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Paz y Ciencia
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jueves, 14 de abril de 2022

LA SOMBRA

 




Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. Tfno : 34 653 379 269 Instagram: @psicoletrazaragoza        Página Web: Conóceme 😉🌹💜


«La Sombra es uno de los arquetipos principales de lo inconsciente colectivo según la psicología analítica de Carl Gustav Jung.

Jung utilizó este término de dos modos diferentes:
1.- Por un lado, se puede definir como la totalidad de lo inconsciente …
2.- En segunda instancia, Sombra designa al aspecto inconsciente de la personalidad, caracterizado por rasgos y actitudes que el Yo consciente no reconoce como propios. En este segundo sentido, la Sombra es la parte inferior de la personalidad, la suma de todas las disposiciones psíquicas personales y colectivas que no son asumidas por la consciencia por su incompatibilidad con la personalidad que predomina en nuestra psique. Estos contenidos rechazados no desaparecen, y cuando cobran cierta autonomía se constituyen en un agente antagonista del yo, que mina los esfuerzos de éste.

En el nivel del inconsciente personal la sombra pertenece al Yo. En el nivel de lo inconsciente  colectivo representa un arquetipo autónomo, y por tanto independiente del Yo fáctico. Dado que la sombra representa nuestros impulsos más primitivos, nuestra faceta instintiva animal como sumatorio de todo nuestro pasado evolutivo, las dificultades vitales encontradas generalmente en hombres y mujeres pueden deberse:

1.- O bien a una omisión o supresión de la sombra, imposibilidad que degenera en una revuelta de aquello que se pretende eliminar.
2.- O por el contrario, y desde el otro extremo, a una identificación con el arquetipo, con lo que el Yo queda a merced de la tempestad de lo inconsciente como el resquebrajado muro de una presa ante el desbordamiento del embalse que pretende vanamente contener.

De ahí que como parte fundamental de toda analítica se retome la sana virtud de volver al punto medio entre dos extremos: en este caso, el devenir consciente de la sombra.

«Uno no se ilumina imaginándose figuras de luz, sino tornando la oscuridad consciente.» Carl Jung 

La sombra es un concepto que reúne todos los aspectos inconscientes positivos o negativos, son cualidades o atributos conocidos o poco conocidos del ego ya sean de origen individual o colectivo.

Nos resulta significativamente más sencillo ver estos aspectos en las demás personas que en nosotros mismos. Observar nuestras tendencias inconscientes en otros es lo que se denomina proyección.


La desventaja de la proyección de nuestra propia sombra es que una parte de nuestra personalidad permanece en el lado oscuro oculta a nuestra mirada de modo que no podemos integrarla a nosotros ni equilibrarla con nuestro lado consciente, sin mencionar la enorme conflictiva que nos puede generar en los vínculos el hecho de atribuir a otros nuestro propio aspecto sombrio. Este mecanismo proyectivo coarta la posibilidad de auntenticas relaciones humanas. Todos los aspectos que un ser humano rechaza, lo que no le gusta o no quiere pasa por una parte de su sombra, y es así cuando lo encuentra en el mundo exterior le genera angustia y repudio.


La sombra es también el primer arquetipo en la teoría Junguiana que deberá ser integrado con la personalida de modo que la iluminación de la sombra le permita al ser humano una mayor autenticidad consigo mismo y con los demás.

¿Cómo puede uno percibir su propia sombra?, mediante los sueños ya que el inconsciente puede expresarse más libremente incluso algunas veces nos enfrenta literalmente, a esto le denomina percepción de la sombra.


Generalmente en los sueños aparece la sombra como una persona con nuestro mismo sexo pero de un modo casi opuesto a como nosotros consideramos es nuestra personalidad, ya que actúa de un modo compensatorio. En los sueños se pueden apreciar laberintos, pasadizos, cuartos múltiples, bodegas oscuras, sótanos, entre otros paisajes.


El hecho de que la sombra se convierta en nuestro amigo o enemigo depende de nosotros, es decir, que no sólo representa aspectos negativos de nuestra personalidad sino que también oculta atributos que nos hacen falta en la vida para equilibrar de manera positiva nuestra forma de ser, por ejemplo, para una persona muy tímida, la sombra puede presentársele en el sueño como alguien muy atrevido y poco influenciable por la opinión ajena.


Confrontar, reconocer, integrar y trabajar la sombra no es un camino sencillo de transitar, sino que requiere de la persona una intensa dedicación emocional, atravechañar el mundo de las tinieblas para poder hacer consciente aspectos de nosotros mismos que se mantienen ocultos y así poder transitar lo que Carl Jung denomina el proceso de individuación.






JUNG Y SUS SOMBRAS

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Zaragoza. 

+34 653 379 269 Gran Vía 32, 3° I zquierda


La sombra, una idea de la Psicología Analítica (también llamada Psicología Profunda) fundada por el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung (1875-1961), es un concepto que éste denominó como uno de los arquetipos esenciales del inconsciente personal. El arquetipo se refiere a la existencia de mitos universales repetidos a lo largo de la historia, temas culturales comunes e inconscientes de la humanidad (el denominado inconsciente colectivo); también se refiere a ciertas pautas de comportamiento adquiridos por vivencias individuales básicas. Son arquetipos la sombra, la máscara, el héroe, la bruja, el viejo sabio, el alma o el mal, por ejemplo. Jung afirmaba que la mente humana se compone de diferentes contrapuestos que generan tensión psicológica al oscilar entre la luz y la oscuridad, el bien y el mal, la parte femenina y masculina de cada persona, etcétera, opuestos que siempre se implican mutuamente.

Qué es la sombra personalLa sombra representa el lado oscuro de nuestra personalidad, donde se esconden los instintos más primitivos de nuestro pasado evolutivo y los aspectos rechazados por nuestra mente consciente y social. Este lado oscuro se manifiesta en nuestros miedos, frustraciones e inseguridades cuando surge la confrontación entre nuestra identificación con ciertos valores que una cultura nos ha impuesto, y ciertas actitudes y rasgos inconscientes de nuestra personalidad que el Yo consciente rechaza por no reconocerlos como propios. La sombra personal es la parte psíquica de nuestra personalidad no asumida por nuestro consciente social predominante. Es el aspecto que consideramos negativo de nuestra personalidad que está contiguo a la conciencia y que no desaparece, se mantiene oculto y al acecho la mayor parte del tiempo, manifestándose cuando hay algún altercado molesto o situación conflictiva con los demás que genera emociones intensas; por ejemplo cuando sentimos una ira excesiva ante un simple reproche de alguna amistad íntima. A menudo tenemos sentimientos que nos resultan inaceptables socialmente y los desterramos de nuestro ego consciente para no sentirlos en nuestra cotidianidad, aunque de vez en cuando podemos percibir esa sombra inconsciente escondida detrás de nuestro rechazo inflexible hacia diferentes cuestiones personales, o detrás de sentimientos sutiles de culpabilidad e inseguridad.

La sombra personal se va desarrollando desde la infancia a partir de nuestras experiencias y aprendizaje social, donde vamos desechando aquellas ideas o conductas que no consideramos adecuadas según las normas morales y el contexto cultural en el que nos hemos educado. Cuando un niño tiene un pensamiento o conducta que cree que es inaceptable para la sociedad en que vive, sentirá un chispazo de ansiedad tan desagradable que termina reprimiendo o adormeciendo esa parte de sí mismo que considera prohibida. Y para rellenar ese vacío el infante crea un falso Yo, cuya función es mitigar el sufrimiento por la pérdida de su integridad original, su totalidad individual. Cada cultura esconde en un rincón oscuro diferentes ideas o cuestiones, como la sexualidad en las sociedades cristianas (la masturbación, el sexo prematrimonial, la homosexualidad, las fantasías sexuales,…), el rechazo a convivir con gente de distinta etnia o religión en ideologías nacionalistas por temor al contagio de la pureza de las tradiciones o de la raza, o tener alimentos tabú en ciertas religiones (comer cualquier tipo de carne para los budistas, carne de vaca para los hinduistas o carne de cerdo para los judíos, por ejemplo). Si a un niño le enseñan que existen “malos pensamientos”, le estarán inculcando un miedo moral hacia su propio universo mental interior, que tratará de anestesiar y extirpar de su experiencia interna. La gran mayoría de los seres humanos cargamos desde la infancia con una gran cantidad de sufrimiento inconsciente que no hemos sabido aliviar.

Como enseña la psicología en general, el diálogo frente a frente entre la conciencia y su sombra es una necesidad terapéutica. La mejor forma de integrar nuestras partes opuestas internas, de dar luz a nuestra sombra personal, es afrontarla y querer conocerla conscientemente, admitir que esas características y atributos negativos que negamos en nosotros realmente residen en la parte oscura de nuestra personalidad, que nuestra sombra contiene los aspectos más primitivos e inadaptados de nuestra naturaleza que hemos rechazado por motivos sociales, culturales y morales. Tener conciencia de nuestra sombra es un difícil reto moral, un conocimiento doloroso de adquirir, que comienza con “querer darse cuenta” de nuestra parte negativa que el ego ha rechazado: nuestra maldad, avaricia, codicia, envidia, celos…, para así hacer conscientes nuestros conflictos inconscientes. Así podremos aprender a adueñarnos de nuestras proyecciones y recobrar toda la energía y fortaleza que oculta nuestra sombra. Cuando descubrimos nuestro lado oscuro empezamos a relacionarnos con nuestro inconsciente (que va dejando de ser un desconocido) y vamos reorganizando nuestra personalidad y expandiendo nuestra identidad.


Hay que prestar atención a nuestros síntomas físicos y a nuestras neurosis para descubrir su lenguaje, sin tratar de interpretarlo y dejando al margen nuestras creencias. Si siento ansiedad debo aceptar que yo soy el único responsable de generarla, que mis pensamientos oscuros son los que causan mi tensión física. Debo ser plenamente consciente de mis temblores, taquicardias y estremecimientos, sentir mis latidos acelerados, mi respirar entrecortado, mi angustia vital. Aceptar que yo soy el único causante de mi malestar. Aceptar mi sombra, por ejemplo la ira, no significa actuar según sus mandatos (peleando, destrozando cosas, gritando…), sino ser consciente de mi rabia para después poder integrarla en mi mundo mental. Para conocer lo más posible mi totalidad individual debo examinar cuáles son mis límites, cuál es mi capacidad para hacer el bien y cuánto mal puedo llegar a realizar, y ser consciente de que ambos, el bien y el mal, forman parte de mi naturaleza.


Si asumo mis demonios internos (mis temores, decepciones, proyecciones y traumas del pasado), los puedo transformar en mis aliados al utilizar su energía psíquica para fines más positivos. Jung decía que no hay luz sin sombra ni totalidad psíquica libre de defectos, por lo que nuestra tarea en la vida no es que seamos perfectos sino completos, aceptándonos plenamente al integrar nuestra sombra en la personalidad para hacerla consciente y poder llegar a un acuerdo con ella, para poder controlar sus manifestaciones. Esta integración nos enriquece al complementarse los impulsos de la sombra con otros aspectos personales conscientes, y quizá podamos llegar a lo que Jung denominó el proceso de individuación, la autorrealización total y profunda de uno mismo.


“Uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad” -Carl Jung-


domingo, 15 de marzo de 2020

Ya no somos el niño de nuestro recuerdo




Ya no somos el niño de nuestro recuerdo. Pero aunque hayamos sobrevivido a él, no es raro que sigamos viviendo según pautas de comportamiento que adoptamos cuando éramos jóvenes, con lo cual limitamos nuestra experiencia vital presente. En los últimos años, tanto la teoría psicológica como la práctica terapéutica han reconocido ampliamente las consecuencias del dolor, el miedo, la ira y la soledad padecidos en la infancia. Sin embargo, cuando dirigimos la mirada a nuestras primeras experiencias, podemos acceder también a otros recuerdos -imágenes positivas ed acontecimientos que alimentaron la curiosidad infantil, la exuberancia, el espíritu aventurero, el disfrute de los sentidos y la riqueza de la imaginación. Al aflorar, estos recuerdos nos proporcionan un sentido de la historia de nuestros placeres y dolores y nos ayudan a restablecer el contacto con el ser adulto que ahora somos. Nuestro modo de vivir en el presente es consecuencia de todos los acontecimientos que se sucedieron en el constante experimento de nuestro vivir.

Además de los recuerdos de acontecimientos concretos, en nuestro interior se halla a menudo la imagen de una infancia ideal, la infancia que nos hubiera gustado tener y que construimos a partir de las limitaciones de nuestra propia experiencia. Al compararlas, nuestra infancia real nos parece deficiente. A veces proyectamos esta imagen ideal sobre otras personas, creyendo que ellas sí tuvieron una infancia perfecta, con lo que añoramos el ideal y reforzamos nuestro dolor y soledad. Y a menudo también proyectamos dicha imagen sobre nuestros hijos, en la medida en que tratamos de proporcionarles una infancia perfecta al tiempo y nos consideramos padres perfectos.

Un antídoto contra esta idealización paradisíaca de la infancia consiste en compartir nuestra historia y nuestros recuerdos con los demás, de ese modo descubriremos que es común a la condición humana el que la relación entre padres e hijos sea una mezcla compleja de logros y de fracasos, de aptitudes, de limitaciones.

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. Nº Col.: A-1324
Tfno.: (+34) 653379269
Instagram: @psicoletrazaragoza
Página Web: www.rcordobasanz.es

lunes, 21 de enero de 2013

El futuro del Arquetipo: JUNG



EL FUTURO DEL ARQUETIPO

Uno de los rasgos fundamentales del motivo del niño es su proyección futura. El niño es futuro potencial. Por consiguiente, la presencia del motivo del niño en la psicología del individuo implica una anticipación de tendencias futuras, por mucho que a la primera vista parezca una configuración retrospectiva. La vida es un flujo, una corriente que discurre hacia el futuro, y no un estancamiento o una resaca. No resulta sorprendente, entonces, que tantos salavadores mitológicos sean dioses infantiles, lo cual concuerda exactamente con nuestra experiencia de la psicología individual, que muestra cómo el "niño" prepara el camino para un cambio futuro de personalidad. En el proceso de individuación, la figura del niño anticipa la síntesis entre los elementos conscientes e inconscientes de la personalidad. Es, por tanto, un símbolo de unidad de los opuestos un intermediario, portador de salud y de plenitud. Siendo este su significado, el motivo del niño es capaz de las numerosas transformaciones que he mencionado previamente: puede encontrar su expresión en lo redondo, el círculo o la esfera, o en lo cuadrado como representación de otra forma de plenitud. He llamado "Self" a esta plenitud que trasciende la conciencia. El objetivo del proceso individuación es la síntesis del Self. Desde otro punto de vista que impulsa a un organismo hacia la autorrealización sería preferible a "síntesis". Existe una razón empírica por la que, en determinadas circunstancias, el término entelequia resulta más apropiado: los símbolos de plenitud suelen aparecer al principio del proceso de individuación y pueden observarse frecuentemente en los sueños iniciales de la primera infancia. Esta observación apunta hacia la existencia a priori de una plenitud potencial, sugiriendo de inmediato la idea de entelequia. Pero desde el momento en que, empíricamente hablando, tiene lugar el proceso de individuación, se presenta como una síntesis. Parece pues, paradójicamente, como si algo que ya existiera se estuviera reuniendo. Desde este punto de vista, el término "sínstesis" también es aplicable.

CARL GUSTAV JUNG

http://youtu.be/m2jxQS10Db8 El mejor discurso de motivación para una victoria
http://youtu.be/jQu_R_TO61E Motivación desde la garra del fútbol como arte
http://youtu.be/3KPlbDsBWkc Sabina -Esta boca es mía-

miércoles, 16 de enero de 2013

La función del arquetipo


LA FUNCIÓN DEL ARQUETIPO

El motivo del niño no solo representa algo que existió en un pasado remoto, sino también algo que existe ahora; es decir, no se trata simplemente de un vestigio sino de un sistema que funciona en el presente cuyo propósito es el de compensar o corregir, de manera significativa, la inevitable excentricidad de la mente consciente. Esta suele concetrarse solo en unos pocos contenidos potenciales. Esta exclusión dará lugar a cierta unilateralidad de los contenidos conscientes. Puesto que la conciencia diferenciada del hombre civilizado constituye un instrumento eficaz para la realización práctica de sus contenidos, a través de la dinámica de la voluntad, existe tanto mayor peligro, cuanto más ejercita su voluntad de que se pierda en la unilateralidad y termine desviándose progresivamente de las leyes y raíces de su ser. Esto implica, por un lado, la posibilidad de la libertad humana pero, por otro lado, es una fuente de transgresiones continuas contra los propios instintos. En consecuencia, el hombre primitivo, que, como animal, permanece más próximo a sus instintos, se caracteriza por el miedo a la novedad y por su apego a la tradición. Para nuestra manera de pensar, su atraso es muy notorio, mientras que nosotros exaltamos el progreso. Pero nuestro progresismo, aunque puede dar lugar al atractivo cumplimiento de muchos deseos, va generando una deuda prometeica igualmente colosal, que debemos pagar de tanto en tanto en forma de catástrofes monstruosas. Durante cientos de años el hombre ha soñado con volar, ¡y lo que ese sueño nos ha deparado son los bombardeos masivos! En la actualidad, la esperanza cristiana de una vida más allá de la tumba nos hace sonreír, y sin embargo caemos a menudo en milenarismos cien veces más ridículos que la noción de un idílico más allá. Nuestra conciencia diferenciada está en continuo peligro de desarraigo; de ahí que necesite la compensación del aún vigente estado de la infancia.
Desde la perspectiva progresista, los síntomas de la compensación se describen en términos pocos halagadores. Dado que, vista superficialmente, parece una operación dilatoria, la gente habla de inercia, atraso, escepticismo, crítica, conservadurismo, timidez, mezquindad, y así sucesivamente. Pero en la medida en que el hombre tiene una enorme capacidad para disociarse de sus propias raíces, puede también verse arrastrado inadvertidamente hacia la catástrofe por su peligrosa unilateralidad. El ideal conservador es siempre más primitivo, más natural (tanto en su sentido positivo como negativo) y, en la medida en que confía en la ley y en la tradición, más "moral". El ideal progresista, por su parte, es siempre más abstracto, menos natural y, en la medida en que es desleal a la tradición, menos "moral". El progreso impuesto por la voluntad es siempre convulsivo.  El atraso podrá estar más próximo a la naturalidad, pero se ve a su vez amenazado por peligrosos despertares. La antigua perspectiva se daba cuenta de que el progreso solo es posible "Si Dios quiere", mostrándose con ello consciente de la existencia de los opuestos y repitiendo en un plano más elevado los seculares "ritos de paso". Cuanto más diferenciada se vuelve la conciencia, tanto mayor es el riesgo de ruptura con la condición de partida. La ruptura total se produce cuando se olvida Deo Concedente. La psicología tiene ahora por axioma la idea de que cuando una parte de la psique se escinde de la conciencia, solo queda aparentemente desactivada pero, de hecho, toma posesión de la personalidad y falsea los objetivos conscientes del individuo. Por consiguiente, si se reprime el estado infantil de la psique colectiva hasta excluirlo totalmente, los contenidos inconscientes pueden terminar dominando a los objetivos conscientes e inhibir, falsear e incluso destruir su realización. El progreso viable es solo posible con la cooperación de ambos.

CARL GUSTAV JUNG

lunes, 7 de enero de 2013

Niño: Jung

Afirmaciones como "El motivo del niño es un recuerdo rudimentario de la propia infancia", y otras similares, no hacen más que dar sentadas cosas que deberían ser demostradas. Pero si, modificando levemente este enunciado, declaramos: "El motivo del niño es una representación de ciertos aspectos "olvidados" de nuestra infancia", nos aproximamos a la verdad. No obstante, dado que el arquetipo es siempre una imagen que incumbe a toda la raza humana y no solo al individuo, tal vez fuera mejor decir: "El motivo del niño representa el aspecto preconsciente de la infancia de la psique colectiva".
No nos equivocaremos si, por el momento, interpretamos este enunciado históricamente, sobre la analogía de determinadas experiencias psicológicas que muestran que ciertas fases de la vida de un individuo pueden volverse autónomas y personificarse, hasta terminar configurando una imagen de uno mismo en la que uno, por ejemplo, se ve a sí mismo como un niño. Este tipo de experiencias visionarias, ya se formen en el sueño ya en el estado de vigilia, dependen, como sabemos, de que previamente haya tenido una disociación entre pasado y presente. Tales disociaciones se producen a causa de distintas incompatibilidades; por ejemplo, el estado presente de una persona puede haber entrado en conflicto con su estado infantil o un individuo puede haberse escindido violentamente de su personalidad inicial identificándose tan solo con cierta "persona" arbitraria más de acuerdo con sus ambiciones. Ha dejado así de ser como un niño, se ha vuelto artificial y ha perdido sus raíces. Todo ello presenta una oportunidad favorable para una confrontación igualmente violenta con la verdad primordial.

Carl Gustav Jung

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Arquetipos



EL ARQUETÍPICO COMO VÍNCULO CON EL PASADO

En lo relativo a la psicología de nuestro tema, debo señalar que toda afirmación que vaya más allá de los aspectos estrictamente fenoménicos de un arquetipo es susceptible de crítica. No cedamos ni por un instante a la ilusión de que un arquetipo puede explicarse de modo definitivo. Hasta las mejores tentativas de ofrecer una explicación no son sino traducciones más o menos acertadas a otro lenguaje metafórico. (De hecho el lenguaje mismo no es más que una imagen). Lo más que podemos hacer es volver a soñar el mito y revestirlo de hábitos modernos. Y cualquier explicación o interpretación que hagamos con él afecta también a nuestra alma, con las correspondientes consecuencias para nuestro bienestar.
El arquetipo -no lo olvidamos nunca- es un órgano psíquico presente en todos nosotros. Una mala explicación implica, correlativamente, una mala actitud para con dicho órgano, el cual podría resultar asi dañado. Pero el máximo perjudicado es quien interpreta erróneamente. Por consiguiente, la "explicación" debería respetar la importancia funcional del arquetipo, asegurando así un contacto adecuado y significativo entre la mente consciente y el arquetipo. Porque el arquetipo es un elemento de nuestra estructura psíquica y, por lo tanto, un componente vital y necesario de nuestra economía psíquica. Representa o personifica ciertos datos instintivos de la psique primitiva y oscura, las raíces reales e invisibles de nuestra conciencia. La preocupación de  la mentalidad primitiva por ciertos factores "mágicos", que no son sino lo que nosotros llamaríamos arquetipos, evidencian la importancia primordial de la conexión con estas raíces. Esta forma de religio (re-ligar) es la esencia y en fundamento de toda vida religiosa incluso en nuestros días y siempre lo será, con independencia de la forma que dicha vida adopte en el futuro.

Carl Gustav Jung