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Paz y Ciencia

viernes, 12 de febrero de 2010

"Huida hacia el diagnóstico"

La carencia, el profundo sentimiento de vacío en el ser, la existencia fútil, que como una hoja cae balanceándose de lado a lado nos encuentra con psicofármacos como el litio o el valproato sódico o la oxcarbacepina. Son medicamentos eutimizantes para una vida exaltada, irritable y de una tristeza mortífera.
Nos encamina a recibir consultantes que no saben quiénes son, qué son, cómo son, para qué hacen esfuerzos en curarse, para qué tanto psicólogo, tanto médico, tanta medicación, litemias, pruebas, TACs, Electros, etc.
El núcleo es el distanciamiento del ser del sujeto que gravita en torno a una infancia perdida, que ahora está recibiendo lo que necesitó, en el mejor de los casos, ese es el editar, en otros casos habrá que volver sobre lo antiguo y reeditar.
Entre todas estas idas y venidas se encuentra la persona agotada de oscilaciones, "altibajos" que minan la esperanza y comentarios contradictorios entre un mismo profesional y/o varios profesionales, polimedicación y un estado de embotamiento o de insuficiencia sedación.
"Más Platón y menos Prozac" dice Lou Marinoff, esto resulta simpático, como él mismo reconoce para problemas puntuales, en los que EEUU se consulta. Pero estamos hablando de un desgarramiento del self y de un apuntalarse en base a un falso self que corresponde con una vida reactiva. En esto coopera la función del diagnóstico que busca el peregrino del Ser por los centros de salud mental y hospitales, lugares, que como úteros proporcionan un diagnóstico que mapea la realidad psíquica del afectado. Gregory Bateson ya dijo que "el mapa no es el territorio". Sin embargo si seguimos agarrándonos a un diagnóstico tal vez haya que plantearse una "huida hacia el diagnóstico", es decir, una forma de evitar nuestro sufrimiento a través de un artificio que sostenga un profundo pesar no metabolizable, es legítimo y casi diría yo, a veces necesario por no decir esencial.

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