Les dejo con un trabajo estético de un colega:
El Síndrome de Stendhal.Interrogantes sobre la patología de la belleza.
El llamado Síndrome de Stendhal corresponde a un malestar por exceso de belleza, de goce estético. Una suerte de intoxicación por sobredosis de placer, de éxtasis tóxico. Este cuadro, más propio de la psicopatología de la vida cotidiana que de la clínica psiquiátrica –es decir, más vivencial que diagnóstico–, fue acuñado por la psiquiatra y psicoanalista italiana Graziela Magherini en 1979, a partir de las sensaciones experimentadas y descritas por Henri-Marie Beyle (Grenoble, 1783 – París, 1842), más conocido por el seudónimo de Stendhal. Este escritor francés del siglo XIX, autor entre otras obras de Rojo y negro y La cartuja de Parma, es uno de los creadores de la novela moderna, cuyo un ímpetu pasional le provoca una reacción romántica donde asocia el amor y la belleza. Escribe: "estoy enamorado de una estatua". Stendhal, viajero impenitente, en su diario de viaje Roma, Florencia, Nápoles (1815), refleja sus impresiones viajeras estimuladas por los destellos del arte del Renacimiento. El impacto de encontrarse frente a la obra de Leonardo da Vinci, de Miguel Ángel, de Botticelli, de Giotto y de tantos otros, provoca en el escritor un eclipse emocional de dimensiones insospechadas. Tras su visita a la capital de la Toscana, Florencia, Stendhal queda seducido por la belleza del Duomo –la catedral de Santa María del Fiore–, del Palaquio Vechio, del Campanile… En la iglesia franciscana de la Santa Croce visita las tumbas de Miguel Ángel y Galileo, los frescos de Giotto y de Volteriano, queda impresionado ante tanta acumulación de belleza y goce artístico. Y nada más salir de la Santa Croce, al someterse al tránsito entre la vida y la muerte y al pasar de la oscuridad a la luz día, se siente turbado, preso de una conmoción que le obliga a sentarse y a tomar un tiempo para recuperarse de este estado emocional apasionado. De sus impresiones y vivencias, Stendhal escribe: "Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las bellas artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme". Magherini, en su libro El Síndrome de Stendhal, recolecta un conjunto de más de cien casos de aturdimiento emocional por exceso de belleza. Esta reacción psicosomática se caracteriza por una constelación de síntomas tales como taquicardia, ahogo, desorientación, inquietud, abatimiento o euforia, o confusión mental. Y se produce ante la contemplación de una gran obra de arte o un conjunto de ellas, una amplia exposición temporal ante las mismas, o de un determinado autor, normalmente por una persona extranjera. En suma, la saturación o la acumulación de belleza como fundamento de un malestar transitorio pero desequilibrante. El libro de Magherini da cuenta de un fenómeno ya descrito veinte años antes, pero que ella estudia, compila, nombra y fundamenta a partir de la propia vivencia personal de Stendhal. En puridad, al someter el síndrome de Stendhal a una lectura desapasionada, al menos como mero preámbulo para decodificar su básica esencialidad, en tanto que su naturaleza se decanta por el costado de la idealización, cabe afirmar que esta romántica concepción de la belleza escapa a toda suerte de mirada contemporánea, puesto que ésta, a diferencia de aquella, es más cómplice con lo que Freud denominó dentro del dominio lo siniestro, el Unheimlich (aquello que nos es familiar pero que se siente como extraño), más allá de la propia belleza natural del objeto y de la carga emocional del sujeto de la vivencia. Las patologías mutan hacia su contemporaneidad, del mismo modo que este síndrome fundamentalmente se hace visible en la actualidad en relación a las teenagers y a los hooligans y sus correspondientes ídolos, cantantes o futbolistas. Si las catedrales dejaron paso a los museos en una mutación peculiar entre religión y arte, en tanto que el gran espacio arquitectónico ya no acoge a los creyentes sino a los individuos que cultivan su sensibilidad, no es menor el riesgo de que ambas manifestaciones queden súbitamente desplazadas por el ocio y el entretenimiento, a partir de las nuevas tipologías constructivas, esto es, de los nuevos espacios del entertainment –los llamados integrated resorts o complejos de ocio– como marcas de un nuevo modelo asociado: la cultura de la banalidad. La idealización de lo banal se abre paso en la actual fase del capitalismo salvaje en su "bienestar por exceso de mediocridad" a modo de contrapunto de la firme sinceridad expresada por Stendhal en su "malestar por exceso de belleza". Frente al avance creciente de la sociedad de lo banal, tan sólo cabe oponer un espíritu crítico: donde lo importante de las preguntas no son las respuestas, sino la procura del conocimiento. Javier Lacruz Navas 12 de marzo de 2012
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