con la imposición de los deseos de los demás. Cuando no podíamos elegir.
Ahora bien, si queremos salir de este círculo de consumo-malestar necesitamos tomar conciencia de nuestros desamparos y discapacidades primarios con conciencia, con comprensión de la historia.

El consumo adictivo refleja necesidades infantiles no satisfechas.

Frente a la voracidad, hay que reconocer que ese hambre es infantil, no corresponde a nuestro presente. Aunque nos "ataque" como un monstruo real.

Estamos diseñados para colmar necesidades y que alguien las satisfaga cuando somos niños, y también estamos diseñados para amar al otro, ser generosos y altruistas cuando hemos devenido adultos. Por lo tanto, todos podemos ser capaces de recuperar nuestras habilidades naturales.



Texto de Rodrigo Córdoba a partir de un artículo de Laura Gutman. 

domingo, 3 de febrero de 2013

El niño como principio y fin


EL NIÑO COMO PRINCIPIO Y FIN

Después de su muerte, Fausto es recibido como niño en el "coro de los niños bienaventurados". No sé si mediante esta idea peculiar Goethe se estaba refiriendo a los cupidos de las antiguas sepulturas, pero no es una idea descabellada. La figura del cucullatus apunta al encapuchado, es decir, el invisible, el genio de los difuntos, que reaparece en las diversiones infantiles de una nueva vida, rodeado de las formas marinas de delfines y tritones. El mar es el símbolo favorito del inconsciente, madre de todo lo que vive. En determinadas circunstancias (Hermes y los Dáctilos, por ejemplo) el "niño" está estrechamente relacionado con el falo, símbolo de la procreación y por ello lo vemos también aparecer en el falo sepulcral, como símbolo de una nueva concepción.
El "niño" es por lo tanto renatus in novam infantiam ("nacido a una nueva infancia"); al mismo tiempo principio y fin, una criatura inicial y terminal. La criatura inicial existía antes de que el hombre fuera y la criatura terminal existe cuando el hombre ya no sea. Desde un punto de vista psicológico, esto quiere decir que el "niño" simboliza la esencia preconsciente y postconsciente del hombre. Su esencia preconsciente es el estado inconsciente de su primera infancia, su esencia preconsciente es una anticipación, por analogía, de la vida después de la muerte. En esta idea se expresa la naturaleza global de la plenitud psíquica. Entre los límites de la mente consciente no cabe la plenitud -que incluye la extensión indefinida e indefinible del inconsciente. Empíricamente hablando, la plenitud es, por consiguiente, una extensión inconmensurable, más vieja y más joven que la conciencia, que se despliega en el tiempo y el espacio. Esto no es una especulación, sino una experiencia psíquica inmediata. Los sucesos inconscientes no solo acompañan continuamente al proceso consciente, sino que también lo guían, asisten o interrumpen. El niño tenía una vida psíquica antes de tener conciencia. Incluso el adulto sigue haciendo y diciendo cosas cuyo significado no comprende hasta más tarde, si es que llega a comprenderlo. Y, sin embargo, las hizo y las dijo como si supiera qué significaban. Nuestros sueños hablan continuamente de cosas que nuestra conciencia no comprende (motivo por el cual son tan útiles en la terapia de las neurosis). Nos llegan intuiciones e indicaciones de fuentes desconocidas. Temores, humores, planes y esperanzas pasan por nosotros sin causalidad aparente. Estas experiencias concretas se hallan en la base de nuestra impresión de conocernos muy poco y constituyen también el fundamento de las perturbadoras conjeturas acerca de las posibles sorpresas que el futuro pueda depararnos.
El hombre primitivo no es un enigma para sí mismo. La pregunta "¿Qué es el hombre?" es la pregunbta que el hombre siempre ha guardado hasta el final. El hombre primitivo tiene tanta psique fuera de su mente consciente ue la experiencia de algo psíquico exterior a sí mismo le resulta mucho más familiar que a nosotros. De hecho, la vivencia de fuerzas psíquicas que rodean a la conciencia, sustentándola, amenazándola, engañándola, constituye una experiencia secular del género humano. Esta experiencia se ha proyectado en el arquetipo del niño, expresión de la plenitud humana. El "niño" es todo aquello que es abandonado y expuesto y al mismo tiempo divinamente poderoso; el principio insignificante e incierto y el fin triunfal. El "niño eterno" inherente al hombre es una experiencia indescriptible, una incongruencia, una desventaja y una prerrogativa divina; un imponderable que determina el valor fundamental o la falta de valor de una personalidad.

Recuperar el Niño Interior: Capítulo de Carl Gustav Jung (Fragmento)

lunes, 7 de enero de 2013

Niño: Jung

Afirmaciones como "El motivo del niño es un recuerdo rudimentario de la propia infancia", y otras similares, no hacen más que dar sentadas cosas que deberían ser demostradas. Pero si, modificando levemente este enunciado, declaramos: "El motivo del niño es una representación de ciertos aspectos "olvidados" de nuestra infancia", nos aproximamos a la verdad. No obstante, dado que el arquetipo es siempre una imagen que incumbe a toda la raza humana y no solo al individuo, tal vez fuera mejor decir: "El motivo del niño representa el aspecto preconsciente de la infancia de la psique colectiva".
No nos equivocaremos si, por el momento, interpretamos este enunciado históricamente, sobre la analogía de determinadas experiencias psicológicas que muestran que ciertas fases de la vida de un individuo pueden volverse autónomas y personificarse, hasta terminar configurando una imagen de uno mismo en la que uno, por ejemplo, se ve a sí mismo como un niño. Este tipo de experiencias visionarias, ya se formen en el sueño ya en el estado de vigilia, dependen, como sabemos, de que previamente haya tenido una disociación entre pasado y presente. Tales disociaciones se producen a causa de distintas incompatibilidades; por ejemplo, el estado presente de una persona puede haber entrado en conflicto con su estado infantil o un individuo puede haberse escindido violentamente de su personalidad inicial identificándose tan solo con cierta "persona" arbitraria más de acuerdo con sus ambiciones. Ha dejado así de ser como un niño, se ha vuelto artificial y ha perdido sus raíces. Todo ello presenta una oportunidad favorable para una confrontación igualmente violenta con la verdad primordial.

Carl Gustav Jung

martes, 27 de noviembre de 2012

Tierras de Leyenda



Hermes nació de la unión de Zeus con Maia, una ninfa de los bosques. El nombre de Maia evoca el mes de mayo; a María, la madre de Jesús, otro niño divino; y a Maya, la madre de Buda. A fin de proteger a Hermas de Hera, la celosa esposa de Zeus, Maia esconde al bebé en una cueva, una especie de segundo útero. Zeus, abandona entretanto a su nuevo hijo y regresa al Olimpo, junto a su antigua familia.
Maia, un espíritu de la naturaleza, cuida de Hermes. El niño, de carácter travieso, escapa de la cueva al amanecer del primer día de su vida, fabrica una lira con el caparazón de una tortuga y roba el ganado de su hermano Apolo, quien lo apresa y lo lleva a juicio ante el tribunal de Zeus. Hermes, según Homero, responde a las acusaciones omniscientes de Zeus diciendo: "¿Cómo podría haber hecho una cosa semejante si nací ayer mismo?", al tiempo que le guiña un ojo, ante lo cual Zeus y todos los que están con él en el Olimpo se echan a reír. El único veredicto de Zeus es que se restablezca la armonía entre los dos hermanos, hazaña que solo se cumple cuando Hermes tañe su nuevo instrumento creativo, la lira.

En esta historia encontramos los elementos comunes universales a los relatos míticos que refieren el nacimiento del niño divino. Si bien existen variantes en el argumento, las circunstancias y el decorado, estos dramas míticos parecen compartir una misma estructura básica que define las cualidades y características fundamentales del niño interior, atributos que, a nivel psicológico, tienen mucho sentido para nosotros.

En primer lugar estos niños son concebidos y nacen en circunstancias inusitadas -inusitadas desde el punto de vista humano corriente. Su concepción es, a veces, el resultado de la unión entre un espíritu y un ser humano como en el caso de la inmaculada concepción de María o en el de la madre de Buda, fecundada por un elefante. A veces la unión se produce entre un dios y un aspecto de la naturaleza, como ocurre en el caso de Hermes, hijo de Zeus y de una ninfa de los bosques. El nacimiento mismo puede ser inusitado: directamente de elementos primordiales, como el agua o el fuego (Venus), de la cabeza de Zeus (Atenea), o de su muso (Dionisios).

Estos insólitos nacimientos expresan metafóricamente el surgimiento en nosotros de un nuevo principio que procede que fuentes insondables, imprevistas y extraordinarias y que da lugar a alumbramientos espontáneos en nuestra propia psique, bajo la forma de intuiciones, sueños, visiones o emociones. Si la personalidad exterior o la cultura se ha desarrollado unilateralmente y de manera restringida, la aparición del niño divino interior presagiará una posibilidad de renovación y expansión. Es posible que el nacimiento interior se deba a un acontecimiento externo que nos sorprenda y sobrecoja. Tal vez, entendido como un accidente del destino, nos despierte a una revelación acerca de nuestras posibilidades vitales.


domingo, 25 de noviembre de 2012

El Niño Interior Crece

 
 
 
La imagen del niño "representa el impulso más fuerte e ineludible de todo ser humano, es decir, el impulso de autorrealizarse". C. G. Jung

El aspecto divino del niño interior que reside en todos nosotros puede proporcionarnos, si lo reconocemos conscientemente, el valor y el entusiasmo necesarios para liberarnos de nuestras ataduras. Uso el término "divino" para distinguirlo del niño interior formado por el recuerdo de la experiencia personal -es decir, el niño abandonado, descuidado, que ha padecido abusos, falta de cariño o exceso de disciplina y de severidad; y también los rasgos de vulnerabilidad y dependencia del niño que fuimos en el pasado. Este es el niño -el niño de nuestra experiencia- al que todos deseamos sanar para poder recuperar la energía necesaria a nuestra actividad de adultos, energía que reside aún en aquellos mecanismos automáticos de defensa que desarrollamos como respuesta a nuestras primeras experiencias dolorosas. Sanar  a este niño significa también dejar de reproducir inconscientemente dichos mecanismos al tratar con ese "nuevo experimento" que son nuestros hijos.

Ya no somos el niño de nuestro recuerdo. Pero aunque hayamos sobrevivido a él, no es raro que sigamos viviendo según pautas de comportamiento que adoptamos cuando éramos jóvenes, con lo cual limitamos nuestra experiencia vital presente. En los últimos año, tanto la teoría psicológica como la práctica terapéutica han reconocido ampliamente las consecuencias del dolor, el miedo, la ira y la soledad padecidos en la infancia. Sin embargo, cuando dirigimos la mirada a nuestras primeras experiencias, podemos acceder también a otros recuerdos -imágenes positivas de acontecimientos que alimentaron la curiosidad infantil, la exuberancia, el espíritu aventurero, el disfrute de los sentidos y la riqueza de la imaginación. Al aflorar, estos recuerdos nos proporcionan un sentido de la historia de nuestros placeres y dolores y nos ayudan a restablecer el contacto con el ser adulto que ahora somos. Nuestro modo de vivir en el presente es consecuencia de todos los acontecimientos que sucedieron en el constante experimento de nuestro vivir.

Además de los recuerdos de acontecimientos concretos, en nuestro interior se halla a menudo la imagen de una infancia ideal, la infancia que nos hubiera gustado tener y que construimos a partir de las limitaciones de nuestra propia experiencia. Al compararlas, nuestra infancia real nos parece deficiente. A veces proyectamos esta imagen ideal sobre otras personas, creyendo que ellas sí tuvieron una infancia perfecta, con lo que añoramos el ideal y reforzamos nuestro dolor y nuestra soledad. Y a menudo también proyectamos dicha imagen sobre nuestros hijos, en la medida en que tratamos de proporcionarles una infancia perfecta al tiempo y nos consideramos padres perfectos.

Un antídoto contra esta idealización paradisíaca de la infancia consiste en compartir nuestra historia y nuestros recuerdos con los demás, de ese modo descubrimos que es común a la condición humana el que la relación entre padres e hijos sea una mezcla compleja de logros y de fracasos, de aptitudes, de limitaciones.

Edith Sullwold

sábado, 24 de noviembre de 2012

La niña-interna

 
 
"Las sombras de la casa-prisión empiezan a cernirse/ en torno al niño que crece." Wordsworth.

El niño precisa de orientación y cuidado, se encuentra en el seno de una familia, una cultura y una educación concretas, que conllevan valores, reglas y sistemas a los que el niño debe adaptarse y conformarse. Hasta tal punto el niño se ve moldeado por su entorno que, frecuentemente, pierde el contacto con aquellos aspectos de su propio ser que nos encajan con dichas expectativas y estructuras externas. Para algunos niños, adaptarse supone encubrir e incluso perder aquellas facultades que no se ajustan o no son valoradas por su entorno, lo que no solo les afecta a ellos, sino que afecta también a la sociedad de la que forman parte.
En otros casos, la vitalidad de las propias facultades es tal que no resulta fácil sofocarla y sin los conductos apropiados para canalizarse y expresarse, la energía subyacente a dichas facultades se convertirá en dolor, como ocurre con toda energía que puja por manifestarse.

http://youtu.be/t3_8Crhg5Lo Niña Pastori -Cuando Te Beso-

jueves, 22 de noviembre de 2012

Niño Eterno

En el fondo de todo adulto yace un niño eterno, en continua formación, nunca terminado, que solicita cuidado, atención y educación constantes. Este es la parte de la personalidad humana que aspira a desarrollarse y a alcanzar la plenitud. C.G. JUNG
El arquetipo del niño interior, que podríamos denominar la "gran" imagen del niño interior, ese niño que todos llevamos dentro como parte de nosotros mismos y como codificación de la experiencia humana colectiva de la infancia. El niño adviene al mundo como el ser humano al jardín del Edén, pleno de inocencia, asombro y felicidad, con todas las posibilidades de la vida humana y abierto al futuro. Lo que el niño promete se halla en nuestro interior. Está en nuestro origen y en nuestras esperanzas. Esta promesa se incia al nacer. Cuando un niño nace se enciende una estrella y se abre un mundo de posibilidades. Para Jung, el niño es un símbolo que expresa "la naturaleza global de la plenitud psíquica". Al describir el arquetipo infantil Jung señala que "separar un único arquetipo del tejido vivo de la psique constituye una empresa casi desesperada: pero a pesar de estar entrelazados, cada uno de ellos forma una unidad de sentido susceptible de ser aprehendida intuitivamente". Tom Robbins: "Nunca es demasiado tarde para tener una infancia feliz"

lunes, 19 de noviembre de 2012

La sed espiritual y la búsqueda de sentido

La incertidumbre espiritual de nuestros tiempos insta a un renacimiento de la esperanza y del sentido de la vida en cada uno de nosotros. Todo se desmorona; el centro ya no aguanta, Suelta va por el mundo la pura anarquía, Suelta va la marea turbia de la sangre y, por doquier Se ahoga la ceremonia de la inocencia... W.B. YEATS "The Second Coming" (El Segundo Advenimiento) Padecemos lo que Jung llamó un "empobrecimiento sin precedentes de los símbolos". Nuestra época siente hambre de espiritualidad y de sentido, anhelando el segundo advenimiento del niño divino interior, cuya aparición presagiaría el inicio de un nuevo milenio de esperanza. A nivel personal sentimos una apremiante necesidad de entrar en contacto y de vivir el destino del niño interior para encontrar la salvación espiritual. Según Gaston Bachelard: "Nuestra infancia atestigua la infancia del hombre, del ser tocado por la gloria de vivir". O en palabras de la psicóloga junguiana June Singer: "El niño divino que hay en nuestro interior da sentido a nuestros esfuerzos inmaduros; nos muestra el lado inconsciente de nuestras limitaciones y constituye, en este sentido, una visión de potencialidad floreciente". "Cuando se estudian los escritos de los misticos y de los guías espirituales y las vidas de quienes alcanzaron la auténtica madurez", escribe John Loudon en su ensayo "Hacerse niño", "se constata la presencia de un objetivo común: una integración plena que abarca la totalidad del potencial humano y que es, al mismo tiempo, natural, sabia, alegre e incluso lúdica". En suma, un retorno al niño. La aparición del arquetipo del niño divino -el niño interior colectivo- presagia una transformación del psiquismo colectivo o individual y la posibilidad de renovarse o crecer. "Hay en nuestro interior una potencia creativa que nos invita a abandonar nuestra antigua consmovisión para acoger una nueva", Edith Sullwold.

La luz del mundo brilla a través del niño interior

El niño interior lleva consigo nuestra historia personal, y es el vehículo tanto de nuestros recuerdos del niño real como del niño idealizado del pasado. Es la cualidad verdaderamente viva de nuestro interior. Es el alma, aquello que experimenta en nosotros a través de todos los ciclos vitales. Es la víctima. Y es el portador de la renovación a través del renacimiento, apareciendo en nuestras vidas siempre que nos desidentificamos y que nos abrimos al cambio. En el poema "The Holy Longing" [Selige Sehnsucht], Goethe, el gran pensador europeo de los siglos dieciocho y diecinueve, ensalza esta notable cualidad del ser humano: Díselo a una persona sabia o quédate en silencio, porque el hombre ordinario se burlará en el acto. Celebro lo que vive de verdad, lo que anhela hastala muerte... Y si no has tenido esa experiencia -morir y así crecer- no eres más que un huésped aturdido sobre la oscura tierra. La experiencia de este proceso de renovación equivale a experimentar las posibilidades creativas del niño interior simbólico. "Morir" -esto es, entregarse a un período de transición- permite el nacimiento de nuevas posibilidades. "Renuncia lo que tienes y recibirás", dice el proverbio latino. Cuando algo deja de ser, el niño aparece como una posibilidad interna que irrumpe en nuestro mundo pleno de su ingenua vitalidad. "Al proceso de morir psicológicamente, mientras uno todavía está vivo, sigue el renacimiento o la renovación psicológica", señala Ralph Metzner en su libro "Las grandes metáforas de la tradición sagrada". Entonces nace un nuevo ser -una nueva manera de ser- imaginado como el resplandeciente niño simbólico. "El niño recién nacido todavía está vinculado al Tao, a la fuente de su vida y de su manifestación, motivo por el cual deberíamos emularlo", añade Metzner. "Como dice Chuang Tsu: ¿Puedes ser como un recién nacido? El bebé llora todo el día, pero su voz nunca es ronca porque no ha perdido la armonía con la naturaleza". Este niño eterno y verdaderamente vivo se encuentra en el corazón de nuestro ser esperando encarnarse en nuestros actos y nuestras actitudes. Y la luz del mundo brilla a través de él.

"¿Dónde está la vida que hemos perdido viviendo?"

Para algunos el niño interior dista mucho de ser inspirador, `puesto que apenas es real. Su experiencia infantil ha sido borrada por el dolor y por el tiempo, oscurecida por la racionalidad, expulsada por la ambición o distorsionada por el apremio a crecer y adaptarse. Son pocos los que gozan de una infancia sin ansiedad, llena de contacto y de participación compenetrada en el mundo de los adultos; una infancia libre y abierta al juego imaginativo o al gozo del esparcimiento; un entorno emocional en el que el hecho de ser vulnerable no era causa de inseguridad. Para muchos, el niño interior es un ser herido y traumatizado, una víctima menoscabada por las experiencias que el adulto prefiere no recordar. Según la terapeuta infantil Edith Sullwold, el niño de nuestra experiencia "es el niño al que todos deseamos curar para poder recuperar la energía necesaria para nuestra actividad adulta, energía que reside aún en aquellos mecanismos automáticos de defensa que desarrollamos como respuesta a nuestras primeras experiencias dolorosas". Hemos jugado y hemos sufrido, hemos crecido y hemos aprendido. La parte joven y vital persiste, aunque en algunos casos solo se manifieste en un brillo ocasional de la mirada o en cierta entonación de la voz. Mucha gente experimenta de modo inconsciente al niño interior como aquel cuyas necesidades nunca fueron reconocidas ni satisfechas. Esta experiencia, y el anhelo que la acompaña, son fuente de humillación y vergüenza, difíciles de identificar y de compartir. De este modo el niño puede inhibir las relaciones humanas del adulto. Siempre que nos ligamos estrechamente a alguien, como ocurre, por ejemplo, en el matrimonio, nos enfrentamos al niño interior, ya que es entonces cuando las heridas afectivas de nuestro pasado se sienten más prodfundamente. "Esas heridas del alma infantil", comenta el autor y analista junguiano Robert M. Stein, "dificultan enormemente, cuando no imposibilitan, la posibilidad de establecer contactos humanos íntimos y creativos. En este sentido el niño herido representa también ese aspecto del alma que necesita y exige la únión con el prójimo". Es posible sanar al niño herido y, de hecho, es preciso hacerlo si se quiere alcanzar la plenitud. El remedio exige una transformación interior, la adopción de una actitud positiva que apoye y sustente compasivamente al niño interior. En su libro "El drama del niño dotado", Alice Miller describe el cambio que se opera durante el proceso curativo: Si una persona es capaz... de sentir que de niño no fue nunca "amado" por lo que realmente era, sino por sus logros, sus éxitos y sus buenas cualidades, y que sacrificó su infancia por ese "amor", padecerá una profunda conmoción, pero algún día deseará poner fin a semejante "amor". Descubrirá entonces en sí mismo la necesidad de vivir de acuerdo con su "verdadero yo" y ya no se sentirá forzado a conquistar un amor que en el fondo no puede satisfacerlo, puesto que está destinado a un "yo falso" al que ahora ha empezado a renunciar.

jueves, 15 de noviembre de 2012

El Niño Interior de Einstein

Albert Einstein es un caso célebre del genio que permaneció siempre vinculado a la naturalidad del niño interior. Se dice que Einstein no empezó a hablar hasta casi cumplir los cinco años. "Incluso a la edad de nueve años no era capaz de hablar con soltura", comenta su biógrafo Ronald W. Clark. La autenticidad de su yo infantil no fue contaminada por el lenguaje, sino que quedó inscrita en una sensación de asombro no verbal. El mismo Einstein reconoció esta cualidad del niño en su interior. Y, frente a la adversidad, supo rendirle fiel homenaje. En sus notas autobiográficas, escritas a la edad de setenta y cinco años, encontramos la siguiente reflexión. De hecho es casi un milagro que los métodos modernos de enseñanza no hayan sofocado por completo la santa curiosidad indagadora; porque esta pequeña y delicada planta, adenás de estímulo, necesita sobre todo libertad; sin ella, el naufragio y la ruina son seguros. Es un error muy grave pesar que el placer de observar e inquirir puede fomentarse mediante la coacción o el sentido del deber. Esta naturalidad,libertad y perpetua sensación de asombro, puntualmente, preservadas a lo largo de su edad adulta, perduraron como rasgos distintivos de la personalidad de Einstein hasta su vejez. La vida de Wolfang Amadeus Mozart, por el contrario, ejemplifica la inversión unilateral de las tendencias positivas del niño interior. Este es el caso de un genio infantil que, según sus biógrafos, fue incapaz de equilibrar su personalidad, porque no supo desarrollar su lado adulto y socializado. Su yo infantil quedó así prisionero del amor dependiente, henchido de grandiosidad y compelido a buscar la aprobación de su padre, de su monarca y de su mundo. Su talento musical brilló sin mácula, pero su comportamiento pueril terminó llevándole a una muerte prematura. Existen también personas dotadas para las cuales el ingreso en la madurez y en la edad adulta trae consigo una disminución de la vibrante fuerza del niño. Consídérese, por ejemplo, el desolador efecto de la madurez sobre los dones de muchos niños prodigio. El proceso de socialización sofoca de alguna manera las facultades naturales de la mayoría de los niños. Este es el dilema narcisista. Tal vez las cosas suceden del siguiente modo: el niño real, viéndose forzado a adaptarse, se convierte en un pequeño adulto y se identifica con un yo falso. Los tesoros del autentico yo infantil son entonces ocultados y protegidos en un santuario tan bien escondido que cuando el yo adulto madura, es incapaz de recordar y recuperar al niño interior que, de este modo, termina abandonado y perdido. Con el tiempo, la racionalidad o la amargura sustituyen a la espontaneidad y transparencia naturales de aquel yo resplandeciente. Como se lamentaba J. Robert Oppenheimer, oscuro y genial adelanado de la era atómica: "Hay niños jugando en la calle que podrían resolver algunos de mis principales problemas en el campo de la física, porque poseen modalidades de percepción sensorial que yo perdi hace mucho tiempo".
W.A. Mozart -Piano Concert Nº23- Jorge Bucay -Prioridades- Jorge Bucay -Perdonar- Janis Joplin at Woodstock Reflexión de Paulo Coelho En Paz -Amado Nervo-

miércoles, 14 de noviembre de 2012

¿Qué es el Niño Interior?

¿Qué es el niño interior? Es el Niño quien percibe el secreto primordial de la Naturaleza y es al niño que hay en nosotros a quien regresamos. El Niño Interior es lo bastante simple y osado como para vivir el Secreto. CHUANG TSU
El niño interior es esa parte vital del Yo que permanece sumergida y que conecta con la alegría y con la tristeza de nuestra infancia. Este niño es el verdadero self que vive en nosotros en todo aquí y ahora, y resulta clave para nuestra autorrealización plena como adultos. La mayoría de nosotros sentimos una fuerte afinidad hacia el niño interior. Sabemos intuitivamente lo que es, el significado que tiene para nosotros. Percibimos, tal vez de forma encubierta, que una parte de nosotros mismos permanece íntegra, a salvo de los pesares de la vida, capaz de alegrarse profundamente y de maravillarse ante las cosas más pequeñas. Esta imagen del niño es sutil, compleja y auténtica. Su mensaje es que todos llevamos a un niño eterno en nuestro interior, un ser hecho e inocencia y asombro. Y este niño simbólico también nos conduce, a quienes hemos sido porque lleva consigo el registro de nuestras experiencias formativas, de nuestros placeres y de nuestros dolores. Como realidad poética y simbólica el niño interior se manifiesta en las fantasías, los sueños, el arte y los mitos procedentes de todo el mundo, donde representa la renovación, la divinidad, el entusiamo vital, la capacidad de asombro, la esperanza, el futuro, la curiosidad, el valor, la espontaneidad y la inmortalidad. El niño interior es un símbolo de unión que conecta aquellas partes de la personalidad individual previamente separadas o disociadas. Marie-Louise von Franz, eminente erudita y analista junguiana, dice: "Si confío en mi reacción ingenua, soy íntegra; estoy íntegramente en la situación y en la vida... Es por ello que los terapeutas infantiles dan permiso a los niños para que jueguen yen dos minutos estos revelan todo su problema, porque en su actividad son ellos mismos". El niño interior es al mismo tiempo una realidad de nuestro desarrollo y una posibilidad simbólica. Es el alma de la persona, creada en nuestro interior por medio de la experiencia vital, y es la imagen primordial del Yo, el núcleo mismo de nuestro ser individual. Como sugirió Carl Gustav Jung, el niño representa una "plenitud que abarca lo más profundo de la Naturaleza". "El Niño es el padre del Hombre", dijo Wordsworth. El niño es el padre de la persona entera. La mayoría de nosotros, cuando adultos, continuamos en contacto con el niño mediante los hábitos, los deseos, y el comportamiento infantil, y la relación que sostenemos con los niños de verdad. Jung señaló que la tendencia a emprender actividades regresivas, desempeña la función positiva de mantenernos ligados al niño, de activar al niño interior. Según él, la regresión es un "intento genuino de alcanzar algo necesario: el sentimiento universal de inocencia infantil, la sensación de seguridad, de protección, de amor recíproco, de confianza, de fe, de algo que tiene muchos nombres".
Neruda cantado. TU RISA EL NIÑO INTERIOR Llevando Amor a tu Niño Interior