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[...] Sabemos ahora que no aceptamos el mundo de forma simplemente neutral, sino que lo concebimos de acuerdo con las posibilidades de conocimiento de nuestro cerebro. Sabemos que fuera de nosotros no existen ni colores ni sonidos, sino solamente vibraciones. A partir de ellas, nuestro cerebro construye un determinado mundo, de la misma forma que el cerebro de las ballenas o de los delfines les presenta a esos animales un mundo propio completamente distinto. No existe ningún punto de Arquímedes, fuera del mundo, desde el cual este pueda contemplarse tal y como es en realidad.
En la observación siempre participa el observador. Dando por sabido este hecho, nos tenemos que preguntar de qué modo conocemos. Y, al tratar de aclararlo, nos daremos cuenta de la estructura dual de nuestra razón. Conocemos al distinguir, al trazar límites, al definir. Según Aristóteles, conocemos un objeto cuando somos capaces de ver en qué se diferencia de otro objeto del mismo género. Lo que hacemos es trasladar a la realidad la estructura dual de nuestra capacidad de conocimiento. Nos creemos que también la realidad está organizada de forma dual porque nuestra razón no conoce ninguna manera diferente de acercarse a ella. Me refiero a la realidad experimentada por nuestra razón, que quede claro, porque tanto nuestros sentimientos como la experiencia mística nos presentan una experiencia bien diferente de la realidad.
La religión se apoya en dos pilares: la mística y la teología. Si falta uno, también faltará el otro. Lo único que hay que vigilar es que la teología no desempeñe ningún papel en la experiencia misma, pues su papel comienza donde termina la experiencia. Tiene su origen en la experiencia y debería volver a conducir hacia ella. A mi parecer, la mística se convertirá en la salvación de la teología. Al final de su vida, después de una experiencia mística en la iglesia de Vosa Nova, Tomás de Aquino dijo: "Todo lo que he escrito parece paja en comparación con lo que he visto y con lo que se me ha revelado". O sea, a partir de la experiencia mística de la realidad va creciendo una óptica diferente de la religión y, a la vez, una teología diferente.
Una persona muy sagaz dijo: La religión es un truco de los genes. Me tomo esta frase muy en serio y estoy convencido de que en modo alguno sirve para descalificar a la religión. Todo lo contrario: cuando la especie humana alcanza el nivel evolutivo adecuado para plantearse preguntas sobre su origen, su futuro y el sentido de su existencia, resulta completamente natural que desarrolle la capacidad de dar respuestas a estas preguntas. El resultado de este proceso es la religión, que durante milenios ha desempeñado su tarea magníficamente y aún sigue haciéndolo hoy en día. La religión forma parte de la evolución humana. Si en la actualidad llegamos a un punto en que sus respuestas ya no satisfacen, esto es un indicio de que la evolución ha dado un paso hacia delante y tiene que surgir ahora una capacidad modificada para la autocomprensión del ser humano.
La religión sigue desarrollándose a la par que las personas. Esta circunstancia la tiene en cuenta la "teología de la evolución", que contempla el despliegue y el desarrollo de la vida. Todo lo que ocurre lo considera como parte del poderoso proceso evolutivo de la vida Una, que todo lo abarca. Por todas partes ve el permanente surgir y desaparecer: En cada instante el mundo nace nuevamente, dice la mística, partiendo del supuesto de que la nueva creación que surge permanentemente no se realiza por la acción de un creador situado en el exterior de la evolución, sino que sucede por sí misma, siguiendo su impulso propio. Y de esta forma, desde el punto de vista de la teología mística o evolucionista, Dios no es el iniciador de la evolución que obra desde fuera de ella sino que la evolución es Dios qeu se despliega a sí mismo.
Difícilmente podremos renunciar a esta palabra. Pero deberíamos dejar muy claro cómo queremos que se entienda, porque en el sentido corriente va unido a la representación tradicional teísta de un poder personal en el más allà. Por este motivo prefiero utilizar el término "Realidad primera" cuando me refiero a lo que significa realmente el término "Dios". El zen habla del "vacío", el hinduismo de "brahmán", el Maestro Eckhart de "divinidad", Juan Tauler del "fondo último". En cualquier caso, siempre se refieren a aquello sobre lo que, en el fondo, no se puede decir nada: un concepto sin un contenido concreto, un concepto tan distinto de todos los demás conceptos que le hizo decir al Maestro Eckhart: La diferencia entre Dios y divinidad es mayor que la que hay entre tierra y cielo.
"Vida" es un concepto adecuado para designar la realidad que llamamos "Dios". Porque también la vida se sustrae a nuestra comprensión. No sabemos de dónde procede ni adónde va. La vida está en todas partes y en ningún lugar. Se manifiesta en todos y cada uno de los seres vivientes, pero a la vez es siempre más que un ser viviente, pero a la vez es siempre más que un ser viviente. Exactamente igual ocurre con la Realidad primera. Está presente, pero tan solo se manifiesta en la forma, ya que la forma siemrpe es la forma del vacío. Lo mismo ocurre con la vida: está en todos y cada uno de los seres vivientes. Pero la vida nunca es absorbida por un ser viviente determinado, siempre es mayor que este. Va y vien con el ser viviente, pero sigue siendo inconcebible.
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