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Paz y Ciencia
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miércoles, 21 de diciembre de 2016

Laura Gutman: Navidad



Navidad y consumo responsable


Si descuidamos el sentido primordial de estas celebraciones, que pretenden rendir tributo al mensaje amoroso que hemos recibido de Jesús, nos vamos a desorientar.
Es imprescindible que volvamos a la fuente y recuperemos la armonía interior, confiando en la bondad y el amor.
Pero si nos abrumamos comprando hasta el hartazgo objetos que en breve caerán en desuso, regalos que los niños no necesitan y que los adultos tampoco necesitamos, perderemos el rumbo.
¿Qué podemos hacer en caso que deseemos “bajarnos del tren” del consumo? ¿Es posible organizar una celebración diferente sin ser juzgados por los demás? ¿Qué pasa si los niños se frustran porque sus amigos han recibido regalos más importantes? ¿Qué hacemos con la exagerada abundancia de comida y bebida?
Podemos establecer algunas prioridades: que las celebraciones sean un lugar de encuentro para la armonía familiar, la sensatez y el encuentro afectuoso. Que los niños sean tenidos en cuenta, respetando sus ritmos de sueño, hambre y bienestar. Que la comida y la bebida disponibles sean ofrecidas con discernimiento y en cantidades lógicas, para que se constituyan en una caricia para el alma en lugar de convertirse en sustancias tóxicas que nos enfermen. Si estas premisas son importantes para nosotros,  y si constatamos que volvemos a nuestro equilibrio en un ambiente de paz y armonía… entonces ¿qué importa si alguien nos juzga?. No estamos imponiendo nada a nadie, solo estamos reservándonos el derecho de celebrar bajo un consumo responsable y sin estrés. ¿Qué importa si otros niños han recibido más regalos? Tal vez nuestros niños estén reconfortados porque nos sienten cerca.
Pensémoslo con las manos en el corazón. ¿Cuál es el significado que tienen estas fiestas para cada uno de nosotros? Si para algunos no implican nada…pues entonces no tiene sentido atiborrarnos de objetos ni de ruido. Si representan la ocasión para ver a familiares y amigos, entonces arrimémonos a ellos con delicadeza y amor. Y si simbolizan un período trascendente, entonces descansemos cantando alabanzas y gloria a la fuente de toda vida.

jueves, 25 de febrero de 2016

Atrapados en el Capitalismo



Somos una sociedad, al decir de Erich Fromm, "homo consumens". Buscamos trabajos cada vez mejor remunerados, de ser posible. Nunca estamos satisfechos y queremos más. Creamos "necesidades" de la nada. Buscamos y buscamos, insaciables.
Laura Gutman atribuye esto al maternaje: "Creo que tiene que ver con la calidad de maternaje que hemos recibido, y no solo me refiero a lo que nuestra mamá real ha hecho con nosotros sino a la totalidad de situaciones de amparo, cuidado y apoyo que hemos recibido".
Por citar un ejemplo: acuden muchos pacientes a la consulta que han vivido "bullying" en mayor o menor medida. Su psiquismo ha sido atacado durante años en muchos casos, sin salida ni escapatoria, por ejemplo, al vivir en un pueblo.
La mayoría de nosotros no hemos sido satisfechos en nuestras necesidades originales porque el patriarcado, la cultura, la moda o las opiniones de los demás que circulan y que adoptamos así lo establecen. Y también la incapacidad de nuestras madres para sostenernos emocionalmente, en su época se prestaba poco interés a este tipo de cosas y la coyuntura era distinta. Por tanto, no hay que culparles. La impotencia se repite generación tras generación.
Todo lo queremos "ya", desde el pecho de un lactante hasta la motocicleta de un adulto. De lo contrario, el dolor será insoportable.
Esos niños necesitados se han convertido en los adultos que ahora somos: continuamos atentos a satisfacer como sea nuestra estructura psíquica, siguen siendo tan prioritarias como cuando éramos niños.
Estamos "huérfanos" de mamá y eso lo desplazamos a objetos, a nuestras supuestas "necesidades".
El objeto deseado guarda relación con la imposición de los deseos de los demás. Cuando no podíamos elegir.
Ahora bien, si queremos salir de este círculo de consumo-malestar necesitamos tomar conciencia de nuestros desamparos y discapacidades primarios con conciencia, con comprensión de la historia.

El consumo adictivo refleja necesidades infantiles no satisfechas.

Frente a la voracidad, hay que reconocer que ese hambre es infantil, no corresponde a nuestro presente. Aunque nos "ataque" como un monstruo real.

Estamos diseñados para colmar necesidades y que alguien las satisfaga cuando somos niños, y también estamos diseñados para amar al otro, ser generosos y altruistas cuando hemos devenido adultos. Por lo tanto, todos podemos ser capaces de recuperar nuestras habilidades naturales.



Texto de Rodrigo Córdoba a partir de un artículo de Laura Gutman. 

domingo, 9 de febrero de 2014

Su majestad la leche de vaca


La leche es una secreción glandular presente en todos los mamíferos. En la naturaleza hay cerca de 5000 especies, y los humanos somos sólo una de ellas. La leche sirve para alimentar a la cría hasta que esté en condiciones de alimentarse con autonomía. Ninguna otra especie continúa con el consumo de leche después del período de lactancia. Cuando crecemos, los mamíferos perdemos las enzimas que permiten la digestión de la leche, porque sencillamente no las vamos a necesitar más. Sin embargo los seres humanos ignoramos esa ley natural.

Tengamos en cuenta que cada leche es específica, es decir, que tiene una fórmula especial para cada especie y varía considerablemente entre una y otra. Tanto la leche de vaca, como la de oveja, la de ballena, la de elefanta, la de morsa o la de perra son diferentes entre sí, y difieren obviamente de la humana. La leche de vaca sirve para criar terneros, un animal grande con cuatro estómagos que llegará a pesar 300 kilos.La leche humana en cambio privilegia el desarrollo de la inteligencia.

Es importante que sepamos que la “leche de fórmula” -como la llamamos hoy en día- es leche de vaca modificada para adaptarla a los requerimientos del bebé humano. Pero no es un invento químico, como muchas madres creemos.

¿Cuál es el efecto nocivo más fácil de detectar en el organismo humano? El moco. La principal responsable es la caseína, una proteína abundante en la leche de vaca. El moco es la reacción saludable del organismo contra una proteína que no puede incorporar. Por lo tanto, en la medida que incorporamos leche o lácteos, el organismo segrega moco. El resfrío común deriva en dolor de garganta, luego en rinitis, sinusitis, bronquitis, otitis, neumonía, y en todas las infecciones respiratorias con las que conviven los niños durante la infancia.

A pesar de esta abrumadora realidad, los adultos no podemos creer que la leche, la bendita y maravillosa leche, se nos vuelva en contra.  Preferimos apegarnos a nuestras creencias en lugar de hacer caso a la sabiduría innata del organismo de nuestros hijos.

¡Todos nuestros niños están repletos de mocos y no estamos dispuestos a relacionarlo con la ingesta de leche! Parece que el miedo al cambio es más fuerte que el acceso a la verdad.

Laura Gutman