- Hay dos cosas que son independientes de nuestra experiencia y, al menos, necesarias: el espacio y el tiempo. El pensamiento humano debe presuponer el tiempo y el espacio para poder reconocer algo.
- El hombre dispone de algunas formas básicas del juicio: las categorías. Con ellas estructuramos nuestras percepciones y nuestros conocimientos.
- El concepto revolucionario de Kant: el modo en que vemos el mundo depende de nuestras percepciones y de nuestro entendimiento. Sin embargo, nunca podremos saber si las cosas en sí mismas son como las percibimos.
- Debido a este cambio en el pensamiento filosófico de la época, Kant suele ser definido como el Copérnico de la filosofía.
- La existencia (o la inexistencia) de las cosas que se encuentran fuera del mundo de los sentidos (por ejemplo, el alma o Dios) no puede ser comprobada por la razón.
- A pesar de ello, podemos y debemos pensar estas ideas reguladoras, y debemos hacerlo con la ayuda de la razón.
- La filosofía kantiana fue revolucionaria y marcó una época: a partir de Kant, se desarrolló el idealismo alemán (Fichte, Hegel, Schelling).
- Hay dos cosas que son independientes de nuestra experiencia y, al menos, necesarias: el espacio y el tiempo. El pensamiento humano debe presuponer el tiempo y el espacio para poder reconocer algo.
- El hombre dispone de algunas formas básicas del juicio: las categorías. Con ellas estructuramos nuestras percepciones y nuestros conocimientos.
- El concepto revolucionario de Kant: el modo en que vemos el mundo depende de nuestras percepciones y de nuestro entendimiento. Sin embargo, nunca podremos saber si las cosas en sí mismas son como las percibimos.
- Debido a este cambio en el pensamiento filosófico de la época, Kant suele ser definido como el Copérnico de la filosofía.
- La existencia (o la inexistencia) de las cosas que se encuentran fuera del mundo de los sentidos (por ejemplo, el alma o Dios) no puede ser comprobada por la razón.
- A pesar de ello, podemos y debemos pensar estas ideas reguladoras, y debemos hacerlo con la ayuda de la razón.
- La filosofía kantiana fue revolucionaria y marcó una época: a partir de Kant, se desarrolló el idealismo alemán (Fichte, Hegel, Schelling).
Resumen
En el campo de batalla de la metafísica
Los seres humanos piensan; eso los diferencia de los animales. Sin embargo, el entendimiento y la razón también traen aparejados grandes problemas: las personas se topan con preguntas que no pueden responder, y cuestionamientos que resultan indispensables (como la interrogante sobre el origen del universo o la existencia de Dios), cuya respuesta les está vedada. Estas son las preguntas que investiga la metafísica, las preguntas acerca de lo que se esconde detrás de los objetos físicos. Todo lo que existe en el mundo es físico. Todo lo que está más allá de él (por ejemplo, el sentido de la vida) pertenece al área de la metafísica (meta = más allá). Esto incluye una pregunta crucial: ¿qué somos capaces de conocer? Los racionalistas acatan el dictamen de la razón, y los empiristas deben experimentar todo antes de considerarlo como verdadero. La Crítica de la razón pura busca reconciliar a estos dos enemigos en el campo de batalla de la metafísica. Su objeto es la prueba (crítica) de las posibilidades de adquirir conocimiento sin basarnos en las experiencias (lo que lo hace puro).
La revolución copernicana
Cuando se trata de conocimiento, nos encontramos frente a un problema básico: los investigadores y el objeto de estudio se encuentran en una determinada relación, pero ¿cuál es esa relación? Antes se creía que la comprensión humana se regía por los objetos que estudia. En otras palabras, la comprensión absorbe todo lo que se puede descubrir. Necesariamente, el hombre debe darse por vencido cuando se topa con fenómenos que no puede procesar a través de la comprensión.
“(...) me atrevo a decir que no debería haber una sola tarea metafísica que no se pudiera resolver aquí o que al menos no pudiera proporcionar la llave para su resolución””.
Una teoría del conocimiento de este tipo lleva entonces a la equivocación, del mismo modo en que las personas en tiempos de Copérnico se equivocaron al pensar que las estrellas giraban alrededor del Sol. Se trataba de una afirmación basada en la observación, pero que se contradecía con los cálculos del astrónomo Copérnico, quien cambió completamente el modo de ver las cosas: el Sol no gira alrededor de la Tierra; la Tierra gira alrededor del Sol. Este giro copernicano, esta revolución del pensamiento, también se produjo en la metafísica: no es la comprensión lo que gira alrededor de las cosas, sino que las cosas giran alrededor de nuestra comprensión. La comprensión es la medida de todo el conocimiento. Por lo tanto, solo comprendemos las cosas que nuestra comprensión puede entender, y solo podemos captarlas del modo en que podemos entenderlas. Esto significa que podemos explicarnos lo inexplicable del mundo por medio de construcciones auxiliares. Si miramos a través de unos binoculares, podemos describir un planeta determinado como objeto en el universo, un planeta rojo o Marte, dependiendo de nuestra educación y conocimiento previo, es decir, dependiendo de nuestra experiencia. El objeto en sí mismo no se modifica por el nombre o los conceptos que usamos para referirnos a él, pero, gracias a ello, podemos llegar a conocerlo.
Juicios analíticos y sintéticos
El punto de partida de nuestro conocimiento son nuestros sentidos. Todo lo que experimentamos o lo que perciben nuestros sentidos es lo que definimos como empírico. Sin embargo, también hay un conocimiento que no surge de la experiencia. Este conocimiento es un conocimiento a priori (en latín, anterior), a diferencia del conocimiento condicionado por la experiencia, que es un conocimiento a posteriori (en latín, posterior). El conocimiento a priori debe ser al mismo tiempo obligatorio y universal. La afirmación “el zaino es un caballo negro” cumple con estas condiciones. Esta oración es, al mismo tiempo, un ejemplo de juicio analítico. El término “analítico” caracteriza juicios en los que el sujeto y el predicado (también: sustantivo y adjetivo descriptivo) coinciden y, necesariamente, se completan (zaino = caballo negro). Lo contrario sucede con los juicios sintéticos: aquí, se agrega información proveniente de la experiencia. En la oración “Mi vecino es un avaro”, de la palabra vecino no se desprende que sea avaro. Solo la experiencia del hablante le permite hacer este juicio (sintético).
¿Cuáles son las condiciones para que se produzca el conocimiento?
Evidentemente, con los juicios analíticos, el hombre gira todo el tiempo sobre su propio eje. Solo los juicios sintéticos le aportan nuevo conocimiento. La pregunta central es: ¿existen juicios sintéticos a priori? La respuesta es un sí definitivo, en la medida en que hablemos de las disciplinas científicas clásicas. En la física, la geometría o las matemáticas, es sencillo probar esta idea. La frase matemática 7+5=12 es universal y obligatoria (es decir, a priori), pero al mismo tiempo, sintética, porque la cifra 12 también se puede componer de otras cifras. ¿Existen estos juicios sintéticos a priori en la metafísica? Si lo hacen, su cientificidad estaría probada. Y ese es, en definitiva, el tema de la Crítica de la razón pura: establecer cuál es la base de todo conocimiento. Se trata de una filosofía trascendental (del latín transcendere, atravesar), que analiza la cuestión sobre las condiciones para que se produzca nuestro conocimiento.
Estética trascendental: la percepción sensorial
Los elementos de la estética trascendental (estética no es aquí la teoría de la belleza, sino que se utiliza en su sentido original, del griego aisthesis, percepción), es decir, de la investigación de los alcances de la percepción, siempre son la razón y la percepción sensorial. Una no tiene sentido sin la otra:
Los conceptos provenientes puramente de la razón, que no pueden llenarse con contenido, están vacíos. La razón necesita de los sentidos para formarse una imagen de la cosa. Por ejemplo: la palabra francesa chien es un término que no significa nada para quien no conoce el idioma. Quien sí lo conoce, lo vinculará con la imagen de un perro.
Las imágenes carentes de conceptos son ciegas. Por ejemplo: quien toma un aparato que no conoce en sus manos y cuya función y finalidad le son desconocidas, solamente tendrá ante sí una cosa. Le falta el concepto asociado con esta imagen ciega.
“La razón humana tiene el particular destino en un tipo de conocimiento: le incomodan las preguntas que no puede rechazar, pues ellas le están dadas por la naturaleza de la razón misma, pero no puede responderlas, pues sobrepasan todo alcance de la razón humana””.
Existen dos imágenes sensoriales que pueden ser pensadas “puramente”, es decir, a priori, y que influyen en nuestra percepción cuando no hay experiencia alguna:
El espacio – La idea del espacio es necesaria. No puede ser dejada de lado. Podemos imaginarnos en una habitación de una casa y eliminar poco a poco los elementos espaciales que la componen, pero, al final, debe quedar un espacio con alguna forma.
El tiempo – Aquí rige lo mismo que para el espacio. Es posible imaginar que determinadas acciones tienen lugar en distintos momentos.
Con su Crítica de la razón pura, Immanuel Kant desató una verdadera revolución. El libro dio origen a la filosofía trascendental y provocó un impacto en sus contemporáneos. El filósofo de Königsberg analiza las bases de nuestra capacidad de pensar y llega a la conclusión de que es limitada. A diferencia de muchos filósofos anteriores a él, con su tratado explica que la razón humana no puede responder preguntas como la de la existencia de Dios o del alma o el origen del mundo. Kant presupone el constructivismo moderno cuando afirma que el ser humano solo dispone de posibilidades limitadas (como si fueran unas gafas) para percibir la realidad. Kant quería reconciliar el empirismo con el racionalismo a través de su filosofía, pero sus asombrados lectores y sus numerosos oyentes en la universidad se quedaron con la deprimente conclusión de que nunca podrían conocer el mundo “verdadero”. Un lector sin formación filosófica difícilmente tiene la posibilidad de entender a Kant. Y, sin embargo, el intento vale la pena: sin Kant es imposible concebir a filósofos como Hegel, Fichte y Nietzsche o la literatura y las teorías estéticas de los clásicos alemanes.
Ideas fundamentales
- La crítica de la razón pura es la obra principal de Immanuel Kant. Trabajó en ella alrededor de diez años, hasta que finalmente la publicó en 1781.
- Al principio, el libro no generó impacto, por lo que en 1787 Kant editó una versión compacta y otra ampliada.
- La obra trata de establecer las bases para la capacidad humana de adquirir conocimiento: ¿Qué podemos y qué no podemos saber? Para poder aprender algo del mundo, necesitamos tanto de los sentidos como de la razón.
- Hay dos cosas que son independientes de nuestra experiencia y, al menos, necesarias: el espacio y el tiempo. El pensamiento humano debe presuponer el tiempo y el espacio para poder reconocer algo.
- El hombre dispone de algunas formas básicas del juicio: las categorías. Con ellas estructuramos nuestras percepciones y nuestros conocimientos.
- El concepto revolucionario de Kant: el modo en que vemos el mundo depende de nuestras percepciones y de nuestro entendimiento. Sin embargo, nunca podremos saber si las cosas en sí mismas son como las percibimos.
- Debido a este cambio en el pensamiento filosófico de la época, Kant suele ser definido como el Copérnico de la filosofía.
- La existencia (o la inexistencia) de las cosas que se encuentran fuera del mundo de los sentidos (por ejemplo, el alma o Dios) no puede ser comprobada por la razón.
- A pesar de ello, podemos y debemos pensar estas ideas reguladoras, y debemos hacerlo con la ayuda de la razón.
- La filosofía kantiana fue revolucionaria y marcó una época: a partir de Kant, se desarrolló el idealismo alemán (Fichte, Hegel, Schelling).
Resumen
En el campo de batalla de la metafísica
Los seres humanos piensan; eso los diferencia de los animales. Sin embargo, el entendimiento y la razón también traen aparejados grandes problemas: las personas se topan con preguntas que no pueden responder, y cuestionamientos que resultan indispensables (como la interrogante sobre el origen del universo o la existencia de Dios), cuya respuesta les está vedada. Estas son las preguntas que investiga la metafísica, las preguntas acerca de lo que se esconde detrás de los objetos físicos. Todo lo que existe en el mundo es físico. Todo lo que está más allá de él (por ejemplo, el sentido de la vida) pertenece al área de la metafísica (meta = más allá). Esto incluye una pregunta crucial: ¿qué somos capaces de conocer? Los racionalistas acatan el dictamen de la razón, y los empiristas deben experimentar todo antes de considerarlo como verdadero. La Crítica de la razón pura busca reconciliar a estos dos enemigos en el campo de batalla de la metafísica. Su objeto es la prueba (crítica) de las posibilidades de adquirir conocimiento sin basarnos en las experiencias (lo que lo hace puro).
La revolución copernicana
Cuando se trata de conocimiento, nos encontramos frente a un problema básico: los investigadores y el objeto de estudio se encuentran en una determinada relación, pero ¿cuál es esa relación? Antes se creía que la comprensión humana se regía por los objetos que estudia. En otras palabras, la comprensión absorbe todo lo que se puede descubrir. Necesariamente, el hombre debe darse por vencido cuando se topa con fenómenos que no puede procesar a través de la comprensión.
“(...) me atrevo a decir que no debería haber una sola tarea metafísica que no se pudiera resolver aquí o que al menos no pudiera proporcionar la llave para su resolución””.
Una teoría del conocimiento de este tipo lleva entonces a la equivocación, del mismo modo en que las personas en tiempos de Copérnico se equivocaron al pensar que las estrellas giraban alrededor del Sol. Se trataba de una afirmación basada en la observación, pero que se contradecía con los cálculos del astrónomo Copérnico, quien cambió completamente el modo de ver las cosas: el Sol no gira alrededor de la Tierra; la Tierra gira alrededor del Sol. Este giro copernicano, esta revolución del pensamiento, también se produjo en la metafísica: no es la comprensión lo que gira alrededor de las cosas, sino que las cosas giran alrededor de nuestra comprensión. La comprensión es la medida de todo el conocimiento. Por lo tanto, solo comprendemos las cosas que nuestra comprensión puede entender, y solo podemos captarlas del modo en que podemos entenderlas. Esto significa que podemos explicarnos lo inexplicable del mundo por medio de construcciones auxiliares. Si miramos a través de unos binoculares, podemos describir un planeta determinado como objeto en el universo, un planeta rojo o Marte, dependiendo de nuestra educación y conocimiento previo, es decir, dependiendo de nuestra experiencia. El objeto en sí mismo no se modifica por el nombre o los conceptos que usamos para referirnos a él, pero, gracias a ello, podemos llegar a conocerlo.
Juicios analíticos y sintéticos
El punto de partida de nuestro conocimiento son nuestros sentidos. Todo lo que experimentamos o lo que perciben nuestros sentidos es lo que definimos como empírico. Sin embargo, también hay un conocimiento que no surge de la experiencia. Este conocimiento es un conocimiento a priori (en latín, anterior), a diferencia del conocimiento condicionado por la experiencia, que es un conocimiento a posteriori (en latín, posterior). El conocimiento a priori debe ser al mismo tiempo obligatorio y universal. La afirmación “el zaino es un caballo negro” cumple con estas condiciones. Esta oración es, al mismo tiempo, un ejemplo de juicio analítico. El término “analítico” caracteriza juicios en los que el sujeto y el predicado (también: sustantivo y adjetivo descriptivo) coinciden y, necesariamente, se completan (zaino = caballo negro). Lo contrario sucede con los juicios sintéticos: aquí, se agrega información proveniente de la experiencia. En la oración “Mi vecino es un avaro”, de la palabra vecino no se desprende que sea avaro. Solo la experiencia del hablante le permite hacer este juicio (sintético).
¿Cuáles son las condiciones para que se produzca el conocimiento?
Evidentemente, con los juicios analíticos, el hombre gira todo el tiempo sobre su propio eje. Solo los juicios sintéticos le aportan nuevo conocimiento. La pregunta central es: ¿existen juicios sintéticos a priori? La respuesta es un sí definitivo, en la medida en que hablemos de las disciplinas científicas clásicas. En la física, la geometría o las matemáticas, es sencillo probar esta idea. La frase matemática 7+5=12 es universal y obligatoria (es decir, a priori), pero al mismo tiempo, sintética, porque la cifra 12 también se puede componer de otras cifras. ¿Existen estos juicios sintéticos a priori en la metafísica? Si lo hacen, su cientificidad estaría probada. Y ese es, en definitiva, el tema de la Crítica de la razón pura: establecer cuál es la base de todo conocimiento. Se trata de una filosofía trascendental (del latín transcendere, atravesar), que analiza la cuestión sobre las condiciones para que se produzca nuestro conocimiento.
Estética trascendental: la percepción sensorial
Los elementos de la estética trascendental (estética no es aquí la teoría de la belleza, sino que se utiliza en su sentido original, del griego aisthesis, percepción), es decir, de la investigación de los alcances de la percepción, siempre son la razón y la percepción sensorial. Una no tiene sentido sin la otra:
- Los conceptos provenientes puramente de la razón, que no pueden llenarse con contenido, están vacíos. La razón necesita de los sentidos para formarse una imagen de la cosa. Por ejemplo: la palabra francesa chien es un término que no significa nada para quien no conoce el idioma. Quien sí lo conoce, lo vinculará con la imagen de un perro.
- Las imágenes carentes de conceptos son ciegas. Por ejemplo: quien toma un aparato que no conoce en sus manos y cuya función y finalidad le son desconocidas, solamente tendrá ante sí una cosa. Le falta el concepto asociado con esta imagen ciega.
“La razón humana tiene el particular destino en un tipo de conocimiento: le incomodan las preguntas que no puede rechazar, pues ellas le están dadas por la naturaleza de la razón misma, pero no puede responderlas, pues sobrepasan todo alcance de la razón humana””.
Existen dos imágenes sensoriales que pueden ser pensadas “puramente”, es decir, a priori, y que influyen en nuestra percepción cuando no hay experiencia alguna:
- El espacio – La idea del espacio es necesaria. No puede ser dejada de lado. Podemos imaginarnos en una habitación de una casa y eliminar poco a poco los elementos espaciales que la componen, pero, al final, debe quedar un espacio con alguna forma.
- El tiempo – Aquí rige lo mismo que para el espacio. Es posible imaginar que determinadas acciones tienen lugar en distintos momentos, pero no podemos eliminar el tiempo de nuestros pensamientos. Toda acción está vinculada con alguna concepción de tiempo.
“El campo de batalla de estas luchas interminables se llama ahora metafísica””.
Por cierto, el tiempo y el espacio no son construcciones auxiliares de nuestro pensamiento (pues serían conceptos), sino que son imágenes, tienen un efecto sensorial en nosotros.
La lógica transcendental: las categorías
La estética trascendental es a la percepción lo que la lógica trascendental es al pensamiento. Esta se pregunta por las leyes o principios del pensamiento que tienen validez a priori. No pueden depender de la experiencia ni de las impresiones sensoriales; deben ser elementales –es decir, no pueden ser compuestas– y deben poder comprenderse de manera integral. Cada vez que usamos nuestra comprensión, hacemos un juicio sobre el mundo. Para ello, hacemos uso de diferentes formas de juicio, denominadas categorías. Existen los siguientes grupos de categorías:
- Cantidad: unidad, multiplicidad, totalidad
- Cualidad: realidad, negación, limitación
- Relación: inherencia y subsistencia, causalidad y dependencia, comunidad
- Modalidad: posibilidad/imposibilidad, existencias/inexistencia, obligatoriedad/casualidad
Deducción trascendental
¿Son estas categorías adecuadas? ¿Cómo se explica que las categorías, que son conceptos puros de la comprensión, puedan aplicarse a objetos concretos? De eso se trata la deducción trascendental. Aquí es donde aparece el giro copernicano en el pensamiento, en especial, si tenemos en cuenta el significado del principio de la causalidad.
“Pero, aunque todo nuestro conocimiento se eleve por la experiencia, esto no significa que surja de la experiencia””.
La oración: “El helado se derrite porque brilla el sol” contiene la categoría de la causalidad. Las dos situaciones (el brillo del sol y el helado derritiéndose) pueden percibirse a través de los sentidos, pero la causalidad (el “porque”) no es una impresión sensorial, sino un elemento de la comprensión. La comprensión opera como un sello que imprime las categorías en las percepciones para ordenarlas. Hace hago notable: vincula la objetividad (el derretimiento del helado, el brillo del sol) con la subjetividad (“porque”). Por eso, es posible afirmar que los objetos dependen del modo en que los percibimos.
“La filosofía necesita de una ciencia que determine a priori las posibilidades, los principios y el alcance de todo conocimiento”.
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