El Cerebro estaba quieto
Esta mañana temprano había unas pocas estrellas en el cielo y nubes blanquecinas, y con ellas advino ese intenso penetrar en la profundidad de lo desconocido. El cerebro estaba quieto, tan quieto que se podía oír el más tenue ruido, y estando quieto -y por tanto incapaz de interferir- había un movimiento que comenzaba en ninguna parte y continuaba, a través del cerebro, penetrando en desconocidas profundidades donde las palabras pierden su significado.

Era como un viento tremendo que pasaba embistiendo, destruyendo, purificando, dejando un inmenso vacío. Había una completa y lúcida percepción, y una gran fuerza y belleza.
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