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Paz y Ciencia

domingo, 8 de enero de 2017

Centrados en el Amor y Descentrados



Todos los seres humanos nacemos amorosos. Llegamos al mundo con un único propósito: amar a nuestro prójimo.


Pasa que para poder desplegar esa capacidad innata que todos traemos en potencia, tenemos que atravesar la infancia en las mejores condiciones posibles. Por lo tanto, es menester que diferenciemos qué es ser un niño y qué es un ser adulto.

Los niños nacemos "sin terminar", es decir, inmaduros.

Durante mucho tiempo seremos totalmente dependientes de los cuidados de los mayores, especialmente de nuestra madre -o de la persona que nos ha criado-. Nacemos en condiciones tan desfavorables que solo podemos guiarnos por las sensaciones de confort o de falta de confort. Cuando percibimos que el cuerpo de nuestra madre está lejos, lloramos para avisarla de que regrese pronto, porque estamos en peligro. Cuando somos muy pequeñitos los recursos con los que contamos para advertir lo que nos hace falta son limitados: el llanto, incomodidad, fiebre, alteración en el sueño, poco aumento de peso, etc. Si frente a nuestros reclamos, rápidamente somos compensados, nos sentiremos bien. Eso es experimentado como amor. Nos sentimos amados si estamos reconfortados. La vida nos resulta un dulce paraíso en un continuum de armonía y equilibrio.

Cuando los niños amados vamos creciendo, atravesamos la adolescencia y seguimos recbiendo compañía, comprensión y palabras que nombran nuestros desafíos; cuando nuestros deseos diferenciados se hacen presentes y la sexualidad se abre como una flor perfumada y continuamos recibiendo apoyo por parte de los mayores, seguimos sintiéndonos amados. 

Años más tarde ingresaremos en la adultez y, habiendo sido milimétricamente amados estaremos en condiciones de desplegar nuestro amor. Nuestro amor listo para dar será el centro de nuestra vida. Es un regalo que tenemos disponible en nuestro ser, inagotable.

No siempre es así. Digamos que es un ideal, porque como reza el libro de Bettelheim: "No hay padres perfectos". 
En muchas ocasiones, quizá demasiadas, personas que acuden a consulta y otras que no pueden, no quieren o su narcisismo impide solicitar ayuda han vivido experiencias diferentes.
Es cierto que hay un componente biológico, estaríamos hablando de la dialéctica Nature/Nurture, esto es, lo genético, predeterminado y lo caracterial, lo psicosocial. Los avances en neurociencias dejan muy claro que estos componentes están en mutua relación.
Decir que una familia está enferma porque uno de los miembros tiene una depresión es un gesto de inmadurez profesional, una aberración que sucede en la realidad, desprestigiando nuestra humilde profesión.

Aquellos hijos que no han recibido buenos tratos y aún así han "sobrevivido" a los ataques, vejaciones, negligencias, etc. son más propensos para desarrollar problemas psicológicos.
Podemos decir que su sistema inmunológico para desarrollar patologías es mayor, de tal forma que si el ambiente no facilita, esa predisposición se dispara provocando que la persona sea profundamente infeliz. Este es el ejemplo de los Trastornos límites de Personalidad, cuyo tratamiento analítico estaba considerado antes como en el límite de las posibilidades del análisis.
Poco a poco hemos desarrollado adaptaciones para pacientes psicóticos y decenas de aportes excelentes y exquisitos como Dolto, Lacan, Winnicott, Melanie Klein, han arrojado luz al abordaje de pacientes que han sufrido la deprivación mencionada arriba y que las consecuencias son Trastornos del self.
Estos pacientes con Trastorno Límite de Personalidad (borderline), han sufrido una pérdida temprana, o su entorno no es facilitador, tienen madres con difícil vínculo. 

Las personas enfermas, a menudo, suelen arriesgarse a darlo todo a cambio de nada, un gran riesgo.
Esa dependencia emocional, es fruto de un hambre desmedida de nutrirse de amor pero no suele ser de la forma óptima. Se recurre a la promiscuidad, al abuso de drogas como anestésicos, relaciones inestables y caóticas y dificultades para conocerse, reflexionar sobre sí mismo y sobre los demás, comprender los propios estados de ánimo y los del otro.



Rodrigo Córdoba Sanz.
Especialista en Trastorno Límite de la Personalidad
Experto en Trastornos de Personalidad
Zaragoza. Psicólogo y Terapeuta. 


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