PEACE

PEACE
Paz y Ciencia
Mostrando entradas con la etiqueta Platón. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Platón. Mostrar todas las entradas

domingo, 10 de abril de 2022

PLATÓN: Mito de la Caverna

 




La obra clave de Platón, La República, en el capítulo séptimo encontramos el renombrado Mito de la Caverna, el cuál analizamos en el presente trabajo. Aunque en la concepción platónica del cosmos, la libertad humana como problema, no aparece, por lo menos desde un análisis frontal, intentaremos visualizar e interpretar los elementos que aparecen sobre la libertad en dicho mito. Es de reconocer que el concepto de libertad es muy amplio ya que se puede abordar desde diferentes aristas, como son: posibilidad de autodeterminación, elección, acto voluntario, espontaneidad, margen de indeterminación, ausencia de interferencia, liberación frente a algo, para algo, realización de una necesidad. Pero de acuerdo a la esfera de acción o alcance de esta, se ha hablado de libertad privada o personal, pública, política, social, de acción, de palabra, de idea, moral, entre otras aseveraciones.[1]

Si bien es cierto que Platón, cuando utiliza la alegoría de la Caverna lo que persigue es dar respuesta fundamentalmente al problema del conocimiento humano, es decir, ¿por qué conocemos?, ¿cómo sabemos que lo que conocemos es real?, y a pesar de que este mito se ha estudiado básicamente sobre los distintos grados ontológicos de la realidad, sobre lo que simboliza los grados del conocimiento, o en relación al aspecto ascético, místico y teológico y por último la concepción política[2]. Como lo muestra dicha narración, que como recurso pedagógico solo trata de mostrar un mensaje, pero si nos quedamos en el relato que es exactamente lo que haremos, encontraremos rasgos sobre la libertad.

El mito inicia:

Imagina unos hombres en una habitación subterránea en forma de caverna con una gran abertura del lado de la luz. Se encuentran en ella desde su niñez, sujetos por cadenas que les inmovilizan las piernas y el cuello, de tal manera que no pueden ni cambiar de sitio ni volver la cabeza, y no ven más que lo que está delante de ellos[3].

Veamos, el fragmento mencionado nos habla de individuos sujetos por cadenas desde su niñez, implicando esto, de hombres que están coaccionado, de ciertos tipos de libertad, que para no hacer una lista interminable podemos resumirlas en una libertad en cuanto posibilidad de elección, de auto determinarse, de disponibilidad, natural, política, personal, necesidad, posibilidad, entre otros significados.

Los hombres que aparecen mencionados en el Mito, no han tenido posibilidad de elección en cuanto que su estado de estar inmovilizados de piernas y cuellos, obligados a ver siempre hacia un lugar específico. Lo que sería lo mismo mirar solo una parte de la realidad, es decir, que tienen interferencias que no les permite elegir otra postura que al mismo tiempo contribuya a obtener un conocimiento total de la realidad que le circunda. No podemos aprehender la realidad a no ser que podamos tomar distancia de ella, en el sentido de que al ser humano conocer la realidad en cuanto a tener un contacto perceptivo de esta, la aprehenda, pero como lo que no se analiza en su totalidad o por lo menos en la totalidad de nuestra finitud humana, no puede ser aprehendida y hacer de ella su realidad, por lo tanto, estos hombres no analizan su realidad.

Por lo que los hombres cavernarios no tienen posibilidad de elección, y más aún, otros han elegido por ellos al colocarlos en tal situación, pero podríamos preguntarnos y estos hombres ¿al elegir permanecer en su estado ya no están eligiendo? En otras palabras, ¿al no elegir no estarían eligiendo? Y por ende ¿tienen posibilidad de elección? A las dos primeras preguntas, que en el fondo tienen el mismo objetivo, podemos decir, que los hombres no eligieron estar en dicha situación, sino que otros los han puesto en dicho estado, los cavernarios no han aceptado tal situación ya que no se le ha preguntado, desde niño se le ha colocado y por costumbre permanecen en dicha postura.

Ocurre lo mismo con los elefantes que son llevados a los circos desde pequeños, los atan a una pequeña estaca la cual le muestran más resistencia que la fortaleza que ellos poseen. Los paquidermos al desarrollarse y crecer, sus fuerzas aumentan hasta tal punto que podrían despegar las estacas del suelo, sin embargo, como por costumbre lo intentaron muchas veces y no pudieron, se adaptaron a estar amarrados a la estaca. Lo mismo ocurre con los hombres de la Caverna, al no poder ni siquiera mirar hacia los lados no eligen mirar al frente, es que están conminado a mirar hacia al frente por lo tanto no tienen posibilidad de elección. Pero preguntémonos algo más ¿el hecho de mirar hacia delante no están eligiendo mirar? ¿Por qué muy bien pudieran elegir no mirar y cerrar los ojos? ¿No estarían de esta forma eligiendo?

Veámoslo, al estar encadenados desde niños y obligados a mirar hacia al frente, acostumbrados a observar las sombras, la realidad de dichos individuos son las sombras, por lo tanto, ellos no tienen ni siquiera la posibilidad de elegir mirar o no mirar, porque están haciendo lo que ellos creen que es lo correcto, mirar su realidad. No hacen uso de su condición de ser racional que es lo que le puede dar la libertar natural, por ser la razón una facultad natural de los seres humanos, ellos no pueden hacer uso racional de su condición de esclavos, ya que no han sido formados para utilizar las herramientas que poseen, en este caso, la razón y están por ende coartados de ser hombres sabios que sería lo que le permitiría ser libres.

Los cavernarios no poseen la posibilidad de regir sus propios destinos, ya otros han elegido por ellos, porque, aunque un individuo que pertenezca a una comunidad y deba estar sometido a las leyes y normas de dicha sociedad, se le permite abandonar por un tiempo su ‘negocio’ para dedicarse al ‘ocio’, es decir, a la reflexión, al estudio. Que cuando esto ocurre el individuo asume su libertad, el individuo mismo se lo toma como un derecho, entonces su libertad consiste, o va en camino de consistir, en una separación de la comunidad, acaso fundada en la idea de que hay en el sujeto una realidad, que no es, ‘social’, sino plenamente ‘personal’.

En este sentido los hombres de la Caverna no poseen libertad personal, ya que esta consiste en disponer de sí mismo y este disponer no es posible a menos que uno se haya liberado de lo externo, lo cual puede llevarse a cabo únicamente cuando se reducen a un mínimo lo que se consideraba antes como necesidad. Los cavernarios no tenían la capacidad de tener la mínima conciencia de necesidad, a pesar de gozar del privilegio de poseer un alma racional. Al no tener libertad personal, entonces carecen de libre albedrío.

Por  eso el problema aquí no es tanto el de lo que podría hacer el hombre, sino más bien el de cómo puede el hombre usar de su libre albedrío para ser realmente libre. Por lo tanto, no basta con saber lo que es el bien, sino que es necesario inclinarse hacia él. Cuando Aurelio agrega un nuevo elemento, como reconciliar la libertad de elección con la presciencia divina. El cual él lo hace afirmando que el hombre posee una voluntad y que se mueve a esto o aquello es una experiencia personal, pero que Dios sabe lo que el hombre voluntariamente hará, lo que no elimina que el hombre haga esto o aquello. Esto es considerado como el misterio de la Libertad. Aclarando que la presciencia de Dios no equivale a una determinación de los actos voluntarios de tal suerte que los convierta en involuntarios.

Al hombre desencadenado se le presenta un dilema, rescatar a los que están encadenados o no, pero cabe preguntarnos ¿ya él es libre para liberar?, y ¿si no se logra convencer de que ayude a los encadenados? Lo primero que hay que establecer es si éste individuo tiene conciencia de que es libre, porque de no ser así se le está obligando a ser libre y si no se logra concienciar sobre su supuesta libertad, entonces lo estamos encadenando dos veces en el sentido de que queremos liberarlo y al mismo tiempo lo estamos encadenando, es decir, lo estamos obligando a ser libre, le coaccionamos para que sea libre.

Pero vamos a suponer que logramos convencerlo de que es libre y no elige desencadenar a los demás que son sus compañeros desde niños, entonces ha usado su libre albedrío, su capacidad de elegir, para el mal, mal fundamentado en los planteamientos anteriores. Por lo tanto, no es libre. Pero vamos un poco más lejos, supongamos que libere a los individuos, es decir, que use su libre albedrío para el bien, ¿son libres los desencadenados?, ¿Es libre el que desencadena? A la primera cuestionante, diríamos que no son libres los desencadenados ya que han sido sueltos por una persona que no es libre, y la libertad solo proviene de la libertad, de individuos libres. Como el sujeto desencadenado no lo hizo por sí mismo, o no se le dieron las herramientas para lograrlo no se puede considerar libre, por lo tanto, todas las acciones hacia esos individuos no los hace libre. Y si él no es libre, no puede liberar.

Según Santo Tomás de Aquino, el hombre goza de libre albedrío o libertad de elección. Tiene voluntad, la cual es libre de coacción; pero el estar libre de coacción es una condición y no es toda la voluntad. Es menester, en efecto que algo mueva la voluntad. Ello es el intelecto, el cual aprehende el bien como objeto de la voluntad. Parece de este modo que la libertad quede eliminada. Pero lo que ocurre es que no se reduce al libre albedrío; la libertad propiamente dicha es lo que se ha llamado una ‘espontaneidad’. Esta consiste en seguir el movimiento natural propio de un ser, en el caso del hombre radica en seguir el movimiento hacia el bien. La libertad no consiste únicamente en elegir, ni mucho menos, en elegirse a sí mismo, si no más bien en elegir algo trascendente, porque el hombre puede elegir mal, y peor aun elegir el mal, por ello el hombre necesita de la ayuda de Dios para poder elegir algún bien o el bien.

Optar por algo trascendente es para Santo Tomás, elegir a Dios, pero como para los griegos el mundo es eterno, no ha sido creado, por lo tanto, para Platón el concepto de Dios como creador no cabe. Por ello los griegos concebían a Zeus como un ordenador, por lo tanto, se descarta que lo trascendental que podrían elegir los cavernarios bajo ningún concepto podría ser Dios. Empero, lo trascendente que pueden elegir sería en este caso la felicidad, cosa que no puede obtenerse si no se es libre.

Como podemos ver, según Santo Tomás de Aquino, la libertad se reduce en elegir algo trascendente, Dios, el Dios creador, y como los cavernarios no tenían concepto sobre un Dios creador, entonces no pueden ser libre, y mucho menos podrán ser felices, porque si no tienen concepto de un Dios creador no pueden ser libres, y si no conocen la libertad tampoco pueden ser felices. Por ende, según el Aquinate los hombres del mito de la Caverna no son libres.


sábado, 8 de enero de 2022

MITO DE LA CAVERNA

 


Rodrigo Córdoba Sanz Psicólogo Psicoterapeuta Gran Vía Zaragoza.          Teléfono: 653 379 269.                                  Página Web: 🌈Entra y Nos Vemos !! 🕊️    Instagram: @psicoletrazaragoza


El mito de la caverna de Platón es una alegoría sobre la realidad de nuestro conocimiento. Platón crea el mito de la caverna para mostrar en sentido figurativo que nos encontramos encadenados dentro de una caverna, desde que nacemos, y cómo las sombras que vemos reflejadas en la pared componen aquello que consideramos real.

Platón (428 a. de C.-347 a. de C.) también usa esta alegoría para explicar cómo es para el filósofo y maestro guiar a las personas al conocimiento (educación), intentando liberarlas de las ataduras de la realidad de la caverna. Según este filósofo, la gente llega a sentirse cómoda en su ignorancia y puede oponerse, incluso violentamente, a quienes intentan ayudarles a cambiar.

El mito de la caverna se encuentra en el libro VII de la obra República de Platón, escrita hacia el año 380 a. de C. La importancia general de la obra República radica en la exposición de conceptos y teorías que nos llevan a los cuestionamientos sobre el origen del conocimiento, el problema de la representación de las cosas y la naturaleza de la propia realidad.

Resumen del mito de la caverna de Platón

En el mito de la caverna es un diálogo escrito por Platón, en el que su maestro Sócrates y su hermano Glaucón hablan sobre cómo afecta el conocimiento y la educación filosófica a la sociedad y los individuos.

En este diálogo, Sócrates pide a Glaucón que imagine a un grupo de prisioneros que se encuentran encadenados desde su infancia detrás de un muro, dentro de una caverna. Allí, un fuego ilumina al otro lado del muro, y los prisioneros ven las sombras proyectadas por objetos que se encuentran sobre este muro, los cuales son manipulados por otras personas que pasan por detrás.

Sócrates dice a Glaucón que los prisioneros creen que aquello que observan es el mundo real, sin darse cuenta de que son solo las apariencias de las sombras de esos objetos.

Más adelante, uno de los prisioneros consigue liberarse de sus cadenas y comienza a ascender. Este observa la luz del fuego más allá del muro, cuyo resplandor le ciega y casi le hace volver a la oscuridad.

Poco a poco, el hombre liberado se acostumbra a la luz del fuego y, con cierta dificultad, decide avanzar. Sócrates propone que este es un primer paso en la adquisición de conocimiento. Después, el hombre sale al exterior, en donde observa primero los reflejos y sombras de las cosas y las personas, para luego verlas directamente.

Finalmente, el hombre observa a las estrellas, a la luna y al sol. Sócrates sugiere que el hombre aquí razona de forma tal que concibe a ese mundo exterior (mundo de las ideas), como un mundo superior. El hombre, entonces, regresa para compartir esto con los prisioneros en la caverna, ya que siente que debe ayudarles a ascender al mundo real.

Cuando regresa a la caverna por los otros prisioneros, el hombre no puede ver bien, porque se ha acostumbrado a la luz exterior. Los prisioneros piensan que el viaje le ha dañado y no desean acompañarle fuera. Platón, a través de Sócrates, afirma que estos prisioneros harían lo posible por evitar dicha travesía, llegando a matar incluso a quien se atreviera a intentar liberarlos.

Análisis del mito de la caverna de Platón

El mito de la caverna es una alegoría que abarca varios elementos que comporta la teoría de las ideas de Platón y un análisis dividido en 3 dimensiones:

  • la dimensión antropológica (naturaleza humana),
  • la dimensión ontológica (del ser) y epistemológica (del conocimiento) y,
  • la dimensión moral (valorización de la sociedad) y política (forma de gobernar).

La teoría de las ideas de Platón se basa en dos conceptos contrapuestos:

  • El mundo sensible, cuya experiencia se vive mediante los sentidos. Son múltiples, corruptibles y mutables.
  • El mundo inteligible o el mundo de las ideas, cuya experiencia es cosechada mediante el conocimiento, la realidad y el sentido de la vida. Siendo únicas, eternas e inmutables.

Dimensión antropológica

En Platón, cuerpo y alma corresponden a dos dimensiones diferentes. Por un lado, el cuerpo está inmerso en el mundo sensible, que es corruptible y cambiante, mientras que, por otro lado, el alma está unida al mundo de las ideas, que es perfecto e inmutable.

En el mito de la caverna, la dimensión antropológica se refiere a la condición del ser humano, y su forma de conocer. Es dimensión está representada en la naturaleza del prisionero y su cuerpo, su relación con la caverna (mundo sensible), así como en el mundo exterior y la liberación de su alma (mundo de las ideas).

Los prisioneros son una metáfora de las personas que están atadas a sus percepciones y las imágenes que se les presentan. Las sombras son el mundo físico que perciben y que creen es el conocimiento verdadero. Sin embargo, aquello que observan dentro no es más que un conocimiento subjetivo.

Cuando uno de los prisioneros se libera de sus cadenas y sale de la caverna, este viaje representa su ascensión al mundo inteligible, en donde adquiere el verdadero conocimiento.

Lo anterior implica una liberación moral e intelectual del alma de las ataduras y limitaciones ofrecidas por el mundo sensible. Su ascenso desde el interior de la caverna es una metáfora de su paso de la ignorancia al mundo de las ideas. Este paso, según Platón, se puede realizar con la práctica del método dialéctico.

Además, esta ascensión al mundo de las ideas es una búsqueda del conocimiento de sí en el mundo exterior (como se expresa en la frase "conócete a ti mismo).

Dimensión ontológica y epistemológica

La dimensión ontológica se refiere a la naturaleza del ser y la dimensión epistemológica se refiere a la naturaleza, origen y validez del conocimiento.

Cada elemento del mito de la caverna simboliza un nivel del ser y del conocimiento, dentro del dualismo ontológico y epistemológico de Platón. Precisamente, la alegoría de los hombres apresados dentro de una caverna (nivel inferior) y del hombre liberado en el exterior (nivel superior), funciona para explicar su concepción dualista del mundo.

Aquí, el mito de la caverna de Platón nos muestra los niveles para la ascensión al mundo inteligible o la ascensión del Ser.

Dimensión moral y política

Para Platón, el mundo de las ideas es donde el alma del hombre encuentra el conocimiento. Ya que el prisionero liberado presencia el mundo ideal, al ascender y experimentar el exterior de la caverna, este siente el deber de compartir lo vivido. Aquí el sol es una metáfora de la idea del Bien, la cual es la idea más pura de todas.

La caverna es la prisión de la apariencia, de lo puramente sensible, de reflejos e imágenes, mientras que el mundo ideal y la idea del Bien son el verdadero conocimiento. El preso liberado, que ahora es como el filósofo, no puede continuar con un conocimiento basado en la opinión (doxa) derivada de las percepciones.

Teoría del conocimiento y el mito de la caverna

En la República, en los capítulos VI y VII (con la analogía o símil de la línea y la alegoría de la caverna) Platón señala que el origen del conocimiento real se desprende de las ideas.

Sin embargo, el mundo físico, visible o sensible, es un mundo de conocimiento limitado, de opinión. El mito de la caverna expresa la dualidad yacente entre el conocimiento aparente (interior de la caverna) y el conocimiento puro y real (exterior de la caverna).

Ello se traduce en un dualismo epistemológico y otro ontológico:

  • Por un lado, el conocimiento del mundo de las ideas, compuesto por el conocimiento intelectual y el conocimiento discursivo.
  • Por otro lado, el conocimiento del mundo sensible, basado en la opinión, y que está compuesto por la conjetura y la creencia.

La epistemología de Platón (su concepción sobre el conocimiento) va de la mano con su ontología (el ser real de las cosas), siendo que todo aquello que se encuentra en el mundo físico es una copia de una idea inmaterial, que se encuentra en el mundo de las ideas

El conocimiento verdadero

El mundo de las ideas es un mundo de absolutos que son inmutables y que son las esencias de las cosas del mundo físico y es a través de la razón que se puede acceder a este conocimiento.

El conocimiento que compete al mundo de las ideas es un conocimiento verdadero y científico (episteme), sobre lo que es real, y se compone del conocimiento discursivo o dianoia, y el conocimiento propiamente intelectual o noesis:

  • El conocimiento discursivo (dianoia): se relaciona con el razonamiento lógico y matemático, representándose en los objetos (por ejemplo, figuras geométricas).
  • El conocimiento intelectual (noesis): se refiere a la razón, siendo sus objetos las ideas, de una naturaleza inmutable y no es posible encontrarlo en el mundo sensible. Este conocimiento tiene como objeto máximo la idea del Bien.

Fuera de la caverna, el preso liberado observa los reflejos de las cosas, lo que Platón utiliza como una metáfora del conocimiento matemático o discursivo.

El conocimiento propiamente dicho, que es de las ideas, con la idea del Bien como la más importante, se obtiene a través del uso de la razón. El alma tiene acceso a este a través del recuerdo, ya que alguna vez formó parte de este mundo de las ideas.

El conocimiento sensible

En cuanto al mundo sensible, este es un mundo que está en cambio constante. Ello hace imposible que este pueda ser origen de conocimiento en un sentido universal.

El mundo sensible ofrece un tipo de conocimiento que está basado en los objetos físicos y en las imágenes y apariencias. Esto hace que no sea más que un conocimiento individual, en el que los objetos visibles no ofrecen más que un entendimiento de la realidad basado en la opinión o doxa, por lo que se trata de un conocimiento subjetivo.

Platón considera que este tipo de conocimiento se divide en dos partes: la conjetura o eikasía y la creencia o pistis.

La conjetura (eikasía) se basa en la imaginación y suposición, siendo sus objetos las imágenes con una calidad fugaz, y se encuentra presente en la realidad visible.

Por ejemplo, en el mito de la caverna, Platón sugiere que los reflejos y las sombras, y otro tipo de imágenes, ofrecen un conocimiento inmediato que da forma a nuestra perspectiva y convicciones sobre el mundo. Pero dicho conocimiento, es fugaz y no sobre las esencias de las cosas.

En el caso de la creencia (pistis), esta se basa en la observación, siendo sus objetos aquellas cosas materiales que se encuentran en la realidad visible. Además, su naturaleza es transitoria (sus objetos son cambiantes y corruptibles), aunque no tan fugaz como en el caso de la conjetura.

Aquí, los objetos que se experimentan, como el propio cuerpo, son objetos físicos y corruptibles.

El mito de la caverna y la educación

En el mito de la caverna permite explorar la visión que Platón tiene tanto del conocimiento como de la educación.

Ya que el conocimiento real es diferente del conocimiento del mundo aparente, y que también la ascensión al mundo de las ideas permite al filósofo ver lo verdadero, Platón asume que la educación de quienes permanecen en la caverna es responsabilidad de este.

En el mito de la caverna, el prisionero que asciende al mundo exterior, pasa de la oscuridad a la luz, de la ignorancia al conocimiento. Los prisioneros que permanecen dentro son una metáfora de la condición de las personas en la sociedad.


viernes, 17 de diciembre de 2021

Arthur Schopenhauer +FRASES

 



¿Quién fue Arthur Schopenhauer? 

Arthur Schopenhauer fue un filósofo alemán nacido en Danzig, el 22 de febrero de 1788 y fallecido en Fráncfort del Meno, Reino de Prusia, un 21 de septiembre de 1860.

Para su filosofía fueron fuentes de inspiración importantes los grandes pensadores Kant, Platón y Spinoza. Los dos últimos funcionando como puentes con la filosofía oriental, en especial con el budismo, el taoísmo y el vedanta.

A partir de 1836 Arthur Schopenhauer muestra una filosofía opuesta y en disputa contra los desarrollos metafísicos postkantianos de sus contemporáneos. Por ello, se considera que su filosofía es “antihegeliana”.

Su obra más popular y de mayor éxito, Die Welt als Wille und Vorstellung (El mundo como voluntad y representación), se considera entre el circulo literario como una obra maestra de la lengua alemana de todos los tiempos.

Asimismo, se cataloga como el fruto cumbre del idealismo occidental y el pesimismo profundo, los cuales se perciben en los libro de escritores y pensadores de los siglos XIX y XX, tales como: Sigmund Freud, Friedrich Nietzsche, Thomas Mann, Ludwig Wittgenstein, Émile Cioran, Carl Gustav Jung, León Tolstói, Albert Einstein, Jorge Luis Borges, entre otros.

Entre sus obras más destacadas figuran:

El mundo como voluntad y representación (1819)
Parerga y paralipómena (1851)
Sobre la voluntad en la naturaleza (1836)
Los dos problemas fundamentales de la ética (1841)
Sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente (1813)
Sobre la visión y los colores (1816)

Hoy para recordarlo te traemos algunas de las mejores frases y pensamientos Athur Schopenhauer:

El que no ama ya esta muerto.

Toda individualidad es un error.

El egoísmo tiene raíces muy hondas.

La rebeldía es la virtud original del hombre.

La existencia no es más que un episodio de la nada.

La genialidad consiste en la objetividad del intelecto.

Un genio es el que es capaz de ver la idea en el fenómeno.

Las horas del muchacho son más largas que los días del viejo.

El hombre ha hecho de la Tierra un infierno para los animales.

Si el ser humano estuviera destinado a pensar, no tendría oídos.

Una corona de laurel es una corona de espinas revestida de hojas.

Lo que la lluvia es para el fuego, eso es la lástima para la ira.


lunes, 26 de abril de 2021

Platón. Libertad

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. Zaragoza -Gran Vía- Y Online  Página Web: www.rcordobasanz.es  rcordobasanz@gmail.com                        Instagram: @psicoletrazaragoza


Pedir a Platón que nos muestre algunas soluciones para la crisis que estamos viviendo parece algo descabellado, pero tal vez es cuestión de volver a leer con atención algunos de sus escritos para encontrar respuestas que nos den un poco de luz para entender nuestro momento actual.

Platón dice en la Carta VII que no habría final para los sufrimientos humanos mientras los filósofos no gobernasen las ciudades o los que gobiernan las ciudades no se hiciesen filósofos. Había llegado a esta conclusión tras comprobar que, a pesar de los cambios políticos que se habían producido en su ciudad y del regreso de la democracia, que condenó a muerte a Sócrates, “la legislación y la moralidad estaban corrompidos”, por lo que se decidió a proclamar que solo con la luz de la verdadera filosofía se puede reconocer dónde está la justicia en la vida pública y en la vida privada.
En su texto sugiere algunas medidas fundamentales para conseguir los cambios deseados, como por ejemplo impulsar a los jóvenes al bien y la justicia y crear entre ellos vínculos de amistad y camaradería. Sin embargo y, como él mismo había experimentado en su relación con Dionisio de Siracusa, de nada sirve dar consejos a quien no los pide ni está dispuesto a seguirlos y menos forzar a adoptar la vida filosófica, por lo que, en el caso de percibir que su país no está bien gobernado recomienda hablar, pero solamente si no se ha de hablar en vano o si no se pone en peligro la vida. Tampoco hay que emplear la violencia para cambiar la Constitución.
¿En qué consistía la vida filosófica que recomendaba a Dionisio? Fundamentalmente, que fuera haciéndose más dueño de sí mismo y se ganara amigos y partidarios. Se trata de una vida de sabiduría gobernada por la justicia, pues la filosofía es un “género de vida” que confiere, junto con la sobriedad, una inteligencia pronta, una memoria tenaz y la capacidad de razonar. No hay un medio para reducir los temas filosóficos a fórmulas, sino que cuando se han frecuentado durante largo tiempo y cuando se ha convivido con ellos, entonces brota repentinamente la verdad en el alma, como de la chispa brota la luz y enseguida crece por sí misma. La educación filosófica tienen prioridades: el cultivo de la virtud y la contemplación de las ideas, con preferencia sobre aquello que sirve simplemente para adquirir riquezas o desarrollar habilidades mundanas.
Entre las enseñanzas de Platón, resultan iluminadoras, por su vigencia en la actualidad, sus propuestas básicas de filosofía política. Partiendo de la base de que el Estado no debe proporcionar solamente vida para sus ciudadanos, sino una vida buena, en el sentido de virtuosa y con sentido, debe haber un consenso social entre la ciudadanía sobre lo que de verdad importa, más allá de las diferencias. Lo que Platón se plantea es un Estado que proporcione un entorno adecuado para el proceso de despertar espiritual y donde pueda darse la discusión y la vida racional.

Elementos de la crisis

John Dillon, uno de los grandes especialistas en la filosofía platónica, ya en el comienzo de la crisis, se planteó el tema de la actualidad de las enseñanzas y quiso demostrar la oportunidad de las recomendaciones platónicas aplicadas a nuestro contexto, que localiza en varios aspectos . Para sus síntomas existen remedios inspirados en el sabio ateniense.

1. En nuestra relación con la naturaleza. El problema de la destrucción del entorno y la contaminación. No es necesario abundar en el alcance de estas grandes amenazas y sus efectos incalculables, basados en una concepción lineal del progreso, que persigue una meta que nunca se alcanza, o del crecimiento constante, a cualquier precio, sin considerar la concepción cíclica del tiempo propia del mundo clásico. A esto se añade la concepción materialista de la naturaleza como mera fuente de recursos.
Platón, en el libro II de La República ya advierte de que el Estado deberá hacerse más grande para satisfacer las crecientes necesidades de los ciudadanos, por lo cual estallarán las guerras entre vecinos, disputándose las fuentes de riqueza.
Otra de sus recetas, en el cap. V de Las leyes, se refiere a la posibilidad de limitar la población, o bien determinar la cantidad de población sostenible en relación con el territorio, buscando una estabilización de la propiedad de la tierra. Garantizar que nadie esté por debajo de un determinado nivel de prosperidad y no permitir que la riqueza de nadie sea cinco veces superior al nivel básico de prosperidad que se requiere para llevar una vida digna. El que sobrepase ese nivel debe donarlo al Estado. Todo el mundo debe producir y si no es posible, salir al exterior.
Platón dice que no hay que permitir que solo una clase sea feliz sino el conjunto del Estado y que no se debe acumular tanta riqueza como para que olvide la razón por la cual se inventó el dinero: primero para el cuidado del alma y después el del cuerpo.

2. Nuestra concepción de la realidad. Aumentan en muchas regiones del mundo los conflictos religiosos y la intolerancia mutua, paralelamente a la fragmentación de las sociedades, con exclusiones e incomprensiones mutuas, que explotan en violencia. Por una parte, las costumbres de Occidente causan escándalo moral en los países islámicos, y por otra, también se producen actitudes rígidas entre los cristianos y judíos, que provocan las correspondientes reacciones, y las tensiones teológicas alimentan las económicas. No cabe duda de que ante este problema, la filosofía, al ampliar nuestro punto de vista sobre nosotros mismos y los demás, nos ayuda a considerar lo universal que está detrás de las diferencias y las particularidades humanas.
Por lo que se refiere al tema religioso, Platón es partidario del respeto al culto tradicional, las ceremonias y espacios sagrados, hasta el punto de que en el libro V de Las leyes manifiesta que el ateísmo debe ser castigado. Pero a la vez, en La República, se manifiesta crítico con respecto a la forma en que los poetas hablan de los dioses y rechaza las supersticiones y la charlatanería pseudomística. Trata este tema en el Eutrifón y también en el libro II de La República. Para Platón, Dios es el sumo bien, la suma verdad. Armoniza esas dos actitudes contradictorias hablando del Alma del Mundo, aunque indica la conveniencia de que esa enseñanza se dé solo a los más sabios y experimentados ciudadanos y a los miembros del Consejo de Estado, o Consejo Nocturno.
En todo caso, prescribe respetar otras creencias, no pensar siempre en convertirlos a la verdadera fe. Comparar alegorías y encontrar la verdad que hay en ellas.

3. Nosotros mismos y nuestras relaciones con los demás. Ante lo que Dillon llama “la ruptura de la legitimidad de la autoridad”, Platón considera que las leyes deben reflejar las ideas inteligentes y el orden del universo. La condición de ciudadano o de gobernante no se adquiere porque sí, sino que es necesaria la educación y cierta cualificación interior, o capacidad para comprender el sentido del Estado y de lo público. En el libro VI de La República utiliza la metáfora de la “nave de los locos” para explicar el desconcierto que se apodera de la sociedad cuando los ignorantes pretenden hacerse con el poder, que debe estar en las manos de los reyes filósofos.
Es muy importante para Platón el valor de la educación, como medio de lograr la adquisición inicial de la virtud por parte de los niños, comunicando un sentido de la armonía desde el principio de la vida, virtud como concordia entre la razón y las emociones. Armonizar las nociones de placer o dolor y conseguir que rechacemos lo que debemos rechazar y amemos lo que debemos amar: eso es educación.
En la actualidad hay un temor a inculcar valores, para no ser acusados de autoritarismo, pues falta un acuerdo social sobre qué valores y cómo llevarlos a la práctica.
La necesidad de inculcar en los jóvenes el sentido del Estado y lo público se puede solventar aplicando una de las recomendaciones más innovadoras de Platón en el libro VI de Las leyes: la propuesta de algo semejante a un servicio nacional. Las tareas que el filósofo asigna a sus integrantes tienen que ver con el cuidado del medio ambiente, (mantener los bosques y montes limpios de maleza, por ejemplo), embellecimiento y cuidado de los espacios públicos (monumentos, fuentes y bosques sagrados), la atención a los mayores (construir gimnasios para entrenarse jóvenes y mayores, baños y recolectar leña para que los mayores del mundo rural puedan calentarse en invierno).
Las consecuencias positivas de este Servicio Nacional, especialmente en cuanto al sentido de la disciplina y la percepción de lo público, se dejarían notar en las jóvenes generaciones y las prepararía para ejercer su cualidad de ciudadanos a lo largo de la vida.

Platon

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Y Psicoterapeuta. Zaragoza -Gran Vía- Y Online Teléfono: 653 379 269 IG:@psicoletrazaragoza Página Web: Conóceme 


Platón fue discípulo de Sócrates, y fue un gran filósofo griego y posiblemente de todos los tiempos. Nace en el 427 a.C. y muere, a la edad de ochenta años, en el 347 a.C. Es ateniense y de muy buena familia; su padre se llamaba Aristón (hacía remontar su ascendencia hasta Codro, último rey de Atenas) y su madre Perictione (Περικτιόνη) hermana de Cármides y sobrina de Critias, dos personajes que figuraron entre los oligarcas en 404-402, estaba emparentada con Solón. Es sabido que originariamente se llamaba Aristocles, y que sólo después se le dio el nombre de Platón, aludiendo a su robusta espalda.

Sus dos hermanos, Adimanto y Glaucón, aparecen en la República; Platón tenía también una hermana llamada Potone, madre de Espeusipo. Era un hombre muy inteligente y con unas condiciones muy idóneas; cualquier persona con su alcurnia se habría dedicado a la política pero él prefirió dedicarse a la filosofía. Platón no se casó nunca, y no se le conoce ningún tipo de inclinación por una mujer; es muy posible que fuese homosexual. La relación entre hombre y mujer estaba destinado a la procreación. La relación entre hombres estaba tolerada (aunque las leyes lo prohibían), y la relación entre un hombre mayor y uno joven también, ya que entendían que la persona mayor enseñaba a ser buen ciudadano al joven y por ello estaba bien visto. En la Grecia de esta época, sabemos que separaban en lo que se debe a Eros (atracción sexual y fertilidad: en la tradición mitológica se dice que se ocupaba del enamoramiento entre varones) y lo que se debe a Afrodita (enamoramiento entre hombres y mujeres).

Varios autores han señalado que la animosidad de Platón contra la democracia no es fácil que se debiera únicamente a su educación, sino que en ello hubo de influirle Sócrates y, más todavía el trato que éste recibió de la democracia. En su negativa a participar en política, dice el mismo Platón que el momento en el que podía haber ejercido en este ámbito fue cuando Atenas perdió la Guerra del Peloponeso, y quedó impresionado por los crímenes que se habían dado en la Guerra, por lo que se abstuvo de ello. La decisión de Platón de desentenderse definitivamente de la política de Atenas se produjo, sin duda, tras el injusto proceso y la condena de su Maestro; tras lo cual dice que la sociedad de su época esta extremadamente desordenada.

De todos modos, no tenemos razón alguna para suponer que Platón se hiciese «discípulo» de Sócrates en el sentido de que se dedicara de lleno y declaradamente a la filosofía, puesto que él mismo nos dice que un principio trató de embarcarse en la carrera política, como era natural tratándose de un joven de su linaje. Los parientes que tenía entre los oligarcas que gobernaban en 404-403 le tentaron para que se introdujera en la vida política bajo su protección; pero, cuando la oligarquía empezó a practicar, como ya hemos dicho, prácticas de violencias y trató de implicar a Sócrates en sus crímenes, tras lo cual, Platón se disgustó con sus parientes. Mas los demócratas no eran mejores, y ellos fueron quienes condenaron a muerte a Sócrates, por lo que Platón abandonó el propósito de dedicarse a seguir la carrera política.

Por tanto, no actuó en política activa, pero si secundariamente (como en Siracusa). También fundó la Academia con la que quería incidir en la sociedad de su tiempo mediante la educación (política indirecta); mediante la paideia (παιδεια).

Muerto Sócrates, Platón se retiró a Megara, donde fue acogido por el filósofo Euclides, pero según todas las probabilidades volvió enseguida a Atenas. Dicen los biógrafos de Platón que viajó por Cirene, por Italia y por Egipto, pero esto no se sabe con certeza, ya que, por ejemplo, Platón no nos da cuenta en sus escritos de un viaje a Egipto. Lo que si es cierto es que Platón estuvo en Italia a la edad de cuarenta años. Posiblemente quería visitar a algunos miembros de la escuela pitagórica y conversar con ellos: sea como fuere, trabó amistad con Arquitas, el sabio pitagórico. Fue Platón invitado a vivir en la corte Dionisio I, tirano de Siracusa, donde se hizo amigo de Dión, el cuñado del tirano. De Dión, que contaba entonces con veinte años de edad, se sintió Platón fuertemente atraído. Dión absorbió con entusiasmo la doctrina socrática de la superioridad de la virtud sobre el placer y el lujo, y renunció a los relajados hábitos que se estilaban en Italia y Sicilia.

Parece ser que hizo hasta tres viajes a Siracusa en su vida; estos viajes fueron por tema político y filosófico. La idea de Platón en estos viajes era llevar a cabo su idea de que los filósofos deben ser los gobernantes; quería hacer a Dionisio un filósofo, pero parece ser que el propósito de Platón no resultó como él esperaba. La descripción más viva de estos viajes de Platón a Siracusa la vemos en la Carta VII del mismo Platón; donde vemos que el interés de Dionisio por la filosofía era superficial.

Platón en la Academia, no aceptaba a cualquiera, pero si aceptaba a mujeres. Hacía un examen de acceso; impartía una clase muy difícil y muy densa al que pretendía entrar como alumno en la Academia. Si después de esto el discípulo seguía teniendo su propósito, y si no se había perdido a lo largo de la clase, lo aceptaba como alumno. Platón dio esta clase a Dionisio, y en la Carta VII nos da cuenta de que Dionisio, a raíz de ello, no quiso saber más del tema. Diógenes Laercio nos cuenta que Dionisio acabó por venderlo como esclavo; y un amigo suyo de Cirene, un tal Anniceris, pagó, lo rescató y lo envió libre de nuevo a Atenas.

De regreso de su primer viaje a Siracusa, Platón fundó a Academia, la cual rivalizaba con las diferentes escuelas de retórica de su tiempo, como la de Isócrates (gran orador, pero con un grave problema y es que tenía voz de pito). No sabemos muy bien como estaba organizada la academia platónica; pero si tenemos constancia de que que era propiedad de Platón y que estaba consagrada a un dios local, Academo (Ἀκάδημος).

Se sabe que se impartían clases, y podemos saber el tipo de éstas por medio de los textos de Aristóteles, quien fue profesor de la Academia. Se hacían también indagaciones de tipo filosófico; ya que los estudios que en ella se seguían no se limitaban a los filosóficos propiamente dichos, sino que abarcaban gran cantidad de ciencias auxiliares, tales como las matemáticas, la astronomía y las ciencias físicas; los miembros de la escuela se reunían en el culto común a las Musas.

Platón estaba convencido de que el mejor entrenamiento para la vida pública no consiste en las prácticas puramente sofísticas, sino más bien en la prosecución de la ciencia por sí misma. Las matemáticas, aparte de su importancia para la filosofía de las Ideas platónicas, ofrecían un campo abierto al estudio desinteresado, y habían alcanzado ya un alto nivel de desarrollo entre los griegos. Entendía Platón que el político así formado no será un oportunista a merced de las ocasiones, sino que actuará firmemente y sin miedos, de acuerdo con convicciones fundadas en verdades eternas e inmutables. A la Academia no solo iban jóvenes de Atenas, sino también de otras ciudades. Vivían en ésta los más grandes matemáticos de la época; los Elementos de Euclides nos cuentan las grandes investigaciones que se hicieron al respecto. Teodoro de Cirene, Teeteto y Eudoxó, teniendo sus propias escuelas, se fueron a vivir con Platón a la Academia; Platón no exigía una ortodoxia dogmática, sino que era totalmente tolerante respecto a las diferentes ideas de sus discípulos y profesores de la Academia.

Platón, por ejemplo, no tuvo ningún inconveniente en dejar a Eudoxó al mando de la academia cuando fue a sus viajes a Sicilia aunque no sostenía la teoría de las ideas platónica. Cuando Platón muere, de hecho, deja a Espeusipo al mando de ésta; quien sostenía que existían los números (pitagórico), pero no las ideas. En la Academia, sabemos, había un plan de estudios; parece que impartían las ideas que Platón expone en el libro VII de la República (que es lo que tiene que saber los que se han de dedicar a la filosofía así como los  gobernantes).

La Academia se puede entender como la primera universidad europea ya que se trataba de cultivar la sabiduría, y entendían esto como algo digno (por esta razón no se cobraba en la Academia, ya que veían indigno obtener riquezas mediante la enseñanza de la sabiduría). El ciudadano griego entendía que hay que distinguir entre el ocio (es el tiempo que tiene uno para dedicarlo a las propias aficiones, al cultivo y al estudio) y el negocio (lo que uno tiene que hacer para ganarse la vida); por ello les parecía una  barbaridad que los sofistas cobrasen por sus enseñanzas, cuando es algo que pertenece al ámbito del ocio.

martes, 22 de diciembre de 2020

Ortega y Gasset

 


Con forma de libro, Estudios sobre el amor, fue publicado en Buenos Aires (Argentina) en 1939. Se trata de una recopilación de diversos artículos que tratan ese tema. Con las sucesivas ediciones se fue ampliando y enriqueciendo. El objetivo de Ortega es reflexionar sobre el amor como fenómeno y ayudar al nacimiento de una teoría del amor, algo cuya ausencia le llama la atención en su época. Como constata en su primer texto, Facciones del amor: “Desde hace dos siglos se habla mucho de amores y poco del amor. Mientras todas las edades, desde el buen tiempo de Grecia, han tenido una gran teoría de los sentimientos, las dos centurias últimas han carecido de ella”. Hemos añadido un siglo a esa época a la que nos retrotrae este libro y solo podemos confirmar que esto del amor sigue dando qué pensar. Aquí unos puntos de discusión que rescatamos del libro de Ortega y Gasset. 

1 El amor no es posesión. Es lo que lo diferencia esencialmente del deseo. El deseo muere automáticamente cuando se satisface, quizá para renovarse con otra cosa… En el deseo lo que quiero es que el objeto venga a mí, es pasivo, mientras que en el amor, en cambio, soy yo quien va a buscar o al encuentro del objeto. Es activo y es motor gracias a que el amor “es un eterno insatisfecho”, afirma Ortega en Facciones del amor. Promueve la actividad y es fecundo: produce pensamientos y produce movimiento. El amor es el “máximo ensayo que la naturaleza hace para que cada cual salga de sí mismo hacia otra cosa”. El amor es hacia fuera, busca al otro, es generoso, mientras que el deseo es hacia dentro, egoísta. Amor es “estar marchando continuamente de nuestro ser al del prójimo”.

2 El amor es estar ontológicamente con el amado. Por si la palabra da un poco de miedo, Ortega admite “vitalmente”, pero es mejor la otra, la que se refiere al ser. Usa una expresión curiosa, la de “injerto metafísico”. Es buena. El amor te convierte en un híbrido: sigues siendo tú mismo, pero con retazos de otro, como si el doctor Cavadas te pusiera una parte de otra persona para que siguieras siendo tú –que lo seguirías siendo igualmente–, pero vas mejor y necesitas y quieres a esa otra parte de fuera de ti. “Adscrito de una vez para siempre y del todo a otro ser”, eso de regreso de la cirugía y volviendo a las palabras de Ortega.

El amor te hace híbrido, te coloca un “injerto metafísico” con el que quedas “adscrito de una vez para siempre y del todo a otro ser”

 3 El enamoramiento es un fenómeno de la atención y no le sienta demasiado bien a la razón. Si somos una máquina de preferencias y desdenes, Ortega afirma que el enamoramiento es “atención anómalamente detenida en otra persona”. Y que como, por desgracia, la atención no es infinita, esta borra o difumina el resto de las cosas que antes nos ocupaban o interesaban. En realidad, “lo que pasa es que el mundo no existe para el amante. La amada lo ha desalojado y sustituido”. Lo llama “encantamiento”, cuando se pone romántico e “imbecilidad transitoria” cuando arrastra los pies por el suelo.

4 El amor te descubre, te revela. Ortega piensa que por ese sistema de elecciones y preferencias, lo que elegimos –es decir, lo que amamos– revela partes inesperadas o desconocidas de nuestro ser. Y lo hace tanto para nosotros mismos como para los demás. Por eso causan sorpresas las parejas de algunos amigos que consideramos inadecuadas, que no les pegan, se suele oír. “En la elección amorosa revelamos nuestro más auténtico fondo”. Es una manera de contestar, sin palabras, a la pregunta de terapeutas varios: ¿Pero tú qué quieres? Porque en la respuesta sincera de lo que realmente uno quiere va impregnada una buena dosis de lo que uno es.

5 “El amor tiene su ratio”. Tal y como lo entiende Ortega, ese amor que combina percepción, emoción y constitución no es un amor al alcance de todos. Se trataría de algo no tan frecuente y alejado de ese sentimiento más o menos universal. Si se aleja del pack amoroso el montón de sentimientos, sensaciones y emociones que erróneamente se incorporan, “podremos decir sin extravagancia –sostiene Ortega– que el amor es un hecho poco frecuente y un sentimiento que solo pocas almas pueden llegar a sentir (…). Un talento maravilloso que algunas personas poseen , como el don de hacer versos (…). Muy pocos pueden ser amantes y muy pocos amados”.

“En la elección amorosa revelamos nuestro más auténtico fondo”. Es una manera de contestar, sin palabras, a la pregunta de terapeutas varios: ¿Pero tú qué quieres?

6 El amor tiene sus razones. El que ama ve su amor naturalmente justificado. Y encuentra mil razones naturales de/para su amor. Ortega echa mano de Leibniz y establece un paralelismo para explicarlo. Si el inventor de las mónadas afirmaba que el pensamiento no es ciego, sino que piensa una cosa porque ve que es tal y como lo piensa, el que ama lo hace porque entiende que el objeto de su amor no puede dejar de amarse; el amor se presenta como “ineludible” e inexorable.

7 En esto del amor todo está por pensar. En relación con lo anterior, Ortega da cuenta de un fenómeno que, con el paso del tiempo y las redes, no ha hecho más que agudizarse: en amor y en política todo el mundo se considera una autoridad. “¿Qué hubiera sido de la física si cada físico poseyese solo sus observaciones personales?”. Para Ortega, el amor es un tema teórico de primera y, por tanto, difícil –hermético, dice él– para quien se acerque con poca herramienta intelectual. Si se suma que se trata de un tema interesante para un gran número de gente que se arremolinará para sentar cátedra con sus vivencias… caemos en la selva del amor. De él “solo hablará con precisión quien viva a distancia, pero atento y curioso, como el astrónomo hace con el sol. Conocer las cosas no es serlas; ni serlas, conocerlas”.

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Clínico. Zaragoza. Psicoterapeuta. N° Col.: A-1324 Instagram: @psicoletrazaragoza.                  Página Zaragoza Psicólogo

miércoles, 9 de diciembre de 2020

La necesidad de recuperar la plaza pública para la filosofía

 

La necesidad de recuperar la plaza pública para la filosofía

«Nos tenemos que llenar las botas de fango para poder cambiar las cosas. Mas sólo existe una manera de hacerlo, y es a partir de la colectividad, de la demanda social común, activa y libre. De ahí la importancia de la plaza y del espacio público como expresión de las necesidades sociales».
«Nos tenemos que llenar las botas de fango para poder cambiar las cosas. Sólo existe una manera de hacerlo: a partir de la colectividad, de la demanda social común, activa y libre. De ahí la importancia del espacio público como expresión de las necesidades sociales».

“Ahora, di: ¿habría algo peor
para el hombre en la tierra, si no fuera ciudadano?”.
Dante, Divina Comedia, Paraíso, VIII, 115-116

Política, de Aristóteles (Alianza).
Política, de Aristóteles (Alianza).

Poder hablar en comunidad, dejando las relaciones propias de «la casa», de lo privado, se ha convertido en un privilegio en unos tiempos en los que lo cibernético ha ganado paso frente a lo propiamente humano. En la plaza pública es donde no «se habla por hablar», donde existe un tiempo compartido con los otros y de donde se desprenden diversos efectos. Este fue el espíritu primigenio de la polis griega. Lo fundamental es que la obediencia a la ley no se considere como algo irresistible, sino como una obediencia racional. Por eso apuntó Aristóteles que la inteligencia posee un carácter productor respecto al logos, respecto a la palabra y al discurso racional.

Siempre ha existido, y existirá, una tensión entre el deseo más puramente animal y la racionalidad. Cuando prima el primero de estos elementos se da la temida guerra de todos contra todos y es cuando, entonces, «el hombre es un lobo para el hombre». Sin embargo, también como recordaba Aristóteles, hay que hacer que ese deseo se vuelva inteligente, racional, lo cual sólo se consigue cuando la razón dirige al deseo (Sócrates, Platón): de esta manera es como nuestro deseo encuentra su auténtico y más propio lugar. Pero esto no se consigue sin una teoría política, sin que medie aquella polis, una ciudad en la que todos nos situamos ante la ley como iguales.

En la plaza pública es donde existe un tiempo compartido con los otros y de donde se desprenden diversos efectos. Este fue el espíritu primigenio de la polis griega

La filosofía como mediadora entre deseo y racionalidad

Ética a Nicómano, de Aristóteles (Alianza).
Ética a Nicómano, de Aristóteles (Alianza).

La ciudad es el lugar o espacio en el que hay que aceptar ciertas reglas: el espacio del sentido y de las leyes que garantizan que lo que se dice pueda ser comprendido, pero, sobre todo, escuchado. En el lenguaje, decían los griegos, esperamos encontrar lo común (lo koinón), lo que a todos interesa porque a todos repercute: la economía, las propias leyes, las relaciones con otros pueblos, etc. Aristóteles proponía encontrar cierto hábito que nos condujera a la virtud por medio de la adecuada elección; la ética propone una forma de encontrarse con esa virtud y apropiarse –para compartirlo y sembrar la semilla– del bien. Aquí reside el poder de lo común y, en particular, el protagonismo de la filosofía como mediadora entre el deseo y la racionalidad.

Si los componentes de la ciudad, es decir, los seres humanos, no conservan este empuje hacia la virtud, hacia la justicia, se da entonces un progreso constante hacia su propia destrucción. La política, entendida en el sentido griego, es lo que permite que el ser humano alcance, precisamente, su humanidad, su condición más propia: somos animales sociales y políticos porque en la ciudad se gana el espacio donde las palabras y las acciones se dan cita acompañadas de racionalidad. Cuando el logos, la palabra racional, desaparece del escenario público, aparece, entonces, la barbarie, sea esta económica, tecnocrática o tecnológica, en el caso de nuestros días.

En el lenguaje, decían los griegos, esperamos encontrar lo común, lo que a todos interesa: la economía, las leyes, las relaciones con otros pueblos…

El poder nos necesita a todos para ser poder 



La necesidad de recuperar la plaza pública para la filosofía

«Nos tenemos que llenar las botas de fango para poder cambiar las cosas. Mas sólo existe una manera de hacerlo, y es a partir de la colectividad, de la demanda social común, activa y libre. De ahí la importancia de la plaza y del espacio público como expresión de las necesidades sociales».
«Nos tenemos que llenar las botas de fango para poder cambiar las cosas. Sólo existe una manera de hacerlo: a partir de la colectividad, de la demanda social común, activa y libre. De ahí la importancia del espacio público como expresión de las necesidades sociales».

“Ahora, di: ¿habría algo peor
para el hombre en la tierra, si no fuera ciudadano?”.
Dante, Divina Comedia, Paraíso, VIII, 115-116

Política, de Aristóteles (Alianza).
Política, de Aristóteles (Alianza).

Poder hablar en comunidad, dejando las relaciones propias de «la casa», de lo privado, se ha convertido en un privilegio en unos tiempos en los que lo cibernético ha ganado paso frente a lo propiamente humano. En la plaza pública es donde no «se habla por hablar», donde existe un tiempo compartido con los otros y de donde se desprenden diversos efectos. Este fue el espíritu primigenio de la polis griega. Lo fundamental es que la obediencia a la ley no se considere como algo irresistible, sino como una obediencia racional. Por eso apuntó Aristóteles que la inteligencia posee un carácter productor respecto al logos, respecto a la palabra y al discurso racional.

Siempre ha existido, y existirá, una tensión entre el deseo más puramente animal y la racionalidad. Cuando prima el primero de estos elementos se da la temida guerra de todos contra todos y es cuando, entonces, «el hombre es un lobo para el hombre». Sin embargo, también como recordaba Aristóteles, hay que hacer que ese deseo se vuelva inteligente, racional, lo cual sólo se consigue cuando la razón dirige al deseo (Sócrates, Platón): de esta manera es como nuestro deseo encuentra su auténtico y más propio lugar. Pero esto no se consigue sin una teoría política, sin que medie aquella polis, una ciudad en la que todos nos situamos ante la ley como iguales.

En la plaza pública es donde existe un tiempo compartido con los otros y de donde se desprenden diversos efectos. Este fue el espíritu primigenio de la polis griega

La filosofía como mediadora entre deseo y racionalidad

Ética a Nicómano, de Aristóteles (Alianza).
Ética a Nicómano, de Aristóteles (Alianza).

La ciudad es el lugar o espacio en el que hay que aceptar ciertas reglas: el espacio del sentido y de las leyes que garantizan que lo que se dice pueda ser comprendido, pero, sobre todo, escuchado. En el lenguaje, decían los griegos, esperamos encontrar lo común (lo koinón), lo que a todos interesa porque a todos repercute: la economía, las propias leyes, las relaciones con otros pueblos, etc. Aristóteles proponía encontrar cierto hábito que nos condujera a la virtud por medio de la adecuada elección; la ética propone una forma de encontrarse con esa virtud y apropiarse –para compartirlo y sembrar la semilla– del bien. Aquí reside el poder de lo común y, en particular, el protagonismo de la filosofía como mediadora entre el deseo y la racionalidad.

Si los componentes de la ciudad, es decir, los seres humanos, no conservan este empuje hacia la virtud, hacia la justicia, se da entonces un progreso constante hacia su propia destrucción. La política, entendida en el sentido griego, es lo que permite que el ser humano alcance, precisamente, su humanidad, su condición más propia: somos animales sociales y políticos porque en la ciudad se gana el espacio donde las palabras y las acciones se dan cita acompañadas de racionalidad. Cuando el logos, la palabra racional, desaparece del escenario público, aparece, entonces, la barbarie, sea esta económica, tecnocrática o tecnológica, en el caso de nuestros días.

En el lenguaje, decían los griegos, esperamos encontrar lo común, lo que a todos interesa: la economía, las leyes, las relaciones con otros pueblos…

El poder nos necesita a todos para ser poder 

Sobre la violencia, de Hannah Arendt (Alianza).
Sobre la violencia, de Hannah Arendt (Alianza).

En palabras de Hannah Arendt, el poder no tiene que ver con la obediencia o la soberanía, sino con un tejido de acciones y de discursos: nadie posee el poder en propiedad. Todos albergamos ese poder al hablar sobre lo justo y lo injusto, al hablar pero sobre todo al actuar: el poder nos necesita a todos para poder constituirse, propiamente, como poder. El poder nunca es real si no es concedido por quienes se hallan bajo su dominio. De ahí que un poder auténticamente real, efectivo, no pueda nunca ser ejercido desde la violencia. El poder se convierte, entonces, en tiranía. Como dejó escrito Arthur Schopenhauer: «El derecho en sí mismo es impotente por naturaleza impera la fuerza. Atraerla hacia el derecho, de manera que este impere por medio de la fuerza, constituye el problema de la política, y es bien difícil».

Resulta urgente recuperar los espacios públicos, las plazas, como lugar de reunión donde se comparten los asuntos que a todos nos repercuten. El poder de la palabra pierde fuerza cuando no puede ser comunicada públicamente, cuando es incluso manipulada. Vivimos una época sujeta a una suerte de esquizofrenia social e individual: resulta imposible cambiar el sistema, el gobierno, las leyes, etc. sin estar inmerso en todo ello. Es decir, nos tenemos que llenar las botas de fango para poder cambiar las cosas. Mas sólo existe una manera de hacerlo, y es a partir de la colectividad, de la demanda social común, activa y libre. De ahí la importancia de la plaza y del espacio público como expresión de las necesidades sociales. Una sociedad son los individuos que la componen: si no existe la plaza, el lugar de reunión libre y accesible, se pierde nuestra condición humana, que no es más que la de seres sociales que desean vivir lo mejor posible.

«Si los filósofos, a pesar de su necesario extrañamiento de la vida cotidiana y los asuntos humanos, han de llegar alguna vez a una verdadera filosofía política, habrán de convertir la pluralidad humana de la cual surge todo el ámbito de los asuntos humanos, con toda su grandeza y miseria, en el objeto de su thaumadzein [asombro]».
Hannah Arendt

El poder de la palabra pierde fuerza cuando no puede ser comunicada públicamente, cuando es incluso manipulada

La filosofía no calla e invita a pensar y a hablar

Hay un hecho incontrovertible, y es que, durante los últimos años, fuera el Gobierno del color que fuera, la asignatura de filosofía se ha visto puesta en entredicho de una manera constante. Esto quiere decir, irremediablemente, que los poderes establecidos la consideran, de un modo u otro, prescindible. Y es precisamente eso lo que tenemos que poner en cuestión: ¿por qué tanto empeño en hacerla desaparecer de los planes de estudio de los más jóvenes, e incluso intentar (como ya se ha hecho) que algunas facultades de Filosofía perezcan o dependan de otras?

La respuesta debe ser contundente: la filosofía plantea el porqué, no deja al ciudadano inerme, sino que lo dota de herramientas intelectuales con las que pensar no sólo dónde, sino sobre todo cómo vive. Ese cómo, ese modo de hacer las cosas, es lo que piensa fundamentalmente la filosofía, y su papel ha de ser público, ha de estar en la plaza y en los lugares comunes. La filosofía no enseña a pensar, pues todos pensamos, sino que invita a hacerlo de una forma irrenunciable, e invita a hacerlo con (y a veces contra) el otro. La filosofía, por tanto, hoy, ha de ejercerse más que nunca en la plaza pública, en los lugares comunes, en las librerías, en las universidades, en las calles. Lo fundamental de la actitud filosófica no es criticar gratuitamente (o, como muchos dicen, su vertiente crítica), sino cuestionar, con fundamento, aquello que nos parece problemático. En esa común discusión, en la plaza, en lo público, reside la filosofía y su auténtico espíritu: en la sana confrontación de razones entre unos y otros. Por eso el poder la teme tanto, porque la filosofía nunca calla e invita a hablar, a discutir, a pensar y a conocer cuanto nos rodea: cuestionándolo.

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Zaragoza. Gran Vía 32. 3°izqda  Teléfono: 653 379 269