LA HISTORIA de Edgar Allan Poe, poeta, crítico y periodista romántico estadounidense, generalmente reconocido como uno de los maestros universales del relato corto.
Su vida está llena de tragedias. Se quedó huérfano desde muy joven; su padre abandonó a su familia en 1810 y su madre falleció al año siguiente. Tanto su obra como él mismo quedaron marcados por la idea de la muerte, y la estela de la desgracia no dejó de acecharlo durante toda su vida. Antes de cumplir los veinte ya era un bebedor consuetudinario y un jugador empedernido, y contrajo enormes deudas con su padre adoptivo, además de causarle todo tipo de problemas.
En 1827 publica Tamerlán y otros poemas y en 1830 se instala en la casa de una tía que vivía en Baltimore acompañada de su sobrina de once años, Virginia Clemm, con quien se acabaría casando siete años más tarde. Trabajó como redactor en varias revistas de Filadelfia y Nueva York, y en 1849, dos años después de la muerte de su esposa, cae enfermo y fallece preso de la enfermedad y su adicción al alcohol y las drogas.
Su producción poética, donde muestra una impecable construcción literaria, y sus ensayos, que se hicieron famosos por su sarcasmo e ingenio, son destellos del talento que lo encumbraría a la posteridad gracias a sus narraciones. Poe, de hecho, es conocido sobre todo por sus relatos y por ser el predecesor, en cierto modo, de la novela policíaca moderna. Sus cuentos destacan por su belleza literaria y por fundir en ellos lo macabro con el humor, el terror y la poesía.
El conjunto de la obra de Poe influyó notablemente en los simbolistas franceses, en especial en Charles Baudelaire, quien la dio a conocer en Europa. Por lo demás, los continuadores de los nuevos caminos que abrió su narrativa (como Arthur Conan Doyle en la novela detectivesca, Julio Verne en la ciencia-ficción o H.P. Lovecraft en la literatura de terror) señalaron su deuda con el estadounidense, y, en general, su magisterio ha sido reconocido por todos los grandes cultivadores del cuento moderno, desde Guy de Maupassant hasta Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, quien realizó una soberbia traducción de sus relatos.
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