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jueves, 3 de marzo de 2022

KANT: METAFÍSICA

 




  • Hay dos cosas que son independientes de nuestra experiencia y, al menos, necesarias: el espacio y el tiempo. El pensamiento humano debe presuponer el tiempo y el espacio para poder reconocer algo.
  • El hombre dispone de algunas formas básicas del juicio: las categorías. Con ellas estructuramos nuestras percepciones y nuestros conocimientos.
  • El concepto revolucionario de Kant: el modo en que vemos el mundo depende de nuestras percepciones y de nuestro entendimiento. Sin embargo, nunca podremos saber si las cosas en sí mismas son como las percibimos.
  • Debido a este cambio en el pensamiento filosófico de la época, Kant suele ser definido como el Copérnico de la filosofía.
  • La existencia (o la inexistencia) de las cosas que se encuentran fuera del mundo de los sentidos (por ejemplo, el alma o Dios) no puede ser comprobada por la razón.
  • A pesar de ello, podemos y debemos pensar estas ideas reguladoras, y debemos hacerlo con la ayuda de la razón.
  • La filosofía kantiana fue revolucionaria y marcó una época: a partir de Kant, se desarrolló el idealismo alemán (Fichte, Hegel, Schelling).
Resumen
En el campo de batalla de la metafísica
Los seres humanos piensan; eso los diferencia de los animales. Sin embargo, el entendimiento y la razón también traen aparejados grandes problemas: las personas se topan con preguntas que no pueden responder, y cuestionamientos que resultan indispensables (como la interrogante sobre el origen del universo o la existencia de Dios), cuya respuesta les está vedada. Estas son las preguntas que investiga la metafísica, las preguntas acerca de lo que se esconde detrás de los objetos físicos. Todo lo que existe en el mundo es físico. Todo lo que está más allá de él (por ejemplo, el sentido de la vida) pertenece al área de la metafísica (meta = más allá). Esto incluye una pregunta crucial: ¿qué somos capaces de conocer? Los racionalistas acatan el dictamen de la razón, y los empiristas deben experimentar todo antes de considerarlo como verdadero. La Crítica de la razón pura busca reconciliar a estos dos enemigos en el campo de batalla de la metafísica. Su objeto es la prueba (crítica) de las posibilidades de adquirir conocimiento sin basarnos en las experiencias (lo que lo hace puro).

La revolución copernicana
Cuando se trata de conocimiento, nos encontramos frente a un problema básico: los investigadores y el objeto de estudio se encuentran en una determinada relación, pero ¿cuál es esa relación? Antes se creía que la comprensión humana se regía por los objetos que estudia. En otras palabras, la comprensión absorbe todo lo que se puede descubrir. Necesariamente, el hombre debe darse por vencido cuando se topa con fenómenos que no puede procesar a través de la comprensión.

“(...) me atrevo a decir que no debería haber una sola tarea metafísica que no se pudiera resolver aquí o que al menos no pudiera proporcionar la llave para su resolución””.
Una teoría del conocimiento de este tipo lleva entonces a la equivocación.
Crítica de la razón pura


  • Hay dos cosas que son independientes de nuestra experiencia y, al menos, necesarias: el espacio y el tiempo. El pensamiento humano debe presuponer el tiempo y el espacio para poder reconocer algo.
  • El hombre dispone de algunas formas básicas del juicio: las categorías. Con ellas estructuramos nuestras percepciones y nuestros conocimientos.
  • El concepto revolucionario de Kant: el modo en que vemos el mundo depende de nuestras percepciones y de nuestro entendimiento. Sin embargo, nunca podremos saber si las cosas en sí mismas son como las percibimos.
  • Debido a este cambio en el pensamiento filosófico de la época, Kant suele ser definido como el Copérnico de la filosofía.
  • La existencia (o la inexistencia) de las cosas que se encuentran fuera del mundo de los sentidos (por ejemplo, el alma o Dios) no puede ser comprobada por la razón.
  • A pesar de ello, podemos y debemos pensar estas ideas reguladoras, y debemos hacerlo con la ayuda de la razón.
  • La filosofía kantiana fue revolucionaria y marcó una época: a partir de Kant, se desarrolló el idealismo alemán (Fichte, Hegel, Schelling).

Resumen

En el campo de batalla de la metafísica

Los seres humanos piensan; eso los diferencia de los animales. Sin embargo, el entendimiento y la razón también traen aparejados grandes problemas: las personas se topan con preguntas que no pueden responder, y cuestionamientos que resultan indispensables (como la interrogante sobre el origen del universo o la existencia de Dios), cuya respuesta les está vedada. Estas son las preguntas que investiga la metafísica, las preguntas acerca de lo que se esconde detrás de los objetos físicos. Todo lo que existe en el mundo es físico. Todo lo que está más allá de él (por ejemplo, el sentido de la vida) pertenece al área de la metafísica (meta = más allá). Esto incluye una pregunta crucial: ¿qué somos capaces de conocer? Los racionalistas acatan el dictamen de la razón, y los empiristas deben experimentar todo antes de considerarlo como verdadero. La Crítica de la razón pura busca reconciliar a estos dos enemigos en el campo de batalla de la metafísica. Su objeto es la prueba (crítica) de las posibilidades de adquirir conocimiento sin basarnos en las experiencias (lo que lo hace puro).

La revolución copernicana

Cuando se trata de conocimiento, nos encontramos frente a un problema básico: los investigadores y el objeto de estudio se encuentran en una determinada relación, pero ¿cuál es esa relación? Antes se creía que la comprensión humana se regía por los objetos que estudia. En otras palabras, la comprensión absorbe todo lo que se puede descubrir. Necesariamente, el hombre debe darse por vencido cuando se topa con fenómenos que no puede procesar a través de la comprensión.

“(...) me atrevo a decir que no debería haber una sola tarea metafísica que no se pudiera resolver aquí o que al menos no pudiera proporcionar la llave para su resolución””.

Una teoría del conocimiento de este tipo lleva entonces a la equivocación, del mismo modo en que las personas en tiempos de Copérnico se equivocaron al pensar que las estrellas giraban alrededor del Sol. Se trataba de una afirmación basada en la observación, pero que se contradecía con los cálculos del astrónomo Copérnico, quien cambió completamente el modo de ver las cosas: el Sol no gira alrededor de la Tierra; la Tierra gira alrededor del Sol. Este giro copernicano, esta revolución del pensamiento, también se produjo en la metafísica: no es la comprensión lo que gira alrededor de las cosas, sino que las cosas giran alrededor de nuestra comprensión. La comprensión es la medida de todo el conocimiento. Por lo tanto, solo comprendemos las cosas que nuestra comprensión puede entender, y solo podemos captarlas del modo en que podemos entenderlas. Esto significa que podemos explicarnos lo inexplicable del mundo por medio de construcciones auxiliares. Si miramos a través de unos binoculares, podemos describir un planeta determinado como objeto en el universo, un planeta rojo o Marte, dependiendo de nuestra educación y conocimiento previo, es decir, dependiendo de nuestra experiencia. El objeto en sí mismo no se modifica por el nombre o los conceptos que usamos para referirnos a él, pero, gracias a ello, podemos llegar a conocerlo.

Juicios analíticos y sintéticos

El punto de partida de nuestro conocimiento son nuestros sentidos. Todo lo que experimentamos o lo que perciben nuestros sentidos es lo que definimos como empírico. Sin embargo, también hay un conocimiento que no surge de la experiencia. Este conocimiento es un conocimiento a priori (en latín, anterior), a diferencia del conocimiento condicionado por la experiencia, que es un conocimiento a posteriori (en latín, posterior). El conocimiento a priori debe ser al mismo tiempo obligatorio y universal. La afirmación “el zaino es un caballo negro” cumple con estas condiciones. Esta oración es, al mismo tiempo, un ejemplo de juicio analítico. El término “analítico” caracteriza juicios en los que el sujeto y el predicado (también: sustantivo y adjetivo descriptivo) coinciden y, necesariamente, se completan (zaino = caballo negro). Lo contrario sucede con los juicios sintéticos: aquí, se agrega información proveniente de la experiencia. En la oración “Mi vecino es un avaro”, de la palabra vecino no se desprende que sea avaro. Solo la experiencia del hablante le permite hacer este juicio (sintético).


¿Cuáles son las condiciones para que se produzca el conocimiento?

Evidentemente, con los juicios analíticos, el hombre gira todo el tiempo sobre su propio eje. Solo los juicios sintéticos le aportan nuevo conocimiento. La pregunta central es: ¿existen juicios sintéticos a priori? La respuesta es un sí definitivo, en la medida en que hablemos de las disciplinas científicas clásicas. En la física, la geometría o las matemáticas, es sencillo probar esta idea. La frase matemática 7+5=12 es universal y obligatoria (es decir, a priori), pero al mismo tiempo, sintética, porque la cifra 12 también se puede componer de otras cifras. ¿Existen estos juicios sintéticos a priori en la metafísica? Si lo hacen, su cientificidad estaría probada. Y ese es, en definitiva, el tema de la Crítica de la razón pura: establecer cuál es la base de todo conocimiento. Se trata de una filosofía trascendental (del latín transcendere, atravesar), que analiza la cuestión sobre las condiciones para que se produzca nuestro conocimiento.

Estética trascendental: la percepción sensorial

Los elementos de la estética trascendental (estética no es aquí la teoría de la belleza, sino que se utiliza en su sentido original, del griego aisthesis, percepción), es decir, de la investigación de los alcances de la percepción, siempre son la razón y la percepción sensorial. Una no tiene sentido sin la otra:


Los conceptos provenientes puramente de la razón, que no pueden llenarse con contenido, están vacíos. La razón necesita de los sentidos para formarse una imagen de la cosa. Por ejemplo: la palabra francesa chien es un término que no significa nada para quien no conoce el idioma. Quien sí lo conoce, lo vinculará con la imagen de un perro.

Las imágenes carentes de conceptos son ciegas. Por ejemplo: quien toma un aparato que no conoce en sus manos y cuya función y finalidad le son desconocidas, solamente tendrá ante sí una cosa. Le falta el concepto asociado con esta imagen ciega.

“La razón humana tiene el particular destino en un tipo de conocimiento: le incomodan las preguntas que no puede rechazar, pues ellas le están dadas por la naturaleza de la razón misma, pero no puede responderlas, pues sobrepasan todo alcance de la razón humana””.

Existen dos imágenes sensoriales que pueden ser pensadas “puramente”, es decir, a priori, y que influyen en nuestra percepción cuando no hay experiencia alguna:


El espacio – La idea del espacio es necesaria. No puede ser dejada de lado. Podemos imaginarnos en una habitación de una casa y eliminar poco a poco los elementos espaciales que la componen, pero, al final, debe quedar un espacio con alguna forma.

El tiempo – Aquí rige lo mismo que para el espacio. Es posible imaginar que determinadas acciones tienen lugar en distintos momentos.


La revolución copernicana del pensamiento

Con su Crítica de la razón pura, Immanuel Kant desató una verdadera revolución. El libro dio origen a la filosofía trascendental y provocó un impacto en sus contemporáneos. El filósofo de Königsberg analiza las bases de nuestra capacidad de pensar y llega a la conclusión de que es limitada. A diferencia de muchos filósofos anteriores a él, con su tratado explica que la razón humana no puede responder preguntas como la de la existencia de Dios o del alma o el origen del mundo. Kant presupone el constructivismo moderno cuando afirma que el ser humano solo dispone de posibilidades limitadas (como si fueran unas gafas) para percibir la realidad. Kant quería reconciliar el empirismo con el racionalismo a través de su filosofía, pero sus asombrados lectores y sus numerosos oyentes en la universidad se quedaron con la deprimente conclusión de que nunca podrían conocer el mundo “verdadero”. Un lector sin formación filosófica difícilmente tiene la posibilidad de entender a Kant. Y, sin embargo, el intento vale la pena: sin Kant es imposible concebir a filósofos como Hegel, Fichte y Nietzsche o la literatura y las teorías estéticas de los clásicos alemanes.

Ideas fundamentales

  • La crítica de la razón pura es la obra principal de Immanuel Kant. Trabajó en ella alrededor de diez años, hasta que finalmente la publicó en 1781.
  • Al principio, el libro no generó impacto, por lo que en 1787 Kant editó una versión compacta y otra ampliada.
  • La obra trata de establecer las bases para la capacidad humana de adquirir conocimiento: ¿Qué podemos y qué no podemos saber? Para poder aprender algo del mundo, necesitamos tanto de los sentidos como de la razón.
  • Hay dos cosas que son independientes de nuestra experiencia y, al menos, necesarias: el espacio y el tiempo. El pensamiento humano debe presuponer el tiempo y el espacio para poder reconocer algo.
  • El hombre dispone de algunas formas básicas del juicio: las categorías. Con ellas estructuramos nuestras percepciones y nuestros conocimientos.
  • El concepto revolucionario de Kant: el modo en que vemos el mundo depende de nuestras percepciones y de nuestro entendimiento. Sin embargo, nunca podremos saber si las cosas en sí mismas son como las percibimos.
  • Debido a este cambio en el pensamiento filosófico de la época, Kant suele ser definido como el Copérnico de la filosofía.
  • La existencia (o la inexistencia) de las cosas que se encuentran fuera del mundo de los sentidos (por ejemplo, el alma o Dios) no puede ser comprobada por la razón.
  • A pesar de ello, podemos y debemos pensar estas ideas reguladoras, y debemos hacerlo con la ayuda de la razón.
  • La filosofía kantiana fue revolucionaria y marcó una época: a partir de Kant, se desarrolló el idealismo alemán (Fichte, Hegel, Schelling).

Resumen

En el campo de batalla de la metafísica

Los seres humanos piensan; eso los diferencia de los animales. Sin embargo, el entendimiento y la razón también traen aparejados grandes problemas: las personas se topan con preguntas que no pueden responder, y cuestionamientos que resultan indispensables (como la interrogante sobre el origen del universo o la existencia de Dios), cuya respuesta les está vedada. Estas son las preguntas que investiga la metafísica, las preguntas acerca de lo que se esconde detrás de los objetos físicos. Todo lo que existe en el mundo es físico. Todo lo que está más allá de él (por ejemplo, el sentido de la vida) pertenece al área de la metafísica (meta = más allá). Esto incluye una pregunta crucial: ¿qué somos capaces de conocer? Los racionalistas acatan el dictamen de la razón, y los empiristas deben experimentar todo antes de considerarlo como verdadero. La Crítica de la razón pura busca reconciliar a estos dos enemigos en el campo de batalla de la metafísica. Su objeto es la prueba (crítica) de las posibilidades de adquirir conocimiento sin basarnos en las experiencias (lo que lo hace puro).

La revolución copernicana

Cuando se trata de conocimiento, nos encontramos frente a un problema básico: los investigadores y el objeto de estudio se encuentran en una determinada relación, pero ¿cuál es esa relación? Antes se creía que la comprensión humana se regía por los objetos que estudia. En otras palabras, la comprensión absorbe todo lo que se puede descubrir. Necesariamente, el hombre debe darse por vencido cuando se topa con fenómenos que no puede procesar a través de la comprensión.

“(...) me atrevo a decir que no debería haber una sola tarea metafísica que no se pudiera resolver aquí o que al menos no pudiera proporcionar la llave para su resolución””.

Una teoría del conocimiento de este tipo lleva entonces a la equivocación, del mismo modo en que las personas en tiempos de Copérnico se equivocaron al pensar que las estrellas giraban alrededor del Sol. Se trataba de una afirmación basada en la observación, pero que se contradecía con los cálculos del astrónomo Copérnico, quien cambió completamente el modo de ver las cosas: el Sol no gira alrededor de la Tierra; la Tierra gira alrededor del Sol. Este giro copernicano, esta revolución del pensamiento, también se produjo en la metafísica: no es la comprensión lo que gira alrededor de las cosas, sino que las cosas giran alrededor de nuestra comprensión. La comprensión es la medida de todo el conocimiento. Por lo tanto, solo comprendemos las cosas que nuestra comprensión puede entender, y solo podemos captarlas del modo en que podemos entenderlas. Esto significa que podemos explicarnos lo inexplicable del mundo por medio de construcciones auxiliares. Si miramos a través de unos binoculares, podemos describir un planeta determinado como objeto en el universo, un planeta rojo o Marte, dependiendo de nuestra educación y conocimiento previo, es decir, dependiendo de nuestra experiencia. El objeto en sí mismo no se modifica por el nombre o los conceptos que usamos para referirnos a él, pero, gracias a ello, podemos llegar a conocerlo.

Juicios analíticos y sintéticos

El punto de partida de nuestro conocimiento son nuestros sentidos. Todo lo que experimentamos o lo que perciben nuestros sentidos es lo que definimos como empírico. Sin embargo, también hay un conocimiento que no surge de la experiencia. Este conocimiento es un conocimiento a priori (en latín, anterior), a diferencia del conocimiento condicionado por la experiencia, que es un conocimiento a posteriori (en latín, posterior). El conocimiento a priori debe ser al mismo tiempo obligatorio y universal. La afirmación “el zaino es un caballo negro” cumple con estas condiciones. Esta oración es, al mismo tiempo, un ejemplo de juicio analítico. El término “analítico” caracteriza juicios en los que el sujeto y el predicado (también: sustantivo y adjetivo descriptivo) coinciden y, necesariamente, se completan (zaino = caballo negro). Lo contrario sucede con los juicios sintéticos: aquí, se agrega información proveniente de la experiencia. En la oración “Mi vecino es un avaro”, de la palabra vecino no se desprende que sea avaro. Solo la experiencia del hablante le permite hacer este juicio (sintético).

¿Cuáles son las condiciones para que se produzca el conocimiento?

Evidentemente, con los juicios analíticos, el hombre gira todo el tiempo sobre su propio eje. Solo los juicios sintéticos le aportan nuevo conocimiento. La pregunta central es: ¿existen juicios sintéticos a priori? La respuesta es un sí definitivo, en la medida en que hablemos de las disciplinas científicas clásicas. En la física, la geometría o las matemáticas, es sencillo probar esta idea. La frase matemática 7+5=12 es universal y obligatoria (es decir, a priori), pero al mismo tiempo, sintética, porque la cifra 12 también se puede componer de otras cifras. ¿Existen estos juicios sintéticos a priori en la metafísica? Si lo hacen, su cientificidad estaría probada. Y ese es, en definitiva, el tema de la Crítica de la razón pura: establecer cuál es la base de todo conocimiento. Se trata de una filosofía trascendental (del latín transcendere, atravesar), que analiza la cuestión sobre las condiciones para que se produzca nuestro conocimiento.

Estética trascendental: la percepción sensorial

Los elementos de la estética trascendental (estética no es aquí la teoría de la belleza, sino que se utiliza en su sentido original, del griego aisthesis, percepción), es decir, de la investigación de los alcances de la percepción, siempre son la razón y la percepción sensorial. Una no tiene sentido sin la otra:

  1. Los conceptos provenientes puramente de la razón, que no pueden llenarse con contenido, están vacíos. La razón necesita de los sentidos para formarse una imagen de la cosa. Por ejemplo: la palabra francesa chien es un término que no significa nada para quien no conoce el idioma. Quien sí lo conoce, lo vinculará con la imagen de un perro.
  2. Las imágenes carentes de conceptos son ciegas. Por ejemplo: quien toma un aparato que no conoce en sus manos y cuya función y finalidad le son desconocidas, solamente tendrá ante sí una cosa. Le falta el concepto asociado con esta imagen ciega.
“La razón humana tiene el particular destino en un tipo de conocimiento: le incomodan las preguntas que no puede rechazar, pues ellas le están dadas por la naturaleza de la razón misma, pero no puede responderlas, pues sobrepasan todo alcance de la razón humana””.

Existen dos imágenes sensoriales que pueden ser pensadas “puramente”, es decir, a priori, y que influyen en nuestra percepción cuando no hay experiencia alguna:

  1. El espacio – La idea del espacio es necesaria. No puede ser dejada de lado. Podemos imaginarnos en una habitación de una casa y eliminar poco a poco los elementos espaciales que la componen, pero, al final, debe quedar un espacio con alguna forma.
  2. El tiempo – Aquí rige lo mismo que para el espacio. Es posible imaginar que determinadas acciones tienen lugar en distintos momentos, pero no podemos eliminar el tiempo de nuestros pensamientos. Toda acción está vinculada con alguna concepción de tiempo.
“El campo de batalla de estas luchas interminables se llama ahora metafísica””.

Por cierto, el tiempo y el espacio no son construcciones auxiliares de nuestro pensamiento (pues serían conceptos), sino que son imágenes, tienen un efecto sensorial en nosotros.

La lógica transcendental: las categorías

La estética trascendental es a la percepción lo que la lógica trascendental es al pensamiento. Esta se pregunta por las leyes o principios del pensamiento que tienen validez a priori. No pueden depender de la experiencia ni de las impresiones sensoriales; deben ser elementales –es decir, no pueden ser compuestas– y deben poder comprenderse de manera integral. Cada vez que usamos nuestra comprensión, hacemos un juicio sobre el mundo. Para ello, hacemos uso de diferentes formas de juicio, denominadas categorías. Existen los siguientes grupos de categorías:

  1. Cantidad: unidad, multiplicidad, totalidad
  2. Cualidad: realidad, negación, limitación
  3. Relación: inherencia y subsistencia, causalidad y dependencia, comunidad
  4. Modalidad: posibilidad/imposibilidad, existencias/inexistencia, obligatoriedad/casualidad

Deducción trascendental

¿Son estas categorías adecuadas? ¿Cómo se explica que las categorías, que son conceptos puros de la comprensión, puedan aplicarse a objetos concretos? De eso se trata la deducción trascendental. Aquí es donde aparece el giro copernicano en el pensamiento, en especial, si tenemos en cuenta el significado del principio de la causalidad.

“Pero, aunque todo nuestro conocimiento se eleve por la experiencia, esto no significa que surja de la experiencia””.

La oración: “El helado se derrite porque brilla el sol” contiene la categoría de la causalidad. Las dos situaciones (el brillo del sol y el helado derritiéndose) pueden percibirse a través de los sentidos, pero la causalidad (el “porque”) no es una impresión sensorial, sino un elemento de la comprensión. La comprensión opera como un sello que imprime las categorías en las percepciones para ordenarlas. Hace hago notable: vincula la objetividad (el derretimiento del helado, el brillo del sol) con la subjetividad (“porque”). Por eso, es posible afirmar que los objetos dependen del modo en que los percibimos.

“La filosofía necesita de una ciencia que determine a priori las posibilidades, los principios y el alcance de todo conocimiento”.

viernes, 17 de diciembre de 2021

Arthur Schopenhauer +FRASES

 



¿Quién fue Arthur Schopenhauer? 

Arthur Schopenhauer fue un filósofo alemán nacido en Danzig, el 22 de febrero de 1788 y fallecido en Fráncfort del Meno, Reino de Prusia, un 21 de septiembre de 1860.

Para su filosofía fueron fuentes de inspiración importantes los grandes pensadores Kant, Platón y Spinoza. Los dos últimos funcionando como puentes con la filosofía oriental, en especial con el budismo, el taoísmo y el vedanta.

A partir de 1836 Arthur Schopenhauer muestra una filosofía opuesta y en disputa contra los desarrollos metafísicos postkantianos de sus contemporáneos. Por ello, se considera que su filosofía es “antihegeliana”.

Su obra más popular y de mayor éxito, Die Welt als Wille und Vorstellung (El mundo como voluntad y representación), se considera entre el circulo literario como una obra maestra de la lengua alemana de todos los tiempos.

Asimismo, se cataloga como el fruto cumbre del idealismo occidental y el pesimismo profundo, los cuales se perciben en los libro de escritores y pensadores de los siglos XIX y XX, tales como: Sigmund Freud, Friedrich Nietzsche, Thomas Mann, Ludwig Wittgenstein, Émile Cioran, Carl Gustav Jung, León Tolstói, Albert Einstein, Jorge Luis Borges, entre otros.

Entre sus obras más destacadas figuran:

El mundo como voluntad y representación (1819)
Parerga y paralipómena (1851)
Sobre la voluntad en la naturaleza (1836)
Los dos problemas fundamentales de la ética (1841)
Sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente (1813)
Sobre la visión y los colores (1816)

Hoy para recordarlo te traemos algunas de las mejores frases y pensamientos Athur Schopenhauer:

El que no ama ya esta muerto.

Toda individualidad es un error.

El egoísmo tiene raíces muy hondas.

La rebeldía es la virtud original del hombre.

La existencia no es más que un episodio de la nada.

La genialidad consiste en la objetividad del intelecto.

Un genio es el que es capaz de ver la idea en el fenómeno.

Las horas del muchacho son más largas que los días del viejo.

El hombre ha hecho de la Tierra un infierno para los animales.

Si el ser humano estuviera destinado a pensar, no tendría oídos.

Una corona de laurel es una corona de espinas revestida de hojas.

Lo que la lluvia es para el fuego, eso es la lástima para la ira.


lunes, 6 de julio de 2020

Immanuel Kant



Considerado como uno de los pensadores más influyentes de la Europa moderna, del último período de la Ilustración y de la filosofía universal. Para Kant su significación pedagógica, en el marco de su filosofía. Kant se decribe la historia de una filosofía de la pedagogía, o 
de una filosofía de la educación o de la formación.

Kant sostiene como tesis pedagógica fundamental que la educación es absolutamente indispensable para el desarrollo de la humanidad. Precisamente por tener todos los seres humanos la libertad, se les ha de acostumbrar pronto a los dictados de la razón.

Considera que el ser humano (como designación genérica) no es otra cosa que lo que de él hace la educación, es decir que el ser humano se educa sólo por medio de otros seres humanos que también han sido a su vez, educados. A unos, la educación les permite recibir una orientación empírica, es decir, hacia aquello que realmente se verifica en la realidad dada; otros, en cambio, se orientarán hacia las profundidades antropológicas, y en consonancia con sus ideas normativas. A este respecto, señala Kant: Una idea no es otra cosa que el concepto de una perfección que aún no se encuentra en la experiencia.

La idea de educación constituye para la praxis de la educación. Hace posible la crítica educativa, escolar y de la enseñanza. Incluso la idea de una educación que desarrolla todas las disposiciones naturales de los seres humanos parece legítima. En la consumación de la educación buena y verdadera está el gran secreto de la verdadera perfección de la naturaleza humana. Para Kant resulta maravilloso imaginar que la naturaleza humana se va a desarrollar cada vez mejor mediante la educación, y que es posible conformar ésta en concordancia con lo humano.
Por eso, la educación ha de estar planificada con arreglo a una orientación cosmopolita y debe ser aplicada para el bien del mundo.
La buena educación es precisamente aquello de lo que dimana todo bien en el mundo. Se sigue de aquí el principio ideal: "El niño no debe ser educado con miras al mejor estado posible del género humano hoy, sino pensando en el mejor estado futuro, es decir: acorde con la idea de lo humano y con su completa definición.

Su filosofía se encuentra recogida en Crítica de la razón pura (1781), en la que examinó las bases del conocimiento humano y creó una epistemología individual. Diferenciaba los modos de pensar en proposiciones analíticas y sintéticas. Una proposición analítica es aquella en la que el predicado está contenido en el sujeto. Denominadas analíticas porque la verdad se descubre por el análisis del concepto en sí mismo. Las proposiciones sintéticas, en cambio, son aquellas a las que no se puede llegar por análisis puro. Todas las proposiciones comunes que resultan de la experiencia del mundo son sintética.

En 1781 se abrió el segundo período en la obra kantiana, al aparecer finalmente la Crítica de la razón pura, en la que trata de fundamentar el conocimiento humano y fijar así mismo sus límites; el giro copernicano que pretendía imprimir a la filosofía consistía en concebir el conocimiento como trascendental, es decir, estructurado a partir de una serie de principios a priori impuestos por el sujeto que permiten ordenar la experiencia procedente de los sentidos; resultado de la intervención del entendimiento humano son los fenómenos, mientras que la cosa en sí (el nóumeno) es por definición incognoscible.
 
En su Crítica es la posibilidad de establecer juicios sintéticos (es decir, que añadan información, a diferencia de los analíticos) y a priori (con valor universal, no contingente), cuya posibilidad para las matemáticas y la física alcanzó a demostrar, pero no para la metafísica, pues ésta no aplica las estructuras trascendentales a la experiencia, de modo que sus conclusiones quedan sin fundamento; así, el filósofo puede demostrar a la vez la existencia y la no existencia de Dios, o de la libertad, con razones válidas por igual.

 El sistema fue desarrollado por Kant en su Crítica de la razón práctica, donde establece la necesidad de un principio moral a priori, el llamado imperativo categórico, derivado de la razón humana en su vertiente práctica; en la moral, el hombre debe actuar como si fuese libre, aunque no sea posible demostrar teóricamente la existencia de esa libertad. 

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Zaragoza
Psicoterapeuta N° Col.: A-1324
Teléfono: 653 379 269
Instagram: @psicoletrazaragoza
Página Web: www.rcordobasanz.es

sábado, 5 de abril de 2014

Kant y Sade: la pareja ideal -Slavoj Zizek-



Kant y Sade: La Pareja Ideal
Slavoj Zizek
Título Original: Kant and Sade: The Ideal Couple.
http://www.lacan.com/frameXIII2.htm
lacanian ink 13. Otoño de 1998, pp. 12-25.
Traducción tomada de 
http://es.geocities.com/zizekencastellano/artKantysade.htm 
De todas las parejas en la historia del pensamiento moderno (Freud y Lacan, Marx y Lenin...), Kant y Sade es quizás la más problemática: la sentencia "Kant es Sade" es el "juicio infinito de la ética moderna, el lugar del signo de la ecuación entre dos  opuestos radicales, es decir, afirmando que la sublime actitud ética desinteresada sea de algún modo idéntica a, o superpuesta con, la indulgencia irrestricta de violencia placentera. En toda caso, la apuesta quizás esta aquí: ¿hay una línea de la ética formalista kantiana a la máquina asesina a sangre-fría de Auschwitz? ¿Son los campos de la concentración y asesinato como un neutro negocio, el resultado inherente de la insistencia ilustrada en la autonomía de Razón? ¿Allí hay por lo menos algún linaje legítimo de Sade al verdugo fascista, como está implícito en la versión fílmica de Pasolini de Saló, en la qué se traslada a los oscuros días de la república de Salo de Mussolini? Lacan desarrolló este vínculo primero en su Seminario de La Ética del Psicoanálisis (1958-59)1, y luego en uno de sus Écrits, en "Kant con Sade" de 19632.

1.
Para Lacan, Sade desplegó consecuentemente el potencial inherente de la revolución filosófica kantiana, en el sentido preciso de que él honestamente externalizo la voz de la conciencia. La primera asociación aquí es, por supuesto: ¿Sobre qué está basado todo el alboroto? Hoy, en nuestra era posidealista freudiana, ¿acaso no sabemos todos que el punto del "con" manifiesta la verdad del rigorismo de la ética de Kant como el sadismo de la Ley, es decir, la Ley kantiana es una agencia superyoica que sádicamente goza el bloqueo del sujeto, su incapacidad para encontrarse con sus demandas inexorables, como el maestro proverbial que tortura a los alumnos con tareas imposibles y en secreto saborea sus fracasos?
El punto de Lacan, sin embargo, es exactamente el opuesto de esta primera asociación: no es Kant quien era un sádico de closet, es Sade quien es un kantiano de closet. Es decir, lo qué uno debe tener presente es que el enfoque de Lacan es siempre Kant, no Sade: en lo que él está interesado es en las últimas consecuencias y las premisas repudiadas de la revolución ética kantiana. En otras palabras, Lacan no intenta hacer el usual argumento "reduccionista" de que cada acto ético, tan puro y desinteresado como pueda aparecer, está siempre fundamentado en alguna motivación "patológica" (el propio interés a largo plazo del agente, la admiración de sus pares, o la satisfacción negativa proporcionada por el sufrimiento y la frecuente extorsión demandada por los actos éticos); el enfoque del interés de Lacan reside más bien en la inversión paradójica por medio del cuál el deseo mismo (es decir, actuando en el deseo de uno, no comprometiéndolo) ya no puede fundamentarse en cualquier interés o motivación "patológica" y así encontrar el criterio kantiano el acto ético, de manera que "seguir el propio deseo" se superpone con "seguir la obligación (de uno)". Basta recordar el famoso ejemplo del propio Kant en su Crítica de la Razón Práctica:
Suponed que alguien pretenda excusar su inclinación al placer diciendo que le es para él totalmente irresistible, cuando se le presentan el objeto amado y la ocasión propicia; pues bien, si una horca está levantada delante de la casa donde se le presenta aquella ocasión, para colgarle apenas haya gozado el placer, preguntad si en tal caso no vencería su inclinación. No se tiene que buscar mucho lo que respondería.3
El contraargumento de Lacan aquí es: ¿Y si nosotros encontramos a un sujeto (como lo encontramos regularmente en psicoanálisis), que solo puede gozar plenamente una noche de pasión si alguna especie de "horca" lo amenaza, es decir, si al hacerlo, él esta violando alguna prohibición?
Hay una película italiana de los años sesenta, Casanova 70, estelarizada por Virna Lisi y Marcello Mastroianni que trata el mismo punto: el protagonista solo puede retener su potencia sexual si al "hacerlo" invulocra en algún tipo de peligro. Al final de la película, cuando él está a punto de casarse su amada, él quiere al menos violar la prohibición del sexo premarital durmiendo con ella la noche anterior a la boda - sin embargo, su prometida sin saberlo estropea incluso este placer mínimo al obtener del sacerdote un permiso especial para que ambos pudieran dormir juntos la noche anterior, privando de este modo al acto de su aguijón trasgresor. ¿Qué puede él hacer ahora? En la última escena de la película, nosotros le vemos arrastrarse por una angosta terraza en lo alto de un edificio, dándose a la difícil tarea de entrar en la alcoba de la muchacha de la manera más peligrosa, en un esfuerzo desesperado por vincular la satisfacción sexual al peligro mortal... De modo que, el punto de Lacan es que si la satisfacción de la pasión sexual involucra la suspensión de incluso los más elementales intereses "egoístas", si esta satisfacción se localiza claramente "más allá del principio de placer", entonces, a pesar de todas las apariencias de lo contrario, nosotros estamos tratando con un acto ético, entonces su "pasión" es stricto sensu ético...4
El otro punto de Lacan es que esta dimensión sadeana encubierta de una "pasión (sexual) ética" no es el resultado de nuestra interpretación excéntrica de la lectura de Kant, sino que es inherente al edificio teórico kantiano.5 Si nosotros situamos al cuerpo a un lado de sus "evidencias circunstanciales" (¿no es la infame definición de Kant del matrimonio - "el contrato entre dos adultos de sexo opuesto sobre el uso mutuo de sus órganos sexuales" - completamente sadeano, ya que reduce al Otro, al compañero sexual del sujeto, a un objeto parcial, a su órgano corporal que proporciona placer, ignorando el Todo de una persona humana?), obtenemos que la pista crucial que nos permite discernir los contornos de "Sade en Kant" es la manera en que Kant conceptúaliza la relación entre la sensibilidad (los sentimientos) y la Ley moral.
Aunque Kant insiste en el hueco absoluto entre los sentimientos patológicos y la pura forma de la Ley moral, hay un sentimiento a priori que el sujeto necesariamente experimenta cuando se confronta con el mandato de la Ley moral, el dolor de la humillación (debido al orgullo de la herida de hombre, debido al "Mal radical" de naturaleza humana); para Lacan, este privilegio kantiano del dolor como el único sentimiento a priori es estrictamente correlativo a la noción de Sade del dolor (torturar y humillar al otro, ser torturado y humillado por aquel) como la manera privilegiada del acceso a la jouissance sexual (El argumento de Sade, por supuesto, es que ese dolor tiene prioridad sobre el placer a causa de su mayor longevidad - los placeres son pasajeros, mientras que el dolor puede durar casi indefinidamente). Este vínculo puede ir más allá por lo que Lacan llamo la fantasía sadeana fundamental: la fantasía de otro, el cuerpo etéreo de la víctima, qué puede torturarse indefinidamente y no obstante mágicamente retener su belleza (ver a la usual figura sadeana de una joven muchacha que sufre humillaciones interminables y mutilaciones por un verdugo y sin embargo misteriosamente sobrevive de algún modo intacta, de la misma manera en que Tom y Jerry y otros héroes de dibujos animados sobreviven intactos todas sus ridículas pruebas).
¿No proporciona esta fantasía la fundación libidinal del postulado kantiano de la inmortalidad del alma que se esfuerza por lograr la perfección ética eternamente, es decir, no es la "verdad" fantasmatica de la inmortalidad del alma su contrario exacto, la inmortalidad del cuerpo, su habilidad de sufrir/sostener el dolor y la humillación interminable?
Judith Butler señalo que el "cuerpo" foucaultiano como el sitio de resistencia no es otra cosa que la "psique" freudiana: paradójicamente, el "cuerpo" es el nombre de Foucault para el aparato psíquico en la medida en que resiste la dominación del alma. Es decir, cuando, en su muy conocida definición del alma como la "prisión del cuerpo", Foucault da vuelta a la definición platónico-cristiana estándar del cuerpo como la "prisión del alma", lo qué él llama "cuerpo" no es simplemente el cuerpo biológico, sino que retiene efectivamente ya algún tipo de aparato psíquico pre-subjetivo.6 Por consiguiente, ¿no encontramos en Kant una secreta inversión homóloga, sólo que en dirección opuesta, de la relación entre el cuerpo y el alma: lo qué Kant llama la "inmortalidad del alma" es efectivamente la inmortalidad del otro, etéreo, el cuerpo "inmortal"?

2.
Esta es la vía del papel central del dolor en la experiencia ética del sujeto que Lacan introduce como la diferencia entre "el sujeto de la enunciación" (el sujeto que profiere una declaración) y el sujeto del enunciado (declaración)" (la identidad simbólica que el sujeto asume dentro de y vía su declaración): Kant no se dirige la pregunta de quién es el "sujeto de la enunciación" de la Ley moral, el agente que enuncia el mandato incondicional ético - dentro de su horizonte, esta pregunta no tiene sentido, ya que la Ley moral es una orden impersonal que no "viene de ninguna parte", es decir, es finalmente auto-postulada, autónomamente asumida por el sujeto). A través de la referencia a Sade, Lacan lee la ausencia en Kant como un acto de entrega invisible, de "reprimir", al enunciador de la Ley moral, y es Sade quien lo hace visible en la figura del "sádico" ejecutor-verdugo de la justicia - este ejecutor de la justicia es el enunciador de la Ley moral, el agente que encuentra placer en nuestro (el sujeto moral) dolor y humillación.
Un contraargumento se ofrece aquí con auto-evidencia: todo esto no tiene sentido en absoluto, ya que, en Sade, el elemento que ocupa el lugar del mandato incondicional, la máxima que el sujeto tiene que seguir categóricamente, no es ni por mucho la orden kantiana ético universal ¡Haz tu deber! sino su contrario más radical, el mandato para seguir en el límite sumo de lo completamente patológico, de los caprichos contingentes que le traen placer, reduciendo a todos sus prójimos humanos cruelmente a instrumentos de su placer.  Sin embargo, es crucial percibir la solidaridad entre este rasgo y la emergencia de la figura del verdugo-ejecutor de la justicia del "sádico" como el efectivo "sujeto de la enunciación" de la declaración-el mandato ético universal. Los sadeanos se mueven con respeto-a-la-blasfemia kantiana, es decir, el respeto al Otro (el prójimo), su libertad y autonomía, y el tratarlos también siempre como un fin-en-sí, reduciéndolos precisamente a todos los Otros a instrumentos dispensables para ser explotados cruelmente, es estrictamente correlativo al hecho de que el "sujeto de la enunciación" del mandato Moral, invisible en Kant, asume los rasgos concretos del ejecutor de la justicia sadeana.
Lo que Sade logra es así una operación muy precisa de romper el vínculo entre dos elementos que, en los ojos de Kant, son sinónimos y superpuestos:7 la aserción de un mandato ético incondicional; la universalidad moral de este orden. Sade guarda la estructura de un orden incondicional, poniendo como su contenido la absoluta singularidad patológica.
Y, de nuevo, el punto crucial es que esta ruptura no es la excentricidad de Sade - pone inactivo como una posibilidad en la tensión muy fundamental constitutiva de la subjetividad Cartesiana. Hegel ya era consciente de esta inversión del universal kantiano en la contingencia idiosincrásica suprema: ¿no es el punto principal de su crítica al imperativo ético kantiano que, ya que el imperativo está vacío, Kant tiene que llenarlo de algún contenido empírico, otorgando así al contenido contingente particular la forma de necesidad universal?
El ejemplar caso del "patológico" elemento contingente elevado al estado de una demanda incondicional es, por supuesto, un artista absolutamente identificado con su misión artística, siguiéndolo libremente sin ninguna culpa, como un constreñimiento interno, incapaz para sobrevivir sin él. El destino triste de Jacqueline du Pré nos confronta con la versión femenina de la grieta entre el mandato incondicional y su anverso, la serial universalidad de objetos empíricos indiferentes que deben sacrificarse en la persecución de la misión de uno.8 (Es sumamente interesante y productivo la lectura de la historia de la vida de Du Pré no como "historia real", sino como una narrativa mítica: lo que es tan sorprendente sobre ella es como sigue estrechamente los contornos predestinados de un mito familiar, igual que con la historia de Kaspar Hauser, en la que los accidentes individuales reproducen misteriosamente los rasgos familiares de los antiguos mitos.) El mandato incondicional de du Pré, su impulso, su pasión absoluta era su arte (cuando ella tenía 4 años, al ver alguien tocando un violoncelo, ella afirmo inmediatamente que eso es lo que ella quería hacer...). Esta elevación de su arte al incondicional relegó su vida de amor a una serie de encuentros con hombres que eran finalmente todos sustituibles, uno era tan bueno como el otro - ella fue reportada como una serial "comedora de hombres". Ella ocupó así normalmente el lugar reservado para el VARÓN artista - no fue ninguna sorpresa que su larga enfermedad trágica (múltiples esclerosis, que la estuvieron matando dolorosamente de 1973 a 1987) fue percibida por su madre como una "respuesta de lo real", como el castigo divino para ella no sólo por su vida sexual promiscua, sino también por su compromiso "excesivo" con su arte...

3.
Ésta, sin embargo, no es la historia completa. La pregunta decisiva es: ¿la Ley moral kantiana es traducible a la noción freudiana de supeyó o no? Si la respuesta es sí, entonces "Kant con Sade" efectivamente significa que Sade es la verdad de la ética kantiana. Si, no obstante, la Ley moral kantiana no puede identificarse con el superyó (puesto que, como el propio Lacan lo formula en las últimas páginas del Seminario XI, la Ley moral es equivalente deseo mismo, ya que el superyó precisamente alimenta el compromiso del deseo del sujeto, es decir, la culpa sostenida por el superyó atestigua el hecho de que el sujeto ha traicionado en alguna parte o ha comprometido su deseo),9 entonces Sade no es la verdad entera de ética kantiana, sino un forma de su realización pervertida. Para abreviar, lejos de ser "más radical que Kant", Sade articula lo que pasa cuando el sujeto traiciona la verdadera severidad de la ética kantiana.
Esta diferencia es crucial en sus consecuencias políticas: en la medida en que la estructura libidinal de los regimenes "totalitarios" es perversa (el sujeto totalitario asume la posición del objeto-instrumento de lajouissance del Otro), "Sade como la verdad de Kant" querría decir que la ética kantiana efectivamente alberga potenciales totalitarios; sin embargo, en la medida en que, cuando nosotros concebimos la ética kantiana precisamente como la prohibición de que sujeto asuma la posición del objeto-instrumento de la jouissance del Otro, es decir, llamando a que asuma la responsabilidad plena por lo que él proclama su Deber, entonces Kant es el antitotalitario por excelencia...
El sueño sobre la inyección de Irma que Freud usó como el caso ejemplar para ilustrar su procedimiento de análisis de los sueños es un sueño sobre la responsabilidad -(La propia responsabilidad de Freud por el fracaso de su tratamiento de Irma)- este hecho solo indica que esa responsabilidad es una noción freudiana crucial.
Pero, ¿cómo concebimos esto? ¿Cómo evitamos la usual trampa de la mauvaise foi (mala fe) del sujeto sartreano responsable de su proyecto existencial, es decir, del motivo existencialista de la culpa ontológica que pertenece a la existencia humana finita como tal, así como a la trampa opuesta de "poner la culpabilidad en el Otro" ("ya que el Inconsciente es el discurso del Otro, yo no soy responsable de sus formaciones, es el gran Otro quién habla a través de mí, Yo soy meramente su instrumento... ")?
El propio Lacan señaló el modo de este bloqueo refiriéndose a la filosofía de Kant como el antecedente crucial de la ética psicoanalítica del deber "más allá del Bien." Según la crítica estándar pseudo-hegeliana, la ética universalista kantiana del imperativo categórico falla en tener en cuenta la situación histórica concreta en que el sujeto está circunscrito, y qué proporciona el contenido determinado del Bien: lo que elude el formalismo kantiano es la especificidad histórica particular de la substancia de la vida ética. Sin embargo, este reproche puede responderse afirmando que la única fuerza de la ética de Kant reside en esta misma indeterminación formal: la Ley moral no me dice lo que es mi deber, me dice meramente que yo debo lograr mi deber, es decir, no es posible derivar las normas concretas que yo tengo que seguir en mi situación específica desde la Ley moral misma - lo qué significa es que el sujeto mismo tiene que asumir la responsabilidad de "traducir" el mandato abstracto de la Ley moral en una serie de obligaciones concretas.
En este sentido preciso, uno esta tentado a arriesgarse para hacer un paralelo con la Crítica del Juicio de Kant: la formulación concreta de una determinada obligación ética tiene la estructura de un juicio estético, es decir, de un juicio en el que, en lugar de simplemente aplicar una categoría universal a un objeto particular o de la subsunción de este objeto bajo una determinación universal ya dada, Yo como eso invente su dimensión universal-necesariamente-obligatoria y por eso elevo este particular - el objeto contingente (acto) a la dignidad de la Cosa ética.
Hay así, siempre algo sublime sobre el pronunciar un juicio que define nuestro deber: en el, yo "elevo un objeto a la dignidad de la Cosa" (La definición de Lacan de la sublimación). La aceptación plena de esta paradoja también nos compele a rechazar cualquier referencia al "deber" como una excusa: "Yo sé que esto es pesado y puede ser doloroso, pero qué yo pueda hacerlo, éste es mi deber... " El lema estándar del rigor ético es "¡no hay ninguna excusa para no lograr el deber de uno!"; aunque el "Du kannst, denn du sollst!" (¡Tú puedes, porque tú debes!) parece ofrecer una nueva versión de este lema, lo complementa implícitamente con su inversión mucho más misteriosa: "¡No hay ninguna excusa por lograr el deber de uno!"10 La referencia al deber como una excusa para hacer nuestro deber debe rechazarse como hipócrita; baste recordar el proverbial ejemplo de un maestro sádico severo que sujeta a sus alumnos a la disciplina implacable y tortura. Claro, su excusa para sí mismo (y para otros) es: "Yo mismo encuentro duro esforzarme para ejercer tal presión en los pobres niños, pero yo que puedo hacer - ¡es mi deber!" El ejemplo más pertinente de esto es un político estalinista que ama a la humanidad, pero no obstante realiza horribles purgas y ejecuciones; su corazón está rompiéndose mientras el está ejecutando a alguien, pero él no puede ayudarlo, es su deber hacia el progreso de humanidad...
Lo qué nosotros encontramos aquí es la actitud propiamente perversa de adoptar la posición del puro instrumento de la voluntad/deseo del gran Otro: no es mi responsabilidad, no soy yo quién está haciéndolo efectivamente, yo soy meramente un instrumento de la más alta necesidad histórica... El jouissance obsceno de esta situación se genera por el hecho de que yo me concibo exculpado por lo que yo estoy haciendo: no es agradable infligir dolor en otros con el conocimiento pleno de que yo no soy responsable por eso, que yo cumplo meramente la voluntad/deseo del Otro... esto es lo qué la ética kantiana prohíbe. Esta posición del sádico perverso proporciona la respuesta a la pregunta: ¿Cómo puede el sujeto ser culpable cuando él meramente realiza una necesidad "objetiva" externamente impuesta? Por asumir subjetivamente esta "necesidad objetiva", es decir, encontrando goce en lo que se le impone. Así, de manera radical, la ética kantiana NO es "sádica", sino que precisamente lo prohíbe asumir la posición de un verdugo sadeano.
En una torsión final, Lacan, no obstante, mina la tesis de "Sade como la verdad de Kant." No es ningún accidente que en el mismo seminario en que Lacan desplegó por primera vez el vinculo inherente entre Kant y Sade también contiene una lectura detallada de Antigona en la que Lacan delinea los contornos de un acto ético que evita con éxito la trampa de la perversión sadeana como su oculta verdad - insistiendo en su demanda incondicional para el entierro apropiado de su hermano, Antigona no obedece un orden que la humilla, una orden efectivamente proferida por un verdugo sádico...
Así que el esfuerzo principal del seminario de Lacan sobre la Ética del Psicoanálisis es precisamente separarse del ciclo vicioso del Kant avec Sade. ¿Cómo es esto posible? Sólo si - en contraste con un-Kant que afirma que la facultad de desear no es en sí mismo "patológico." Para abreviar, Lacan afirma la necesidad de una "crítica de deseo puro": en contraste con Kant, para quien nuestra capacidad de desear es completamente "patológica" (ya que, cuando él enfatiza repetidamente, que no hay ningún vinculo a priori entre un objeto empírico y el placer que este objeto genera en el sujeto), La afirmación de Lacan de que hay una "pura facultad de deseo", ya que el deseo tiene un objeto-causa no-patológico a priori, este objeto, por supuesto, es lo que Lacan llama el objet petit a.
  
NOTAS.
1. Lacan, Jacques, Le seminaire, Livre VII: L'éthique de la psychanalyse, Paris: Seuil, 1986, chap. VI. [Jacques Lacan. El Seminario, Libro 7. La ética del Psicoanálisis, Buenos Aires, ed. Paidós, 1988.]
2. Lacan, Jacques, "Kant avec Sade," en Écrits, Paris: Seuil, 1966, p. 765-790. [Jacques Lacan. «Kant con Sade», Escritos 2, México, Ed. Siglo XXI, 1984, p. 744-770.]
3. Kant, Immanuel, Critique of Practical Reason, New York: Macmillan, 1993, p. 30. [Inmanuel Kant. Crítica de la razón práctica, Salamanca, ed. Sígueme, 2002, § 6, p.49]
4. "/.../si, como Kant afirma, ninguna otra cosa sino la ley moral puede inducirnos a dejar de lado nuestros intereses patológicos y aceptar nuestra muerte, entonces el caso de aquellos quienes pasan la noche con una mujer sabiendo que deberán pagar por ello con su vida, es el caso de la ley moral" Alenka Zupancic, "The Subject of the Law," en Cogito and the Unconscious, editado por Slavoj Žižek, Durham: Duke UP, 1998, p. 89.
5. La más obvia comprobación del carácter inherente de este vínculo de Kant con Sade, por supuesto, es la (repudiada) noción kantiana de "Mal diabólico", es decir, el Mal efectuado por ninguna razón "patológica", pero fuera de regla, justo por esa causa. Kant evoca esta noción del Mal elevado a máxima universal (y así convertida en un principio ético) sólo para negarlo inmediatamente, afirmando que los seres humanos son incapaces de semejante corrupción extrema; sin embargo, ¿no debemos nosotros oponernos a esta negación kantiana señalando que el edificio entero de Sade cuenta precisamente con semejante elevación del Mal como un incondicional imperativo ("categórico")? Para una elaboración más minuciosa de este punto, véase el Capítulo II de Slavoj Žižek, The Indivisible Remainder, London: Verso, 1996.
6. Butler, Judith, The Psychic Life of Power, Stanford: Stanford University Press 1997, p. 28-29.
7. David-Menard, Monique, Les constructions de l'universel, Paris: PUF, 1997.
8. du Pré, Hilary y Piers, A Genius in the Family. An Intimate Memoir of Jacqueline du Pré, London: Chatto and Windus 1997.
9. Alenka Zupancic, op.cit., así como Bernard Baas, Le désir pur, Louvain: Peeters 1992.
10. Para un informe más detallado de este rasgo clave de la ética de Kant, véase el Capitulo II de Slavoj Žižek, The Indivisible Remainder, London: Verso, 1996.

miércoles, 24 de julio de 2013

Posturas y efectos filosóficos del psicoanálisis



Aunque Freud no quiso comparar su "ciencia" con la filosofía, hizo un frontal rechazo a la filosofía.
Inmanuel Kant se preguntaba: ¿Qué puedo saber?, ¿Qué debo hacer? y ¿Qué puedo esperar? Preguntas que estructuran la antropología filosófica.

1. En primer lugar, la hipótesis del inconsciente obliga a revisar la concepción de la psique en sí misma y en su relación con lo somático.
La elaboración de una teoría del "aparato psíquico" está, en efecto, explícitamente destinada a paliar las carencias de la explicación filosófica del alma. Campo en el cual buceó Carl Gustav Jung.

2. Del mismo modo, la teoría psicosexual de la represión, cuya anticipación reconoce Freud a Schopenhauer y Nietzsche, supone una revisión de la concepción de la memoria: la "conservación de las impresiones psíquicas", la doble inscripción exige reconsiderar la función mnésica. Así, pues, poco a poco, el conjunto de la concepción psicofilosófica de las "facultades" psíquicas se somete a un nuevo examen, a la luz de la lógica del conflicto.

3. Correlativamente, la hipótesis del inconsciente desestabiliza la metafísica del alma y el cuerpo: "La exposición de la actividad inconsciente debe obligar a la filosofía a tomar partido y, en caso de un asentimiento, a modificar sus hipótesis sobre la relación de lo psíquico y lo somático, hasta que aquéllas concuerden con el nuevo conocimiento" (El interés por el psicoanálisis).
La pulsión es con seguridad un "concepto límite entre lo psíquico y lo somático". El inconsciente no pertenece, pues, al alma, como tampoco existe un "inconsciente del cuerpo" (cosa que defiende, por ejemplo, Groddeck). Más bien, nos remitimos al examen del trabajo de lo inconsciente, eslabón faltante y "verdadero intermediario" entre lo psíquico y lo somático, para revisar las hipótesis metafísicas.

4. De modo más global, la metapsicología consiste en retraducir la metafísica, al extraer, de la realidad "suprasensible", una psicología del inconsciente.
El deseo implica la noción de la "realidad psíquica", opuesta a la realidad material: las fantasías y los síntomas, en particular, poseen esta característica de una realidad muy efectiva, aunque no material. En consecuencia, esto afecta la concepción metafísica entre "espíritu" y "realidad".

5. El conjunto de estas modificaciones converge hacia lo que puede considerarse el efecto filosófico fundamental del psicoanálisis: la transformación de la noción de sujeto.

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta

sábado, 20 de octubre de 2012

La Verdad




"Solo hay dos clases de filósofos: las cisternas y las fuentes. Así los llama el poeta William Blake. Los primeros, son contenedores, los segundos, se desbordan" Philipe Chevaller.

"En realidad, Hobbes, cuando se refería al hombre que se convertía en depredador, pensaba que esa conversión se producía por miedo a la incertidumbre. Más que un amor por la dominación, lo que volvía violento al hombre era una necesidad imperiosa de seguridad" John Gray.

¿Qué es la verdad? A lo mejor se trata en realidad de algo muy banal. Es la conclusión a la que nos invita el método deflacionista, seguido, por ejemplo, por Frank Remsey. Contrariamentea a los demás métodos, no supone que la verdad posea una naturaleza que los filósofos tengan que explicar. Si la búsqueda de la esencia de la verdad tan frustrante es porque al final o habría nada que buscar. Por tanto, los deflacionistas consideran que el concepto de verdad es superfluo: no añade información alguna.

ARISTÓTELES:
Fue quien ofreció lo que se podría considerar como primera definición de la verdad-correlación: "Decir de lo que es que no es, o de lo que no es que es, es falso; y decir que lo que es, es, y lo que no es, es verdadero".

RENÉ DESCARTES:
El filósofo francés consideraba que la idea de la verdad es innata (¿cómo reconocer, si no se sabe ya lo que es?), y que podemos reconocer que una afirmación es verdad si excluye toda duda por su claridad y concisión. No obstante, esto no es suficiente para garantizar la adecuación entre la vida verdadera y lo que es. Así pues, Descartes, tiene que recurrir al discurso de un Dios que no se equivoca y es inefable.

EMMANUEL KANT:
Sobre la concepción de la verdad-correlación, el filósofo alemán constataba que si el objeto de conocimiento es exterior a mi conocimiento, la única cosa que yo puedo evaluar es si "mi conocimiento del objeto concuerda con mi conocimiento del objeto".
Para salir de este callejón, Kant, considerará que construimos el mundo percibido por las formas de nuestra sensibilidad y las categorías de nuestro entendimiento. En consecuencia, los objetos que percibimos ya no son radicalmente exteriores a nosotros.

RICHARD RORTY:
Rorty estimaba que el pensamiento es una representación o una imagen mental de la realidad exterior. Este heredero del pragmatismo consideraba asimismo que solo podemos intentar justificar lo que se adelanta, y no buscar la verdad. Así pues, minimiza el tradicional interés filosófico de este concepto.




http://youtu.be/-zRjGUSoXKQ Julieta Venegas -Algo está cambiando-
http://youtu.be/7jRoZl2ONWM LAOVG -Inmortal-
http://youtu.be/zAlsSqlxxyI La Oreja de Van Gogh -La Niña que llora en tus Fiestas-
http://youtu.be/FU9eXNLdVqU La Oreja de Van Gogh -El Vestido Azul-