PEACE

PEACE
Paz y Ciencia
Mostrando entradas con la etiqueta Jiddu Krishnamurti. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Jiddu Krishnamurti. Mostrar todas las entradas

miércoles, 26 de abril de 2023

KRISHNAMURTI: JOYAS

 




Jiddu Krishnamurti fue un pensador y filósofo indio-estadounidense que difundió los valores de la meditación, la revolución psicológica y la naturaleza de la mente para propiciar cambios positivos tanto en los individuos como en la sociedad.

Krishnamurti se definió como ajeno a cualquier nacionalidad, religión, casta o filosofía y se dedicó a viajar y dar conferencias en todo el mundo, tanto en grupos grandes como pequeños, sobre la conciencia, la libertad, y el buen vivir (desde el punto de vista ético y espiritual).

A continuación, una lista de las mejores frases de Krishnamurti sobre el amor, el miedo, la amistad, la vida y mucho más. Te harán pensar sobre tu vida, sobre qué es el mundo o sobre las implicaciones de llevar una vida con propósito y espiritualidad.

Las mejores frases de Krishnamurti

-El significado de la vida es vivir.

-Vivir en el presente es la instantánea percepción de la belleza y el gran deleite en ella sin buscar placer desde ella.

-Cuando no estás haciendo un esfuerzo de ser feliz, inesperadamente, misteriosamente, la felicidad está ahí, naciendo de la pureza.

-Sé una luz para ti mismo.

-La causa primaria del desorden en nosotros mismos es la búsqueda de la realidad prometida por otros.

-La idea de nosotros mismos es nuestro escape del hecho de lo que realmente somos.

-Feliz es el hombre que no es nada.

-La medida de la salud no es estar adaptado a una sociedad profundamente enferma.

-La palabra inocencia significa una mente que es incapaz de ser lastimada.

-¿Quieres saber cuál es mi secreto? No me importa lo que ocurra.

-El análisis no transforma la conciencia.

-Con tanta pobreza y degradación, uno debe tener una piel muy gruesa para ser rico.

-Solo la mente inocente sabe lo que es el amor y la mente inocente puede vivir en un mundo que no es inocente.

-Hablar de otro, agradable o maliciosamente, es un escape de uno mismo, y escapar es la causa de la inquietud.

-Externamente, uno puede tener un aspecto distinto al de otras personas, pero internamente somos similares.

sábado, 13 de noviembre de 2021

Únicamente en soledad hay inocencia

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Psicoterapeuta. Zaragoza Gran Vía Y Online. Teléfono: +34 653 379 269 Website: www.rcordobasanz.es.                  Instagram: @psicoletrazaragoza


Únicamente en la soledad hay inocencia

Muy pocos de nosotros estamos solos alguna vez. Uno puede retirarse a las montañas y vivir como un ermitaño, pero cuando esté físicamente a solas, tendrá consigo sus ideas, sus experiencias, sus tradiciones, su conocimiento de lo que ha sido. El monje cristiano en una celda monástica no está solo; está con su Jesús conceptual, con su teología, con las creencias y los dogmas de su condicionamiento particular. De igual manera, el sanyasi que en la India se aparta del mundo y vive en aislamiento, no está solo, porque él también vive con sus recuerdos.

Yo hablo de una soledad en la que la mente está por completo libre del pasado; sólo una mente así es virtuosa, porque únicamente en esta soledad hay inocencia. Tal vez usted diga: «Eso es demasiado pedir. Uno no puede vivir así en este mundo caótico, donde tiene que ir todos los días a la oficina, ganarse la subsistencia, criar a los hijos, soportar los regaños de su esposa, etc.» Pero yo pienso que lo que se está diciendo se halla directamente relacionado con el vivir y actuar de cada día; de lo contrario, no tiene valor alguno. Vea, desde esta soledad adviene una virtud que es viril y trae consigo un sentido extraordinario de pureza y bondad. No importa si uno comete errores; eso significa muy poco. Lo que importa es tener este sentimiento de que uno está completamente incontaminado, solo porque únicamente una mente así puede conocer o percibir aquello que está más allá de la palabra, del nombre, más allá de todas las proyecciones de la imaginación.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. XIII

martes, 27 de julio de 2021

Krishnamurti y la "religión"

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Psicoterapeuta. Zaragoza. Presencial Y Online Teléfono: +34 653 379 269 Zaragoza Centro  Instagram: @psicoletrazaragoza.                Website: www.rcordobasanz.es

Respecto a la filosofía de Krishnamurti revisándola desde un punto de vista bahá’í: Cualquier “camino” es una concepción que te dirige hacia algo alejándote de otras cosas. Estos dos puntos deben tenerse en cuenta para que la persona distinga una cosa de otra.

Si bien las enseñanzas morales son una guía excelente para comportamientos que aportan claridad, no podemos adquirir experiencia a través de ellas. Ninguna religión es la finalidad de lo que enseña. Creo que a esto se refería Krishnamurti al decir, “no pueden acercarse a la Verdad por la religión”. Es lo mismo que decir que no por leer el Iqán cien veces alguien va a comprender la estación de Bahá’u’lláh. No es por “la religión” que se consigue esto, sino por Nosotros mismos, nuestras vidas, nuestras experiencias e interacciones con el presente. Estas interacciones son guiadas por la religión, pero la religión no produce la interacción en sí misma. Cuando tratamos de sustituir una cosa por la otra es cuando hacemos de “la religión” un producto de la mente.

La pureza y la conciencia son mucho más valiosas para el buscador que el conocimiento o la devoción. El Valle de la Búsqueda, el Íqán, Gemas de los Misterios Divinos, todos ellos repetidamente —una y otra vez— enfatizan la importancia de quitar el polvo que oscurece del corazón: todo lo accesorio, todo el amor y odio, todo el conocimiento y entendimiento.

En un pasaje del Iqán, Bahá’u’lláh nos habla de una tradición según la cual había que conocer al menos 20 ciencias para entender el misterio del Miráj; llegando a ese punto El dice que no sólo ese conocimiento no ayudará al buscador; sino que, en caso de poseerlo, además de no ayudarle ¡sería el mayor obstáculo para llegar a comprender el Miráj!

La persona debe purgar todo el conocimiento de su corazón —siendo “la religión” una forma de este conocimiento— y no acumularlo. El conocimiento debe ayudarnos a funcionar en la vida, pero no debería ser el determinante en la manera de ver la vida en sí misma. Digamos que la religión es el medio, no el fin; puede ayudarnos, moralmente, a “desacumular”, pero el mismo daño que puede evitarnos si hacemos esto puede ser causado por ella si “acumulamos” sus enseñanzas. Y este es precisamente el mensaje de Krishnamurti. Cuando él habla de “religión”, se refiere a la entidad que se crea en las mentes de las personas tras entrar en contacto con nuevas enseñanzas. La mente va en busca de algo, y lo encuentra en un nuevo Mensaje; y entonces la mente se llena de este mensaje, su dogma, sus formas, sus creencias – hasta que la mente está tan llena que apenas puede sostener otro pensamiento. Y en ese estado, trágicamente, se habrá alejado del objetivo del Mensaje.

Es interesante observar que los bahá’ís entienden esto instintivamente cuando se refieren a los cristianos, musulmanes, o judíos. Sin embargo les cuesta comprenderlo cuando se trata de sus propias creencias ¿No ha oído usted a los amigos decir, “un verdadero cristiano dejaría su iglesia y se haría bahá’í “? Bien, pues de la misma manera un verdadero bahá’í debería dejar sus ideas y convertirse en ser humano.

Las propias Escrituras, aún cuando defienden que se adquieran conocimientos para conseguir el avance del mundo, repiten hasta la saciedad que una profunda pureza es la única esperanza que la humanidad tiene de percibir los tenues brillos del Espíritu que se reflejan en el corazón de cada cosa creada. Al carecer de esta visión, los hombres se tratan unos a otros peor que los animales, y fracasan en comprender su hermandad común. Si no se alcanza la paz mundial no es por falta de medios, ni de proyectos, ni de esperanzas – es más bien un problema espiritual causado por “la religión” (no la religión). Es decir, porque cada persona tiene su “religión” y se adhiere a ella como si de Dios mismo se tratara, incluso podemos ver dos bahá’ís discutiendo entre ellos – a pesar de que su Fe severa y categóricamente prohíbe el conflicto y la discusión.

Cuando hay una clara percepción de la realidad no hay necesidad de creencias sobre la realidad. El alma que ve con claridad, aquella cuya visión está libre de impedimentos, no necesita religión. Por el contrario, armoniza sus acciones y decisiones a la Ley, y así es informada de la Verdad. Es religiosa por su movimiento, su espíritu, su aliento. Ya no hay conflicto entre lo que es, y lo que piensa que debería ser. Sirve al género humano porque le alegra servir – no porque deba. Aquí religiosa significa ” libre, verdadera, humana”, y la religión: una educación para llegar a este estado. Sin embargo, “la religión” es una creencia de que el mapa es el territorio, las enseñanzas son la realidad, la práctica es la experiencia, etcétera.

Así como un médico reconoce el propósito de la ley natural, y deja de pelearse con ella para trabajar con ella; de la misma manera el propósito de la religión es llegar a ese tipo de espiritualidad en la que la única manera de vivir es espiritual. De hecho, Bahá’u’lláh dice que en realidad ese es “el mundo real”, y que la causa de nuestras aflicciones es el alejamiento prolongado de ese mundo. De alguna manera, podríamos decir que la religión se parece a una tirita, o una cura, expresamente adaptada a un paciente muy enfermo ¿Debería un paciente reverenciar la cura, o deplorar su enfermedad? Más bien un paciente sabio usará la cura hasta que esté restablecido, y luego la dejará.

En ese punto – cuando nos desprendemos de “la religión”, el último impedimento – la visión es indescriptible. En esta etapa la gente actúa espontáneamente para el Bien porque este es su mayor anhelo ¿Cuál es el obstáculo entre la gente y esa percepción? La diferencia entre sus creencias sobre la realidad y la realidad en sí misma. Nos atrevemos a decir que la verdadera religión es aquel “inconocimiento” que posibilita el saber directo que deshace el ego, para que el ser humano pueda descubrir su ser. Pero si se utiliza incorrectamente, inmediatamente llevará a sus adherentes hasta el punto de ir a la guerra para defender sus creencias sobre cómo acabar con la guerra.

¿Está ahora la cuestión más clara? La “religión” que Krishnamurti ve apegada en las almas de los hombres es “la religión” que han colocado por encima de quienes realmente son, y que utilizan como una defensa para no saber lo que son realmente: buenos o malos, mediocres o excelentes. Pero el verdadero propósito de todo es la libertad – la libertad verdadera, genuina – que no se alcanza simplemente por adoptar otro conjunto de creencias o ideas.

Para tener esta verdadera religión, deberíamos hacer todo lo que Krishnamurti nos dice, que es lo mismo que dice Bahá’u’lláh, Buda y muchos otros tiempo atrás hasta el Oráculo de Delfos: Conócete a ti mismo. “Quien se ha conocido a sí mismo ha conocido a Dios” Porque el conocimiento de uno mismo es el proceso más doloroso y más difícil que existe, y que comienza con la purificación del ojo, el oído, el corazón, y la mente. Las prácticas de la Fe Bahá’í están diseñadas con ese propósito, y Dios nos ayudará si las usamos con ese fin; pero ya que los humanos somos humanos, siempre puede haber enquistamientos – y esto es lo que Krishnamurti tanto deploró del mundo de su alrededor: Veía que para los seres humanos la realidad tenía menos valor que su conjunto de creencias, y quiso liberarlos de esto. ¡Lo que importa no es lo que usted cree sino lo que usted es y hace! ¿No es ese el mensaje de Bahá’u’lláh? “Hay entre la gente quien se sienta a la puerta en medio de las sandalias, mientras en su corazón codicia el puesto de honor. Di: ¿Qué clase de hombre eres, vano y negligente, que quieres aparentar lo que no eres?”

Así podemos ver que la filosofía de Krishnamurti trata de la comprensión de quien y qué eres, y que solamente este conocimiento puede conectarte con Dios y con la vida. Pero mientras que esta comprensión no exista, “la religión” – bajo la forma de ideas y prácticas respetuosas – seguirá siendo tu mayor obstáculo hacia la Verdad.

martes, 15 de diciembre de 2020

Jiddu Krishnamurti

 


Naudé: Sí. Una vez visto que el desorden - que es el dolor, el sufrimiento - significa desorden en esta conciencia indivisible, la pregunta siguiente es: ¿Qué ha de hacer uno al respecto?

K: Sí.

Naudé: Y como no existe una entidad que pueda hacer algo...

K: Espere, no salte a eso inmediatamente.

Naudé: Porque hemos visto que el desorden es la entidad.

K: ¿Comprendemos eso? No. ¿Comprendemos que el pensador es parte de esta conciencia y no una entidad separada exterior a esta conciencia? ¿Comprendemos que el observador, viendo el contenido, examinándolo, analizándolo, estudiándolo todo, es el contenido mismo? ¿Qué el observador es el contenido?

Naudé: Sí.

K: Formular una verdad es una cosa, pero comprenderla es otra.

Naudé: Eso es cierto. Pienso que no comprendemos totalmente el hecho de que no existe entidad separada de esta cosa que tratamos de cambiar.

K: Cuando hablamos de cambio ello parece sugerir que, dentro de la conciencia, existe una entidad separada capaz de producir una transformación.

Naudé: Pensamos que de algún modo podemos apartarnos de la confusión, mirarla y manipularla desde afuera. Siempre nos decimos: "Bueno, pese a todo, estoy aquí para hacer algo al respecto". Y así escamoteamos más y más.

K: Creando más desorden, más confusión.

Naudé: Cambiamos de decorado y las cosas empeoran.

K: La conciencia del mundo es mi conciencia. En esa conciencia está contenida toda la conducta del hombre, la miseria humana, la crueldad, el daño; todas nuestras actividades están dentro de esa conciencia. Dentro de ella el hombre ha engendrado esta entidad que dice: "Yo estoy separado de mi conciencia", el observador que dice: "Yo soy diferente de la cosa observada". Y el pensador que dice: "Mis pensamientos son diferentes de mí". En primer lugar, ¿es así?

Naudé: Todos creemos que las dos entidades son diferentes. Nos decimos "no debo estar irritado, no debo sufrir, debo mejorar, debo cambiarme a mí mismo". Decimos esto tácita o concientemente todo el tiempo.

K: Porque pensamos que ambas entidades están separadas. Nosotros estamos intentando señalar que no lo están, que son una sola cosa, porque si no hay pensamiento no hay pensador.

Naudé: Eso es cierto.

K: Si no hay cosa observada, no hay observador.

Naudé: Hay cien observadores y cien pensadores en el curso del día.

K: Y yo pregunto, ¿es así? Observo a ese halcón de cola roja que va volando. Lo veo. Cuando observo ese pájaro, ¿estoy observando con la imagen que tengo de él, o simplemente observo? ¿Existe solo la pura observación? Si existe una imagen, lo cual significa palabras, recuerdos y todo lo demás, entonces hay un observador mirando pasar el pájaro. Si solo existe la observación, entonces no hay observador.

Naudé: ¿Quisiera usted explicar por qué hay un observador cuando miro al pájaro con una imagen?

K: Porque el observador es el pasado. El observador es el censor, el conocimiento acumulado, la experiencia, la memoria; ese es el observador; con eso él observa el mundo. El conocimiento que él acumuló es diferente del que acumuló otro observador.

Naudé: ¿Dice usted que la totalidad de esta conciencia - que constituye el problema - no es diferente del observador que la encara? Esto parecería llevarnos a un callejón sin salida, ya que la cosa que procuramos cambiar es la persona misma que procura cambiarla. La pregunta es, ¿entonces qué?

K: Justamente de eso se trata. Si el observador es lo observado, ¿cuál es la naturaleza del cambio en la conciencia? Es lo que intentamos descubrir. Comprendemos que debe haber una revolución radical en la conciencia. ¿Cómo ha de ocurrir esto? ¿Se hará por intermedio del observador? Cuando el observador está separado de aquello que observa, el cambio es entonces un mero truco de escamoteo con los diversos contenidos de la conciencia.

Naudé: Eso es verdad.

K: Ahora vayamos despacio. Uno se da cuenta de que el observador es lo observado, de que el pensador es el pensamiento; esto es un hecho. Detengámonos ahí por un instante.

Naudé: ¿Dice usted que el pensador es el conjunto de todos estos pensamientos que producen la confusión?

K: El pensador es el pensamiento, sea este uno solo o muchos.

Naudé: Pero hay una diferencia, porque el pensador piensa acerca de sí mismo como en una especie de entidad concreta y cristalizada. Aún en medio de esta discusión, el pensador se ve a sí mismo como la entidad concreta a la cual pertenecen todos estos pensamientos, toda esta confusión.

K: Esa entidad concreta, como usted dice, es el resultado del pensamiento.

Naudé: Esa entidad concreta es...

K: ... Construida por el pensamiento.

Naudé: Construida por sus pensamientos.

K: Por el pensamiento, no "sus" pensamientos, por el pensamiento.

Naudé: Sí.

K: Y el pensamiento ve que debe haber un cambio. Esta entidad concreta, que es el resultado del pensamiento, espera cambiar el contenido.

Naudé: Que es ella misma.

K: Y así hay una batalla entre el observador y lo observado. La batalla consiste en tratar de controlar, cambiar, adaptar, reprimir, dar una nueva forma, todo eso: esa es la batalla que tiene lugar continuamente en nuestra vida. Pero cuando la mente comprende la verdad de que el observador, el experimentador, el pensador son el pensamiento, la experiencia, lo observado, ¿qué ocurre entonces, sabiendo uno que debe haber un cambio radical?

Naudé: Eso es un hecho.

K: ¿Y cuando el observador que desea cambiar se da cuenta de que él es parte de lo que ha de ser cambiado?

Naudé: Que él es, en realidad, un ladrón que pretende ser policía para atraparse a sí mismo.

K: Muy bien. ¿Entonces que ocurre?

Naudé: Usted ve, señor, que la gente no opina así; dice: "Ejercitando la voluntad he dejado de fumar, ejercitando la voluntad me levanté más temprano, bajé de peso y aprendí idiomas"; dice: "Yo soy el dueño de mi destino, yo puedo cambiar" Todos creen realmente esto. Cada cual cree que es capaz de ejercer la voluntad y actuar sobre su propia vida, sobre su conducta y sobre su pensar.

K: Lo cual quiere decir que uno ha de comprender el significado del esfuerzo, comprender qué es el esfuerzo y por qué existe en absoluto. ¿Es ese el modo de producir una transformación en la conciencia, por medio del esfuerzo, de la voluntad?

Naudé: Sí.

K: ¿Eso qué significa? Cambiar por medio del conflicto. Cuando opera la voluntad, ello es una forma de resistencia: vencer, reprimir, negar, escapar. Todo lo cual es voluntad en acción. Eso significa entonces que la vida es una constante batalla.

Naudé: ¿Quiere usted decir que todo se reduce a que un elemento en esta conciencia domina a otro?

K: Es obvio. Un fragmente domina a otro fragmento.

Naudé: Y por eso mismo el conflicto y el desorden continúan. Sí, esto es claro.

K: De modo que subsiste el hecho central: ha de haber una transformación radical de la conciencia y en la conciencia. Ahora bien, ¿cómo ha de producirse esto? Esa es la verdadera cuestión.

Naudé: Sí.

K: Lo hemos enfocado pensando que un fragmento es superior a los demás, a los otros fragmentos que están dentro del campo de la conciencia.

Naudé: Sí, así lo hemos pensado.

K: De modo que ese fragmento al que llamamos lo superior, la inteligencia, el intelecto, la razón, la lógica, etc., es el producto de los mucho otros fragmentos. Un fragmento ha asumido la autoridad sobre los otros. Pero sigue siendo un fragmento y, por lo tanto, hay una batalla entre él y los otros múltiples fragmentos. ¿Es posible entonces ver que esta fragmentación no resuelve nuestros problemas?

Naudé: Porque ella produce la división y el conflicto, lo cual era nuestro problema desde el principio.

K: Es decir, que cuando existe división entre hombre y mujer hay conflicto. Cuando existe división entre Alemania e Inglaterra o Rusia hay conflicto.

Naudé: Y todo eso es la división dentro de la conciencia misma. También el ejercicio de la voluntad sobre la conciencia es, asimismo, una división dentro de la conciencia.

K: Uno ha de estar libre, pues, de la idea de que por medio de la voluntad es posible cambiar el contenido. Es muy importante que eso se comprenda.

Naudé: Sí, que el ejercicio de la voluntad es meramente la tiranía de un fragmento sobre otro.

K: Eso es simple. Uno también se da cuenta de que estar libre del dominio de la voluntad, es estar libre de esta fragmentación.

Naudé: Pero las religiones del mundo han apelado siempre a la voluntad para llegar a algo o para hacer algo.

K: Sí. Pero nosotros estamos negando eso en su totalidad.

Naudé: Sí.

K: Entonces, ¿qué ha de hacer o no hacer la mente cuando ve que la voluntad no es el camino, que un fragmento imponiéndose a otro sigue siendo fragmentación y, en consecuencia, conflicto, y está por ello aún dentro del campo de la desdicha? ¿Qué ha de hacer una mente en esas condiciones?

Naudé: Sí, esta es realmente la pregunta.

K: Ahora bien, ¿hay algo que una mente así pueda hacer?

Naudé: Cuando usted dice eso, uno piensa: "Si nada hay por hacer, entonces el circo continúa".

K: No, señor. ¡Mire! El circo continúa sólo cuando hay ejercicio de la voluntad.

Naudé: ¿Quiere usted significar que el circo acerca del cual hemos estado discutiendo y al cuál tratamos de cambiar es, de hecho, un producto de la voluntad?

K: Mi voluntad contra su voluntad, etc.

Naudé: Mi voluntad contra otra parte de mí mismo.

K: Y así sucesivamente.

Naudé: Mi deseo de fumar...

K: Exacto. Una mente que empieza diciendo: "Yo debo cambiar", se da cuenta de que un fragmento afirmando que él debe cambiar, está en conflicto con otro fragmento, lo cual es parte de la conciencia. Se da cuenta de eso. Por lo tanto, también comprende que la voluntad, a la que el hombre se ha acostumbrado y que supone ser el único modo de producir un cambio...

Naudé: ... No es el factor del cambio.

K: No es el factor del cambio. Por lo tanto, una mente así ha llegado a un nivel por completo diferente.

Naudé: Se ha desembarazado de muchos estorbos.

K: De una gran cantidad de desperdicios.

Naudé: Ha eliminado la división entre lo externo y lo interno, entre la conciencia y su contenido, entre la entidad conciente y la conciencia que le pertenece a ella y a los varios fragmentos. Y ha eliminado también la división entre los diferentes fragmentos dentro de esta conciencia.

K: ¿Qué ha ocurrido entonces? ¿Qué le ha ocurrido a la mente que ha visto todo esto? Y que lo ha visto no de un modo teórico, sino que realmente lo ha sentido y dice: "No más voluntad en mi vida". Lo cual significa no más resistencia en mi vida.

Naudé: ¡Esto es extraordinario! Es como encontrarse un día con el cielo a sus pies. Un cambio como este es tan grande que resulta difícil predecir cual puede ser su alcance.

K: De eso se trata, ese es el punto. ¡Tal cambio ya ha ocurrido!

Naudé: Lo que usted dice es que no hay más dominio de la voluntad, no más esfuerzo, no más división entre lo interno y lo externo...

K: No más fragmentación dentro de la conciencia.

Naudé: No más fragmentación.

K: Es muy importante que se comprenda eso, señor.

Naudé: No más observador separado de lo que observa.

K: Lo cual quiere decir no más fragmentación en la conciencia. Y esto significa que la conciencia solo existe cuando hay conflicto entre fragmentos.

Naudé: No estoy seguro de haber comprendido eso. ¿La conciencia es sus fragmentos?

K: La conciencia es sus fragmentos y la conciencia es la batalla entre los fragmentos.

Naudé: ¿Quiere usted decir que los fragmentos existen solamente porque están en conflicto, en lucha? Cuando no luchan entre ellos, no son fragmentos, porque no actúan como partes. Cesa la acción de una parte sobre otra. Cuando usted dice fragmentación, eso es lo que quiere significar. Esa es la fragmentación.

K: Vea lo que ha ocurrido.

Naudé: Los fragmentos desaparecen cuando no actúan los unos contra los otros.

K: Naturalmente. Cuando Pakistán y la India...

Naudé: ... No pelean más, no hay tal cosa como Pakistán y la India.

K: Naturalmente.

Naudé: ¿Dice usted que ese es el cambio?

K: Espere, todavía no lo sé. Vamos a investigarlo. Una mente humana ha comprendido que "yo" soy el mundo y que el mundo es lo que yo soy, que mi conciencia es la conciencia del mundo y que la conciencia del mundo soy yo mismo. Que el contenido de la conciencia con todas sus miserias, etc., es la conciencia misma, y que dentro de esa conciencia hay un millar de fragmentaciones. Que un fragmento de esos muchos fragmentos se convierte en la autoridad, el censor, el observador, el examinador, el pensador.

Naudé: El amo.

K: El amo. Y así él mantiene la fragmentación. ¡Vea la importancia de esto! En el momento que el asume la autoridad, él debe mantener la fragmentación.

Naudé: Sí, evidentemente, porque él es una parte de la conciencia actuando sobre el resto de la conciencia.

K: Por lo tanto él debe mantener el conflicto. Y el conflicto es la conciencia.

Naudé: Usted dijo que los fragmentos son la conciencia ¿y ahora dice usted que los fragmentos son en realidad el contenido?

K: Por supuesto.

Naudé: Los fragmentos son el conflicto. ¿No hay fragmento sin conflicto?

K: ¿Cuándo está activa la conciencia?

Naudé: Cuando está en conflicto.

K: Evidentemente. De otro modo hay libertad, libertad para observar. De manera que la revolución radical de la conciencia y en la conciencia tiene lugar cuando no existe conflicto en absoluto.

 

Malibú, California, 27 de Marzo de 1971.

miércoles, 9 de marzo de 2016

Amor

Esto es lo más difícil de todo: cerrar la mano abierta del amor y ser donante. Nietzsche

El filósofo Krishnamurti razona así el intercambio de sentimientos:
libertad y amor van juntos. Amor no es reacción; si te amo porque me amas, se trata de un mero comercio, algo que puede comprarse en el mercado. Amar no es pedir algo a cambio, no siquiera sentir que se está dando; y sólo un amor así puede conocer la libertad...
Plantar un árbol y cuidarlo, mirar el río y disfrutar de la plenitud de la tierra... para todo ello se necesita libertad; y para ser libres de amar.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Amor, vida, muerte



El amor no es una teoría ni es un ideal. O amamos o no amamos. El amor no puede enseñarse. No podemos tomar clases de cómo amar, ni existe un método que practicado diariamente nos permita saber qué es el amor. Pero pienso que uno puede dar con el amor de manera natural, fácil y espontánea, cuando comprende de verdad el significado del tiempo, la profundidad extraordinaria del dolor y la pureza que llega con la muerte. Por lo tanto, quizá podamos considerar - de hecho, no teóricamente o en abstracto- la naturaleza del tiempo, la cualidad o estructura del dolor y la cosa extraordinaria que llamamos muerte. Estas tres cosas no están separadas.

Krishnamurti: "Sobre la vida y la muerte"

martes, 17 de diciembre de 2013

Krisnamurti

La vida es algo total. El dolor, la pena, la angustia, la alegría, las ideas absurdas, la posesión, la envidia, el amor, la dolorosa soledad...todo esto es la vida. Y para comprender la muerte tenemos que comprender la totalidad de la vida, no tomar solo un fragmento de ella y vivir con ese fragmento, como lo hace la mayoría de nosotros.
Krisnamurti: Sobre la vida y la muerte

viernes, 26 de julio de 2013

El propósito de la educación

 

El Propósito de la Educación

Capítulo 3 - La Libertad y el Amor

Tal vez algunos de ustedes no hayan comprendido por completo todo lo que he estado diciendo acerca de la libertad; pero, como lo he señalado, es muy importante que uno se exponga a ideas nuevas, a algo para lo cual puede no estar acostumbrado. Es bueno ver lo que es bello, pero ustedes tienen que observar también las cosas feas de la vida, tienen que estar despiertos a todo. De la misma manera, tienen que abrirse a cosas que quizás no comprenden por completo, porque cuanto más piensen y reflexionen sobre estos temas que pueden ser algo difíciles para ustedes, tanto mayor será la capacidad que tengan para vivir plenamente.
No sé si algunos de ustedes han advertido, temprano en la mañana, la luz del sol sobre el agua. Lo extraordinariamente suave que es esa luz, y cómo las aguas oscuras danzan, con la estrella matutina que asoma sobre los árboles - la única estrella en el cielo. ¿Alguna vez han advertido algo de eso? ¿O están tan ocupados con la rutina diaria, que olvidan o jamás han conocido la espléndida belleza de esta tierra en la que todos nosotros tenemos que vivir. Sea que nos titulemos comunistas o capitalistas hindúes o budistas, musulmanes o cristianos, que estemos ciegos, inválidos, o estemos bien y seamos dichosos, esta tierra es nuestra. ¿Comprenden? Es nuestra tierra, no de algún otro; no es sólo la tierra del hombre rico, no pertenece exclusivamente a los dirigentes poderosos, a los nobles del país, sino que es nuestra tierra - de ustedes y mía. Somos nadie, y sin embargo también vivimos en esta tierra, y todos tenemos que vivir juntos. Este mundo es tanto del pobre como del rico, del iletrado como del instruido. Éste es nuestro mundo, y pienso que es muy importante sentir esto y amar la tierra, no ocasionalmente en una mañana apacible, sino todo el tiempo. Podemos sentir que éste es nuestro mundo y amarlo, únicamente cuando comprendemos qué es la libertad.
En los tiempos actuales no existe tal cosa como la libertad, no sabemos lo que eso significa. Nos gustaría ser libres, pero si lo observan verán que todos - el maestro, el padre, el abogado, el policía, el soldado, el político, el hombre de negocios -, todos están haciendo, cada cual en su propio pequeño rincón, alguna cosa para impedir esa libertad. Ser libre no es hacer meramente lo que nos place, o romper con las circunstancias externas que nos atan, sino comprender todo el problema de la dependencia. ¿Saben qué es la dependencia? Ustedes dependen de sus padres, ¿no es así? Dependen de sus maestros, del cocinero, del cartero, del lechero, etc. Esa clase de dependencia puede uno comprendería muy fácilmente. Pero hay una clase de dependencia mucho más profunda que uno debe comprender antes de que pueda ser libre: es cuando nuestra felicidad depende de otro. ¿Saben ustedes lo que implica que dependan de alguien para ser felices? No la mera dependencia física con respecto a otra persona - esa dependencia no nos ata - sino la dependencia interna, psicológica, de la cual derivamos nuestra así llamada felicidad; porque cuando uno depende de ese modo de alguien, se convierte en un esclavo.
Si, a medida que van creciendo, dependen emocionalmente de sus padres, de la esposa o el marido, de un gurú, o de alguna idea, ya está ahí el comienzo de la esclavitud. No comprendemos esto, a pesar de que casi todos nosotros, especialmente cuando somos jóvenes, queremos ser libres.
Para ser libres tenemos que rebelarnos contra toda dependencia interna, y no podremos hacerlo sin comprender por qué dependemos. Hasta que comprendamos eso y realmente abandonemos toda dependencia interna, jamás podremos ser libres, porque sólo en esa comprensión hay libertad. Pero la libertad no es una mera reacción. ¿Saben ustedes lo que es la reacción? Si yo digo algo que los lastima, si califico a alguien con una palabra desagradable, esa persona se enoja conmigo, lo cual es una reacción, una reacción que nace de la dependencia; y la independencia es una reacción más. Pero la libertad no es una reacción, y hasta que comprendamos la reacción y podamos ir más allá, jamás seremos libres.
¿Saben ustedes lo que significa amar a alguien? ¿Saben lo que significa amar un árbol, un pájaro, amar a un pequeño animalito, cuidarlo, alimentarlo, acariciarlo aunque no reciban nada en cambio, aunque el árbol no les dé sombra, ni el animalito los siga o dependa de ustedes? Casi nadie ama de esta manera, no sabemos en absoluto lo que esto significa, porque nuestro amor está siempre obstruido por la ansiedad, por los celos y el temor - lo cual implica que dependemos internamente de otro y necesitamos que se nos guíe. No amamos simplemente y lo dejamos ahí sino que pedimos algo a cambio; y en ese mismo pedir nos volvemos dependientes.
Así que la libertad y el amor van juntos. El amor no es una reacción. Si yo amo a alguien porque me ama, eso es un mero comercio, una cosa que se compra en el mercado. No es amor. Amar es no pedir nada en cambio, ni siquiera sentir que uno está dando algo - y es sólo un amor así el que puede conocer la libertad. Pero ya lo ven, a ustedes no se los educa para esto. Se les enseña matemática, química geografía, historia. Y ahí termina la cosa, porque a los padres de ustedes sólo les interesa ayudarlos a que obtengan un buen empleo y tengan éxito en la vida. Si ellos poseen dinero suficiente, pueden enviarlos al extranjero; pero, al igual que el resto del mundo, todo el propósito de ellos es que ustedes lleguen a ser ricos y tengan una posición respetable en la sociedad. Y cuanto más alto trepa uno, tanto mayor es la desdicha que ocasiona a otros, porque para llegar ahí tiene uno que competir, tiene que ser despiadado. De ese modo, los padres envían a sus hijos a las escuelas, donde hay ambición, competencia, donde no hay amor en absoluto, y es por eso que una sociedad como la nuestra se está deteriorando en medio de una constante rivalidad y del conflicto; y aunque los políticos, los jueces, los nobles del país como se les llama, hablen de paz, eso no significa absolutamente nada.
Ahora bien, ustedes y yo tenemos que comprender todo este problema de la libertad. Tenemos que descubrir por nosotros mismos qué significa amar; porque si no amamos, nunca podremos ser solícitos, atentos; nunca podremos ser considerados con los demás. ¿Saben qué significa ser considerado? Cuando vemos una piedra aguda en un sendero que transitan muchos pies desnudos, levantamos esa piedra no porque alguien nos lo haya pedido, sino porque nos compadecemos del otro - no importa quien sea, puede ser alguien a quien tal vez jamás conoceremos. Para plantar un árbol y cuidarlo con esmero, para mirar el río y gozar la plenitud de la tierra, para observar un pájaro volando y percibir la belleza de su vuelo, para tener sensibilidad y estar abiertos a este movimiento extraordinario llamado vida, para todo esto tiene que haber libertad; sin amor, la libertad es meramente una idea que carece en absoluto de validez. Por tanto, sólo para aquellos que comprenden la dependencia interna y rompen con ella y, en consecuencia, saben lo que es el amor, puede haber libertad; y son solamente ellos los que darán origen a una nueva civilización, a un mundo diferente.
Interlocutor: ¿Cuál es el origen del deseo, y cómo puede uno librarse de él?
Krishnamurti: Es un joven el que formula esta pregunta; ¿y por qué debería él librarse del deseo? ¿Comprenden? Es un muchacho, está lleno de vida, de vitalidad, ¿por qué debería librarse del deseo? A él le han dicho que verse libre del deseo es una de las más grandes virtudes, y que al librarse del deseo realizará a Dios, o como sea que pueda llamarse este algo esencial, supremo. Así que pregunta: “¿Cuál es el origen del deseo, y cómo puedo librarme de él?” Pero el impulso mismo de librarse del deseo, sigue siendo parte del deseo, ¿no es así? En realidad, está movido por el temor.
¿Cuál es el origen, la fuente, el principio del deseo? Uno ve algo atractivo y lo desea. Ve un automóvil, o un bote, y desea poseerlo; o desea alcanzar la posición de un hombre rico, o convertirse en un sannyasi. Este es el origen del deseo: visión, contacto, del cual emana la sensación, y de la sensación surge el deseo. Ahora bien, reconociendo que el deseo trae conflicto, usted pregunta “¿Cómo puedo librarme del deseo?” De modo que lo que usted quiere realmente no es librarse del deseo, sino librarse de la zozobra, la ansiedad, el dolor que el deseo ocasiona. Quiere librarse de los frutos amargos del deseo, no del deseo mismo, y esto es algo muy importante que hay que comprender. Si al deseo pudiera usted despojarlo del dolor, del sufrimiento, de la lucha, de todas las ansiedades y temores que lo acompañan, de tal modo que sólo quedara el placer, ¿querría entonces librarse del deseo?
En tanto exista el deseo de ganar, de realizarse, de llegar a ser - en cualquier nivel que sea - habrá inevitablemente ansiedad, dolor, miedo. La ambición de ser rico, de ser esto o aquello, se desprende de nosotros solamente cuando vemos la podredumbre, la naturaleza corruptora de la ambición en sí. En el momento en que vemos que el deseo de poder en cualquiera de sus formas - el poder de un Primer Ministro, el de un juez, el de un sacerdote, el de un gurú - es fundamentalmente perverso, ya no abrigamos el deseo de ser poderosos. Pero no vemos que la ambición es corruptora, que el deseo de poder es maligno; al contrario, decimos que usaremos el poder para el bien - lo cual es una completa insensatez. Un mal medio jamás puede usarse para un buen fin. Si el medio es malo, el fin también lo será. El bien no es lo opuesto del mal. El bien se manifiesta cuando aquello que es el mal ha cesado por completo.
Por lo tanto, si no comprendemos toda la significación del deseo con sus resultados, con sus secuelas, el mero tratar de librarnos del deseo no tiene ningún sentido.
Interlocutor: ¿Cómo podemos librarnos de la dependencia mientras estamos viviendo en la sociedad?
Krishnamurti: ¿Sabe usted qué es la sociedad? La sociedad es la relación entre los seres humanos, ¿verdad? No lo complique, no cite un montón de libros; piense muy sencillamente en esto y verá que la sociedad es la relación entre usted y yo y otros. Es la relación humana la que constituye la sociedad; y nuestra sociedad actual se basa en una relación posesiva, ¿no es así? Casi todos deseamos dinero, poder, propiedad, autoridad; en un nivel u otro anhelamos posición, prestigio, y así es como hemos construido una sociedad codiciosa. En tanto somos codiciosos, en tanto deseamos posición, poder, etcétera, pertenecemos a esta sociedad y, por lo tanto, dependemos de ella. Pero si uno no desea ninguna de estas cosas y, con gran humildad, permanece siendo sencillamente lo que es, entonces se encuentra fuera de eso; se rebela contra ello y rompe con esta sociedad.
Desafortunadamente, en la actualidad la educación aspira a que ustedes se amolden, se ajusten a esta sociedad codiciosa y encajen en ella. Esto es todo lo que interesa a sus padres, a sus maestros, y de esto es que se ocupan sus libros. Mientras se amolden, mientras sean ambiciosos, codiciosos, mientras corrompan y destruyan a otros persiguiendo la posición y el poder, se los considerará ciudadanos respetables. Se los educa para que encajen en la sociedad, pero eso no es educación, es meramente un proceso que los condiciona para que se adapten a un patrón. El verdadero propósito de la educación no es el de convertirlos en oficinistas, en jueces o en Primeros Ministros, sino el de ayudarlos a comprender toda la estructura de esta corrupta sociedad permitiéndoles que florezcan libremente, de modo que rompan con esta sociedad y puedan crear una sociedad diferente, un mundo nuevo. Tienen que existir los que se rebelen, no parcialmente, sino que estén en rebelión total contra lo viejo, porque son sólo personas así las que podrán crear un mundo nuevo - un mundo que no se base en la codicia, en el poder y el prestigio.
Puedo oír a las personas mayores diciendo: “Eso jamás podrá hacerse. La naturaleza humana es lo que es, y lo que usted dice es un desatino”. Pero jamás hemos pensado en librar de su condicionamiento a la mente adulta y en no condicionar al niño. Ciertamente, la educación es tanto curativa como preventiva. Ustedes, los estudiantes de más edad, ya están moldeados, condicionados, ya son ambiciosos; desean tener éxito igual que sus padres, o el gobernador o algún otro. De modo que el verdadero propósito de la educación es no sólo ayudarlos a que se liberen ustedes mismos de su condicionamiento, sino también a que comprendan todo el proceso del vivir de día en día, de modo que puedan crecer en libertad y crear un mundo nuevo, un mundo que debe ser por completo diferente del actual. Desafortunadamente, ni los padres de ustedes ni los maestros ni el público en general se interesan en esto. Es por eso que la educación tiene que ser un proceso de educar tanto al educador como al estudiante.
Interlocutor: ¿Por qué pelean los hombres?
Krishnamurti: ¿Por qué pelean los niños? Tú a veces peleas con tu hermanito, o con otros niños de aquí ¿verdad? ¿Por qué? Pelean por un juguete. Tal vez otro niño ha tomado tu pelota, o tu libro, y por eso pelean. Las personas mayores pelean exactamente por la misma razón, sólo que sus juguetes son la posición, la riqueza y el poder. Si otro desea el poder y yo también deseo el poder, peleamos entre nosotros, y es por eso que las naciones van a la guerra. Es tan simple como eso, sólo que los filósofos, los políticos y las personas que se titulan religiosas, lo complican. ¿Sabes?, es un gran arte poseer abundancia de conocimientos y de experiencias - conocer la riqueza de la vida, la belleza de la existencia, las luchas, las desdichas, las risas, las lágrimas - y aun así conservar la mente muy sencilla; y uno puede tener una mente sencilla sólo cuando sabe amar.
Interlocutor: ¿Qué son los celos?
Krishnamurti: Los celos implican insatisfacción con lo que uno es y envidia con respecto a otros, ¿no es así? Estar insatisfechos con lo que somos constituye el principio mismo de la envidia. Deseamos ser como algún otro que posee más conocimientos, o es más agraciado, o tiene una casa más grande, o más poder, o una posición mejor. Deseamos ser más virtuosos, deseamos saber como meditar mejor, queremos llegar hasta Dios, queremos ser diferentes de lo que somos. Por lo tanto, sentimos envidia, celos. Es inmensamente difícil comprender lo que somos, porque ello requiere estar completamente libres de todo deseo de cambiar aquello que somos por alguna otra cosa. Ese deseo engendra envidia, celos; mientras que en la comprensión de lo que somos, hay una transformación de eso que somos. Pero ya lo ven, toda la educación que se les imparte los incita a que traten de ser diferentes de lo que son. Cuando son celosos se les dice: “¡No seas celoso, es algo terrible!” De modo que uno se esfuerza por no ser celoso; pero ese esfuerzo mismo forma parte de los celos, porque uno desea ser diferente.
¿Saben?, una bella rosa es una bella rosa; pero a nosotros los seres humanos, nos ha sido dada la capacidad de pensar, y pensamos erróneamente. El saber cómo pensar requiere muchísimo discernimiento, una gran comprensión; pero saber qué pensar, es comparativamente fácil. Nuestra presente educación consiste en decirnos qué debemos pensar, no nos enseña cómo pensar, cómo profundizar, explorar; y es solamente cuando ambos, el maestro y el estudiante, saben cómo pensar, que la escuela es digna de su nombre.
Interlocutor: ¿Por qué nunca estoy satisfecha con nada?
Krishnamurti: Esta pregunta la formula una niñita, y estoy seguro de que no se la han sugerido. A su tierna edad quiere saber por qué nunca está satisfecha. ¿Qué dicen los adultos? Son ustedes los que con su acción han creado este mundo en el que una niñita pregunta por qué nunca está satisfecha con nada. Se supone que ustedes son los educadores, pero no ven la tragedia de esto. Meditan, pero están embotados, cansados, están muertos internamente.
¿Por qué los seres humanos jamás están satisfechos? ¿No es, acaso, porque están buscando la felicidad, y piensan que cambiando constantemente serán felices? Se mueven de un empleo a otro, de una relación a otra, de una religión o una ideología a otra, pensando que a través de este constante movimiento de cambio hallarán la felicidad; o bien eligen algún lugar tranquilo y allí se estancan. Por cierto que el contentamiento es algo por completo diferente. Llega a nosotros sólo cuando nos vemos tal como somos, sin deseo alguno de cambiar, sin ningún tipo de condena o comparación - lo cual no significa que hayamos de aceptar meramente aquello que vemos para luego echarnos a dormir. Pero cuando la mente ya no está más comparando, juzgando, evaluando y, por tanto, es capaz de ver lo que es de instante en instante, sin querer cambiarlo, en esa percepción misma está lo eterno.
Interlocutor: ¿Por qué tenemos que leer?
Krishnamurti: ¿Por qué tiene uno que leer? Sólo escuchen tranquilamente. Nunca preguntamos por qué tenemos que jugar, por qué tenemos que comer, por qué tenemos que mirar el rió, por qué somos crueles - ¿verdad que no? Uno se rebela y pregunta por qué tiene que hacer algo, cuando no le gusta hacerlo. Pero leer, jugar, reír, ser cruel, ser bueno, ver el río, las nubes... todo esto forma parte de la vida; y si uno no sabe cómo leer, si no sabe cómo pasear, si es incapaz de apreciar la belleza de una hoja, no está viviendo. Uno tiene que comprender la totalidad de la vida, no solo una pequeña parte de ella. Es por eso que uno tiene que leer, por eso tiene que mirar los cielos, por eso tiene que cantar y bailar y escribir poemas, tiene que subir, tiene que comprender; porque la vida es todo eso.
Interlocutor: ¿Qué es la timidez?
Krishnamurti: ¿No es usted tímido cuando se encuentra con un extraño? ¿No sintió timidez cuando formuló esa pregunta? ¿No sentiría timidez si tuviera que estar sentado sobre esta tarima hablando como yo lo hago? ¿No siente timidez, no siente un poco de embarazo cuando se enfrenta súbitamente a un árbol hermoso, o a una delicada flor, o a un pájaro en su nido? Vea, es bueno ser tímido. Pero para casi todos nosotros la timidez implica tener conciencia de uno mismo, conciencia del propio yo. Cuando nos encontramos ante un gran hombre (si es que existe una persona semejante), nos volvemos conscientes de nosotros mismos. Pensamos: “¡Qué importante es él, tan ilustre, y ‘yo’ no soy nadie!”; de modo que sentimos timidez, lo cual implica conciencia del propio yo. Pero hay una diferente clase de timidez, que es sensibilidad, delicadeza, y en eso no existe la conciencia del yo.

El Propósito de la Educación

http://www.jiddu-krishnamurti.net/es/el-proposito-de-la-educacion/krishnamurti-el-proposito-de-la-educacion-03

viernes, 1 de marzo de 2013

Sobre Krishnamurti

La esencia de las enseñanzas de Krishnamurti está contenida en la declaración que hizo en 1929, cuando dijo: "La Verdad es una tierra sin caminos".
El hombre no puede llegar a ella por medio de ninguna organización, a través de credos, dogmas, sacerdotes ni rituales, ni tampoco por medio de conocimientos filosóficos ni técnicas psicológicas.
Debe hallarla mediante el espejo de la relación, mediante la comprensión de los contenidos de su propia mente; por la observación y no por el análisis intelectual ni la disección introspectiva.
El hombre ha construido en sí mismo imágenes - religiosas, políticas y personales - como valla de seguridad. Estas se manifiestan en forma de símbolos, ideas y creencias. La carga de dichas imágenes domina el modo de pensar del hombre, su relación y su vida cotidiana. Estas imágenes son la causa de nuestros problemas, porque separan a un hombre de otro.
Su percepción de la vida está formada por los conceptos previamente establecidos en su mente. El contenido de su conciencia es toda su existencia. Dicho contenido es común a toda la humanidad. La individualidad es el nombre, la forma y la cultura superficial que ha adquirido de la tradición y del entorno. La unicidad del ser humano no estriba en la libertad superficial, sino en la completa liberación del contenido de su conciencia, la cual es común a toda la humanidad. Así pues, él no es ningún individuo.

jueves, 28 de febrero de 2013

Krishnamurti: "Darse Cuenta"



Este viaje que les propongo, no es para ir a la Luna ni a las estrellas. De hecho, la distancia que nos separa de las estrellas es mucho menor que la distancia entre nosotros.
Descubrirse a sí mismo no tiene fin y requiere constante investigación, percepción total, darse cuenta sin elección alguna.
En realidad, este viaje consiste en abrir una puerta al individuo en su relación con el mundo.

[...] Me gustaría hablar juntos de qué es la mente, de la naturaleza del conocimiento y de lo que significa saber, porque si no comprendemos todo esto creo que no hay ninguna posibilidad de afrontar nuestros innumerables problemas de forma nueva, con una nueva manera de mirar la vida.
La vida es de la mayoría bastante fea, miserable, desdichada y mezquina. Nuestra existencia es una serie de conflictos, contradicciones, una lucha rutinaria, dolor, alegría fugaz, satisfacción pasajera. Estamos presionados por tantas regulaciones, tantas directrices y modelos que nunca conseguimos un instante de libertad, un sentimiento de plenitud. Vivimos en constante frustración porque siempre buscamos realizarnos; nuestra mente nunca tiene tranquilidad, vivimos angustiados por las diferentes exigencias. De modo que para comprender todos estos problemas e ir más allá es realmente necesario que empecemos por comprender la naturaleza del conocimiento y el funcionamiento de la mente.
En cierto sentido el conocimiento implica acumulación, ¿no es cierto? Podemos adquirir conocimientos, pero por su propia naturaleza el conocimiento siempre es parcial, nunca completo; por tanto, cualquier acción que surja del conocimiento es igualmente parcial, incompleta. Creo que debemos entender este punto muy claramente.
Dudo si seguir, porue a medida que avanzamos debemos estar en comunión unos con otros, y no estoy seguro que entre nosotros exista esa comunión, entendiendo por comunión "comprensión". No se trata de comprender tan solo el significado de las palabras, sino también el significado más allá de las palabras. Si su mente y la mente de quien les habla se mueven juntas y comprenden, con sensibilidad, entonces existe la posibilidad de una verdadera comunión entre nosotros. Pero si únicamente escuchan para saber lo que quiero decir como conocimiento al final de la charla, en ese caso no habrá comunión, simplemente esperarán una definición y, sin lugar a dudas, las definiciones no traen comprensión....
La comprensión no es un proceso intelectual, no es el resultado de argumentar, nada tiene que ver con aceptar, negar o condenar; todo lo contrario, aceptar, negar o condenar; todo lo contrario, aceptar, rechazar y condenar impiden comprender. De hecho comprender es necesario un estado de atención en el cual no intervenga comparación o condena alguna, no se trata de esperar a ver cómo se desarrolla el tema que se investiga para luego estar o no de acuerdo. Más bien, toda opinión, condena o comparación quedan en suspenso, inactivas; uno simplemente escucha para descubrir, con una actitud de investigar, lo cual significa que no empieza desde una conclusión. Así, uno se encuentra en un estado de atención, está realmente escuchando
J. Krishnamurti: "Darse Cuenta". Gaia Ediciones.