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Paz y Ciencia

viernes, 26 de julio de 2013

El propósito de la educación

 

El Propósito de la Educación

Capítulo 3 - La Libertad y el Amor

Tal vez algunos de ustedes no hayan comprendido por completo todo lo que he estado diciendo acerca de la libertad; pero, como lo he señalado, es muy importante que uno se exponga a ideas nuevas, a algo para lo cual puede no estar acostumbrado. Es bueno ver lo que es bello, pero ustedes tienen que observar también las cosas feas de la vida, tienen que estar despiertos a todo. De la misma manera, tienen que abrirse a cosas que quizás no comprenden por completo, porque cuanto más piensen y reflexionen sobre estos temas que pueden ser algo difíciles para ustedes, tanto mayor será la capacidad que tengan para vivir plenamente.
No sé si algunos de ustedes han advertido, temprano en la mañana, la luz del sol sobre el agua. Lo extraordinariamente suave que es esa luz, y cómo las aguas oscuras danzan, con la estrella matutina que asoma sobre los árboles - la única estrella en el cielo. ¿Alguna vez han advertido algo de eso? ¿O están tan ocupados con la rutina diaria, que olvidan o jamás han conocido la espléndida belleza de esta tierra en la que todos nosotros tenemos que vivir. Sea que nos titulemos comunistas o capitalistas hindúes o budistas, musulmanes o cristianos, que estemos ciegos, inválidos, o estemos bien y seamos dichosos, esta tierra es nuestra. ¿Comprenden? Es nuestra tierra, no de algún otro; no es sólo la tierra del hombre rico, no pertenece exclusivamente a los dirigentes poderosos, a los nobles del país, sino que es nuestra tierra - de ustedes y mía. Somos nadie, y sin embargo también vivimos en esta tierra, y todos tenemos que vivir juntos. Este mundo es tanto del pobre como del rico, del iletrado como del instruido. Éste es nuestro mundo, y pienso que es muy importante sentir esto y amar la tierra, no ocasionalmente en una mañana apacible, sino todo el tiempo. Podemos sentir que éste es nuestro mundo y amarlo, únicamente cuando comprendemos qué es la libertad.
En los tiempos actuales no existe tal cosa como la libertad, no sabemos lo que eso significa. Nos gustaría ser libres, pero si lo observan verán que todos - el maestro, el padre, el abogado, el policía, el soldado, el político, el hombre de negocios -, todos están haciendo, cada cual en su propio pequeño rincón, alguna cosa para impedir esa libertad. Ser libre no es hacer meramente lo que nos place, o romper con las circunstancias externas que nos atan, sino comprender todo el problema de la dependencia. ¿Saben qué es la dependencia? Ustedes dependen de sus padres, ¿no es así? Dependen de sus maestros, del cocinero, del cartero, del lechero, etc. Esa clase de dependencia puede uno comprendería muy fácilmente. Pero hay una clase de dependencia mucho más profunda que uno debe comprender antes de que pueda ser libre: es cuando nuestra felicidad depende de otro. ¿Saben ustedes lo que implica que dependan de alguien para ser felices? No la mera dependencia física con respecto a otra persona - esa dependencia no nos ata - sino la dependencia interna, psicológica, de la cual derivamos nuestra así llamada felicidad; porque cuando uno depende de ese modo de alguien, se convierte en un esclavo.
Si, a medida que van creciendo, dependen emocionalmente de sus padres, de la esposa o el marido, de un gurú, o de alguna idea, ya está ahí el comienzo de la esclavitud. No comprendemos esto, a pesar de que casi todos nosotros, especialmente cuando somos jóvenes, queremos ser libres.
Para ser libres tenemos que rebelarnos contra toda dependencia interna, y no podremos hacerlo sin comprender por qué dependemos. Hasta que comprendamos eso y realmente abandonemos toda dependencia interna, jamás podremos ser libres, porque sólo en esa comprensión hay libertad. Pero la libertad no es una mera reacción. ¿Saben ustedes lo que es la reacción? Si yo digo algo que los lastima, si califico a alguien con una palabra desagradable, esa persona se enoja conmigo, lo cual es una reacción, una reacción que nace de la dependencia; y la independencia es una reacción más. Pero la libertad no es una reacción, y hasta que comprendamos la reacción y podamos ir más allá, jamás seremos libres.
¿Saben ustedes lo que significa amar a alguien? ¿Saben lo que significa amar un árbol, un pájaro, amar a un pequeño animalito, cuidarlo, alimentarlo, acariciarlo aunque no reciban nada en cambio, aunque el árbol no les dé sombra, ni el animalito los siga o dependa de ustedes? Casi nadie ama de esta manera, no sabemos en absoluto lo que esto significa, porque nuestro amor está siempre obstruido por la ansiedad, por los celos y el temor - lo cual implica que dependemos internamente de otro y necesitamos que se nos guíe. No amamos simplemente y lo dejamos ahí sino que pedimos algo a cambio; y en ese mismo pedir nos volvemos dependientes.
Así que la libertad y el amor van juntos. El amor no es una reacción. Si yo amo a alguien porque me ama, eso es un mero comercio, una cosa que se compra en el mercado. No es amor. Amar es no pedir nada en cambio, ni siquiera sentir que uno está dando algo - y es sólo un amor así el que puede conocer la libertad. Pero ya lo ven, a ustedes no se los educa para esto. Se les enseña matemática, química geografía, historia. Y ahí termina la cosa, porque a los padres de ustedes sólo les interesa ayudarlos a que obtengan un buen empleo y tengan éxito en la vida. Si ellos poseen dinero suficiente, pueden enviarlos al extranjero; pero, al igual que el resto del mundo, todo el propósito de ellos es que ustedes lleguen a ser ricos y tengan una posición respetable en la sociedad. Y cuanto más alto trepa uno, tanto mayor es la desdicha que ocasiona a otros, porque para llegar ahí tiene uno que competir, tiene que ser despiadado. De ese modo, los padres envían a sus hijos a las escuelas, donde hay ambición, competencia, donde no hay amor en absoluto, y es por eso que una sociedad como la nuestra se está deteriorando en medio de una constante rivalidad y del conflicto; y aunque los políticos, los jueces, los nobles del país como se les llama, hablen de paz, eso no significa absolutamente nada.
Ahora bien, ustedes y yo tenemos que comprender todo este problema de la libertad. Tenemos que descubrir por nosotros mismos qué significa amar; porque si no amamos, nunca podremos ser solícitos, atentos; nunca podremos ser considerados con los demás. ¿Saben qué significa ser considerado? Cuando vemos una piedra aguda en un sendero que transitan muchos pies desnudos, levantamos esa piedra no porque alguien nos lo haya pedido, sino porque nos compadecemos del otro - no importa quien sea, puede ser alguien a quien tal vez jamás conoceremos. Para plantar un árbol y cuidarlo con esmero, para mirar el río y gozar la plenitud de la tierra, para observar un pájaro volando y percibir la belleza de su vuelo, para tener sensibilidad y estar abiertos a este movimiento extraordinario llamado vida, para todo esto tiene que haber libertad; sin amor, la libertad es meramente una idea que carece en absoluto de validez. Por tanto, sólo para aquellos que comprenden la dependencia interna y rompen con ella y, en consecuencia, saben lo que es el amor, puede haber libertad; y son solamente ellos los que darán origen a una nueva civilización, a un mundo diferente.
Interlocutor: ¿Cuál es el origen del deseo, y cómo puede uno librarse de él?
Krishnamurti: Es un joven el que formula esta pregunta; ¿y por qué debería él librarse del deseo? ¿Comprenden? Es un muchacho, está lleno de vida, de vitalidad, ¿por qué debería librarse del deseo? A él le han dicho que verse libre del deseo es una de las más grandes virtudes, y que al librarse del deseo realizará a Dios, o como sea que pueda llamarse este algo esencial, supremo. Así que pregunta: “¿Cuál es el origen del deseo, y cómo puedo librarme de él?” Pero el impulso mismo de librarse del deseo, sigue siendo parte del deseo, ¿no es así? En realidad, está movido por el temor.
¿Cuál es el origen, la fuente, el principio del deseo? Uno ve algo atractivo y lo desea. Ve un automóvil, o un bote, y desea poseerlo; o desea alcanzar la posición de un hombre rico, o convertirse en un sannyasi. Este es el origen del deseo: visión, contacto, del cual emana la sensación, y de la sensación surge el deseo. Ahora bien, reconociendo que el deseo trae conflicto, usted pregunta “¿Cómo puedo librarme del deseo?” De modo que lo que usted quiere realmente no es librarse del deseo, sino librarse de la zozobra, la ansiedad, el dolor que el deseo ocasiona. Quiere librarse de los frutos amargos del deseo, no del deseo mismo, y esto es algo muy importante que hay que comprender. Si al deseo pudiera usted despojarlo del dolor, del sufrimiento, de la lucha, de todas las ansiedades y temores que lo acompañan, de tal modo que sólo quedara el placer, ¿querría entonces librarse del deseo?
En tanto exista el deseo de ganar, de realizarse, de llegar a ser - en cualquier nivel que sea - habrá inevitablemente ansiedad, dolor, miedo. La ambición de ser rico, de ser esto o aquello, se desprende de nosotros solamente cuando vemos la podredumbre, la naturaleza corruptora de la ambición en sí. En el momento en que vemos que el deseo de poder en cualquiera de sus formas - el poder de un Primer Ministro, el de un juez, el de un sacerdote, el de un gurú - es fundamentalmente perverso, ya no abrigamos el deseo de ser poderosos. Pero no vemos que la ambición es corruptora, que el deseo de poder es maligno; al contrario, decimos que usaremos el poder para el bien - lo cual es una completa insensatez. Un mal medio jamás puede usarse para un buen fin. Si el medio es malo, el fin también lo será. El bien no es lo opuesto del mal. El bien se manifiesta cuando aquello que es el mal ha cesado por completo.
Por lo tanto, si no comprendemos toda la significación del deseo con sus resultados, con sus secuelas, el mero tratar de librarnos del deseo no tiene ningún sentido.
Interlocutor: ¿Cómo podemos librarnos de la dependencia mientras estamos viviendo en la sociedad?
Krishnamurti: ¿Sabe usted qué es la sociedad? La sociedad es la relación entre los seres humanos, ¿verdad? No lo complique, no cite un montón de libros; piense muy sencillamente en esto y verá que la sociedad es la relación entre usted y yo y otros. Es la relación humana la que constituye la sociedad; y nuestra sociedad actual se basa en una relación posesiva, ¿no es así? Casi todos deseamos dinero, poder, propiedad, autoridad; en un nivel u otro anhelamos posición, prestigio, y así es como hemos construido una sociedad codiciosa. En tanto somos codiciosos, en tanto deseamos posición, poder, etcétera, pertenecemos a esta sociedad y, por lo tanto, dependemos de ella. Pero si uno no desea ninguna de estas cosas y, con gran humildad, permanece siendo sencillamente lo que es, entonces se encuentra fuera de eso; se rebela contra ello y rompe con esta sociedad.
Desafortunadamente, en la actualidad la educación aspira a que ustedes se amolden, se ajusten a esta sociedad codiciosa y encajen en ella. Esto es todo lo que interesa a sus padres, a sus maestros, y de esto es que se ocupan sus libros. Mientras se amolden, mientras sean ambiciosos, codiciosos, mientras corrompan y destruyan a otros persiguiendo la posición y el poder, se los considerará ciudadanos respetables. Se los educa para que encajen en la sociedad, pero eso no es educación, es meramente un proceso que los condiciona para que se adapten a un patrón. El verdadero propósito de la educación no es el de convertirlos en oficinistas, en jueces o en Primeros Ministros, sino el de ayudarlos a comprender toda la estructura de esta corrupta sociedad permitiéndoles que florezcan libremente, de modo que rompan con esta sociedad y puedan crear una sociedad diferente, un mundo nuevo. Tienen que existir los que se rebelen, no parcialmente, sino que estén en rebelión total contra lo viejo, porque son sólo personas así las que podrán crear un mundo nuevo - un mundo que no se base en la codicia, en el poder y el prestigio.
Puedo oír a las personas mayores diciendo: “Eso jamás podrá hacerse. La naturaleza humana es lo que es, y lo que usted dice es un desatino”. Pero jamás hemos pensado en librar de su condicionamiento a la mente adulta y en no condicionar al niño. Ciertamente, la educación es tanto curativa como preventiva. Ustedes, los estudiantes de más edad, ya están moldeados, condicionados, ya son ambiciosos; desean tener éxito igual que sus padres, o el gobernador o algún otro. De modo que el verdadero propósito de la educación es no sólo ayudarlos a que se liberen ustedes mismos de su condicionamiento, sino también a que comprendan todo el proceso del vivir de día en día, de modo que puedan crecer en libertad y crear un mundo nuevo, un mundo que debe ser por completo diferente del actual. Desafortunadamente, ni los padres de ustedes ni los maestros ni el público en general se interesan en esto. Es por eso que la educación tiene que ser un proceso de educar tanto al educador como al estudiante.
Interlocutor: ¿Por qué pelean los hombres?
Krishnamurti: ¿Por qué pelean los niños? Tú a veces peleas con tu hermanito, o con otros niños de aquí ¿verdad? ¿Por qué? Pelean por un juguete. Tal vez otro niño ha tomado tu pelota, o tu libro, y por eso pelean. Las personas mayores pelean exactamente por la misma razón, sólo que sus juguetes son la posición, la riqueza y el poder. Si otro desea el poder y yo también deseo el poder, peleamos entre nosotros, y es por eso que las naciones van a la guerra. Es tan simple como eso, sólo que los filósofos, los políticos y las personas que se titulan religiosas, lo complican. ¿Sabes?, es un gran arte poseer abundancia de conocimientos y de experiencias - conocer la riqueza de la vida, la belleza de la existencia, las luchas, las desdichas, las risas, las lágrimas - y aun así conservar la mente muy sencilla; y uno puede tener una mente sencilla sólo cuando sabe amar.
Interlocutor: ¿Qué son los celos?
Krishnamurti: Los celos implican insatisfacción con lo que uno es y envidia con respecto a otros, ¿no es así? Estar insatisfechos con lo que somos constituye el principio mismo de la envidia. Deseamos ser como algún otro que posee más conocimientos, o es más agraciado, o tiene una casa más grande, o más poder, o una posición mejor. Deseamos ser más virtuosos, deseamos saber como meditar mejor, queremos llegar hasta Dios, queremos ser diferentes de lo que somos. Por lo tanto, sentimos envidia, celos. Es inmensamente difícil comprender lo que somos, porque ello requiere estar completamente libres de todo deseo de cambiar aquello que somos por alguna otra cosa. Ese deseo engendra envidia, celos; mientras que en la comprensión de lo que somos, hay una transformación de eso que somos. Pero ya lo ven, toda la educación que se les imparte los incita a que traten de ser diferentes de lo que son. Cuando son celosos se les dice: “¡No seas celoso, es algo terrible!” De modo que uno se esfuerza por no ser celoso; pero ese esfuerzo mismo forma parte de los celos, porque uno desea ser diferente.
¿Saben?, una bella rosa es una bella rosa; pero a nosotros los seres humanos, nos ha sido dada la capacidad de pensar, y pensamos erróneamente. El saber cómo pensar requiere muchísimo discernimiento, una gran comprensión; pero saber qué pensar, es comparativamente fácil. Nuestra presente educación consiste en decirnos qué debemos pensar, no nos enseña cómo pensar, cómo profundizar, explorar; y es solamente cuando ambos, el maestro y el estudiante, saben cómo pensar, que la escuela es digna de su nombre.
Interlocutor: ¿Por qué nunca estoy satisfecha con nada?
Krishnamurti: Esta pregunta la formula una niñita, y estoy seguro de que no se la han sugerido. A su tierna edad quiere saber por qué nunca está satisfecha. ¿Qué dicen los adultos? Son ustedes los que con su acción han creado este mundo en el que una niñita pregunta por qué nunca está satisfecha con nada. Se supone que ustedes son los educadores, pero no ven la tragedia de esto. Meditan, pero están embotados, cansados, están muertos internamente.
¿Por qué los seres humanos jamás están satisfechos? ¿No es, acaso, porque están buscando la felicidad, y piensan que cambiando constantemente serán felices? Se mueven de un empleo a otro, de una relación a otra, de una religión o una ideología a otra, pensando que a través de este constante movimiento de cambio hallarán la felicidad; o bien eligen algún lugar tranquilo y allí se estancan. Por cierto que el contentamiento es algo por completo diferente. Llega a nosotros sólo cuando nos vemos tal como somos, sin deseo alguno de cambiar, sin ningún tipo de condena o comparación - lo cual no significa que hayamos de aceptar meramente aquello que vemos para luego echarnos a dormir. Pero cuando la mente ya no está más comparando, juzgando, evaluando y, por tanto, es capaz de ver lo que es de instante en instante, sin querer cambiarlo, en esa percepción misma está lo eterno.
Interlocutor: ¿Por qué tenemos que leer?
Krishnamurti: ¿Por qué tiene uno que leer? Sólo escuchen tranquilamente. Nunca preguntamos por qué tenemos que jugar, por qué tenemos que comer, por qué tenemos que mirar el rió, por qué somos crueles - ¿verdad que no? Uno se rebela y pregunta por qué tiene que hacer algo, cuando no le gusta hacerlo. Pero leer, jugar, reír, ser cruel, ser bueno, ver el río, las nubes... todo esto forma parte de la vida; y si uno no sabe cómo leer, si no sabe cómo pasear, si es incapaz de apreciar la belleza de una hoja, no está viviendo. Uno tiene que comprender la totalidad de la vida, no solo una pequeña parte de ella. Es por eso que uno tiene que leer, por eso tiene que mirar los cielos, por eso tiene que cantar y bailar y escribir poemas, tiene que subir, tiene que comprender; porque la vida es todo eso.
Interlocutor: ¿Qué es la timidez?
Krishnamurti: ¿No es usted tímido cuando se encuentra con un extraño? ¿No sintió timidez cuando formuló esa pregunta? ¿No sentiría timidez si tuviera que estar sentado sobre esta tarima hablando como yo lo hago? ¿No siente timidez, no siente un poco de embarazo cuando se enfrenta súbitamente a un árbol hermoso, o a una delicada flor, o a un pájaro en su nido? Vea, es bueno ser tímido. Pero para casi todos nosotros la timidez implica tener conciencia de uno mismo, conciencia del propio yo. Cuando nos encontramos ante un gran hombre (si es que existe una persona semejante), nos volvemos conscientes de nosotros mismos. Pensamos: “¡Qué importante es él, tan ilustre, y ‘yo’ no soy nadie!”; de modo que sentimos timidez, lo cual implica conciencia del propio yo. Pero hay una diferente clase de timidez, que es sensibilidad, delicadeza, y en eso no existe la conciencia del yo.

El Propósito de la Educación

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