Desde la sincronicidad, la vida no es fruto de causas sino de sentidos que se asocian entre sí. Es decir, las relaciones que se establecen entre los sucesos, personas o cosas, no son obra de agentes causales, sino de misteriosas conexiones atemporales, en donde la convergencia de significados es lo que cuenta.
La malla de nuestra historia, el cristal de nuestra vida, y que de ese modo, en el cristal de la vida las palabras esclarecedoras, interpretaciones, revelaciones e insight, asisten a las personas en su labor de adquirir claridad y ver mejor tras esos cristales.
Esos cristales pueden ser una elección del alma para llevarnos a aprender lecciones de vida, nunca se van a disolver, que jamás las personas van desistir de tener cristales, pero que no es lo mismo ver la realidad por medio de un cristal sucio o empañado, que a través de otro límpido y despejado. Cuanto más transparentes sean, más libres de creencias, apegos, modelos e influencias ajenas. Más cerca está la persona de verse y ver el mundo tal cual es.
Jung designa esta naturaleza de significados que coexisten como sincronía.
La sincronía nos empuja a la transformación personal. Es una fuerza de cambio. La causalidad conmociona, la segunda conmueve. Y ya conocemos la repulsa de los seres humanos para abrirse al cambio interior.
La sincronía nos empuja a la transformación personal. Es una fuerza de cambio. La causalidad conmociona, la segunda conmueve. Y ya conocemos la repulsa de los seres humanos para abrirse al cambio interior.
A medida que la conciencia se va abriendo y dejando guiar por la sincronicidad, aparece con más fuerza, pero si no es escuchada se aleja de la conciencia, de la existencia.
Llevando este concepto al desarrollo del proceso enfermar-curar, cobra sentido tal afirmación, tan reiterada por Jung, acerca de que la sincronicidad es, por una parte, guía que reorienta a la persona en "la noche oscura del Alma", cuando abandona las seguridades de la conciencia y la razón, y por otra, el timón que la dirige hacia donde le corresponde ir a ella, como la ballena de Jonás.
¿Cómo se logra que la sincronicidad adquiera tal rol? Trabajando en los pequeños detalles la vida cotidiana y dejando que la gracia del alma se derrame sobre la conciencia.
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