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Paz y Ciencia
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sábado, 25 de febrero de 2023

JUNG Y EL TAROT


@psicoletrazaragoza


El vínculo del tarot con la psicología se lo debemos a Carl Gustav Jung. Este psiquiatra suizo, creador de la psicología analítica, encontró en el tarot una herramienta poderosa debido a su rico simbolismo.

Según Jung, los arcanos mayores del tarot nos permiten conectar con los arquetipos.

¿Qué son los arquetipos según Carl Gustav Jung?

Carl Gustav Jung definió a los arquetipos como los principios rectores fundamentales de la psique humana. Luego de analizar su propia vida, la de otras personas y manifestaciones del arte, los mitos y las religiones, Jung llegó a la conclusión de que los arquetipos son formas simbólicas innatas.

Estas disposiciones psicológicas estructuran inconscientemente la conducta humana, tanto en el nivel personal como en el social.

Los arquetipos no son meros conceptos filosóficos. Son fragmentos de la vida misma, imágenes que están conectadas al individuo a través de las emociones. Además, permiten darle sentido a la experiencia humana de acuerdo con ciertos patrones universales y atemporales.

Algunos de ellos son Nacimiento y Muerte, Luz y Oscuridad, Renacimiento, la Gran Madre, el Héroe, el Hijo, el Embaucador, Eros y Logos, lo Bueno y lo Malo, la Sombra, lo Femenino y lo Masculino.


Cada arcano mayor resguarda uno o más arquetipos universales e inconscientes. Por esta razón, aprender a leer el tarot es recurrir al autoanálisis.


Según Jung, interpretar lo que cada tirada tiene para decirnos es una forma de conocernos a nosotros mismos más en profundidad.


En ese viaje de introspección, y gracias a los arcanos mayores, se pueden identificar las angustias, complejos o represiones que nos atormentan.


Tarot y psicología en los arcanos mayores

El Loco

Representa el deseo de lanzarse a la aventura. Arquetipo: el joven.


El Mago

Representa la astucia necesaria para afrontar una determinada situación o relación. Arquetipo: el embaucador.


La Papisa

Representa el llamado a confiar en la intuición. Arquetipo: lo femenino.


La Emperatriz

Representa la abundancia y la fertilidad. Arquetipo: la madre.


El Emperador

Representa la perseverancia para alcanzar las metas. Arquetipo: el padre.


El Papa

Representa la conexión sabia entre lo material y lo espiritual. Arquetipo: el viejo sabio.


El Enamorado

Representa la necesidad de elegir entre dos o más situaciones o personas. Arquetipo: el alma.


El Carro

Representa la conquista de una meta. Arquetipo: el guerrero.


La Justicia

Representa la reflexión necesaria a la hora de tomar decisiones. Arquetipo: la justicia.


El Ermitaño

Representa la introspección que permite alcanzar la sabiduría. Arquetipo: el viejo sabio.


La Rueda de la Fortuna

Representa acontecimientos inesperados. Arquetipo: el destino.


La Fuerza

Representa la voluntad para afrontar los momentos difíciles. Arquetipo: la resistencia.


El Colgado

Representa los momentos de incertidumbre. Arquetipo: el sacrificio.


La Muerte (arcano sin nombre)

Representa las transformaciones. Arquetipo: el renacimiento.


La Templanza

Representa la empatía hacia los demás. Arquetipo: la unión de los opuestos.


El Diablo

Representa los instintos básicos. Arquetipo: la energía sexual.


La Torre

Representa los cambios repentinos. Arquetipo: el caos.


La Estrella

Representa la esperanza y la apertura a la vida. Arquetipo: la estrella guía.


La Luna

Representa el temor a lo desconocido. Arquetipo: los sueños.


El Sol

Representa felicidad, alegría y exposición. Arquetipo: el sol.


El Juicio

Representa el realizar balances sobre nuestra vida. Arquetipo: la evaluación.


El Mundo

Representa la plenitud absoluta. Arquetipo: la satisfacción.

jueves, 14 de abril de 2022

LA SOMBRA

 




Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. Tfno : 34 653 379 269 Instagram: @psicoletrazaragoza        Página Web: Conóceme 😉🌹💜


«La Sombra es uno de los arquetipos principales de lo inconsciente colectivo según la psicología analítica de Carl Gustav Jung.

Jung utilizó este término de dos modos diferentes:
1.- Por un lado, se puede definir como la totalidad de lo inconsciente …
2.- En segunda instancia, Sombra designa al aspecto inconsciente de la personalidad, caracterizado por rasgos y actitudes que el Yo consciente no reconoce como propios. En este segundo sentido, la Sombra es la parte inferior de la personalidad, la suma de todas las disposiciones psíquicas personales y colectivas que no son asumidas por la consciencia por su incompatibilidad con la personalidad que predomina en nuestra psique. Estos contenidos rechazados no desaparecen, y cuando cobran cierta autonomía se constituyen en un agente antagonista del yo, que mina los esfuerzos de éste.

En el nivel del inconsciente personal la sombra pertenece al Yo. En el nivel de lo inconsciente  colectivo representa un arquetipo autónomo, y por tanto independiente del Yo fáctico. Dado que la sombra representa nuestros impulsos más primitivos, nuestra faceta instintiva animal como sumatorio de todo nuestro pasado evolutivo, las dificultades vitales encontradas generalmente en hombres y mujeres pueden deberse:

1.- O bien a una omisión o supresión de la sombra, imposibilidad que degenera en una revuelta de aquello que se pretende eliminar.
2.- O por el contrario, y desde el otro extremo, a una identificación con el arquetipo, con lo que el Yo queda a merced de la tempestad de lo inconsciente como el resquebrajado muro de una presa ante el desbordamiento del embalse que pretende vanamente contener.

De ahí que como parte fundamental de toda analítica se retome la sana virtud de volver al punto medio entre dos extremos: en este caso, el devenir consciente de la sombra.

«Uno no se ilumina imaginándose figuras de luz, sino tornando la oscuridad consciente.» Carl Jung 

La sombra es un concepto que reúne todos los aspectos inconscientes positivos o negativos, son cualidades o atributos conocidos o poco conocidos del ego ya sean de origen individual o colectivo.

Nos resulta significativamente más sencillo ver estos aspectos en las demás personas que en nosotros mismos. Observar nuestras tendencias inconscientes en otros es lo que se denomina proyección.


La desventaja de la proyección de nuestra propia sombra es que una parte de nuestra personalidad permanece en el lado oscuro oculta a nuestra mirada de modo que no podemos integrarla a nosotros ni equilibrarla con nuestro lado consciente, sin mencionar la enorme conflictiva que nos puede generar en los vínculos el hecho de atribuir a otros nuestro propio aspecto sombrio. Este mecanismo proyectivo coarta la posibilidad de auntenticas relaciones humanas. Todos los aspectos que un ser humano rechaza, lo que no le gusta o no quiere pasa por una parte de su sombra, y es así cuando lo encuentra en el mundo exterior le genera angustia y repudio.


La sombra es también el primer arquetipo en la teoría Junguiana que deberá ser integrado con la personalida de modo que la iluminación de la sombra le permita al ser humano una mayor autenticidad consigo mismo y con los demás.

¿Cómo puede uno percibir su propia sombra?, mediante los sueños ya que el inconsciente puede expresarse más libremente incluso algunas veces nos enfrenta literalmente, a esto le denomina percepción de la sombra.


Generalmente en los sueños aparece la sombra como una persona con nuestro mismo sexo pero de un modo casi opuesto a como nosotros consideramos es nuestra personalidad, ya que actúa de un modo compensatorio. En los sueños se pueden apreciar laberintos, pasadizos, cuartos múltiples, bodegas oscuras, sótanos, entre otros paisajes.


El hecho de que la sombra se convierta en nuestro amigo o enemigo depende de nosotros, es decir, que no sólo representa aspectos negativos de nuestra personalidad sino que también oculta atributos que nos hacen falta en la vida para equilibrar de manera positiva nuestra forma de ser, por ejemplo, para una persona muy tímida, la sombra puede presentársele en el sueño como alguien muy atrevido y poco influenciable por la opinión ajena.


Confrontar, reconocer, integrar y trabajar la sombra no es un camino sencillo de transitar, sino que requiere de la persona una intensa dedicación emocional, atravechañar el mundo de las tinieblas para poder hacer consciente aspectos de nosotros mismos que se mantienen ocultos y así poder transitar lo que Carl Jung denomina el proceso de individuación.






JUNG Y SUS SOMBRAS

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Zaragoza. 

+34 653 379 269 Gran Vía 32, 3° I zquierda


La sombra, una idea de la Psicología Analítica (también llamada Psicología Profunda) fundada por el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung (1875-1961), es un concepto que éste denominó como uno de los arquetipos esenciales del inconsciente personal. El arquetipo se refiere a la existencia de mitos universales repetidos a lo largo de la historia, temas culturales comunes e inconscientes de la humanidad (el denominado inconsciente colectivo); también se refiere a ciertas pautas de comportamiento adquiridos por vivencias individuales básicas. Son arquetipos la sombra, la máscara, el héroe, la bruja, el viejo sabio, el alma o el mal, por ejemplo. Jung afirmaba que la mente humana se compone de diferentes contrapuestos que generan tensión psicológica al oscilar entre la luz y la oscuridad, el bien y el mal, la parte femenina y masculina de cada persona, etcétera, opuestos que siempre se implican mutuamente.

Qué es la sombra personalLa sombra representa el lado oscuro de nuestra personalidad, donde se esconden los instintos más primitivos de nuestro pasado evolutivo y los aspectos rechazados por nuestra mente consciente y social. Este lado oscuro se manifiesta en nuestros miedos, frustraciones e inseguridades cuando surge la confrontación entre nuestra identificación con ciertos valores que una cultura nos ha impuesto, y ciertas actitudes y rasgos inconscientes de nuestra personalidad que el Yo consciente rechaza por no reconocerlos como propios. La sombra personal es la parte psíquica de nuestra personalidad no asumida por nuestro consciente social predominante. Es el aspecto que consideramos negativo de nuestra personalidad que está contiguo a la conciencia y que no desaparece, se mantiene oculto y al acecho la mayor parte del tiempo, manifestándose cuando hay algún altercado molesto o situación conflictiva con los demás que genera emociones intensas; por ejemplo cuando sentimos una ira excesiva ante un simple reproche de alguna amistad íntima. A menudo tenemos sentimientos que nos resultan inaceptables socialmente y los desterramos de nuestro ego consciente para no sentirlos en nuestra cotidianidad, aunque de vez en cuando podemos percibir esa sombra inconsciente escondida detrás de nuestro rechazo inflexible hacia diferentes cuestiones personales, o detrás de sentimientos sutiles de culpabilidad e inseguridad.

La sombra personal se va desarrollando desde la infancia a partir de nuestras experiencias y aprendizaje social, donde vamos desechando aquellas ideas o conductas que no consideramos adecuadas según las normas morales y el contexto cultural en el que nos hemos educado. Cuando un niño tiene un pensamiento o conducta que cree que es inaceptable para la sociedad en que vive, sentirá un chispazo de ansiedad tan desagradable que termina reprimiendo o adormeciendo esa parte de sí mismo que considera prohibida. Y para rellenar ese vacío el infante crea un falso Yo, cuya función es mitigar el sufrimiento por la pérdida de su integridad original, su totalidad individual. Cada cultura esconde en un rincón oscuro diferentes ideas o cuestiones, como la sexualidad en las sociedades cristianas (la masturbación, el sexo prematrimonial, la homosexualidad, las fantasías sexuales,…), el rechazo a convivir con gente de distinta etnia o religión en ideologías nacionalistas por temor al contagio de la pureza de las tradiciones o de la raza, o tener alimentos tabú en ciertas religiones (comer cualquier tipo de carne para los budistas, carne de vaca para los hinduistas o carne de cerdo para los judíos, por ejemplo). Si a un niño le enseñan que existen “malos pensamientos”, le estarán inculcando un miedo moral hacia su propio universo mental interior, que tratará de anestesiar y extirpar de su experiencia interna. La gran mayoría de los seres humanos cargamos desde la infancia con una gran cantidad de sufrimiento inconsciente que no hemos sabido aliviar.

Como enseña la psicología en general, el diálogo frente a frente entre la conciencia y su sombra es una necesidad terapéutica. La mejor forma de integrar nuestras partes opuestas internas, de dar luz a nuestra sombra personal, es afrontarla y querer conocerla conscientemente, admitir que esas características y atributos negativos que negamos en nosotros realmente residen en la parte oscura de nuestra personalidad, que nuestra sombra contiene los aspectos más primitivos e inadaptados de nuestra naturaleza que hemos rechazado por motivos sociales, culturales y morales. Tener conciencia de nuestra sombra es un difícil reto moral, un conocimiento doloroso de adquirir, que comienza con “querer darse cuenta” de nuestra parte negativa que el ego ha rechazado: nuestra maldad, avaricia, codicia, envidia, celos…, para así hacer conscientes nuestros conflictos inconscientes. Así podremos aprender a adueñarnos de nuestras proyecciones y recobrar toda la energía y fortaleza que oculta nuestra sombra. Cuando descubrimos nuestro lado oscuro empezamos a relacionarnos con nuestro inconsciente (que va dejando de ser un desconocido) y vamos reorganizando nuestra personalidad y expandiendo nuestra identidad.


Hay que prestar atención a nuestros síntomas físicos y a nuestras neurosis para descubrir su lenguaje, sin tratar de interpretarlo y dejando al margen nuestras creencias. Si siento ansiedad debo aceptar que yo soy el único responsable de generarla, que mis pensamientos oscuros son los que causan mi tensión física. Debo ser plenamente consciente de mis temblores, taquicardias y estremecimientos, sentir mis latidos acelerados, mi respirar entrecortado, mi angustia vital. Aceptar que yo soy el único causante de mi malestar. Aceptar mi sombra, por ejemplo la ira, no significa actuar según sus mandatos (peleando, destrozando cosas, gritando…), sino ser consciente de mi rabia para después poder integrarla en mi mundo mental. Para conocer lo más posible mi totalidad individual debo examinar cuáles son mis límites, cuál es mi capacidad para hacer el bien y cuánto mal puedo llegar a realizar, y ser consciente de que ambos, el bien y el mal, forman parte de mi naturaleza.


Si asumo mis demonios internos (mis temores, decepciones, proyecciones y traumas del pasado), los puedo transformar en mis aliados al utilizar su energía psíquica para fines más positivos. Jung decía que no hay luz sin sombra ni totalidad psíquica libre de defectos, por lo que nuestra tarea en la vida no es que seamos perfectos sino completos, aceptándonos plenamente al integrar nuestra sombra en la personalidad para hacerla consciente y poder llegar a un acuerdo con ella, para poder controlar sus manifestaciones. Esta integración nos enriquece al complementarse los impulsos de la sombra con otros aspectos personales conscientes, y quizá podamos llegar a lo que Jung denominó el proceso de individuación, la autorrealización total y profunda de uno mismo.


“Uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad” -Carl Jung-


lunes, 31 de enero de 2022

BIOGRAFÍA DE JUNG




Biografía: 
   
 

¿Quién es Carl Gustav Jung?

¿El que ha descubierto el inconsciente colectivo a lado de Sigmund Freud? ¿El hombre quién ha levantado la primera cartografía de nuestro mundo interior, a la imagen de los primeros geógrafos? ¿El que ha esclarecido los grandes acontecimientos de nuestra historia conectándolos a nuestro mundo actual? ¿El que ha dado al hombre las llaves para acceder al sentido de la vida?

Demos unos cuantos elementos en respuesta...

Hijo de un pastor anglicano, C.G. Jung nace en Suiza el 26 de julio de 1875 a Kesswill, al borde del lago Constance. Sus años de colegio en Bâle le conduce a interesarse en las ciencias naturales, a la filosofía y a la religión. Al morir su padre en 1896 se encuentra solo con su madre y hermana, surgiendo  la dificultad de seguir con sus estudios. Conoce un período de pobreza extrema, pero consigue finalmente retomar sus estudios de medicina. Su interés por los datos biológicos a la vez que espirituales le llevará a especializarse en psiquiatría.

En 1900 es nombrado asistente en la clínica psiquiátrica de la Universidad de Zurich (Burghölzli). Sus años de aprendizaje le permiten comprender mejor el mundo de los enfermos mentales, descubriendo entonces los trabajos publicados por Sigmund Freud. Las investigaciones realizadas por Freud en cuanto a hipnosis y sueños ayudan a Jung a abordar el universo extraño de los hospitales psiquiátricos. El primer encuentro entre los dos hombres tiene lugar en febrero 1907. Pronto aparecen las divergencias que se confirmarán en 1909, fecha en la cual hicieron juntos un viaje a los Estados Unidos, invitados por la Clark University (Worcester, Mass.)

Al principio de los años 10, los dos hombres se separan. Jung pasa entonces por un período de profunda soledad, enfrentado a su propio inconsciente. Sale de la crisis en 1918 y empieza entonces para él una larga serie de estudios y de publicaciones, tantos hitos para abalizar los territorios desconocidos que acaba de encontrar.

Se casa en 1903 con Emma Rauschenbach, quién le da 5 hijos y construye su casa donde se instala definitivamente en 1909 a Kusnacht, a unos cuantos kms. de Zurich, al borde del lago. En 1923 Jung compra un terreno en la comuna de Bollingen, a unos treinta kms de su domicilio, también bordeando el lago. Construye ahí un simple torreón, lugar de refugio, de meditación, el cual después de unas cuantas modificaciones se convertirá en un verdadero “lugar de vida apartado del mundanal ruido”, particularmente de su trabajo cotidiano con sus pacientes.

Sus descubrimientos le obligan a interesarse a nuestras raíces occidentales, a todas las corrientes de pensamiento. Rehabilita el mundo cristiano, la alquimia y estudia de muy cerca el mundo oriental.  Su cultura es inmensa. Viaja mucho y descubre hombres viviendo entre dos mundos, poco tocados por la civilización, en la India, África del Norte, tribus de Kenya, Indios de Arizona, de Nuevo México.

Ya desde 1936 describe en uno de sus libros, con profusión de datos desafortunadamente proféticos, el peligro que representa Alemania, enlazando la historia del país con los mitos subyacentes que le animan. Su obra es condenada por los Alemanes y él no puede hacer nada para evitar el conflicto mundial pudiendo sobrevivir gracias a su ciudadanía suiza.

En 1944 es víctima de un infarto y es cuando hace la experiencia del paso de la vida a la muerte en una primera fase. Una fuerza invisible le obliga a volver a tierra. Publica entonces una larga serie de obras que serán cualificadas de mayores.

En 1945, funda la Sociedad Suiza de Psicología Práctica y en 1948 El Instituto que lleva su nombre en Zurich. Escribe hasta el final de sus días, testigo del hombre y de las dificultades de su tiempo. Muere le 6 de junio de 1961 a Kusnacht.

Jung estaba profundamente interesado en lo espiritual como se deduce, y a lo largo de su vida estuvo inmerso en la literatura religiosa y metafísica, como el Hermetismo y el Gnosticismo. Mantuvo un interés constante en lo oculto y él mismo experimentó muchos eventos de tipo paranormal, incluyendo una experiencia cercana a la muerte (la de su infarto), así como encuentros con “guías espirituales” como Elijah, Salome, y otro llamado Philemon.

La psicología analítica de Jung no es una simple variedad o modificación del psicoanálisis, sino que representa un concepto completamente nuevo de profundidad psicológica y psicoterapéutica. Jung era perfectamente consciente de que sus descubrimientos eran irreconciliables con el pensamiento newtoniano-cartesiano y de que exigían una profunda revisión de los supuestos filosóficos más fundamentales de la ciencia occidental. Estaba profundamente interesado en los descubrimientos de la física cuántica y de la relatividad, y mantuvo provechosos intercambios con algunos de sus fundadores.

Carl Jung es uno de los psicólogos más importantes, complejos y controvertidos de nuestro tiempo. La psicología Jungiana tiene como finalidad establecer y buscar la relación entre los procesos del consciente y del inconsciente. El diálogo entre los aspectos conscientes e inconscientes de la psique enriquecen a la persona, y Jung creía que sin este diálogo, los procesos inconscientes pueden debilitar y poner en peligro la personalidad.

Uno de los conceptos centrales de Jung es el de individuación. Por este proceso se entiende el de establecer la conexión entre el ego y el self a través del desarrollo personal. El ego es el centro de la conciencia; y el self es el centro de la psique como totalidad, incluyendo tanto el consciente como el inconsciente. Para Jung, existe una constante comunicación entre ambos. No están separados pero forman parte de un mismo sistema. La individuación es el proceso de desarrollo que lleva a la persona a integrar las diferentes partes de la psique.

El impacto de su obra lo tuvo mayormente en filósofos y escritores más que en psicólogos y psiquiatras. No obstante, el interés actual por la conciencia y el potencial humano ha provocado un resurgimiento del interés de las ideas de Jung.
 
  

sábado, 8 de enero de 2022

MITO DE LA CAVERNA

 


Rodrigo Córdoba Sanz Psicólogo Psicoterapeuta Gran Vía Zaragoza.          Teléfono: 653 379 269.                                  Página Web: 🌈Entra y Nos Vemos !! 🕊️    Instagram: @psicoletrazaragoza


El mito de la caverna de Platón es una alegoría sobre la realidad de nuestro conocimiento. Platón crea el mito de la caverna para mostrar en sentido figurativo que nos encontramos encadenados dentro de una caverna, desde que nacemos, y cómo las sombras que vemos reflejadas en la pared componen aquello que consideramos real.

Platón (428 a. de C.-347 a. de C.) también usa esta alegoría para explicar cómo es para el filósofo y maestro guiar a las personas al conocimiento (educación), intentando liberarlas de las ataduras de la realidad de la caverna. Según este filósofo, la gente llega a sentirse cómoda en su ignorancia y puede oponerse, incluso violentamente, a quienes intentan ayudarles a cambiar.

El mito de la caverna se encuentra en el libro VII de la obra República de Platón, escrita hacia el año 380 a. de C. La importancia general de la obra República radica en la exposición de conceptos y teorías que nos llevan a los cuestionamientos sobre el origen del conocimiento, el problema de la representación de las cosas y la naturaleza de la propia realidad.

Resumen del mito de la caverna de Platón

En el mito de la caverna es un diálogo escrito por Platón, en el que su maestro Sócrates y su hermano Glaucón hablan sobre cómo afecta el conocimiento y la educación filosófica a la sociedad y los individuos.

En este diálogo, Sócrates pide a Glaucón que imagine a un grupo de prisioneros que se encuentran encadenados desde su infancia detrás de un muro, dentro de una caverna. Allí, un fuego ilumina al otro lado del muro, y los prisioneros ven las sombras proyectadas por objetos que se encuentran sobre este muro, los cuales son manipulados por otras personas que pasan por detrás.

Sócrates dice a Glaucón que los prisioneros creen que aquello que observan es el mundo real, sin darse cuenta de que son solo las apariencias de las sombras de esos objetos.

Más adelante, uno de los prisioneros consigue liberarse de sus cadenas y comienza a ascender. Este observa la luz del fuego más allá del muro, cuyo resplandor le ciega y casi le hace volver a la oscuridad.

Poco a poco, el hombre liberado se acostumbra a la luz del fuego y, con cierta dificultad, decide avanzar. Sócrates propone que este es un primer paso en la adquisición de conocimiento. Después, el hombre sale al exterior, en donde observa primero los reflejos y sombras de las cosas y las personas, para luego verlas directamente.

Finalmente, el hombre observa a las estrellas, a la luna y al sol. Sócrates sugiere que el hombre aquí razona de forma tal que concibe a ese mundo exterior (mundo de las ideas), como un mundo superior. El hombre, entonces, regresa para compartir esto con los prisioneros en la caverna, ya que siente que debe ayudarles a ascender al mundo real.

Cuando regresa a la caverna por los otros prisioneros, el hombre no puede ver bien, porque se ha acostumbrado a la luz exterior. Los prisioneros piensan que el viaje le ha dañado y no desean acompañarle fuera. Platón, a través de Sócrates, afirma que estos prisioneros harían lo posible por evitar dicha travesía, llegando a matar incluso a quien se atreviera a intentar liberarlos.

Análisis del mito de la caverna de Platón

El mito de la caverna es una alegoría que abarca varios elementos que comporta la teoría de las ideas de Platón y un análisis dividido en 3 dimensiones:

  • la dimensión antropológica (naturaleza humana),
  • la dimensión ontológica (del ser) y epistemológica (del conocimiento) y,
  • la dimensión moral (valorización de la sociedad) y política (forma de gobernar).

La teoría de las ideas de Platón se basa en dos conceptos contrapuestos:

  • El mundo sensible, cuya experiencia se vive mediante los sentidos. Son múltiples, corruptibles y mutables.
  • El mundo inteligible o el mundo de las ideas, cuya experiencia es cosechada mediante el conocimiento, la realidad y el sentido de la vida. Siendo únicas, eternas e inmutables.

Dimensión antropológica

En Platón, cuerpo y alma corresponden a dos dimensiones diferentes. Por un lado, el cuerpo está inmerso en el mundo sensible, que es corruptible y cambiante, mientras que, por otro lado, el alma está unida al mundo de las ideas, que es perfecto e inmutable.

En el mito de la caverna, la dimensión antropológica se refiere a la condición del ser humano, y su forma de conocer. Es dimensión está representada en la naturaleza del prisionero y su cuerpo, su relación con la caverna (mundo sensible), así como en el mundo exterior y la liberación de su alma (mundo de las ideas).

Los prisioneros son una metáfora de las personas que están atadas a sus percepciones y las imágenes que se les presentan. Las sombras son el mundo físico que perciben y que creen es el conocimiento verdadero. Sin embargo, aquello que observan dentro no es más que un conocimiento subjetivo.

Cuando uno de los prisioneros se libera de sus cadenas y sale de la caverna, este viaje representa su ascensión al mundo inteligible, en donde adquiere el verdadero conocimiento.

Lo anterior implica una liberación moral e intelectual del alma de las ataduras y limitaciones ofrecidas por el mundo sensible. Su ascenso desde el interior de la caverna es una metáfora de su paso de la ignorancia al mundo de las ideas. Este paso, según Platón, se puede realizar con la práctica del método dialéctico.

Además, esta ascensión al mundo de las ideas es una búsqueda del conocimiento de sí en el mundo exterior (como se expresa en la frase "conócete a ti mismo).

Dimensión ontológica y epistemológica

La dimensión ontológica se refiere a la naturaleza del ser y la dimensión epistemológica se refiere a la naturaleza, origen y validez del conocimiento.

Cada elemento del mito de la caverna simboliza un nivel del ser y del conocimiento, dentro del dualismo ontológico y epistemológico de Platón. Precisamente, la alegoría de los hombres apresados dentro de una caverna (nivel inferior) y del hombre liberado en el exterior (nivel superior), funciona para explicar su concepción dualista del mundo.

Aquí, el mito de la caverna de Platón nos muestra los niveles para la ascensión al mundo inteligible o la ascensión del Ser.

Dimensión moral y política

Para Platón, el mundo de las ideas es donde el alma del hombre encuentra el conocimiento. Ya que el prisionero liberado presencia el mundo ideal, al ascender y experimentar el exterior de la caverna, este siente el deber de compartir lo vivido. Aquí el sol es una metáfora de la idea del Bien, la cual es la idea más pura de todas.

La caverna es la prisión de la apariencia, de lo puramente sensible, de reflejos e imágenes, mientras que el mundo ideal y la idea del Bien son el verdadero conocimiento. El preso liberado, que ahora es como el filósofo, no puede continuar con un conocimiento basado en la opinión (doxa) derivada de las percepciones.

Teoría del conocimiento y el mito de la caverna

En la República, en los capítulos VI y VII (con la analogía o símil de la línea y la alegoría de la caverna) Platón señala que el origen del conocimiento real se desprende de las ideas.

Sin embargo, el mundo físico, visible o sensible, es un mundo de conocimiento limitado, de opinión. El mito de la caverna expresa la dualidad yacente entre el conocimiento aparente (interior de la caverna) y el conocimiento puro y real (exterior de la caverna).

Ello se traduce en un dualismo epistemológico y otro ontológico:

  • Por un lado, el conocimiento del mundo de las ideas, compuesto por el conocimiento intelectual y el conocimiento discursivo.
  • Por otro lado, el conocimiento del mundo sensible, basado en la opinión, y que está compuesto por la conjetura y la creencia.

La epistemología de Platón (su concepción sobre el conocimiento) va de la mano con su ontología (el ser real de las cosas), siendo que todo aquello que se encuentra en el mundo físico es una copia de una idea inmaterial, que se encuentra en el mundo de las ideas

El conocimiento verdadero

El mundo de las ideas es un mundo de absolutos que son inmutables y que son las esencias de las cosas del mundo físico y es a través de la razón que se puede acceder a este conocimiento.

El conocimiento que compete al mundo de las ideas es un conocimiento verdadero y científico (episteme), sobre lo que es real, y se compone del conocimiento discursivo o dianoia, y el conocimiento propiamente intelectual o noesis:

  • El conocimiento discursivo (dianoia): se relaciona con el razonamiento lógico y matemático, representándose en los objetos (por ejemplo, figuras geométricas).
  • El conocimiento intelectual (noesis): se refiere a la razón, siendo sus objetos las ideas, de una naturaleza inmutable y no es posible encontrarlo en el mundo sensible. Este conocimiento tiene como objeto máximo la idea del Bien.

Fuera de la caverna, el preso liberado observa los reflejos de las cosas, lo que Platón utiliza como una metáfora del conocimiento matemático o discursivo.

El conocimiento propiamente dicho, que es de las ideas, con la idea del Bien como la más importante, se obtiene a través del uso de la razón. El alma tiene acceso a este a través del recuerdo, ya que alguna vez formó parte de este mundo de las ideas.

El conocimiento sensible

En cuanto al mundo sensible, este es un mundo que está en cambio constante. Ello hace imposible que este pueda ser origen de conocimiento en un sentido universal.

El mundo sensible ofrece un tipo de conocimiento que está basado en los objetos físicos y en las imágenes y apariencias. Esto hace que no sea más que un conocimiento individual, en el que los objetos visibles no ofrecen más que un entendimiento de la realidad basado en la opinión o doxa, por lo que se trata de un conocimiento subjetivo.

Platón considera que este tipo de conocimiento se divide en dos partes: la conjetura o eikasía y la creencia o pistis.

La conjetura (eikasía) se basa en la imaginación y suposición, siendo sus objetos las imágenes con una calidad fugaz, y se encuentra presente en la realidad visible.

Por ejemplo, en el mito de la caverna, Platón sugiere que los reflejos y las sombras, y otro tipo de imágenes, ofrecen un conocimiento inmediato que da forma a nuestra perspectiva y convicciones sobre el mundo. Pero dicho conocimiento, es fugaz y no sobre las esencias de las cosas.

En el caso de la creencia (pistis), esta se basa en la observación, siendo sus objetos aquellas cosas materiales que se encuentran en la realidad visible. Además, su naturaleza es transitoria (sus objetos son cambiantes y corruptibles), aunque no tan fugaz como en el caso de la conjetura.

Aquí, los objetos que se experimentan, como el propio cuerpo, son objetos físicos y corruptibles.

El mito de la caverna y la educación

En el mito de la caverna permite explorar la visión que Platón tiene tanto del conocimiento como de la educación.

Ya que el conocimiento real es diferente del conocimiento del mundo aparente, y que también la ascensión al mundo de las ideas permite al filósofo ver lo verdadero, Platón asume que la educación de quienes permanecen en la caverna es responsabilidad de este.

En el mito de la caverna, el prisionero que asciende al mundo exterior, pasa de la oscuridad a la luz, de la ignorancia al conocimiento. Los prisioneros que permanecen dentro son una metáfora de la condición de las personas en la sociedad.


sábado, 11 de diciembre de 2021

Carl JUNG

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. Zaragoza Presencial Y Online. Teléfono: (34) 653 379 269 Website: www.rcordobasanz.es.                Instagram: @psicoletrazaragoza

Hay una canción popular que resuena estruendosamente en las gargantas de las hinchadas británicas para dar testimonio de su apoyo incondicional a sus equipos: «You’ll never walk alone» (Nunca caminaréis solos). Tal vez lo que vamos a decir pueda ser visto como una boutade dudosamente presentable, pero el título de esta canción describe eficazmente cuál ha sido la contribución de Carl Gustav Jung a la historia del pensamiento.
«Nunca caminaréis solos», porque, querámoslo o no, yo, tú o él no somos exclusivamente yo, tú o él. El camino que hubo de recorrer Jung hasta tal hallazgo fue tortuoso. El momento en que lo alcanzó podríamos situarlo en 1914: año de su ruptura definitiva con Freud. El resto de su carrera consistió en incidir, apuntalar, reforzar, confirmar y desarrollar lo que para él constituía una evidencia.
Hemos hablado de Freud. Qué complicada relación la de ambos. Fijémonos en pares de personajes, que a su vez son pares de opuestos, hablando en términos jungianos, sicigias: Alonso Quijano y Sancho, Moisés y Aarón, Cristo y Juan Bautista, Marx y Engels, Kafka y Brod… ¿Freud y Jung?
¿Fue Freud fundador, mentor y profeta? ¿Fue Jung un segundón? Al menos en el momento inicial de su relación, ni Freud se sintió maestro ni Jung se sintió discípulo. Para el austríaco, sólo gracias a Jung, ya por aquel entonces un renombrado psiquiatra, «pudo el psicoanálisis eludir el peligro de convertirse en asunto nacional judío». Por su parte, el contacto del suizo con la psicología analítica significó mucho más: nada menos que la restitución del alma.
¿Restitución del alma? Sí. La neurología mecanicista, paradigma dominante en la psicología de su tiempo, convertía al ser humano en una serie de circuitos de ida y vuelta al sistema nervioso central. Con ceremoniosa jactancia, Lange, en su Historia del materialismo (1866), proclamaba llegado el tiempo de la psicología sin alma.
Psicología sin alma : término que implica un reduccionismo del reduccionismo. Un modelo de principios taxativos, axiomáticos y apodícticos. Para este sistema de pensamiento hay dos ecuaciones inamovibles: mente igual a consciencia y consciencia igual a sistema nervioso. Pero, como bien sabe el psicoanálisis, la mente no es sólo consciencia. La ruptura de esta identidad cartesiana hizo caer agua de mayo sobre Jung. Después de años de inquietud intelectual marcados por la ambigüedad y un perfil no muy definido, apareció una luz al fondo del túnel. Esa luz le hizo rememorar a aquel joven lo que había sido: un médico, es decir, un científico natural. Mas un médico abierto a lo otro, a lo que tal vez siendo naturaleza no se manifiesta o no lo hace de un modo explícito y evidente. Aquel joven de Kesswill había dedicado su tesis a los llamados fenómenos ocultos, llevando a cabo a tal efecto experiencias parapsicológicas con ayuda de su prima Helene. Ahora gracias a la teoría y la práctica analíticas de Freud, veía confirmada una intuición de la que había estado pasionalmente persuadido a lo largo de sus treinta y dos años de vida: la psique es mucho más que lo consciente.
Sin embargo, tampoco esta ampliación del campo de lo mental satisfizo aún a Jung. Llegados a lo inconsciente, habría que determinar cuál es su naturaleza. Sin duda, lo inconsciente se ve revelado en los contenidos oníricos. Mas si para Freud los sueños consisten en deseos realizados allí donde la censura no alcanza a reprimirlos, para Jung son autorrealizaciones de lo inconsciente. Una gran diferencia, ¿no? Los sueños freudianos son indicio de lo que está siendo aplastado, los jungianos símbolo de lo que hay que integrar en la personalidad para completarla. Después del relato de su sueño, el psicoanalista freudiano le dice al paciente: «Esto fue de lo que se desahogó ayer, déjelo, no le dé más vueltas». El jungiano, por su parte afirma: «Esto remite a lo que usted es auténticamente, recuérdelo, téngalo en cuenta».
También está claro que la vida individual, especialmente la infantil, tiene un papel significativo en la configuración de lo inconsciente. La terapia freudiana va encaminada al esclarecimiento de aquellas experiencias pasadas y privadas que, por problemáticas y traumáticas, no queremos reconocer y reprimimos. La jungiana no sólo encuentra amenazas de lo pasado en lo inconsciente, sino también oportunidades que quedaron allí depositadas y latentes, líneas de desarrollo. Los contenidos inconscientes no deben ser destruidos: debe encararse su incontestable realidad. Debe aprovecharse su enorme potencial energético para coordinarlos con la conciencia y hacerlos operativos.

El pensamiento de Jung, como la filosofía socrática, incita a conocerse a sí mismo. Sin embargo esta propuesta no puede llevarse sólo a través del logos, de la razón consciente, pues no sólo somos logos, sino también ausencia del logos. La mayéutica socrática se fundamenta en que la verdad se encuentra en nuestro interior: hasta ahí Jung estaría de acuerdo. Sin embargo, la senda de penetración en ese receptáculo no es la del razonamiento, sino la del símbolo. ¿Por qué? No sólo porque no somos sólo logos (como decía Freud), ni sólo porque hayamos de buscar la verdad que se encuentra en el interior (como decía Sócrates), sino ante todo porque, incluso en la intimidad de nuestra mente, en aparente soledad, especialmente en ésta, no estamos solos (como dijo, sobre todo, él).
Y es que, antes que nada, resulta que el individuo no es tan solo un individuo. La misma mente del recién nacido es una estructura terminada, es resultado de múltiples vidas anteriores. El hombre, ese ser que ya tiene miles de años, ha de darse cuenta de que no es sólo una biografía que comenzó el día en que vino al mundo. Persuadirse de ello le hará sentir un hambre y una sed legítimas: las de una relación segura con las fuerzas que hay en su interior. Quien lo logre habrá conseguido acceder a lo que él llamaba la función trascendente y habrá logrado poner en jaque a la neurosis, cuya fortaleza es el desconocimiento y el temor de sí mismo: «Tenga miedo del mundo […] pues es grande y fuerte; y tenga miedo de los demonios internos, pues son muchos y brutales; pero no se tenga miedo, pues es su propio sí mismo».
Y dentro de sí mismo, o tal vez mejor, dentro del sí-mismo, ¿qué hay? Vidas anteriores que han quedado solidificadas en lo inconsciente colectivo y sus arquetipos. No tenemos a los arquetipos : ellos nos tienen a nosotros. Son formales, abstractos, filogenéticos; todo ser humano, por serlo, está sometido a los arquetipos. Éstos son disposiciones psíquicas que organizan imágenes primordiales, las cuales simbolizan contenidos fundamentales específicos. Sin embargo, su manifestación es múltiple. El lugar en que éstos se manifiestan es el de los símbolos. Los símbolos 
encuentran su concreción en la cultura: en el arte, en las religiones, en los sueños, en las alucinaciones, en los pensamientos, etc. Y aun sus manifestaciones últimas, nuestro trato con el símbolo, son de índole individual. Por eso no podemos hablar de ellos como de arquetipos, sino de imágenes de los arquetipos. Los arquetipos, como ejes de cristalización, hacen que cada formación adopte la geometría que le corresponde a su especie, si bien tamaño, color y variedades accidentales son de tipo individual.

Si nos fijamos, el pensamiento de Jung da enconada y aplicadamente patadas a aquello que la filosofía medieval llamaba trascendentales o cualidades del ente en cuanto ente: Unum, verum, bonum. En puridad, el ser que realmente es es exclusivamente Dios. Sin embargo, el hombre como creación suya participa de lo uno, lo verdadero y lo bueno. Pues bien, según Jung, no somos unidad, pues cada uno de nosotros es muchos más hombres en su inconsciente colectivo. No somos verdaderos, porque nuestra mente no es sólo logos y el acceso a nuestra verdad es limitado y fallido de por sí. ¿Somos buenos? Tampoco, el arquetipo siempre citado en primer lugar, la sombra, es la parte de nosotros mismos que no está presente en nuestra consciencia. No lo está, porque su nivel de humanidad es inferior a nuestros valores. Ignorar la sombra tiene consecuencias nocivas. Si se deja que sus contenidos emerjan de un modo abrupto, las consecuencias serán sencillamente nefastas. A una irrupción de este tipo bajo el modo de psicosis colectiva atribuye Jung las causas del fenómeno nazi. Y aquí desempeña un lugar muy importante la lectura y la reiterada mención que Jung hace del que sin duda fue siempre su libro de cabecera, el Fausto de Goethe. Aceptar la sombra es hacerla operativa. Fausto sólo alcanza la experiencia que desea cuando comprende que Mefistófeles no es un diablo externo a él, sino un démon que está dentro de él. Su drama ejemplifica el de todo ser humano con su sombra, así como la conveniencia de asumir la sustancialidad del mal. Lo exigen no sólo la realidad psicológica, sino también la histórica. Dados los desastres de la humanidad, considerar el mal una privatio boni (privación del bien) es una ironía, una ironía de muy mal gusto.
Los otros arquetipos habitualmente mencionados son el ánima y el ánimus, respectivamente lo que de mujer hay en el hombre y lo que de hombre hay en la mujer. El «ánima» y/o el «ánimus» ya están en nuestro interior. Afrontar estos arquetipos nos hace conscientes de nuestro otro sexual. No asumir el «ánimus» convierte en dogmáticas, rígidas e intransigentes a las mujeres; incorporarlo de un modo articulado las dota de mesura. No aceptar el «ánima» convierte a los hombres en veleidosos, descomedidos, desconsiderados e hipócritas; adueñarse de ella los conduce a la creatividad. La reflexión de Jung contiene una relevante advertencia. El sexo va mucho más allá de ser mero sexo, sino que supone el más relevante instrumento para la emancipación y la igualdad del hombre y la mujer. Ambas basadas en el desarrollo pleno de sus respectivas personalidades.
Editorial Trotta lleva, desde 1999, realizando, en cooperación con la Fundación Carl Gustav Jung de España, la edición de su obra completa. Atendiendo a una recomendación de Mario Muchnik, se titula al proyecto Obra Completa, por tratarse de la obra general del autor, no de obras particulares. Los criterios de ordenación y distribución del corpus textual adoptan los empleados por la edición en alemán (Gesammelte Werke, Olten-Freiburg, Walter Verlag), aparecida entre 1958 y 1994. No debe olvidarse que, a su vez, esa edición se corresponde en la distribución de los contenidos con la angloamericana que fue anterior (1953-1979) y planificada por Jung, de tal modo que ejerce a todas luces de edición canónica (Collected Works, Nueva York, Bollingen/Pantheon/Londres, Routledge & Kegan Paul). Hasta el momento de la presente edición en castellano han aparecido seis volúmenes y el primer tomo del noveno volumen. Cada volumen (salvo el tomo 9.1) lleva incorporado un prólogo de Enrique Galán Santamaría. Estas introducciones, claras y útiles, reemplazan a las de las ediciones en inglés y alemán, anecdóticas y coyunturales. Los textos mismos están pautados conforme a las ediciones canónicas. Resulta especialmente notorio que los índices analítico y onomástico se hayan llevado a cabo con llamadas no al número de página, sino al de cada uno de los parágrafos estándar de las ediciones aceptadas por Jung.
Por lo concienzudo del plan, y por tratarse de un autor que abre día a día nuevas puertas, la iniciativa merece un aplauso. Todo ello aunque quien lo lea quede disuadido de ser uno, verdadero y bueno. Mas, eso sí, nunca caminará solo.

jueves, 9 de diciembre de 2021

Arquetipo de Niño: JUNG


 


El arquetipo del niño. Carl Gustav Jung

Este texto forma parte de un artículo mucho más amplio, el cual aparece en el tomo 9/I de las Obras Completas "Los arquetipos y lo inconsciente colectivo". Aparecen aquí las principales características que encuentran su matriz en el arquetipo del niño. Debemos cuidarnos de confundir este arquetipo con la infancia real, con nuestro pasado. Si bien nuestra infancia se configura sobre el estructural arquetipo, este preexiste a la experiencia personal y abarca mucho más que lo que sentimos o dejamos de sentir en nuestra infancia. En el artículo original Jung hace la siguiente acotación: "Afirmaciones como «El motivo del niño es un recuerdo rudimentario de la primera infancia», y otras similares, no hacen más que dar por sentadas cosas que deberían ser demostradas. Pero si, modificando levemente este enunciado, declaramos: «El motivo del niño es una representación de ciertos aspectos olvidados de nuestra infancia», nos aproximamos más a la verdad. No obstante, dado que el arquetipo es siempre una imagen que incumbe a toda la raza humana y no sólo al individuo, tal vez fuera mejor decir: «El motivo del niño representa el aspecto preconsciente de la infancia de la psique colectiva»". Atendiendo esta advertencia podríamos percibir la infancia y al niño mismo como símbolo de aquellas vivencias que se personifican como una imagen interior de uno mismo, según la cual somos siempre niños.

EL ARQUETIPO DEL NIÑO

Carl Gustav Jung
(Esta traducción procede del libro Espejos del Yo, compilación de Christine Downing. Editorial Kairos. Barcelona 1998. Cuando ha sido necesario, he cambiado la palabra "Yo" por "Sí-Mismo", pues se trata de una desafortunada traducción del término Self, que atraviesa todo el libro)

El abandono del niño

El abandono, el estar a la intemperie, el peligro, etc., corresponden por un lado a las eventualidades de un nimio comienzo y por otro al nacimiento maravilloso y cargado de misterio. Lo dicho describe cierta vivencia psíquica creativa, que tiene por objeto la aparición de un contenido nuevo y todavía desconocido. En la psicología del individuo siempre hay en tales momentos una dolorosa situación de conflicto, en la que la conciencia no parece tener escapatoria, pues aquí siempre vale el tertium non datur [no hay un tercero].

«Niño» significa algo que crece hacia la independencia. No puede conseguirlo sin alejarse del origen; el abandono es pues una condición necesaria, no sólo un suceso eventual. El conflicto no será resuelto por la conciencia que permanece atrapada entre opuestos; por eso requiere un símbolo que indique la necesidad de alejarse del origen. Como el símbolo del niño fascina y conmueve a la conciencia, su efecto liberador la atraviesa y lleva a cabo la separación de la que la conciencia era incapaz.

El símbolo anticipa un incipiente estado de conciencia. Mientras éste no se realiza, el «niño» permanece como proyección mitológica, exigiendo repetición a través del culto y renovación a través del rito.

La invencibilidad del niño

Es una paradoja llamativa de todos los mitos del niño el que, por un lado, el «niño» se halle impotente ante enemigos poderosísimos y continuamente amenazado de aniquilación, y, por otro lado, disponga de poderes que exceden sobradamente lo humano. Tal afirmación está estrechamente relacionada con el hecho psicológico de que el «niño», por un lado, es sin duda «nimio», es decir, desconocido, «sólo un niño», y por otro lado es sin embargo divino. Contemplado desde la conciencia, se trata de un contenido aparentemente insignificante, sin un carácter liberador ni salvador. La conciencia se halla atrapada en su situación de conflicto, y los poderes que allí luchan parecen tan enormes que el «niño», como contenido aislado e incipiente, no guarda relación con ellos. Por eso es fácilmente desestimado y cae de nuevo en el inconsciente. Al menos así ocurriría si las cosas se comportaran de acuerdo con las expectativas conscientes. Pero el mito subraya que ése no es el caso, sino que al «niño» le corresponde una fuerza superior y pese a todos los peligros saldrá inesperadamente airoso. El «niño» nace del seno del inconsciente, engendrado en los cimientos de la naturaleza humana, o mejor aún, de la naturaleza viviente en general. Personifica poderes vitales que están más allá del limitado perímetro de la conciencia; personifica caminos y posibilidades de los que la conciencia, en su unilateralidad, nada sabe, y una globalidad que abarca las profundidades de la naturaleza. Representa el empuje más fuerte e inevitable de todo ser, es decir, el autorrealizarse. Estructurado con todos los poderes instintivos de la naturaleza, es incapaz de alternativas, mientras que la conciencia se halla atrapada en una supuesta capacidad de alternativas. El empuje y la compulsión a autorrealizarse es una ley de la naturaleza, y por tanto de una fuerza invencible, aunque su efecto al principio es nimio e improbable. Esta fuerza se manifiesta en las proezas del niño héroe.

La fenomenología del nacimiento del «niño» siempre apunta de regreso hacia un estado psicológico original de desconocimiento, de oscuridad o crepúsculo, de indistinción entre sujeto y objeto, de identidad inconsciente entre hombre y universo. De ese estado de indistinción procede el huevo de oro, que es tanto hombre como universo, y a la vez ninguno de ambos, sino un tercero irracional.

Los símbolos del Si-mismo se originan en las profundidades del cuerpo y participan de esa materialidad tanto como de la estructura de la percepción consciente. El símbolo es cuerpo viviente, corpus et anima; por eso el «niño» es una fórmula tan apropiada para el símbolo. La singularidad de la psique nunca llega, aunque se acerca, a realizarse completamente, y sin embargo constituye el fundamento indispensable de toda conciencia. Los «estratos» más profundos de la psique pierden su singularidad individual a medida que se adentran en la profundidad y oscuridad. Van hacia «abajo», es decir, se vuelven colectivos a medida que se aproximan a los sistemas funcionales autónomos, hasta universalizarse y extinguirse en la materialidad del cuerpo, o sea en las sustancias químicas. El carbono del cuerpo es en definitiva carbono. Y «hacia abajo» la psique es en definitiva «universo». En este sentido puedo dar toda la razón a Kerényi cuando dice que en el símbolo habla el universo mismo.

Cuanto más arcaico y «profundo», es decir, cuanto más fisiológico es el símbolo, tanto más colectivo y universal, tanto más «material» es. Cuanto más abstracto,diferenciado y específico es, tanto más se aproxima su naturaleza a la singularidad e individualidad consciente, tanto más se deshace de su universalidad. Finalmente, en la conciencia corre el peligro de convertirse en mera alegoría que no traspase el marco de la opinión consciente y se halla expuesto a todos los posibles intentos de explicación racionalista.

El hermafroditismo del niño

Es un hecho notable el que quizá la mayoría de los dioses cosmogónicos sean de naturaleza bisexual. El hermafrodita no significa otra cosa que una unión de los opuestos más fuertes y llamativos. Inicialmente esta unidad apunta de regreso hacia un estado primitivo del espíritu, en cuya madrugada las distinciones y oposiciones estaban aún poco separadas o completamente fusionadas. Sin embargo, a medida que aumenta la claridad de la conciencia, los opuestos se distinguen y escinden de modo creciente. Ahora bien, si el hermafrodita sólo fuera un producto de la indiferenciación primitiva, debería esperarse que quedara pronto eliminado con el desarrollo de la cultura. Pero esto no es de ningún modo así; por el contrario, en los niveles de cultura elevados y más altos, la fantasía se ha ocupado de esta idea una y otra vez.

Aquí ya no se puede tratar de la persistencia de un fantasma primitivo, de una originaria contaminación de opuestos. Antes bien, como podemos ver en las obras medievales, la idea originaria se ha convertido en símbolo de la unión constructiva de opuestos, un verdadero «símbolo unidor». En su significado funcional, el símbolo ya no señala hacia atrás, sino hacia delante, hacia una meta todavía no alcanzada. Despreocupado de su monstruosidad, el hermafrodita se ha convertido en un superador de conflictos y portador de sanación, significado que ya alcanzó en niveles relativamente tempranos de la cultura. Este significado vital aclara por qué la imagen del hermafrodita no se extinguió en los tiempos primigenios sino que, por el contrario, supo afirmarse a través de los milenios con una creciente profundización de su contenido simbólico. El hecho de que una representación tan tremendamente arcaica ascendiera a tal altura de significado no sólo indica la fuerza vital de las ideas arquetípicas, sino que también demuestra la validez de la afirmación de que el arquetipo media como unidor de opuestos entre los fundamentos del inconsciente y la conciencia. Tiende un puente entre la conciencia actual, amenazada de desarraigo, y la plenitud natural, inconsciente e instintiva de los tiempos primigenios. A través de esta mediación la unicidad, singularidad y unilateralidad de la conciencia individual actual se conecta de nuevo con las raíces naturales y tribales. El progreso y el desarrollo no son ideales que haya que rechazar; pero pierden su sentido cuando el hombre llega al nuevo estado sólo como un fragmento de sí mismo, olvidando todo su trasfondo y todo lo esencial en la sombra del inconsciente, en un estado de primitividad o de barbarie. La conciencia escindida de sus orígenes, incapaz de corresponder al sentido del nuevo estado, se hunde entonces con demasiada facilidad en una situación peor que aquella de la que la innovación pretendía liberarla -exempla sunt odiosa!

En el curso del desarrollo cultural, el ser primigenio bisexual se convierte en símbolo de la unidad de la personalidad, del Si-mismo, donde se apacigua el conflicto de opuestos. De este modo, el ser primigenio se convierte en la meta lejana de la autorrealización del ser humano, habiendo sido ya desde el principio una proyección de la plenitud inconsciente.

El niño como principio y final

El «niño» es a la vez un ser del principio y del final. El ser inicial estaba antes del hombre; el ser final está después del hombre. Psicológicamente, esta afirmación significa que el «niño» simboliza la esencia preconsciente y postconsciente del hombre. Su esencia preconsciente es el estado inconsciente de la más temprana infancia; la esencia postconsciente es una anticipación por analogía de lo que hay después de la muerte. En esta idea se manifiesta la esencia omniabarcante de la totalidad del alma. La totalidad no se halla nunca circunscrita a la conciencia, sino que abarca la indeterminada e indeterminable extensión del inconsciente. Así pues,empíricamente, la totalidad es de una extensión imprevisible, más antigua y más joven que la conciencia, a la que abarca en el tiempo y el espacio. Esto no es ninguna especulación, sino una experiencia inmediata del alma. Los procesos inconscientes no sólo acompañan, sino que a menudo guían, promueven o suspenden el proceso consciente. El niño tenía vida anímica antes de tener conciencia. El propio adulto todavía dice y hace cosas cuyo significado sólo más tarde entenderá -si puede. Y aun así, parece que las diga y haga a sabiendas. Nuestros sueños continuamente dicen cosas que están más allá de nuestra mentalidad consciente (por eso pueden ser tan útiles en la terapia de las neurosis). Nos llegan intuiciones y percepciones de fuentes desconocidas. Se nos presentan miedos, humores, intenciones y esperanzas cuyas causas no son claras. Estas experiencias concretas forman los pilares de los sentimientos, que nunca conocemos bastante, y dan lugar a la dolorosa suposición de que podemos darnos sorpresas a nosotros mismos.

El hombre primitivo no es ningún enigma para sí mismo. La cuestión acerca del hombre es siempre la última pregunta que el hombre plantea. El hombre primitivo tiene tanto contenido anímico fuera de la conciencia, que la experiencia de algo psíquico exterior a él le resulta mucho más familiar que a nosotros. La conciencia cercada por poderes psíquicos que la sostienen y amparan o que la engañan y amenazan es una experiencia primordial de la humanidad. Esta experiencia se ha proyectado en el arquetipo del niño, que expresa la totalidad del hombre. Es lo abandonado y expuesto a la intemperie, y a la vez lo divinamente poderoso; el comienzo nimio y dudoso y el final triunfante. El «niño eterno» en el hombre es una experiencia indescriptible, una incongruencia, una desventaja y una prerrogativa divina; algo imponderable que manifiesta la última palabra y no-palabra de una persona.