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Paz y Ciencia

sábado, 21 de julio de 2012

Jose Antonio Marina: paréntesis autobiográfico



UN PARÉNTESIS AUTOBIOGRÁFICO: JOSE ANTONIO MARINA. La pasión del poder. Teoría y práctica de la dominación.

A lo largo de mis investigaciones me he ido tropezando una y otra vez con el concepto de control. Cuando estudié la obra de Norbert Wiener, siendo yo un pipiolo filosófico, no pensé que medio siglo después recordaría esas lecturas. Me interesanron sin apasionarme. Wiener inventó una ciencia -la "cibernética- que trataba de los sistemas de control, pero en aquel momento mi corazón estaba más cercano a los análisis sartrianos de la libertad, y pensé que el concepto de control valía para las máquinas, pero no para el ser humano. No me di cuenta de la importancia que iba a tener el concepto de feedback, de retroalimentación, para explicar nuestros comportamientos.
Pocos años después me encontré de nuevo el tema del control al estudiar a B. F. Skinner. Toda su obra estuvo dirigida a estudiar el control de la conducta. Su teoría era tan sencilla, tan eficazm que ejerció una ríida dictadura en el mundo académico durante decenios. Al estudiar el comportamiento, prescindía de toda referencia a la conciencia, a los propósitos, deseos, miedos del sujeto, porque, a su juicio, era una "caja negra" de la que no podíamos saber nada con certeza. Lo importante era estudiar cómo un estímulo produce una respuesta. Su tesis principal era que el ambiente determina el comportamiento y que si  controlo el ambiente contrlo el comportamiento. El método para conseguirlo era el "condicionamiento operante". Todo organismo tiende a repetir el comportamiento premiado y a evitar el castigado. Skinner intento aplicar este método a las sociedades, recomendando una "ingeniería social" que resolvería todos nuestros conflictos. En su obra Más allá de la libertad y la dignidad defendió que estos conceptos aparentemente tan nobles habían sido perjudiciales para la humanidad, porque prohibían la utilización de la ingeniería social a gran escala, con lo que nunc anos libraríamos de enfrentamientos. En una curiosa novela, titulada Walden Dos, describía esa sociedad de autómatas humanos. Aunque estudié con minuciosidad la obra de Skinner, tampoco me interesó mucho porque acababa de aparecer la "psicología cognitiva", que reivindicaba el estudio de la "caja negra", y el imperio conductista tocaba a su fin. Además, en esos momentos mi interés estaba orientado hacia aquellas conductas innovadoras, creadoras -como por ejemplo las lingüísticas- que resultaban difíciles de explicar con las propuestas de Skinner. Sin embargo, Skinner resulta imprescindible para conocer los mecanismos más elementales del poder.
Curiosamente, la "psicología cognitiva" también retomó la idea de control. Se inspiraba en la metáfora del ordenador, y la informática, que ya había progresado mucho, al diseñar las complejas arquitecturas de os ordenadores llegó la conclusión de que unos niveles tenian que controlar a otros. Uno de los padres de la inteligencia artificial  -Herbert Simon- mostró en Las ciencias de lo artificial que todos los sistemas ultracomplejos necesitan tener una estructura jerárquica. Y uno de los padres de la psicología cognitiva, Ulric Neisser, extendió esta idea a la psicología y concluyó que el funcionamiento mental, por ejemplo el uso de la memoria, exigía admitir algún control de tipo superior. No paraba ahí la cosa, porque en esa época yo estudiaba neurología y el problema del control de la acción me apasionaba. Leí con fascinación los trabajos de Luria, Fuster y Damasio sobre el lóbulo frontal, que juega el papel de controlador de nuestro complejísimo sistema cerebral.


Estas son las razones de mi interés actual en el concepto de control.

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