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Paz y Ciencia
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lunes, 20 de enero de 2025

Perlas sobre la soledad

 




Ig: @psicoletrazaragoza
Rodrigo Córdoba Sanz 

  1. «La soledad es lo más aterrador que hay». (Joss Whedon)
  2. «La soledad del hombre no es más que su miedo a la vida». (Eugene O’Neill)
  3. «En un mundo lleno de ruido, la soledad es la canción más hermosa». (Oscar Wilde)
  4. «Mientras más grande es la ciudad, más profunda puede ser la soledad». (Anónimo)
  5. «Vivir sola es como estar en una fiesta donde nadie te hace caso». (Marilyn Monroe)
  6. «La soledad y la sensación de ser indeseable es la pobreza más terrible». (Madre Teresa)
  7. «A veces, un corazón solitario ve más claro que un corazón ocupado». (Baltasar Gracián)
  8. «Nadie aprende, nadie aspira, nadie enseña a soportar la soledad». (Friedrich Nietzsche)
  9. «No creo en eliminar a las personas del pasado. No da fuerza; solo da soledad». (Carla Bruni)
  10. «La soledad es el puente entre nuestro ser interno y el vasto universo exterior». (Arthur Schopenhauer)
  11. «No porque estemos rodeados de multitudes significa que no podamos sentirnos solos». (Albert Einstein)
  12. «La valía de un hombre se mide por la cantidad de soledad que es capaz de soportar». (Friedrich Nietzsche)
  13. «La soledad enseña que no estamos definidos por quienes nos rodean, sino por quienes somos». (Paulo Coelho)
  14. «La soledad es el espacio donde conectamos con el mundo desde nuestra perspectiva más pura». (Jorge Luis Borges)
  15. «La verdadera soledad no es estar solo en una habitación, sino sentirse solo en una multitud». (Antoine de Saint-Exupéry)

jueves, 30 de junio de 2022

SOLEDADES

 

@psicoletrazaragoza

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. Zaragoza Y Online. Teléfono: +34 653379269.                        Página Web- Contacto: www.rcordobasanz.es

No todos pueden ser extrovertidos. Algunos de nosotros preferimos estar solos, y eso está bien también. Investigaciones muestran que hay muchas razones por las que estar solo (y que te guste) ¡no es tan malo! Quienes les gusta estar solos suelen tener estos rasgos de personalidad.

1. Mayor fortaleza emocional

Las personas que les gusta estar solos pueden aceptar, comprender e identificar mejor sus emociones porque pasan más tiempo observando y evaluando sus propios pensamientos y sentimientos. Debido a que se han tomado este tiempo extra para comprender sus emociones, tienen una mejor idea de cómo manejarlas. Tener esta capacidad para comprender mejor, manejar y canalizar sus emociones de una manera positiva no solo es empoderante, sino también una sensación de fortaleza sobre la que muchos no se toman el tiempo de crear y construir.

2. Naturalmente empático

Estudios sugieren que las personas que prefieren estar solas están más en contacto con los pensamientos, sentimientos y emociones de los demás a su alrededor, lo que los hace más empáticos. Esta conciencia de las emociones de los demás, así como las propias, les permite no solo empatizar sino mostrar más compasión por quienes les rodean. Las personas empáticas pueden identificar, reconocer y experimentar los sentimientos de los demás, lo que puede aumentar su sensibilidad hacia otros seres humanos y les permite preocuparse por las personas en más que un nivel superficial.

3. Valoran su tiempo

Hemos llegado a este en el punto anterior, pero la razón por la que las personas que disfrutan de estar solas son más selectivas con la compañía que eligen es porque valoran su tiempo. Las personas que prefieren pasar tiempo solas comprenden el verdadero valor del tiempo, un activo en nuestras vidas que muchos pasan por alto o eclipsan cuando están entre otros. No solo valoran su propio tiempo, sino que generalmente tienen más respeto por el valor y el tiempo de los demás.


miércoles, 26 de enero de 2022

LUCIDEZ Y MELANCOLÍA

 




Los lectores de Albert Camus ya conocían sus carnets , una suerte de diario en el que el escritor va dando forma, desde la intimidad, a lo que luego serán sus grandes obras. Se trata de nueve cuadernos que abarcan desde mayo de 1935 –cuando aún vive en Argelia– hasta diciembre de 1959 –poco antes de morir en accidente de coche–. Pero lo que ha hecho ahora la editorial Debate, bajo el título de Vivir la lucidez , es reunirlos todos en un único volumen, incorporando un riguroso aparato de notas, provenientes de las sucesivas ediciones francesas. Así, seguimos, como si todo perteneciera a un hilo de continuidad trazado de antemano, una trayectoria que no siempre pasa por el prestigio que luego tendrá el autor de El extranjero o El hombre rebelde .

Recibe los honores del Nobel disimulando los ataques de pánico que sufre desde que todo el mundo habla de él

Es asombroso comprobar cómo en las primeras anotaciones de sus carnets –cuando es un veinteañero en busca de una voz literaria–ya asoman algunas de las ideas que perseguirá a lo largo de los años. Nos dice, muy temprano, que “la obra es una confesión”, y nos habla de la madre y de la pobreza –temas centrales en Camus– para, inmediatamente después, citar a Grenier, el profesor de instituto que le introduce en la filosofía, y que le anima a leer a Nietzsche. “No se piensa sino por imágenes. Si quieres ser filósofo, escribe novelas”, afirma para sí mismo, y se pregunta sobre cómo “mezclar los dos géneros” para “escribir algún día un libro” que dé sentido a todo lo que ahora solo es una intuición.

miércoles, 12 de enero de 2022

SOLEDAD, NO AISLAMIENTO

 



La soledad no es, obviamente, aislamiento, y no es singularidad. Ser singular, único, es meramente ser excepcional.

rcordobasanz@gmail.com

Instagram: @psicoletrazaragoza

El Libro de la Vida - Jiddu Krishnamurti - Fragmentos


La soledad - La religión - Dios - La meditación - Estar solo tiene belleza

No sé si alguna vez se ha sentido angustiosamente solo; cuando de pronto se da cuenta de que no tiene relación con nadie ‑no es un darse cuenta intelectual, sino factual-... se da cuenta de que está completamente aislado. Se hallan bloqueadas todas las formas del pensamiento y de la emoción; usted no puede dirigirse a ninguna parte, no hay nadie a quien acudir; los dioses, los ángeles, todos se han ido más allá de las nubes, y tal como las nubes se desvanecen, también ellos se han desvanecido; usted está absolutamente aislado, separado de todo ‑no usaré aquí la palabra solo.

Solo tiene un significado muy diferente, tiene belleza. Estar solo, en ese sentido, es algo por completo distinto. Y uno debe estar solo. Cuando el hombre se libera de la estructura social de codicia, envidia, ambición, arrogancia, logro, posición cuando se libera de todo eso, está completamente solo. Esa soledad es muy diferente de la soledad del aislamiento. En ella hay una gran belleza, existe el sentimiento de una energía inmensa.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. XV

Soledad no es aislamiento

Aunque todos somos seres humanos, hemos levantado muros entre nosotros y nuestros semejantes, a causa del nacionalismo, de la raza, la casta y la clase social, lo cual, a su vez, engendra aislamiento.

Ahora bien, una mente presa en este estado de soledad en este estado de aislamiento, no puede comprender jamás qué es la religión. Puede tener creencias, ciertas teorías, conceptos, fórmulas, puede tratar de identificarse con eso que ella llama Dios; pero la religión, a mi entender, no tiene nada que ver con ninguna creencia, con ningún sacerdote, con ninguna iglesia ni con los así llamados libros sagrados. El estado de la mente religiosa puede ser comprendido sólo cuando empezamos a comprender qué es la belleza; y la comprensión de la belleza debe ser abordada desde la total soledad. Cuando la mente está por completo sola, únicamente así y en ningún otro estado, puede saber qué es la belleza.

La soledad no es, obviamente, aislamiento, y no es singularidad. Ser singular, único, es meramente ser excepcional en algún sentido, mientras que estar completamente solo exige sensibilidad, inteligencia y comprensión extraordinarias. Estar completamente solo en lo interno, implica que la mente se halla libre de toda clase de influencias; por lo tanto, no está contaminada por la sociedad. Y debe hallarse en esa condición de soledad para comprender qué es la religión, la cual implica descubrir por uno mismo si existe algo inmortal, más allá del tiempo.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. XIV

Percibir el aislamiento

El aislamiento es por completo diferente de la soledad. Uno debe atravesar ese aislamiento para estar solo. El aislamiento no puede compararse con la soledad. El hombre aislado, solitario, jamás puede saber qué es estar creativamente solo. ¿Se halla usted en ese estado de soledad? Nuestras mentes no están integradas como para estar solas. El proceso mental mismo es separativo. Y lo que separa conoce el aislamiento, la exclusión.

Pero la soledad no es separativa. Es algo que no pertenece a las masas, que no está influido por las masas, que no es el resultado de las masas, que no está constituido como lo está la mente; la mente es de las masas. La mente no es una entidad sola, creativa, puesto que ha sido ensamblada, fabricada en el curso de los siglos. La mente nunca puede estar sola. Jamás puede conocer la soledad. Pero, al percibir su aislamiento cuando atraviesa por él, surge a la existencia esa soledad. Unicamente entonces puede existir aquello que es inconmensurable. Desafortunadamente, la mayoría de nosotros busca la dependencia. Queremos depender de compañeros, amigos, queremos vivir en un estado de separación, en un estado que origina conflicto. Aquel que está solo jamás puede hallarse en un estado de conflicto. Pero la mente no puede percibir eso, no puede comprenderlo; ella sólo conoce la soledad de la exclusión, del aislamiento.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. VI



martes, 23 de noviembre de 2021

Resiliencia: NIETZSCHE

 



La vida nos enseña que nada es para siempre, que nuestros sueños no siempre se cumplen y que no podemos aferrarnos al pasado, ni vivir suspirando por el futuro. Cuando alguien nos traiciona, cuando la salud nos falla, cuando no podemos controlar una determinada situación o las acciones de los demás, sólo nos queda aceptar la realidad. Pero la realidad es difícil de definir, porque cada uno de nosotros tiene su propio camino: en el que influye su pasado, su presente actual y su futuro, que llegará pero que no podemos controlar. La vida de cada persona es diferente, por lo que nuestra visión o percepción de la realidad, también lo es. Sin ir más lejos, en estos momentos de gran incertidumbre provocada por la gran crisis sanitaria, económica y social, causada por la pandemia de la Covid-19, conceptos como el de la resiliencia toman cada vez más protagonismo. Pero…¿Qué podemos hacer si pensamos que somos poco resilientes o lo queremos ser más?. Os damos una serie de ideas y pautas que os pueden ayudar a cultivar la resiliencia.

Adaptarse a las nuevas situaciones mediante un trabajo personal

La crisis sanitaria del coronavirus ha provocado un profundo impacto en la población a nivel económico y social, nuevos hábitos que hemos tenido que normalizar y adaptar a nuestra rutina diaria. Sin embargo, la incertidumbre y el miedo a lo desconocido han alterado el bienestar psicológico y emocional de buena parte de la población, dando lugar a conductas obsesivas, fobias e incluso trastornos psicológicos como el estrés postraumático. 

Esta situación es una oportunidad para desarrollar la resiliencia, que no es otra cosa que la capacidad que tenemos los seres humanos de adaptarnos a situaciones críticas o adversas, superarlas y salir con un aprendizaje.

Es importante saber que la resiliencia no es un rasgo que las personas tienen o no tienen, sino que es un concepto que incluye una serie de comportamientos, pensamientos y acciones que pueden ser aprendidos y progresivamente desarrollados por cualquier persona que se lo proponga. El ser resiliente no es un ser extraordinario, esta capacidad está en toda persona. La tarea está en desarrollar esta aptitud con actitud y firmeza, ayudándote de las siguientes pautas:

– Haz crecer tu autoestima. ¿Cuáles son tus puntos fuertes?. Todos tenemos habilidades que nos hacen destacar y eso es, precisamente, lo que debes utilizar para afrontar las situaciones más complicadas. Autoconocerse es crucial para afrontar cualquier cambio.

– Mantén tu mente abierta y receptiva a nuevas ideas. Incluso en los momentos más complicados, se generan nuevas oportunidades. En un entorno de cambios, mantente atento para aprovechar al máximo cualquier situación, intentando ser proactivo.

– Comunica tus sentimientos. Es importante que las personas más cercanas sepan cómo te sientes. Eso les facilitará comprender mejor por lo que estás pasando y podrán ayudarte, así que no dudes en compartir con tu equipo cómo te sientes, sobre todo si afrontas un momento complicado.

– Mantén el sentido del humor. Tener una actitud positiva y optimista es fundamental en cualquier situación. Busca el lado positivo de las cosas, porque ¡con un poco de humor todo es más fácil!

– Busca un propósito significativo en tu vida. Fijarse un objetivo o una meta siempre nos ayuda a mantener el camino. Cuando te sientas perdido, recuerda cuál es tu propósito y ¡ve a por él!

– Actúa para influir en lo que sucede alrededor. ¿Eres de los que creen en el destino? Sea cual sea tu opinión, las actuaciones que realicemos siempre marcan el camino, así que no te dejes llevar por la situación y toma tus propias decisiones.

– No pienses en tus errores, sino en lo que has aprendido de ellos. ¿Errores o aprendizajes? Equivocarse es humano, así que no le des más vueltas y céntrate en lo que has aprendido porque toda experiencia enriquece y nos ayuda a crecer.

sábado, 13 de noviembre de 2021

Únicamente en soledad hay inocencia

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Psicoterapeuta. Zaragoza Gran Vía Y Online. Teléfono: +34 653 379 269 Website: www.rcordobasanz.es.                  Instagram: @psicoletrazaragoza


Únicamente en la soledad hay inocencia

Muy pocos de nosotros estamos solos alguna vez. Uno puede retirarse a las montañas y vivir como un ermitaño, pero cuando esté físicamente a solas, tendrá consigo sus ideas, sus experiencias, sus tradiciones, su conocimiento de lo que ha sido. El monje cristiano en una celda monástica no está solo; está con su Jesús conceptual, con su teología, con las creencias y los dogmas de su condicionamiento particular. De igual manera, el sanyasi que en la India se aparta del mundo y vive en aislamiento, no está solo, porque él también vive con sus recuerdos.

Yo hablo de una soledad en la que la mente está por completo libre del pasado; sólo una mente así es virtuosa, porque únicamente en esta soledad hay inocencia. Tal vez usted diga: «Eso es demasiado pedir. Uno no puede vivir así en este mundo caótico, donde tiene que ir todos los días a la oficina, ganarse la subsistencia, criar a los hijos, soportar los regaños de su esposa, etc.» Pero yo pienso que lo que se está diciendo se halla directamente relacionado con el vivir y actuar de cada día; de lo contrario, no tiene valor alguno. Vea, desde esta soledad adviene una virtud que es viril y trae consigo un sentido extraordinario de pureza y bondad. No importa si uno comete errores; eso significa muy poco. Lo que importa es tener este sentimiento de que uno está completamente incontaminado, solo porque únicamente una mente así puede conocer o percibir aquello que está más allá de la palabra, del nombre, más allá de todas las proyecciones de la imaginación.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. XIII

sábado, 14 de agosto de 2021

Nietzsche: Filósofo y Compositor

 


Nietzsche al piano: "La vida sin música sería un error"

Durante gran parte de su vida, el autor de 'Así habló Zaratustra' prefirió la música como la mejor manera de comunicarse con el mundo. Ahora, un disco redescubre las obras para piano que escribió.

Jeroen Van Veen, el pianista holandés que ha publicado 'Nietzsche piano music'.
  • Durante gran parte de su vida, el autor de 'Así habló Zaratustra' prefirió la música como la mejor manera de comunicarse con el mundo. Ahora, un disco redescubre las obras para piano que escribió
Nietzsche decía que la música era un hechizo. Una bruja que pervierte y absorbe. Y que no tenía nada que ver su procedencia con las musas ni las sirenas, como decían otros filósofos.

La música, decía el divino Friedrich, es trágica y melancólica. Y estaba seguro de que nunca había conocido un filósofo que en esencia hubiera sido un músicoÉl se proclamaba a sí mismo como una excepciónAsí que le escribió a su amigo y confesor Peter Gast: "La vida sin la música es sencillamente un error, una fatiga, un exilio". Era el año 1877, en septiembre. Nietzsche tenía sólo 33 años y le faltaban 23 para morir. 140 años después, el pianista holandés Jeroen van Veen acaba de entregar el intento más serio por difundir las composiciones del filósofo en un disco llamado Nietzsche. Piano music.

Algunos datos bien conocidos: Nietzsche nació con un talento esencial. Con tan sólo 14 años fue admitido en la reconocida escuela Schulpforta de Naumburgo. Allí, no le costó aprender a tocar el piano con buena técnica, amén de aprender a escribir música.

¿Cuales eran las influencias de aquel Nietzsche aprendiz de músico? El estudiante, obsesionado con la historia de la cultura alemana, devoraba el canon clásico: Bach, Haendel, Beethoven, Mozart... Pero fue algo más visceral lo que hizo que se enamorara de Wagner. Más adelante se enfrentaría a él con pasión.

En 1868, con 24 años, Nietzsche conoció a Richard Wagner en Basilea, poco después de que le declaran inútil para el servicio militar por una caída de caballo en Naumburgo.

Durante unos cuantos años, el compositor y el estudiante fueron muy amigos. Discutían e improvisaban música juntos. Friedrich se convirtió en un asiduo visitante en Wahnfried, la casa de Richard. Llegado un punto Wagner, le proporcionó una habitación propia en su residencia. Hasta que un día de nuevo año, ni Wagner ni su esposa Cosima quisieron darle cobijo. Para ellos, Nietzsche se había acabado.



domingo, 30 de mayo de 2021

Camus en Rebeldía

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo, Psicoterapeuta, Psicoanalista. Zaragoza. Gran Vía Y Online. rcordobasanz@gmail.com  Website: Conóceme IG: @psicoletrazaragoza Teléfono: (+34) 653 379 269

Texto de Albert Camus, publicado en 1951, y que examina tanto la rebeldía como la revuelta, que para Camus deben ser vistas como un mismo fenómeno manifestado en el ámbito personal y social respectivamente.

*****  
Por:  Albert Camus

¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice que no. Pero si se niega, no renuncia: es además un hombre que dice que sí desde su primer movimiento. Un esclavo, que ha recibido órdenes durante toda su vida, juzga de pronto inaceptable una nueva orden. ¿Cuál es el contenido de ese “no”?


Significa, por ejemplo, “las cosas han durado demasiado”, “hasta ahora, sí; en adelante, no”, “vas demasiado lejos”, y también “hay un límite que no pasaran”. En suma, ese “no” afirma la existencia de una frontera. Vuelve a encontrarse la misma idea de límite en ese sentimiento del rebelde de que el otro “exagera”, de que no extiende su derecho más allá de una frontera a partir de la cual otro derecho le hace frente y lo limita. Así, el movimiento de rebelión se apoya, al mismo tiempo, en el rechazo categórico de una intrusión juzgada intolerable y en la certidumbre confusa de un buen derecho; más exactamente, en la impresión del rebelde de que “tiene derecho a…”. La rebelión va  acompañada de la sensación de tener uno mismo, de alguna manera y en alguna parte, razón. En esto es en lo que el esclavo rebelado dice al mismo tiempo sí y no. Afirma, al mismo tiempo que la frontera, todo lo que sospecha y quiere conservar más acá de la frontera. Demuestra, con obstinación, que hay en él algo que “vale la pena de…”, que exige vigilancia. De cierta manera opone al orden que le oprime una especie de derecho a no ser oprimido más allá de lo que puede admitir.


Al mismo tiempo que la repulsión con respecto al intruso, hay en toda rebelión una adhesión entera o instantánea del hombre a cierta parte de sí mismo. Hace, pues, que intervenga implícitamente un juicio de valor, y tan poco gratuito que lo mantiene en medio de los peligros. Hasta entonces se callaba, por lo menos, abandonado a esa desesperación en que se acepta una situación aunque se la juzgue injusta. Callarse es dejar creer que no se juzga ni se desea nada y, en ciertos casos, es no desear nada en efecto. La desesperación, como lo absurdo, juzga y desea todo en general y nada en particular. El silencio la traduce bien. Pero desde el momento en que habla, aunque diga que no, desea y juzga. El rebelde (es decir, el que se vuelve o revuelve contra algo), da media vuelta. Marchaba bajo el látigo del amo y he aquí que hace frente. Opone lo que es preferible a lo que no lo es. Todo valor no implica la rebelión, pero todo movimiento de rebelión invoca tácitamente un valor. ¿Se trata por lo menos de un valor?


Por confusamente que sea, una toma de conciencia nace del movimiento de rebelión: la percepción, con frecuencia evidente, de que hay en el hombre algo con lo que el hombre puede identificarse, al menos por un tiempo. Esta identificación no era sentida realmente hasta ahora. El esclavo sufría todas las exacciones anteriores al movimiento de rebelión. Y hasta con frecuencia había recibido sin reaccionar órdenes más indignantes que la que provoca su negativa. Era con ellas paciente; las rechazaba, quizá, en sí mismo, pero puesto que callaba, era más cuidadoso de su interés inmediato que consciente todavía de su derecho. Con la pérdida de la paciencia con la impaciencia, comienza, por el contrario, un movimiento que puede extenderse a todo lo que era aceptado anteriormente. Ese impulso es casi siempre retroactivo. El esclavo, en el instante en que rechaza la orden humillante de su superior, rechaza al mismo tiempo el estado de esclavo. El movimiento de rebelión lo lleva más allá de donde estaba en la simple negación. Inclusive rebasa el límite que fijaba a su adversario, y ahora pide que se le trate como igual. Lo que era al principio una resistencia irreductible del hombre, se convierte en el hombre entero que se identifica con ella y se resume en ella. Esa parte de sí mismo que quería hacer respetar la pone entonces por encima de lo demás y la proclama preferible a todo, inclusive a la vida. Se convierte para él en el bien supremo. Instalado anteriormente en un convenio, el esclavo se arroja de un golpe (“puesto que es así…”) al Todo o Nada. La conciencia nace con la rebelión.


Pero se ve que es conciencia, al mismo tiempo, de un “todo” todavía bastante oscuro y de una “nada” que anuncia la posibilidad de que se sacrifique el hombre a ese todo. El rebelde quiere serlo todo, identificarse totalmente con ese bien del que ha adquirido conciencia de pronto y que quiere que sea, en su persona, reconocido y saludado; o nada, es decir, encontrarse definitivamente caído por la fuerza que le domina. Cuando no puede más, acepta la última pérdida, que le supone la muerte, si debe ser privado de esa consagración exclusiva que llamará, por ejemplo, su libertad. Antes morir de pie que vivir de rodillas.


El valor, según los buenos autores, “representa las más de las veces un paso del hecho al derecho, de lo deseado a lo deseable (en general, por intermedio de lo comúnmente deseado)”. El paso al derecho queda manifiesto, según hemos visto, en la rebelión. Igualmente el paso del “sería necesario que eso fuese” al “quiero que eso sea”. Pero más todavía, quizá, esa noción de la superación del individuo en un bien en adelante común. El surgimiento del Todo o Nada muestra que la rebelión, contrariamente a la opinión corriente, y aunque nazca en lo que el hombre tiene de más estrictamente individual, pone en tela de juicio la noción misma de individuo. Si el individuo, en efecto, acepta morir, y muere en la ocasión, en el movimiento de su rebelión, muestra con ello que se sacrifica en beneficio de un bien del que estima que sobrepasa a su propio destino. Si prefiere la probabilidad de la muerte a la negación de ese derecho que defiende es porque coloca a este último por encima de sí mismo. Obra, por lo tanto, en nombre de un valor que, aun siendo todavía confuso, al menos tiene de él el sentimiento de que le es común con todos los hombres. Se ve que la afirmación envuelta en todo acto de rebelión se extiende a algo que sobrepasa al individuo en la medida en que lo saca de su soledad supuesta y le proporciona una razón de obrar. Pero importa observar ya que este valor que existe antes de toda acción, contradice las filosofías puramente históricas, en las cuales el valor es conquistado (si se conquista) al término de la acción. El análisis de la rebelión conduce, por lo menos, a la sospecha de que hay una naturaleza humana, como pensaban los griegos, y contrariamente a los postulados del pensamiento contemporáneo. ¿Por qué rebelarse si no hay en uno nada permanente que conservar? El esclavo se alza por todas las existencias al mismo tiempo cuando juzga que con tal orden se niega algo que hay en él y que no le pertenece a él solo, sino que constituye un lazo común en el cual todos los hombres, hasta el que le insulta y le oprime, tienen una comunidad preparada


Dos observaciones apoyarán este razonamiento. Se advertirá ante todo que el movimiento de rebelión no es, en su esencia, un movimiento egoísta. Puede haber, sin duda, determinaciones egoístas. Pero la rebelión se hace tanto contra la mentira como contra la opresión. Además, a partir de esas determinaciones, y en su impulso más profundo, el rebelde no preserva nada, puesto que pone todo en juego. Exige, sin duda, para sí mismo el respeto, pero en la medida en que se identifica con una comunidad natural.


Observemos después que la rebelión no nace solamente, y forzosamente, en el oprimido, sino que puede nacer también ante el espectáculo de la opresión de que otro es víctima. Hay, pues, en este caso identificación con el otro individuo. Y hay que precisar que no se trata de una identificación psicológica, subterfugio por el cual el individuo sentiría imaginativamente que es a él a quien se hace la ofensa. Puede suceder, por el contrario, que no se soporte el ver cómo se infligen a otros ofensas que nosotros mismos hemos sufrido sin rebelarnos. Los suicidios de protesta en el presidio, entre los terroristas rusos a cuyos camaradas se azotaba, ilustran este gran movimiento. Tampoco se trata del sentimiento de la comunidad de intereses. Podemos encontrar indignamente, en efecto, la injusticia impuesta a hombres que consideramos adversarios. Hay solamente identificación de destinos y toma de partido. El individuo no es, por lo tanto, por sí solo, el valor que él quiere defender. Son necesarios, para componerlo, por lo menos todos los hombres. En la rebelión el hombre se supera en sus semejantes, y, desde este punto de vista, la solidaridad humana es metafísica. Simplemente, no se trata por el momento sino de esa especie de solidaridad que nace de las cadenas.


Todavía se puede precisar el aspecto positivo del valor presunto en toda rebelión comparándolo con una noción enteramente negativa como la del resentimiento, tal como la ha definido Scheler. En efecto, el movimiento de rebelión es más que un acto de reivindicación, en el sentido fuerte de la palabra. El resentimiento está definido muy bien por Scheler como una autointoxicación, la secreción nefasta, en vaso cerrado, de una impotencia prolongada. La rebelión, por el contrario, fractura al ser y le ayuda a desbordarse. Libera oleadas que, de estancadas, se hacen furiosas. Scheler mismo acentúa el aspecto pasivo del resentimiento, observando el gran lugar que ocupa en la psicología de las mujeres, destinadas al deseo y a la posesión. En las fuentes de la rebelión hay, por el contrario, un principio de actividad superabundante y de energía. Scheler tiene también razón cuando dice que la envidia colorea fuertemente al resentimiento. Pero se envidia lo que no se tiene, en tanto que el rebelde defiende lo que es. No reclama solamente un bien que no posee o que le hayan frustrado. Aspira a hacer reconocer algo que tiene y que ya ha sido reconocido por él, en casi todos los casos, como más importante que lo que podría envidiar. La rebelión, no es realista. Siempre, según Scheler, el resentimiento se convierte en arribismo o en acritud, según crezca en un alma fuerte o débil. Pero en ambos casos se quiere ser lo que no se es. El resentimiento es siempre resentimiento contra sí mismo. El rebelde, por el contrario, en su primer movimiento, se niega a que se toque lo que él es. Lucha por la integridad de una parte de su ser. No trata ante todo de conquistar, sino de imponer.


Parece, en fin, que el resentimiento se deleita de antemano con un dolor que querría que sintiese el objeto de su rencor. Nietzsche y Scheler tienen razón al ver una bella ilustración de esta sensibilidad en el pasaje en que Tertuliano informa a sus lectores que en el cielo la mayor fuente de felicidad entre los bienaventurados será el espectáculo de los emperadores romanos consumidos en el infierno. Esta felicidad es también la de las buenas gentes que iban a presenciar las ejecuciones capitales. La rebelión, por el contrario, en su principio, se limita a rechazar la humillación sin pedirla para los demás. Acepta también el dolor para uno mismo, con tal que su integridad sea respetada.


No se comprende, pues, por qué Scheler identifica absolutamente el espíritu de rebelión con el resentimiento. Su crítica del resentimiento inherente al humanitarismo (del cual trata como de la forma no cristiana del amor a los hombres) podría aplicarse quizá a ciertas formas vagas de idealismo humanitario, o a las técnicas del terror. Pero falla en lo concerniente a la rebelión del hombre contra su condición, al movimiento que alza al individuo en defensa de una dignidad común a todos los hombres. Scheler quiere demostrar que el humanitarismo va acompañado del odio al mundo. Se ama a la humanidad en general para no tener que amar a los seres en particular. Esto es justo en algunos casos, y se comprende mejor a Scheler cuando se ve que el humanitarismo está representado, según él, por Bentham y Rousseau. Pero la pasión del hombre por el hombre puede nacer de algo que no sea el cálculo aritmético de los intereses, o de una confianza, por lo demás teórica, en la naturaleza humana. Frente a los utilitaristas y al preceptor de Emilio existe, por ejemplo, la lógica encarnada por Dostoievsky en Iván Karamázov, que va del movimiento de rebelión a la insurrección metafísica. Scheler, que lo sabe, resume así esta concepción: “No hay en el mundo bastante amor para que se malgaste en otro que el ser humano”. Aunque esta proposición fuese cierta, la desesperación vertiginosa que supone merecería algo más que el desdén. En realidad, desconoce el carácter desgarrado de la rebelión de Karamázov. El drama de Iván, por el contrario, nace de que hay demasiado amor sin objeto. Como este amor queda sin empleo, y Dios es negado, se decide entonces transportarlo al ser humano en nombre de una generosa complicidad.


Por lo demás, en el movimiento de rebelión, tal como lo hemos encarado hasta ahora, no se elige un ideal abstracto, por pobreza de corazón, y con un fin de reivindicación estéril. Se exige que sea considerado lo que en el hombre no puede reducirse a la idea, esa parte ardorosa que no puede servir sino para ser. ¿Quiere decir esto que ninguna rebelión esté cargada de resentimiento? No, y lo sabemos harto bien en el siglo de los rencores. Pero debemos tomar esta noción en su sentido más amplio so pena de traicionarla y, a este respecto, la rebelión rebasa al resentimiento por todos lados. Cuando en Cumbres borrascosas Heathcliff prefiere su amor a Dios y pide el infierno para reunirse con la que ama, quien habla no es solamente su juventud humillada, sino también la experiencia ardiente de toda una vida. El mismo movimiento hace decir al maestro Eckart, en un arrebato sorprendente de herejía, que prefiere el infierno con Jesús al cielo sin Él. Es el movimiento mismo del amor. Contra Scheler no se podría, pues, insistir demasiado en la afirmación apasionada que circula por el movimiento de rebelión y que lo distingue del resentimiento. Aparentemente negativa, puesto que nada crea, la rebelión es profundamente positiva, pues revela lo que hay que defender siempre en el hombre.




Pero, para terminar, ¿esta rebelión y el valor que contiene no son relativos? En efecto, con las épocas y las civilizaciones parecen cambiar las razones por las cuales el hombre se subleva. Es evidente que un paria hindú, un guerrero del imperio Inca, un primitivo del África Central, o un miembro de las primeras comunidades cristianas, no tenían la misma idea de la rebelión. Se podría afirmar también, con una probabilidad extremadamente grande, que la idea de rebelión no tiene sentido en estos casos precisos. Sin embargo, un esclavo griego, un siervo, un condotiero del Renacimiento, un burgués parisiense de la Regencia, un intelectual ruso de la primera década de 1900 y un obrero contemporáneo, si bien podrían diferir con respecto a las razones de la rebelión, estarían de acuerdo, sin duda alguna, en cuanto a su legitimidad. Dicho de otro modo, el problema de la rebelión no adquirir un sentido preciso sino dentro del pensamiento occidental. Se podría ser todavía más explícito observando, con Scheler, que el espíritu de rebelión se expresa difícilmente en las sociedades en que las desigualdades son muy grandes (régimen de las castas hindúes) o, por el contrario, en las que la igualdad es absoluta (ciertas sociedades primitivas). En sociedad, el espíritu de rebelión no es posible sino en los grupos en que una igualdad teórica encubre grandes desigualdades de hecho. El problema de la rebelión no tiene, pues, sentido sino dentro de nuestra sociedad occidental. Por lo tanto, se podría sentir la tentación de afirmar que es relativo al desarrollo del individualismo si las observaciones precedentes no nos hubiesen puesto en guardia contra esta conclusión.


En efecto, en el plano de la evidencia, todo lo que se puede sacar de la observación de Scheler, es que, por la teoría de la libertad política, hay en el hombre, en el seno de nuestras sociedades, un aumento de la noción de hombre y, por la práctica de esta misma libertad, la insatisfacción correspondiente. La libertad de hecho no ha aumentado proporcionalmente a la conciencia que el hombre ha adquirido de ella. De esta observación no se puede deducir sino esto: la rebelión es el acto del hombre informado que posee la conciencia de sus derechos. Pero nada nos permite decir que se trate solamente de los derechos del individuo. Al contrario, parece, por la solidaridad ya señalada, que se trata de una conciencia cada vez más amplia que la especie humana adquiere de sí misma a lo largo de su aventura. En realidad, el súbdito del Inca o el paria no se plantean el problema de la rebelión porque ha sido resuelto para ellos en una tradición; antes de que hubieran podido planteárselo la respuesta era lo sagrado. Si en el mundo sagrado no se encuentra el problema de la rebelión, es porque, en verdad, no se encuentra en él ninguna problemática real, pues todas las respuestas han sido dadas de una vez. La metafísica está reemplazada por el mito. Ya no hay interrogaciones, no hay sino respuestas y comentarios eternos, que en tal caso pueden ser metafísicos. Pero antes de que el hombre entre en lo sagrado, y también para que entre en él, y desde que sale de él, y también para que salga, hay interrogación y rebelión. El hombre rebelde es el hombre situado antes o después de lo sagrado, y dedicado a reivindicar un orden humano en el cual todas las respuestas sean humanas, es decir, razonablemente formuladas. Desde ese momento toda interrogación, toda palabra es rebelión, en tanto que en el mundo de lo sagrado toda palabra es acción de gracias. Sería posible mostrar así que no puede haber para un espíritu humano sino dos universos posibles, el de lo sagrado (o de la gracia, para hablar el lenguaje cristiano) y el de la rebelión. La desaparición del uno equivale a la aparición del otro, aunque esta aparición puede hacerse en formas desconcertantes. También en ello volvemos a encontrar el Todo o Nada. La actualidad del problema de la rebelión depende únicamente del hecho de que sociedades enteras han querido diferenciarse con respecto a lo sagrado. Vivimos en una historia desconsagrada. Es cierto que el hombre no se resume en la insurrección. Pero la historia actual, con sus contiendas, nos obliga a decir que la rebelión es una de las dimensiones esenciales del hombre. Es nuestra realidad histórica. A menos de que huyamos de la realidad, es necesario que encontremos en ella nuestros valores. ¿Se Camus.jpgpuede, lejos de lo sagrado y de sus valores absolutos, encontrar la regla de una conducta? Tal es la pregunta que plantea la rebelión.


Ya hemos podido registrar el valor confuso que nace en ese límite en que se mantiene la rebelión. Ahora tenemos que preguntarnos si este valor vuelve a encontrarse en las formas contemporáneas del pensamiento y de la acción rebeldes y, si se encuentra en ellos, tenemos también que precisar su contenido. Pero, advirtámoslo antes de proseguir, el fundamento de ese valor es la rebelión misma. La solidaridad de los hombres se funda en el movimiento de rebelión y éste, a su vez, no encuentra justificación sino en esa complicidad. Tendremos, por lo tanto, derecho a decir que toda rebelión que se autoriza a negar o a destruir esta solidaridad pierde por ello el nombre de rebelión y coincide en realidad con un consentimiento homicida. Del mismo modo esta solidaridad fuera de lo sagrado sólo adquiere vida al nivel de la rebelión. Para ser, el hombre debe sublevarse pero su rebelión debe respetar el límite que descubre ella misma, allí donde los hombres, al juntarse, comienzan a ser. El pensamiento rebelde no puede, por lo tanto, prescindir de la memoria: es una tensión perpetua. Al seguirlo en sus obras y sus actos tendremos que decir siempre si permanece fiel a su nobleza primera o si, por cansancio y locura, la olvida contrariamente, en una embriaguez de tiranía o de servidumbre.


Entre tanto, he aquí el primer progreso que el espíritu de rebelión hace realizar a una reflexión anteriormente imbuida de la absurdidad y de la aparente esterilidad del mundo. En la experiencia absurda el sufrimiento es individual. A partir del movimiento de rebelión, tiene conciencia de ser colectivo, es la aventura de todos. El primer progreso de un espíritu extrañado consiste, por lo tanto, en reconocer que comparte esa extrañeza con todos los hombres y que la realidad humana, en su totalidad, sufre a causa de esa distancia en relación con ella y con el mundo. El mal que experimentaba un solo hombre se convierte en una peste colectiva. En nuestra prueba cotidiana la rebelión desempeña el mismo papel que el “cogito” en el orden del pensamiento: es la primera evidencia. Pero esta evidencia saca al individuo de su soledad. Es un lazo común que funda en todos los hombres el primer valor. Yo me rebelo, luego nosotros somos.