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Paz y Ciencia

jueves, 24 de enero de 2013

Sufismo

"VIVIMOS EN UN SUEÑO DEL QUE A VECES DESPERTAMOS"
"LA INTELIGENCIA NO ES MÁS QUE UNA ESPECIE DE IGNORANCIA VESTIDA DE SOLEMNIDAD"

El sufismo, más allá de las denominaciones, no es más que la respuesta a la búsqueda incesante del espíritu humano por una trascendencia, que se produce a partir de una toma de conciencia de la propia contingencia o limitación. Es, entonces, una expresión del misticismo que puede verse por doquier asociado a las grandes religiones, reservado en general a una élite. En este caso, el sufismo estuvo asociado al Islam desde sus orígenes mismos, solo que sin nombre.
El sufismo es un visión. De hecho llamarlo "sufismo" no es correcto porque no es en absoluto un "ismo". Los sufíes no le llaman "sufismo"; este es un nombre dado por personas ajenas a él. Ellos llaman a su visión tasavawwuf, porque es una visión de amor, un acercamiento amoroso a la realidad. Es enamorarse de la existencia.
Tratar de rastrear los orígenes del sufismo significa buscar la fuente de una tradición que se pierde en un tiempo indefinido. No obstante, el sufismo, expresado tal y como hoy nos ha llegado, se desarrolla durante los dos o tres siglos posteriores al nacimiento del Islam, es decir, en el siglo VII d.C, manifestándose al amparo de esta religión y adaptándose a su localización geográfica. Quizá por este motivo, suele vincularse con una forma mística musulmana que, para muchos autores, nace como respuesta a un debilitamiento de la fe islámica que comienza en la época de los omeyas.
Un acercamiento a la enseñanza sufí muestra, sin embargo, que el hecho de adaptarse a una religión concreta no es más que un modo de acceder a la religiosidad profunda del ser humano que, naturalmente, trasciende el marco más estrecho del rito o del dogma.

Cuento Sufí:
Cuenta la historia que un hombre de intachable reputación, tenía un criado de apariencia aterradora y carácter imposible.
Cada vez que recibía una orden, este criado se ponía de inmediato hecho una furia, y tenía pésimos modales: se sentaba de forma grosera a la mesa, servía mal, empujaba a los invitados y dejaba a su patrón sediento. Todas las reprimendas lo dejaban indiferente y no hacían más que agravar el desorden y la negligencia de su servicio. Se quedaba dormido durante el día y deambulaba por la noche. Destrozaba la vajilla y ofendía a los invitados. Incluso echaba gallinas a los pozos y colocaba matorrales espinosos en el camino por donde tenía que pasar el patrón. No se podía contar con él para nada. Unos amigos del patrón le aconsejaron que se deshiciese de aquel fastidioso criado y cogiera otro.
- Pero ¿por qué habría de despedirlo y echarlo a la calle? -protestó el patrón sonriente-. Le estoy muy agradecido a mi criado porque me ha hecho mejor. Sí, me ha enseñado la paciencia, y cada día me la sigue enseñando. Y ese don me permite soportar las otras dificultades de la vida.

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