Decir que un adolescente es rebelde es una tautología, es una repetición inútil, porque adolescencia y rebeldía van íntimamente unidas. Tanto que quien en esa etapa no lo es en algún grado no parece ajustado a su realidad. Por tanto los padres no deben extrañarse de los comportamientos que realizan porque es tanto como esperar que en verano haga calor. Siendo así, aunque no deje de incomodar a los padres, porque tener un forúnculo en la piel es muy molesto, los padres no deben extrañarse de que sean turbulentos. Probablemente ellos, nosotros, fuimos también rebeldes y contestones aunque con distintos matices porque fueron otras épocas.
La cuestión es saber llevarlo con paciencia y ejercer una labor de contención hasta un cierto nivel. Si es esperable y natural que los adolescentes sean batalladores y se afirmen de esa forma frente al poder adulto, también es esperable que los padres cedan en aspectos secundarios aunque fuercen lo esencial, la obediencia a los límites que deben imponerles sencillamente para que esos chicos no crean que pueden hacer siempre lo que les venga en gana. Contener sus presiones es bueno para todos, para los chicos porque aprenden que uno no puede salirse siempre con la suya, que en la vida hay límites que es preciso respetar para facilitar la convivencia y que es bueno aguantarse y no tener siempre y ¡ya! las gratificaciones que uno quiere.
Por tanto la lucha entre los padres y los hijos es en ese periodo cuando cobra mayor relieve y cuando el dramatismo de la misma es más notable. ¡Atención!, saber que la adolescencia es rebeldía no significa para los padres dimitir de sus responsabilidades. Bien es cierto que agotan pero el agotamiento no debe ser razón suficiente para que los chicos se salgan con la suya. Lo esencial debe ser respetado, como son sus horarios de comida y de sueño, su esfuerzo diario en lo académico, cuidar las compañías, supervisar si hay consumo de drogas y actuar sobre ello, que respeten la autoridad de sus profesores, que hagan ejercicio y mantener un cierto orden en sus cosas y pertenencias. Secundario es querer ponerse un piercing o un tatuaje, por ejemplo, o su forma de vestir o de peinarse.
Si cumplen sus responsabilidades principales lo esencial de su formación está salvado. Y sólo toca esperar a que pasados unos años se vayan serenando y de hecho la mayoría lo consigue, pasado ese periodo. Por tanto, no se intranquilicen demasiado.
1 comentario:
Gracias. Pero, mi hijo cumple con "sus responsabilidades principales" excepto que reinvindica la mariguana. ¡No sé que hacer!
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