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sábado, 8 de enero de 2022

MITO DE LA CAVERNA

 


Rodrigo Córdoba Sanz Psicólogo Psicoterapeuta Gran Vía Zaragoza.          Teléfono: 653 379 269.                                  Página Web: 🌈Entra y Nos Vemos !! 🕊️    Instagram: @psicoletrazaragoza


El mito de la caverna de Platón es una alegoría sobre la realidad de nuestro conocimiento. Platón crea el mito de la caverna para mostrar en sentido figurativo que nos encontramos encadenados dentro de una caverna, desde que nacemos, y cómo las sombras que vemos reflejadas en la pared componen aquello que consideramos real.

Platón (428 a. de C.-347 a. de C.) también usa esta alegoría para explicar cómo es para el filósofo y maestro guiar a las personas al conocimiento (educación), intentando liberarlas de las ataduras de la realidad de la caverna. Según este filósofo, la gente llega a sentirse cómoda en su ignorancia y puede oponerse, incluso violentamente, a quienes intentan ayudarles a cambiar.

El mito de la caverna se encuentra en el libro VII de la obra República de Platón, escrita hacia el año 380 a. de C. La importancia general de la obra República radica en la exposición de conceptos y teorías que nos llevan a los cuestionamientos sobre el origen del conocimiento, el problema de la representación de las cosas y la naturaleza de la propia realidad.

Resumen del mito de la caverna de Platón

En el mito de la caverna es un diálogo escrito por Platón, en el que su maestro Sócrates y su hermano Glaucón hablan sobre cómo afecta el conocimiento y la educación filosófica a la sociedad y los individuos.

En este diálogo, Sócrates pide a Glaucón que imagine a un grupo de prisioneros que se encuentran encadenados desde su infancia detrás de un muro, dentro de una caverna. Allí, un fuego ilumina al otro lado del muro, y los prisioneros ven las sombras proyectadas por objetos que se encuentran sobre este muro, los cuales son manipulados por otras personas que pasan por detrás.

Sócrates dice a Glaucón que los prisioneros creen que aquello que observan es el mundo real, sin darse cuenta de que son solo las apariencias de las sombras de esos objetos.

Más adelante, uno de los prisioneros consigue liberarse de sus cadenas y comienza a ascender. Este observa la luz del fuego más allá del muro, cuyo resplandor le ciega y casi le hace volver a la oscuridad.

Poco a poco, el hombre liberado se acostumbra a la luz del fuego y, con cierta dificultad, decide avanzar. Sócrates propone que este es un primer paso en la adquisición de conocimiento. Después, el hombre sale al exterior, en donde observa primero los reflejos y sombras de las cosas y las personas, para luego verlas directamente.

Finalmente, el hombre observa a las estrellas, a la luna y al sol. Sócrates sugiere que el hombre aquí razona de forma tal que concibe a ese mundo exterior (mundo de las ideas), como un mundo superior. El hombre, entonces, regresa para compartir esto con los prisioneros en la caverna, ya que siente que debe ayudarles a ascender al mundo real.

Cuando regresa a la caverna por los otros prisioneros, el hombre no puede ver bien, porque se ha acostumbrado a la luz exterior. Los prisioneros piensan que el viaje le ha dañado y no desean acompañarle fuera. Platón, a través de Sócrates, afirma que estos prisioneros harían lo posible por evitar dicha travesía, llegando a matar incluso a quien se atreviera a intentar liberarlos.

Análisis del mito de la caverna de Platón

El mito de la caverna es una alegoría que abarca varios elementos que comporta la teoría de las ideas de Platón y un análisis dividido en 3 dimensiones:

  • la dimensión antropológica (naturaleza humana),
  • la dimensión ontológica (del ser) y epistemológica (del conocimiento) y,
  • la dimensión moral (valorización de la sociedad) y política (forma de gobernar).

La teoría de las ideas de Platón se basa en dos conceptos contrapuestos:

  • El mundo sensible, cuya experiencia se vive mediante los sentidos. Son múltiples, corruptibles y mutables.
  • El mundo inteligible o el mundo de las ideas, cuya experiencia es cosechada mediante el conocimiento, la realidad y el sentido de la vida. Siendo únicas, eternas e inmutables.

Dimensión antropológica

En Platón, cuerpo y alma corresponden a dos dimensiones diferentes. Por un lado, el cuerpo está inmerso en el mundo sensible, que es corruptible y cambiante, mientras que, por otro lado, el alma está unida al mundo de las ideas, que es perfecto e inmutable.

En el mito de la caverna, la dimensión antropológica se refiere a la condición del ser humano, y su forma de conocer. Es dimensión está representada en la naturaleza del prisionero y su cuerpo, su relación con la caverna (mundo sensible), así como en el mundo exterior y la liberación de su alma (mundo de las ideas).

Los prisioneros son una metáfora de las personas que están atadas a sus percepciones y las imágenes que se les presentan. Las sombras son el mundo físico que perciben y que creen es el conocimiento verdadero. Sin embargo, aquello que observan dentro no es más que un conocimiento subjetivo.

Cuando uno de los prisioneros se libera de sus cadenas y sale de la caverna, este viaje representa su ascensión al mundo inteligible, en donde adquiere el verdadero conocimiento.

Lo anterior implica una liberación moral e intelectual del alma de las ataduras y limitaciones ofrecidas por el mundo sensible. Su ascenso desde el interior de la caverna es una metáfora de su paso de la ignorancia al mundo de las ideas. Este paso, según Platón, se puede realizar con la práctica del método dialéctico.

Además, esta ascensión al mundo de las ideas es una búsqueda del conocimiento de sí en el mundo exterior (como se expresa en la frase "conócete a ti mismo).

Dimensión ontológica y epistemológica

La dimensión ontológica se refiere a la naturaleza del ser y la dimensión epistemológica se refiere a la naturaleza, origen y validez del conocimiento.

Cada elemento del mito de la caverna simboliza un nivel del ser y del conocimiento, dentro del dualismo ontológico y epistemológico de Platón. Precisamente, la alegoría de los hombres apresados dentro de una caverna (nivel inferior) y del hombre liberado en el exterior (nivel superior), funciona para explicar su concepción dualista del mundo.

Aquí, el mito de la caverna de Platón nos muestra los niveles para la ascensión al mundo inteligible o la ascensión del Ser.

Dimensión moral y política

Para Platón, el mundo de las ideas es donde el alma del hombre encuentra el conocimiento. Ya que el prisionero liberado presencia el mundo ideal, al ascender y experimentar el exterior de la caverna, este siente el deber de compartir lo vivido. Aquí el sol es una metáfora de la idea del Bien, la cual es la idea más pura de todas.

La caverna es la prisión de la apariencia, de lo puramente sensible, de reflejos e imágenes, mientras que el mundo ideal y la idea del Bien son el verdadero conocimiento. El preso liberado, que ahora es como el filósofo, no puede continuar con un conocimiento basado en la opinión (doxa) derivada de las percepciones.

Teoría del conocimiento y el mito de la caverna

En la República, en los capítulos VI y VII (con la analogía o símil de la línea y la alegoría de la caverna) Platón señala que el origen del conocimiento real se desprende de las ideas.

Sin embargo, el mundo físico, visible o sensible, es un mundo de conocimiento limitado, de opinión. El mito de la caverna expresa la dualidad yacente entre el conocimiento aparente (interior de la caverna) y el conocimiento puro y real (exterior de la caverna).

Ello se traduce en un dualismo epistemológico y otro ontológico:

  • Por un lado, el conocimiento del mundo de las ideas, compuesto por el conocimiento intelectual y el conocimiento discursivo.
  • Por otro lado, el conocimiento del mundo sensible, basado en la opinión, y que está compuesto por la conjetura y la creencia.

La epistemología de Platón (su concepción sobre el conocimiento) va de la mano con su ontología (el ser real de las cosas), siendo que todo aquello que se encuentra en el mundo físico es una copia de una idea inmaterial, que se encuentra en el mundo de las ideas

El conocimiento verdadero

El mundo de las ideas es un mundo de absolutos que son inmutables y que son las esencias de las cosas del mundo físico y es a través de la razón que se puede acceder a este conocimiento.

El conocimiento que compete al mundo de las ideas es un conocimiento verdadero y científico (episteme), sobre lo que es real, y se compone del conocimiento discursivo o dianoia, y el conocimiento propiamente intelectual o noesis:

  • El conocimiento discursivo (dianoia): se relaciona con el razonamiento lógico y matemático, representándose en los objetos (por ejemplo, figuras geométricas).
  • El conocimiento intelectual (noesis): se refiere a la razón, siendo sus objetos las ideas, de una naturaleza inmutable y no es posible encontrarlo en el mundo sensible. Este conocimiento tiene como objeto máximo la idea del Bien.

Fuera de la caverna, el preso liberado observa los reflejos de las cosas, lo que Platón utiliza como una metáfora del conocimiento matemático o discursivo.

El conocimiento propiamente dicho, que es de las ideas, con la idea del Bien como la más importante, se obtiene a través del uso de la razón. El alma tiene acceso a este a través del recuerdo, ya que alguna vez formó parte de este mundo de las ideas.

El conocimiento sensible

En cuanto al mundo sensible, este es un mundo que está en cambio constante. Ello hace imposible que este pueda ser origen de conocimiento en un sentido universal.

El mundo sensible ofrece un tipo de conocimiento que está basado en los objetos físicos y en las imágenes y apariencias. Esto hace que no sea más que un conocimiento individual, en el que los objetos visibles no ofrecen más que un entendimiento de la realidad basado en la opinión o doxa, por lo que se trata de un conocimiento subjetivo.

Platón considera que este tipo de conocimiento se divide en dos partes: la conjetura o eikasía y la creencia o pistis.

La conjetura (eikasía) se basa en la imaginación y suposición, siendo sus objetos las imágenes con una calidad fugaz, y se encuentra presente en la realidad visible.

Por ejemplo, en el mito de la caverna, Platón sugiere que los reflejos y las sombras, y otro tipo de imágenes, ofrecen un conocimiento inmediato que da forma a nuestra perspectiva y convicciones sobre el mundo. Pero dicho conocimiento, es fugaz y no sobre las esencias de las cosas.

En el caso de la creencia (pistis), esta se basa en la observación, siendo sus objetos aquellas cosas materiales que se encuentran en la realidad visible. Además, su naturaleza es transitoria (sus objetos son cambiantes y corruptibles), aunque no tan fugaz como en el caso de la conjetura.

Aquí, los objetos que se experimentan, como el propio cuerpo, son objetos físicos y corruptibles.

El mito de la caverna y la educación

En el mito de la caverna permite explorar la visión que Platón tiene tanto del conocimiento como de la educación.

Ya que el conocimiento real es diferente del conocimiento del mundo aparente, y que también la ascensión al mundo de las ideas permite al filósofo ver lo verdadero, Platón asume que la educación de quienes permanecen en la caverna es responsabilidad de este.

En el mito de la caverna, el prisionero que asciende al mundo exterior, pasa de la oscuridad a la luz, de la ignorancia al conocimiento. Los prisioneros que permanecen dentro son una metáfora de la condición de las personas en la sociedad.


jueves, 9 de diciembre de 2021

Arquetipo de Niño: JUNG


 


El arquetipo del niño. Carl Gustav Jung

Este texto forma parte de un artículo mucho más amplio, el cual aparece en el tomo 9/I de las Obras Completas "Los arquetipos y lo inconsciente colectivo". Aparecen aquí las principales características que encuentran su matriz en el arquetipo del niño. Debemos cuidarnos de confundir este arquetipo con la infancia real, con nuestro pasado. Si bien nuestra infancia se configura sobre el estructural arquetipo, este preexiste a la experiencia personal y abarca mucho más que lo que sentimos o dejamos de sentir en nuestra infancia. En el artículo original Jung hace la siguiente acotación: "Afirmaciones como «El motivo del niño es un recuerdo rudimentario de la primera infancia», y otras similares, no hacen más que dar por sentadas cosas que deberían ser demostradas. Pero si, modificando levemente este enunciado, declaramos: «El motivo del niño es una representación de ciertos aspectos olvidados de nuestra infancia», nos aproximamos más a la verdad. No obstante, dado que el arquetipo es siempre una imagen que incumbe a toda la raza humana y no sólo al individuo, tal vez fuera mejor decir: «El motivo del niño representa el aspecto preconsciente de la infancia de la psique colectiva»". Atendiendo esta advertencia podríamos percibir la infancia y al niño mismo como símbolo de aquellas vivencias que se personifican como una imagen interior de uno mismo, según la cual somos siempre niños.

EL ARQUETIPO DEL NIÑO

Carl Gustav Jung
(Esta traducción procede del libro Espejos del Yo, compilación de Christine Downing. Editorial Kairos. Barcelona 1998. Cuando ha sido necesario, he cambiado la palabra "Yo" por "Sí-Mismo", pues se trata de una desafortunada traducción del término Self, que atraviesa todo el libro)

El abandono del niño

El abandono, el estar a la intemperie, el peligro, etc., corresponden por un lado a las eventualidades de un nimio comienzo y por otro al nacimiento maravilloso y cargado de misterio. Lo dicho describe cierta vivencia psíquica creativa, que tiene por objeto la aparición de un contenido nuevo y todavía desconocido. En la psicología del individuo siempre hay en tales momentos una dolorosa situación de conflicto, en la que la conciencia no parece tener escapatoria, pues aquí siempre vale el tertium non datur [no hay un tercero].

«Niño» significa algo que crece hacia la independencia. No puede conseguirlo sin alejarse del origen; el abandono es pues una condición necesaria, no sólo un suceso eventual. El conflicto no será resuelto por la conciencia que permanece atrapada entre opuestos; por eso requiere un símbolo que indique la necesidad de alejarse del origen. Como el símbolo del niño fascina y conmueve a la conciencia, su efecto liberador la atraviesa y lleva a cabo la separación de la que la conciencia era incapaz.

El símbolo anticipa un incipiente estado de conciencia. Mientras éste no se realiza, el «niño» permanece como proyección mitológica, exigiendo repetición a través del culto y renovación a través del rito.

La invencibilidad del niño

Es una paradoja llamativa de todos los mitos del niño el que, por un lado, el «niño» se halle impotente ante enemigos poderosísimos y continuamente amenazado de aniquilación, y, por otro lado, disponga de poderes que exceden sobradamente lo humano. Tal afirmación está estrechamente relacionada con el hecho psicológico de que el «niño», por un lado, es sin duda «nimio», es decir, desconocido, «sólo un niño», y por otro lado es sin embargo divino. Contemplado desde la conciencia, se trata de un contenido aparentemente insignificante, sin un carácter liberador ni salvador. La conciencia se halla atrapada en su situación de conflicto, y los poderes que allí luchan parecen tan enormes que el «niño», como contenido aislado e incipiente, no guarda relación con ellos. Por eso es fácilmente desestimado y cae de nuevo en el inconsciente. Al menos así ocurriría si las cosas se comportaran de acuerdo con las expectativas conscientes. Pero el mito subraya que ése no es el caso, sino que al «niño» le corresponde una fuerza superior y pese a todos los peligros saldrá inesperadamente airoso. El «niño» nace del seno del inconsciente, engendrado en los cimientos de la naturaleza humana, o mejor aún, de la naturaleza viviente en general. Personifica poderes vitales que están más allá del limitado perímetro de la conciencia; personifica caminos y posibilidades de los que la conciencia, en su unilateralidad, nada sabe, y una globalidad que abarca las profundidades de la naturaleza. Representa el empuje más fuerte e inevitable de todo ser, es decir, el autorrealizarse. Estructurado con todos los poderes instintivos de la naturaleza, es incapaz de alternativas, mientras que la conciencia se halla atrapada en una supuesta capacidad de alternativas. El empuje y la compulsión a autorrealizarse es una ley de la naturaleza, y por tanto de una fuerza invencible, aunque su efecto al principio es nimio e improbable. Esta fuerza se manifiesta en las proezas del niño héroe.

La fenomenología del nacimiento del «niño» siempre apunta de regreso hacia un estado psicológico original de desconocimiento, de oscuridad o crepúsculo, de indistinción entre sujeto y objeto, de identidad inconsciente entre hombre y universo. De ese estado de indistinción procede el huevo de oro, que es tanto hombre como universo, y a la vez ninguno de ambos, sino un tercero irracional.

Los símbolos del Si-mismo se originan en las profundidades del cuerpo y participan de esa materialidad tanto como de la estructura de la percepción consciente. El símbolo es cuerpo viviente, corpus et anima; por eso el «niño» es una fórmula tan apropiada para el símbolo. La singularidad de la psique nunca llega, aunque se acerca, a realizarse completamente, y sin embargo constituye el fundamento indispensable de toda conciencia. Los «estratos» más profundos de la psique pierden su singularidad individual a medida que se adentran en la profundidad y oscuridad. Van hacia «abajo», es decir, se vuelven colectivos a medida que se aproximan a los sistemas funcionales autónomos, hasta universalizarse y extinguirse en la materialidad del cuerpo, o sea en las sustancias químicas. El carbono del cuerpo es en definitiva carbono. Y «hacia abajo» la psique es en definitiva «universo». En este sentido puedo dar toda la razón a Kerényi cuando dice que en el símbolo habla el universo mismo.

Cuanto más arcaico y «profundo», es decir, cuanto más fisiológico es el símbolo, tanto más colectivo y universal, tanto más «material» es. Cuanto más abstracto,diferenciado y específico es, tanto más se aproxima su naturaleza a la singularidad e individualidad consciente, tanto más se deshace de su universalidad. Finalmente, en la conciencia corre el peligro de convertirse en mera alegoría que no traspase el marco de la opinión consciente y se halla expuesto a todos los posibles intentos de explicación racionalista.

El hermafroditismo del niño

Es un hecho notable el que quizá la mayoría de los dioses cosmogónicos sean de naturaleza bisexual. El hermafrodita no significa otra cosa que una unión de los opuestos más fuertes y llamativos. Inicialmente esta unidad apunta de regreso hacia un estado primitivo del espíritu, en cuya madrugada las distinciones y oposiciones estaban aún poco separadas o completamente fusionadas. Sin embargo, a medida que aumenta la claridad de la conciencia, los opuestos se distinguen y escinden de modo creciente. Ahora bien, si el hermafrodita sólo fuera un producto de la indiferenciación primitiva, debería esperarse que quedara pronto eliminado con el desarrollo de la cultura. Pero esto no es de ningún modo así; por el contrario, en los niveles de cultura elevados y más altos, la fantasía se ha ocupado de esta idea una y otra vez.

Aquí ya no se puede tratar de la persistencia de un fantasma primitivo, de una originaria contaminación de opuestos. Antes bien, como podemos ver en las obras medievales, la idea originaria se ha convertido en símbolo de la unión constructiva de opuestos, un verdadero «símbolo unidor». En su significado funcional, el símbolo ya no señala hacia atrás, sino hacia delante, hacia una meta todavía no alcanzada. Despreocupado de su monstruosidad, el hermafrodita se ha convertido en un superador de conflictos y portador de sanación, significado que ya alcanzó en niveles relativamente tempranos de la cultura. Este significado vital aclara por qué la imagen del hermafrodita no se extinguió en los tiempos primigenios sino que, por el contrario, supo afirmarse a través de los milenios con una creciente profundización de su contenido simbólico. El hecho de que una representación tan tremendamente arcaica ascendiera a tal altura de significado no sólo indica la fuerza vital de las ideas arquetípicas, sino que también demuestra la validez de la afirmación de que el arquetipo media como unidor de opuestos entre los fundamentos del inconsciente y la conciencia. Tiende un puente entre la conciencia actual, amenazada de desarraigo, y la plenitud natural, inconsciente e instintiva de los tiempos primigenios. A través de esta mediación la unicidad, singularidad y unilateralidad de la conciencia individual actual se conecta de nuevo con las raíces naturales y tribales. El progreso y el desarrollo no son ideales que haya que rechazar; pero pierden su sentido cuando el hombre llega al nuevo estado sólo como un fragmento de sí mismo, olvidando todo su trasfondo y todo lo esencial en la sombra del inconsciente, en un estado de primitividad o de barbarie. La conciencia escindida de sus orígenes, incapaz de corresponder al sentido del nuevo estado, se hunde entonces con demasiada facilidad en una situación peor que aquella de la que la innovación pretendía liberarla -exempla sunt odiosa!

En el curso del desarrollo cultural, el ser primigenio bisexual se convierte en símbolo de la unidad de la personalidad, del Si-mismo, donde se apacigua el conflicto de opuestos. De este modo, el ser primigenio se convierte en la meta lejana de la autorrealización del ser humano, habiendo sido ya desde el principio una proyección de la plenitud inconsciente.

El niño como principio y final

El «niño» es a la vez un ser del principio y del final. El ser inicial estaba antes del hombre; el ser final está después del hombre. Psicológicamente, esta afirmación significa que el «niño» simboliza la esencia preconsciente y postconsciente del hombre. Su esencia preconsciente es el estado inconsciente de la más temprana infancia; la esencia postconsciente es una anticipación por analogía de lo que hay después de la muerte. En esta idea se manifiesta la esencia omniabarcante de la totalidad del alma. La totalidad no se halla nunca circunscrita a la conciencia, sino que abarca la indeterminada e indeterminable extensión del inconsciente. Así pues,empíricamente, la totalidad es de una extensión imprevisible, más antigua y más joven que la conciencia, a la que abarca en el tiempo y el espacio. Esto no es ninguna especulación, sino una experiencia inmediata del alma. Los procesos inconscientes no sólo acompañan, sino que a menudo guían, promueven o suspenden el proceso consciente. El niño tenía vida anímica antes de tener conciencia. El propio adulto todavía dice y hace cosas cuyo significado sólo más tarde entenderá -si puede. Y aun así, parece que las diga y haga a sabiendas. Nuestros sueños continuamente dicen cosas que están más allá de nuestra mentalidad consciente (por eso pueden ser tan útiles en la terapia de las neurosis). Nos llegan intuiciones y percepciones de fuentes desconocidas. Se nos presentan miedos, humores, intenciones y esperanzas cuyas causas no son claras. Estas experiencias concretas forman los pilares de los sentimientos, que nunca conocemos bastante, y dan lugar a la dolorosa suposición de que podemos darnos sorpresas a nosotros mismos.

El hombre primitivo no es ningún enigma para sí mismo. La cuestión acerca del hombre es siempre la última pregunta que el hombre plantea. El hombre primitivo tiene tanto contenido anímico fuera de la conciencia, que la experiencia de algo psíquico exterior a él le resulta mucho más familiar que a nosotros. La conciencia cercada por poderes psíquicos que la sostienen y amparan o que la engañan y amenazan es una experiencia primordial de la humanidad. Esta experiencia se ha proyectado en el arquetipo del niño, que expresa la totalidad del hombre. Es lo abandonado y expuesto a la intemperie, y a la vez lo divinamente poderoso; el comienzo nimio y dudoso y el final triunfante. El «niño eterno» en el hombre es una experiencia indescriptible, una incongruencia, una desventaja y una prerrogativa divina; algo imponderable que manifiesta la última palabra y no-palabra de una persona.

sábado, 3 de julio de 2021

Pensamientos de Carl Jung

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Psicoterapeuta y Psicoanalista. Zaragoza. Presencial y Online. IG: @psicoletrazaragoza Página Web: www.rcordobasanz.es 


“Tu visión devendrá mas clara solamente cuando mires dentro de tu corazón…

Aquel que mira afuera, sueña. Quién mira en su interior, despierta.”
*

“El inconsciente no es algo malo por naturaleza, es también la fuente de bienestar.

No sólo oscuridad sino también luz, no sólo bestial y demoníaca, sino también espiritual y divina.”

*

“El zapato que le ajusta a un hombre le aprieta a otro;
no hay receta para la vida que funcione en todos los casos”

*

“El encuentro de dos personas es como el contacto de dos sustancias químicas:

si hay alguna reacción, ambas se transforman”

*

“El conocimiento descansa no solo sobre la verdad

sino también sobre el error.”

*

“Todo lo que nos irrita de otros nos lleva
a un entendimiento de nosotros mismos.”
*

“La vida no vivida es

una enfermedad de la que se puede morir.”

*

“El sueño es la pequeña puerta escondida

en el más profundo y más íntimo santuario del alma.”

*

“Desde la mitad de la vida hacia adelante,

solo permanece vital aquel que está preparado para morir con vida.”

*

“Aún una vida feliz no es factible sin una medida de oscuridad,

y la palabra felicidad perdería su sentido si no estuviera balanceada con la tristeza.

Es mucho mejor tomar las cosas como vienen, con paciencia y ecuanimidad.”

*

Carl Gustav Jung

viernes, 15 de enero de 2021

Las entrañas de C.G. Jung

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Clínico y Psicoterapeuta. rcordobasanz@gmail.com. Página Web: Psicólogo Clínico Zaragoza



A 57 años de su muerte, recordamos a Jung con la que tal vez sea la entrevista más emotiva y memorable que se tiene documentada en video.

Carl Jung es una de las personas que más han hecho para restaurar el alma en el mundo moderno e incrementar la conciencia del ser humano. O como dice esta memorable entrevista de la BBC : "La historia lo recordará como uno de los médicos más grandes de todos los tiempos".

Y es que Jung era psiquiatra, pero sabía, como uno de sus grandes precursores, el también suizo Paracelso, que "aquel que cura el alma es más grande que aquel que solo cura el cuerpo".

La entrevista fue realizada en su casa en el Lago Zurich en 1959, lugar en el que Jung construyó un pequeño castillo: la Torre de Bollingen, donde inscribió una serie de enigmáticas frases de alquimia y filosofía.

Es un placer ver a Jung a los 84 años hablar sobre su vida y su trabajo con una lucidez y una serenidad que muestran cómo sus experiencias se convirtieron en sabiduría.

Jung narra el primer momento en el que tomó conciencia de su propia individualidad, a los 11 años, lo que describe como "salir de una niebla" para decir con asombro y firmeza: "yo soy, yo sé que soy". Jung dice, ante la pregunta de si cree en Dios, que no necesita creer: "Sé".

Es fascinante notar cómo su interés infantil por la arqueología, como si fuera una señal de su propio daimon o por lo menos un heraldo de su vocación, se transformó en su estudio de la profundidad de la psique humana, específicamente de los arquetipos y el inconsciente colectivo, una forma de arqueología de la mente.

O ese "aspecto impersonal de la psique", como dice en la entrevista, al contar también cómo surgió su idea del inconsciente colectivo después de relacionar lo que le dijo un paciente esquizofrénico sobre el origen del viento en el Sol con una liturgia mitraica que encontró en un libro publicado posteriormente, la cual hacía exactamente la misma referencia pero que no podía haber sido consultada por su paciente ya que no existía una traducción antes de esa fecha.

"Hay partes de la psique que no están limitadas al tiempo y al espacio", explica Jung, por lo cual no podemos estar seguros de que la muerte es el final y es concebible que la psique siga existiendo en alguna forma de vida más allá del tiempo y el espacio. Esto está relacionado con su filosofía de que debemos de ver a la muerte como el objetivo, "la gran aventura que yace por delante", y no como algo de lo cual se debe huir.

https://youtu.be/eTBs-2cloEI  Entrevista de Jung a la BBC.

Pensar sobre la muerte, pensar de esta forma, "hace que nos sintamos mejor", dice Jung, haciendo eco de la idea de Sócrates de que la filosofía es esencialmente "una meditación sobre la muerte"; la muerte es lo que da significado a nuestra vida y nos coloca en el centro de la reflexión sobre la naturaleza del alma.

La parte climática de la entrevista viene cuando el periodista John Freeman le pregunta: "Mientras que el mundo avanza hacia mayor eficiencia técnica, parece cada vez más necesario que las personas se comporten colectiva y comunalmente, ¿cree usted que es posible que el máximo desarrollo del hombre sea sumergir su propia individualidad en una forma de conciencia colectiva?", a lo que Jung contesta:

"Eso es poco probable. Creo que habrá una reacción --una reacción se establecerá en contra de esta disociación comunal. ¿Sabes?, el hombre no soporta para siempre su anulamiento.

En algún momento, habrá una reacción, y la veo estableciéndose cuando pienso en mis pacientes, todos buscan su propia existencia y afirman su existencia en contra de una completa atomización hacia la nada o hacia la falta de significado [meaning]. El hombre no puede soportar una vida sin significado."

Así acaba de manera apropiada esta entrevista con una de las grandes enseñanzas de Jung: que el hombre necesita encontrar significado para poder continuar su camino en el mundo.

Sin significado no hay salud, no hay evolución, no hay crecimiento espiritual. Más allá de las necesidades materiales de subsistencia, la psique necesita también satisfacer sus necesidades y es capaz de subordinar a la materia con tal de conseguir lo que necesita.

De no encontrar este significado (o sentido, el término meaning admite ambas traducciones), ese alimento vital de la psique, la existencia se desvanece y marchamos como autómatas hacia el Leteo. Tal vez esto ocurre porque el significado es el campo a través del cual la psique habita en el mundo o, dicho de otra forma, el significado es la forma en la que el alma se hace manifiesta.

El significado es en el pensamiento de Jung, haciendo eco de la traducción de Richard Wilhelm, lo mismo que el Tao.





jueves, 15 de noviembre de 2012

Carl Gustav Jung

El fanatismo es una sobrecompensación de la duda. Ciencia es el arte de crear ilusiones convenientes, que el necio acepta o disputa, pero de cuyo ingenio goza el estudioso, sin cegarse ante el hecho de que tales ilusiones son otros tantos velos para ocultar las profundas tinieblas de lo insondable. La creación de algo nuevo no se logra con el intelecto, sino por el instinto lúdico que actúa desde una necesidad interior. La mente creativa juega con los objetos que ama. El hombre que no percibe el drama de su propio fin no está en la normalidad sino en la patología, y tendría que tenderse en la camilla y dejarse curar. El inconsciente es la historia de la humanidad desde los tiempos inmemoriales. El inconsciente puede reservar mensajes esenciales para los oídos que sepan ponerse a la escucha. El intelecto por sí solo difícilmente puede abarcar toda la mente. El zapato que va bien a una persona es estrecho para otra: no hay receta de la vida que vaya bien para todos. Lo peor que le puede ocurrir a cualquiera es que se le comprenda por completo. Un hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones, no las ha superado nunca. La vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir. Todos nacemos originales y morimos copias.
Esta depresión -los handicaps, lo pesos pesando sobre nosotros- quizá sea lo que permita brotar de nuestras vidas las fuerzas vitales y enciendan nuestro corazón con nueva conciencia. A menudo veo las luchas por las que he transitado como mis mayores bendiciones, y creo que toda persona realmente reflexiva puede decir lo mismo. Las horas de adversidad son horas que nos hacen fuertes... En este sentido, las condiciones duras pueden ser para todos los individuos como un pequeño toque de pedernal que golpea para encender el fuego real de la vida. Cada día y en todas partes escuchamos cómo la gente se queja de la miseria de la existencia mientras ante nosotros emerge la imagen de un mundo desmontado del que casi creemos que es así. ¿No es tiempo ya de dejarnos imbuir de otros conceptos, crear cuadros diferentes que nos muestren la obra de una mano Divina y que nos lleva hacia su propósito? Una actitud así cambiaría definitivamente todo el sentido de nuestras vidas. Thomas Carlyle, Heroes and the Cult of Heroes.
Tanto Jung como Freud fueron pioneros en el campo de la psicología profunda. Estudiantes de psicología junguiana que se entrenan para ser analistas en cada uno de los muchos institutos junguianos del mundo estudian las bases de los conceptos freudianos, pero aprenden a verlos como limitados, cortos de vista, unilaterales y doctrinarios. A través de su vida Jung mantuvo la satisfacción de ser Jung y no un "junguiano". Nunca quiso codificar sus descubrimientos ya que él mismo permanecería continuamente en proceso de observación de algo nuevo acerca de la psique humana, una entidad viva y evolutiva a la que no es posible atrapar en una red de categorías o sistemas. Reiteró constantemente a sus estudiantes que, como analistas, debían echar de sus mentes todo lo que habían aprendido acerca de los principios generales de la psicología profunda. En lugar de eso era necesario concentrarse por completo en la unidad del paciente individual que llegaba a la consulta.
Four Seasons -Vivaldi-

domingo, 22 de abril de 2012

"Dialéctica del Yo y del Inconsciente"

"Tu visión devendrá mas clara solamente cuando mires dentro de tu corazón... Aquel que mira afuera, sueña. Quién mira en su interior, despierta". C.G. Jung. "El zapato que va bien a una persona es estrecho para otra: no hay receta de la vida que vaya bien para todos". C.G. Jung.
Editada por vez primera en 1934, esta obra condensa veinteiocho años de experiencia psicológica y psiquiátrica. En ella Jung encara la descripción del proceso por el cual el inconsciente, en sus relaciones con el yo, desenvuelve una evolución de la psique. Dicha evolución se estudia a dos niveles: el del individuo y el del mundo colectivo. Jung no participa de la teoría freudiana según la cual el inconsciente estaría únicamente constituido por las tendencias infantiles reprimidas. Aunque admite que estas tendencias son las que surgen con más relieve, afirma que el inconsciente contiene otras dimensiones. Comprende los materiales que, sin ser reprimidos, no han alcanzado el umbral de la conciencia. Analizando los sueños de sus pacientes, descubre huellas de representaciones arcaicas que le parecen independientes de toda adquisición personal. Designará a la misma como arquetipos revivificados y empleará al respecto la noción de inconsciente colectivo. Estos contenidos psíquicos suprapersonales ejercen, según el autor, una gran fascinación sobre lo consciente. Las representaciones colectivas se encuentran en la fuente de las frases publicitarias, como de las expresiones poéticas y del lenguaje religioso. Ciertas modificaciones bruscas de la personalidad, como las conversiones imprevistas, provenían de la atracción de una imagen colectiva. Así, para Jung, el espíritu humano es un fenómeno a la vez individual y colectivo. Para alcanzar una verdadera individuación -que Jung designa como la "realización del sí- es necesario operar una liberación con respecto a las formas falsas que rodean a la personalidad y también con respecto a la fuerza sugestiva de las imágenes inconscientes. En el hombre adulto, la influencia de la imagen parental tiende a ser reemplazada por la de la mujer. De acuerdo con el autor, la imagen de la mujer se encuentra fijada hereditariamente en el alma del hombre; constituye la parte femenina inconsciente de su psique, su anima. El hombre no llega a diferenciarse del anima más que al precio de grandes esfuerzos porque esta es invisible y difícilmente discernible. A la inversa del hombre, la mujer adquiere como elemento de compensación un carácter masculino, el animus. Este es una suerte de condensación de todas las experiencias acumuladas por la línea ancestral femenina al contacto con el hombre; pero también es un ser creador, capaz de fecundar el costado femenino del hombre. El anima y el animus no son, según Jung, más que complejos personificados. Deben ser reconocidos y aceptados en tanto personalidades parcelarias relativamente independientes. El verdadero nosotros mismos, el sí, no es, según Jung, más que una esencia incognoscible. Podríamos decir que es "Dios en nosotros". El yo que ha recorrido su individuación se resiente como objeto de un sujeto desconocido que lo engloba. Para Jung es indispensable andar, en el ámbito psicológico, más allá de lo científicamente conocido. En definitiva, percibe el sí como cualquier cosa de lo irracional a la que adhiere el yo y alrededor de la cual este gira como la Tierra alrededor del Sol. Quienes alcanzan esta percepción habrán logrado la finalidad de la individuación. Acompañamiento musical de Dare, banda galesa de rock melódico. La canción se titula "Belief": http://youtu.be/toOUx1X8_ks

sábado, 31 de marzo de 2012

Inconsciente Colectivo

Propuesta por Jung, la noción de inconsciente colectivo desarrolla la de inconsciente individual (largamente analizada por Freud), al tiempo que rompe con ella. Después de haber sido considerado heredero del fundador del psicoanálisis, hacia 1913 se separa de su maestro al comprobar que "las obsesiones de Freud no son, forzosamente, las de todo el mundo". Atraído de joven por los fenómenos irracionales (su tesis trata de "La psicopatoogía de los fenómenos llamados ocultos", 1902), considera demasiado parcial la concepción freudiana de la líbido para explicar todo lo que puede ocurrir en el psiquismo humano.
El menosprecio de Freud por "el impuro embate del ocultismo", incita a Jung a buscar, más allá del yo y sus complejos, en el trasfondo de las civilizaciones, los mitos populares y las leyendas milenarias. A semejanza de Freud, adjudica una gran importancia a los sueños, pero para buscar en ellos, a luz de los materiales históricos, los símbolos colectivos, por otra parte más ricos, según él, que los "deseos reprimidos" de un individuo. A medida que se penetra en el psiquismo, se atraviesan niveles: la persona (o personaje social), la sombra (o el conjunto de lo inconsciente) y, finalmente, el inconsciente colectivo.
Es verdad que Freud admite la existencia de un inconsciente colectivo (prueba de ello es "Tótem y Tabú"), pero jamás reconoce su valor terapéutico. Por el contrario, Jung ve allí la base más profunda y más importante del psiquismo humano, donde se acumulan todos los mitos, los símbolos y las imágenes del pasado, a los que el psicoanalista de Basilea denomina "arquetipos".
Estos son los dinamismos inconscientes que modelan el flujo psíquico informe; contienen, según Jung, una fuerte carga emocional de orden "sagrado". Pero los arquetipos, que permiten al mundo tomar conciencia de sí mismo a través del yo, pueden volverse peligrosos para la conciencia individual. Dominan la psique de una manera profundamente inconsciente. Este es, sobre todo, el caso del arquetipo de los padres.
Jung define el arquetipo como un "drama en escorzo". El campo del inconsciente colectivo está compuesto por los mismos elementos para todos los hombres. De tal modo, Jung pudo "prever" el advenimiento del nazismo en Alemania, a través de los problemas que acosaban el espíritu de sus pacientes entre 1920 y 1930. El arquetipo es un factor "psicoide" mediante el cual se establece el paso del mundo interior al exterior. Así, el descubrimiento del inconsciente colectivo corresponde a la crisis de la civilización contemporánea.
Para acceder a la autonomía, el hombre debe integrar los arquetipos del inconsciente. Este "proceso de individuación" es el resultado de toda una experiencia sembrada de emboscadas que apuntan a la "totalidad". Si bien de tendencia netamente mística, hasta ocultista, Jung considera que "el empirista no tiene nada que decir de la relación entre Sí y Dios". La inmersión en el "inconsciente colectivo" concluye, en el caso de Jung, por devolverle la dignidad a la alquimia ("Psicología y alquimia", 1944) y a la noción cristiana de "alma".

domingo, 20 de diciembre de 2009

Inconsciente colectivo

El silencio
Oye, hijo mío, el silencio
Es un silencio ondulado,
un silencio,
donde resbalan valles y ecos
y que inclina las frentes
hacia el suelo.
Federico García Lorca
El inconsciente colectivo es la parte del alma que se puede distinguir del inconsciente personal, ya que no debe su existencia a una experiencia propia y por eso no es una adquisición personal. Mientras que el inconsciente personal en lo esencial consiste en contenidos que fueron conscientes en algún momento pero salieron del consciente porque se olvidaron o reprimieron, los contenidos del inconsciente colectivo nunca fueron conscientes y por eso nunca fueron adquiridos individualmente.
El modelo del mundo en el que nace un individuo ya le es innato como imagen virtual. Y de esta manera le son innatos padres, mujer, hijos, nacimiento y muerte como imágenes virtuales, como disposiciones psíquicas (como arquetipos). Estas categorías aprióricas son por supuesto de naturaleza colectiva, son imágenes de padres, mujer e hijos en general... De alguna manera son el resultado de todas las experiencias del linaje de nuestros ancestros.
Peter Bourquin. Constelaciones Familiares. Desclée de Brouwer, Bilbao, 2007.