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Paz y Ciencia

jueves, 6 de diciembre de 2012

Duda

 En la bandera de la libertad bordé el amor más grande de mi vida. Federico García Lorca, poeta y dramaturgo español, 1925

La duda implica ambigüedad, ambivalencia. Hay mucho miedo al error, a equivocarse y a lo irreparable de la equivocación, que paraliza. Esta angustiosa incertidumbre, esta falta de claridad, se produce debido a que el propio miedo dificulta la conexión con las sensaciones y emociones. Sin esta referencia se pierde la conciencia de lo que la persona quiere o necesita. El niño tiñe las emociones, y sin el anclaje de la conexión interna, la actividad mental toma el mando en un intento de descubrir la verdad, de tomar la decisión adecuada. Pero lo mental, sin el arraigo de las sensaciones, se convierte en un mundo de posibilidades sin fin, donde no es fácil decidir. La búsqueda de la verdad y su compañera inseparable, la duda, quedan establecidas. El miedo calla el corazón, y la cabeza se queda sola buscando la buena decisión, la verdad, en un mundo peligroso donde equivocarse supone un peaje.
En la búsqueda de la verdad incontrovertible se puede caer en el fanatismo.
La "ilusión específica" tiene que ver con esa búsqueda de la verdad y con la desconfianza en la naturaleza humana, que se manifiesta en forma de cuestionamiento de nuestra propia naturaleza, en un dudar de las motivaciones propias y ajenas. Si lo pienso mucho, si le doy vueltas una y otra vez, encontraré la verdad. Presenta un componente cínico porque la duda se basa en una conclusión ya establecida de antemano y no constituye una exploración de la experiencia para descubrir la verdad.
La "reacción específica" que deriva de esta suspicacia defensiva hacia el mundo es la duda. Es la expresión de la desconfianza y contiene miedo y paranoia, agresividad y hostilidad. Sospechamos y dudamos de los demás, ponemos en entredicho sus intenciones, estamos alerta, inquietos, a la defensiva, siempre oteando el peligro. Si los demás pueden hacernos daño, la manera de protegernos es no confiar, poner al otro en entredicho, como forma de mantener el control y evitar el daño. La suspicacia se dirige también hacia el interior, haciéndonos sospechar de nuestras motivaciones y desconfiando de nuestros impulsos.
La "dificultad específica" estriba en un sentirse inseguros y asustados, vulnerables, frágiles y faltos de apoyo al mismo tiempo. No hay donde sujetarse ni dentro ni afuera, sino una sensación de angustia permanente. Ante esta situación interna se impone la necesidad de tener las cosas "totalmente claras", lo cual lleva a dar vueltas una y otra vez sobre lo mismo parando la decisión, en una especie de inseguridad temerosa. No solo sentimos que el apoyo nos falta, sino que llegamos a pensar que nunca podremos obtenerlo. El miedo y la inseguridad juntos forman un estado tan vulnerable que, a veces, se afrontan de manera reactiva en conductas autoafirmativas y temerarias.

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