PEACE

PEACE
Paz y Ciencia

sábado, 24 de marzo de 2012

¿Qué hacer si el paciente entra el conflicto con el terapeuta?

Por increíble que parezca, es más normal que el entorno del paciente entre en conflicto con nosotros que los pacientes en sí mismos. No es frecuente que la persona se enfrente a nosotros o no reproche algo, pero, cuando esto se da, ¿cuáles son las causas o circunstancias más habituales?

La más habitual es que el paciente venga a nuestra consulta con el "modelo médico" muy interiorizado, es decir, con la idea de que nosotros proporcionemos tres o cuatro recetas mágicas que el paciente, sin ningún esfuerzo, llevará a cabo obteniendo éxito inmediato. Realizar una psicoterapia no es lo mismo que tomar una medicación o seguir unas indicaciones prácticas, supone una altísima motivación por parte del paciente, un esfuerzo continuado fuera de las sesiones y, en definitiva, una conciencia tanto del problema como de implicación fundamental en su resolución. Es nuestro papel concienciar de esto al paciente si espera el resultado mágico por nuestra parte.

A veces, esto se da de manera más sutil cuando lo que se nos dice es que esperan resultados más rápidos, o que desean pautas o claves muy concretas. Todo esto denota unas expectativas equivocadas con respecto al proceso terapéutico, en el que hay que poner el cien por cien de la energía y la motivación para realizar avances significativos, idealmente demostrando incluso más interés que el terapeuta. Lo que hay que preguntarse es si el paciente se está esforzando como debería o si está haciendo caso a las pautas que proporcionamos, que, evidentemente, no van a ser milagros.

Otra circunstancia que favorece la aparición de conflictos es el perfil de personalidad que tenga el paciente, sobre todo en perfiles que supongan trastornos de la personalidad. En este sentido, hay rasgos de dos patologías de la personalidad que destacan sobre las demás, como son el paranoidismo y la demanda excesiva propia del trastorno límite de personalidad.
Dentro del paranoidismo propio del trastorno paranoide de la personalidad puede existir una buena conexión con el terapeuta, pero también cabe la posibilidad de que el individuo esté a la defensiva con él, le discuta sus intervenciones y lo considere un enemigo más. Son situaciones muy complicadas en nuestro trabajo en las que hay que intentar no entrar en conflicto con el paciente sin por ello perder nuestra posición, esperando que con el tiempo esta situación mejore, como sucede en muchas ocasiones dentro de esta población. En este sentido, debemos recordar que somos profesionales y que nuestra persona no importa demasiado: no hay por qué soportar subidas de tono u ofensas, pero no hay que caer en el error de reprochar al paciente, de "devolverles la pelota", etc.

Por otra parte en el Trastorno Límite de Personalidad hay una necesidad afectiva intensa y excesiva que se produce también con el terapeuta. Esto favorece muchas veces la relación terapéutica, pero en ocasiones se convierte en un arma de doble filo, ya que el individuo tiene unas expectativas que no se ajustan a la realidad.

1 comentario:

Silvia Parque dijo...

La reflexión en torno al ejercicio de la clínica, incluso cuando es tan clara como en este caso, siempre me deja con la impresión de un trabajo abrumador. Evidentemente, no lo es para quienes lo eligen, y en menor o mayor medida, disfrutan de las satisfacciones que brinda -satisfacciones también evidentes-. Me queda claro que la preparación le permite al profesional asumir, por ejemplo -usando las palabras de la entrada-, que su persona no "importa demasiado". Pero, ¡qué cosa esa de tratar tanto, tan directamente, con lo más delicado, problemático, seductor, de tantos!

Está más que claro que no todos los psicólogos tienen que ser psicoterapeutas; pero... será porque en la imagen popular del psicólogo, éste es un psicólogo clínico-psicoterapeuta, me estoy haciendo algunas preguntas -seguramente preguntas de diván- sobre lo que hace que alguien pueda/quiera entrar como profesional en una relación terapéutica. Alguna vez le pregunté a mi analista si se cansaba de trabajar con uno y después con otro, y como supongo que correspondía, me re-dirigió la pregunta a-mí; pero muchas veces tengo esa duda. Más allá de lo obvio, de que todas las personas se cansan alguna vez...