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Paz y Ciencia

sábado, 27 de febrero de 2010

El aprendiz de historiador y el maestro brujo. Piera Aulagnier


Me inclinaría a comparar nuestra teoría con una historia de la ontogénesis del deseo, y la relación analítica, con un encuentro entre un analista historiador, que posee su versión de esa ontogénesis, e historiadores profanos que defienden cada una la suya: estos se consideran dueños de una versión exhaustiva merced a su creencia en una identidad espacial y temporal entre el yo y la totalidad de la psique. En biología, la ontogénesis trata del desarrollo del individuo desde la fecundación del huevo hasta el estadio final de su desarrollo. En análisis, la ontogénesis trata de los deseos (de las causas) por los que un huevo pudo ser fecundado, y de las consecuencias que traen en el entero devenir de ese "huevo".

Si el yo puede ignorarlo todo sobre la ontogénesis en la aceptación biológica del término, y desempeñarse sin desmedro alguno, en cambio no puede prescindir de un saber sobre su "ontogénesis psíquica" o, para dejar de lado las metáforas, sobre su propia historia libidinal e identificatoria. Es una necesidad de su funcionamiento situarse y anclar en una historia que sustituye un tiempo vivido-perdido por la versión que el sujeto se procura merced a su reconstrucción de las causas que lo hicieron ser, que dan razón de su presente y hacen pensable e investible un eventual futuro. Malgrado la diferencia de los conocimientos, del léxico empleado, de la significación que uno y otro historiador confieren a ciertos términos de su capital semántico, ninguno ignora la existencia y los efectos de esas "cosas" que le es preciso volver decibles y, por eso, pensables... pág. 15

...De ahí la fascinación enteramente comprensible que suscitaron esas aperturas teórico-clínicas del pos-Freud, las que debemos a Melanie Klein, a Lacan y a algunos otros. En cada ocasión el analista parece haber esperado que los nuevos elementos aportados al edificio teórico conseguirían un día poner fin a toda divergencia entre las promesas de la teoría y los resultados de su aplicación en el campo clinico. De ahí también esa oscilación entre dos posiciones extremas: o bien una desvalorización de todo conocimiento teórico en aras de un sedicente don (¿innato?), que sería lo único necesario y siempre suficiente, para conducir y llevar a buen término una experiencia analítica. Justo es agregar, si lo juzgo por propia experiencia, que hay siempre momentos en que nos acercamos a una de las dos. Sea esto porque focalicemos nuestro investimiento, nuestra procura de una prima de placer, indispensable para nuestro funcionamiento y para nuestra función, del lado de la teoría, del brillo de una demostración que deje satisfecha a nuestra lógica o que nos lleve a formular una hipótesis nueva; o a la inversa, porque descubramos del lado de la clínica una respuesta que de repente trueca la posición de los peones en el tablero, sin que (o antes que) la teoría haya podido sugerírnosla, o anticiparnos sus elementos metapsicológicos. Momento de corte entre pensamiento teórico y escucha clínica, pero un corte que es sólo aparente. En este segundo caso permanece escondido para nosotros el subterráneo trabajo de ligazón, que pone en relación lo que oímos en el hic et nunc de nuestros encuentros clínicos y las adquisiciones sedimentadas merced a un trabajo de teorización flotante, hasta latente, que nos han permitido oír lo novedoso y oírlo de esa manera... De ahí mi pregunta: ¿Cómo se produce, en el ejercicio de nuestra arte, esta ligazón entre lo ya-conocido de una teoría y lo todavía-no-conocido a que nos enfrenta el discurso que escuchamos?...Si espero en cambio, demostrar que a todo analista le es indispensable preservar esta alianza entre conocido e ignorado, entre lo ya sabido y los conocimientos nuevos que deberemos a nuestros partenaires y que nos dejarán siempre insaciados, entre los constreñimientos que la reflexión teórica impone y la libertad que nos es forzoso dejar a unas asociaciones y a unos pensamientos imprevistos e imprevisibles, hasta incomprensibles. págs. 18-19 Amorrortu Editores.

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