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Paz y Ciencia

miércoles, 13 de enero de 2021

Un regalo de Krishnamurti

 


Rodrigo Córdoba Sanz Psicólogo Clínico Zaragoza Psicoterapeuta. Gran Vía 32, 3° I.    Página Web: Psicólogo Clínico Zaragoza Instagram: @psicoletrazaragoza Psicología y Psicoterapia: Presencial y Online Psicoanálisis Humanista, Terapia Gestalt, Psicoterapia Integradora. Experto en TLP, ansiedad, depresión, terapia de pareja.


La soledad - La religión - Dios - La meditación - Estar solo tiene belleza

No sé si alguna vez se ha sentido angustiosamente solo; cuando de pronto se da cuenta de que no tiene relación con nadie ‑no es un darse cuenta intelectual, sino factual-... se da cuenta de que está completamente aislado. Se hallan bloqueadas todas las formas del pensamiento y de la emoción; usted no puede dirigirse a ninguna parte, no hay nadie a quien acudir; los dioses, los ángeles, todos se han ido más allá de las nubes, y tal como las nubes se desvanecen, también ellos se han desvanecido; usted está absolutamente aislado, separado de todo ‑no usaré aquí la palabra solo.

Solo tiene un significado muy diferente, tiene belleza. Estar solo, en ese sentido, es algo por completo distinto. Y uno debe estar solo. Cuando el hombre se libera de la estructura social de codicia, envidia, ambición, arrogancia, logro, posición cuando se libera de todo eso, está completamente solo. Esa soledad es muy diferente de la soledad del aislamiento. En ella hay una gran belleza, existe el sentimiento de una energía inmensa.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. XV

Soledad no es aislamiento

Aunque todos somos seres humanos, hemos levantado muros entre nosotros y nuestros semejantes, a causa del nacionalismo, de la raza, la casta y la clase social, lo cual, a su vez, engendra aislamiento.

Ahora bien, una mente presa en este estado de soledad en este estado de aislamiento, no puede comprender jamás qué es la religión. Puede tener creencias, ciertas teorías, conceptos, fórmulas, puede tratar de identificarse con eso que ella llama Dios; pero la religión, a mi entender, no tiene nada que ver con ninguna creencia, con ningún sacerdote, con ninguna iglesia ni con los así llamados libros sagrados. El estado de la mente religiosa puede ser comprendido sólo cuando empezamos a comprender qué es la belleza; y la comprensión de la belleza debe ser abordada desde la total soledad. Cuando la mente está por completo sola, únicamente así y en ningún otro estado, puede saber qué es la belleza.

La soledad no es, obviamente, aislamiento, y no es singularidad. Ser singular, único, es meramente ser excepcional en algún sentido, mientras que estar completamente solo exige sensibilidad, inteligencia y comprensión extraordinarias. Estar completamente solo en lo interno, implica que la mente se halla libre de toda clase de influencias; por lo tanto, no está contaminada por la sociedad. Y debe hallarse en esa condición de soledad para comprender qué es la religión, la cual implica descubrir por uno mismo si existe algo inmortal, más allá del tiempo.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. XIV

Percibir el aislamiento

El aislamiento es por completo diferente de la soledad. Uno debe atravesar ese aislamiento para estar solo. El aislamiento no puede compararse con la soledad. El hombre aislado, solitario, jamás puede saber qué es estar creativamente solo. ¿Se halla usted en ese estado de soledad? Nuestras mentes no están integradas como para estar solas. El proceso mental mismo es separativo. Y lo que separa conoce el aislamiento, la exclusión.

Pero la soledad no es separativa. Es algo que no pertenece a las masas, que no está influido por las masas, que no es el resultado de las masas, que no está constituido como lo está la mente; la mente es de las masas. La mente no es una entidad sola, creativa, puesto que ha sido ensamblada, fabricada en el curso de los siglos. La mente nunca puede estar sola. Jamás puede conocer la soledad. Pero, al percibir su aislamiento cuando atraviesa por él, surge a la existencia esa soledad. Unicamente entonces puede existir aquello que es inconmensurable. Desafortunadamente, la mayoría de nosotros busca la dependencia. Queremos depender de compañeros, amigos, queremos vivir en un estado de separación, en un estado que origina conflicto. Aquel que está solo jamás puede hallarse en un estado de conflicto. Pero la mente no puede percibir eso, no puede comprenderlo; ella sólo conoce la soledad de la exclusión, del aislamiento.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. VI

Únicamente en la soledad hay inocencia

Muy pocos de nosotros estamos solos alguna vez. Uno puede retirarse a las montañas y vivir como un ermitaño, pero cuando esté físicamente a solas, tendrá consigo sus ideas, sus experiencias, sus tradiciones, su conocimiento de lo que ha sido. El monje cristiano en una celda monástica no está solo; está con su Jesús conceptual, con su teología, con las creencias y los dogmas de su condicionamiento particular. De igual manera, el sanyasi que en la India se aparta del mundo y vive en aislamiento, no está solo, porque él también vive con sus recuerdos.

Yo hablo de una soledad en la que la mente está por completo libre del pasado; sólo una mente así es virtuosa, porque únicamente en esta soledad hay inocencia. Tal vez usted diga: «Eso es demasiado pedir. Uno no puede vivir así en este mundo caótico, donde tiene que ir todos los días a la oficina, ganarse la subsistencia, criar a los hijos, soportar los regaños de su esposa, etc.» Pero yo pienso que lo que se está diciendo se halla directamente relacionado con el vivir y actuar de cada día; de lo contrario, no tiene valor alguno. Vea, desde esta soledad adviene una virtud que es viril y trae consigo un sentido extraordinario de pureza y bondad. No importa si uno comete errores; eso significa muy poco. Lo que importa es tener este sentimiento de que uno está completamente incontaminado, solo porque únicamente una mente así puede conocer o percibir aquello que está más allá de la palabra, del nombre, más allá de todas las proyecciones de la imaginación.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. XIII

La inocencia libera del dolor a la mente

Uno de los factores del dolor es el extraordinario aislamiento del ser humano. Uno puede tener compañeros, puede tener dioses, poseer muchísimos conocimientos, ser extraordinariamente activo en lo social, contar interminables chismes sobre política; no obstante, este aislamiento sigue ahí. Por consiguiente, uno busca encontrarle un significado a la vida, y le inventa un significado, un sentido. Pero el aislamiento aún sigue ahí. Entonces, ¿puede usted mirar el aislamiento sin comparar, verlo simplemente como es, sin tratar de escapar de él, sin intentar disimularlo? Entonces verá que el aislamiento se convierte en algo por completo diferente.

Nosotros no estamos internamente solos. Somos el resultado de un millar de influencias, un millar de condicionamientos, de herencias psicológicas, propaganda, cultura. No estamos solos; por lo tanto, somos seres de segunda mano. Cuando uno está internamente solo, totalmente solo, cuando no pertenece a ninguna familia aunque pueda tener una familia, cuando no pertenece a ninguna nación, a ninguna cultura, a ningún compromiso en particular, existe el sentimiento de ser un extraño, extraño a toda forma de pensamiento, de acción, de familia, de nación. Y únicamente aquel que está absolutamente solo de este modo, es inocente. Esta inocencia es lo que libera del dolor a la mente.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. XVII

Crear un mundo nuevo

Si hemos de crear un mundo nuevo, una nueva civilización, un arte nuevo, no contaminado por la tradición, el miedo, las ambiciones, si hemos de originar juntos una nueva sociedad en la que no existan el «tú» y el «yo», sino lo nuestro, ¿no tiene que haber una mente que sea por completo anónima y que, por lo tanto, esté creativamente sola? Esto implica, ¿no es así?, que tiene que haber una rebelión contra el conformismo, contra la respetabilidad, porque el hombre respetable es el hombre mediocre, debido a que siempre desea algo; para su felicidad depende de la influencia, o de lo que piensa su prójimo, su gurú, de lo que dice el Bagavad Gita o los Upanishads o la Biblia o Cristo. Su mente jamás está sola. Ese hombre nunca camina solo, sino que siempre lo hace con un acompañante, el acompañante de sus ideas.

¿No es, acaso, importante descubrir, ver todo el significado de la interferencia, de la influencia, ver la afirmación del «yo», que es lo opuesto de lo anónimo? Viendo todo eso, surge inevitablemente la pregunta: ¿Es posible originar de inmediato ese estado de la mente libre de influencias, el cual no puede ser afectado por su propia experiencia ni por la experiencia de otros, ese estado de la mente incorruptible, sola? Unicamente entonces es posible dar origen a un mundo diferente, a una cultura y una sociedad diferentes donde puede existir la felicidad.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. VII

Una soledad exenta de miedo

Cuando la mente es capaz de desprenderse de todas las influencias e interferencias, y estar por completo sola, únicamente entonces hay creatividad.

La técnica se está desarrollando más y más en todo el mundo: la técnica de como influir sobre la gente por medio de la propaganda, de la compulsión, de la imitación [...]. Hay innumerables libros escritos acerca de cómo hacer una cosa, cómo pensar eficientemente, cómo construir una casa, cómo armar una maquinaria; así, gradualmente, estamos perdiendo iniciativa, iniciativa para desarrollar algo original por nosotros mismos. En nuestra educación, en nuestra relación con el gobierno, a través de diversos medios, ejercen influencia sobre nosotros para que nos amoldemos, para que imitemos. Y cuando permitimos que alguien influya en nosotros persuadiéndonos a adoptar una actitud determinada o a emprender cierta acción, nos resistimos naturalmente a otras influencias. En ese proceso mismo de resistirnos a la influencia de otro, ¿no sucumbimos a ella de un modo negativo?

¿No debería la mente hallarse siempre en estado de rebelión como para comprender las influencias que están haciendo siempre impacto sobre uno, interfiriendo, controlando, moldeando? ¿No es uno de los factores de la mente mediocre el hecho de que siempre tenga miedo y que, al hallarse en un estado de contusión, desee orden, coherencia, quiera una forma, un molde que la guíe y la controle? No obstante, estas formas, estas diversas influencias crean contradicciones y confusión en el individuo [...]. Cualquier opción entre influencias sigue siendo, por cierto, un estado de mediocridad.

... ¿No debe la mente tener la capacidad de profundizar en los hechos ‑no imitar, no ser moldeada- y estar libre de temor? ¿No debería una mente así permanecer sola y, por lo tanto, en un estado de creatividad? Esa creatividad no es «de uno», no es suya ni mía; es anónima.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. VII

Comenzar aquí

Un hombre religioso no busca a Dios. El hombre religioso se interesa en la transformación de la sociedad, que es él mismo. El hombre religioso no es aquel que practica innumerables rituales, que sigue tradiciones, que vive en una cultura pasada, muerta, explicando perpetuamente el Gita o la Biblia, cantando sin cesar o practicando sannyasa; ése no es un hombre religioso, es alguien que escapa de los hechos. El hombre religioso se interesa total y completamente en la comprensión de la sociedad, que es él mismo. No está separado de la sociedad. Generar en sí mismo una mutación completa implica para él la terminación total de la codicia, de la envidia, de la ambición; debido a eso, no depende de las circunstancias, aunque sea el resultado de la circunstancia ‑la comida que come, los libros que lee, los cines a los que va, los dogmas religiosos, las creencias, los rituales y todo eso-. Es responsable. Por lo tanto, el hombre religioso debe comprenderse a sí mismo, ya que es el producto de la sociedad que él mismo ha creado. En consecuencia, para encontrar la realidad debe comenzar aquí, no en un templo, no en una imagen, ya sea una imagen labrada por la mano o por la mente. De lo contrario, ¿cómo puede dar con algo nuevo, un estado nuevo?

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. XV

La mente religiosa es explosiva

¿Podemos descubrir por nosotros mismos cuál es la mente religiosa? El científico en su laboratorio es realmente un científico; no es persuadido por su nacionalismo, por sus miedos, por sus vanidades, ambiciones y exigencias limitadas; allí está meramente investigando. Pero fuera del laboratorio es como cualquier otra persona con sus prejuicios, ambiciones, vanidades, celos, con su nacionalidad y todo eso. Una mente así no tiene acceso a la mente religiosa. La mente religiosa no funciona desde un centro de autoridad, centro que puede ser conocimiento acumulado como tradición, o experiencia acumulada ‑la cual, en realidad, continúa la tradición, continúa el condicionamiento-. El espíritu religioso no piensa en función del tiempo, de resultados inmediatos, de una reforma inmediata dentro del patrón de la sociedad [...]. Dijimos que la mente religiosa no es una mente ritualista, no pertenece a ninguna iglesia, a ningún grupo, a ningún patrón de pensamiento. La mente religiosa es la mente que ha penetrado en lo desconocido, y uno no puede dar con lo desconocido excepto de un salto; no puede entrar en lo desconocido mediante un cálculo cuidadoso. La mente religiosa es la verdaderamente revolucionaria, y la mente revolucionaría no es una reacción a lo que ha sido. La mente religiosa es, en realidad, explosiva, creadora ‑no creadora en el sentido de lo que esa palabra implica para la poesía, la decoración, la arquitectura, la música, etc.-; es una mente que se halla en estado de creación.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. XII

La oración es un asunto complejo

Como todos los problemas humanos profundos, la oración es un asunto completo que no puede ser tratado a la ligera requiere paciencia, investigación cuidadosa y tolerante, y uno no puede exigir conclusiones y decisiones definidas. Sin comprenderse a sí mismo, aquel que reza puede, por obra de su misma oración, verse conducido al autoengaño. A veces escuchamos decir a la gente, y algunas personas me lo han dicho, que cuando rezan por cosas mundanas dirigiéndose a lo que ellas llaman Dios, sus plegarias les son a menudo otorgadas. Si tienen fe, y según sea la intensidad de su plegaria, lo que busca salud, bienestar, posesiones mundanas ‑finalmente lo obtienen. Si uno se entrega a la oración suplicante, ésta trae su propia recompensa; la cosa que uno pide le es a menudo concedida, y esto da fuerza a súplicas futuras. Después, está la oración no por cosas o por personas, sino por experimentar la realidad, Dios, la cual también es frecuentemente respondida; y existen aún otras formas de oración suplicante, formas más sutiles y tortuosas, pero, con todo, son oraciones que suplican, imploran, ofrecen. Todas estas oraciones, estas plegarias, tienen su propia retribución, traen sus propias experiencias, pero ¿conducen a la realización de la realidad suprema?

¿No somos, acaso, el producto del pasado, y no estamos, por ende, relacionados con el enorme depósito de codicia y odio, así como de sus opuestos? Ciertamente, cuando hacemos una petición, u ofrecemos una plegaria suplicante, estamos dirigiendo un llamado a este depósito de codicia acumulada etcétera el cual trae realmente su propia retribución, y tiene su propio precio [...]. La súplica a otro, a algo externo, ¿da origen a la comprensión de la verdad?

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. XII

La respuesta a la plegaria

La plegaria, que es una súplica, una petición, jamás puede encontrar esa realidad que no es el resultado de un requerimiento. Nosotros requerimos, suplicamos, oramos, sólo cuando estamos confusos cuando sufrimos; al no comprender esa confusión, ese dolor, nos dirigimos hacia alguien más. La respuesta a la plegaria es nuestra propia proyección; de uno u otro modo es siempre satisfactoria, gratificadora; de lo contrario, la rechazaríamos. Así, cuando uno ha aprendido a aquietar la mente por medio de la repetición, continúa con ese hábito, pero la respuesta a la súplica debe, obviamente, ser moldeada conforme al deseo de la persona que suplica.

Ahora bien, la plegaria, la súplica, la petición, jamás puede revelar aquello que no es proyección de la mente. Para dar con lo que no es fabricación de la mente, la mente debe estar quieta, no aquietada por la repetición de palabras ‑la cual es autohipnosis-, ni por otros medios de inducir la quietud mental.

La quietud inducida, forzada, no es quietud en absoluto. Es como poner a un niño en el rincón; superficialmente, puede estar quieto, pero internamente está Sirviendo. De igual modo, una mente aquietada por la disciplina, no está verdaderamente quieta, y la quietud inducida jamás puede revelar ese estado creativo en el que se manifiesta la realidad.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. VI

¿Es la religión una cuestión de creencia?

La religión, tal como generalmente la conocemos, es una serie de creencias, dogmas, rituales, supersticiones, adoración de ídolos, de amuletos y gurús que le llevarán adonde usted quiera como meta final. La verdad suprema es su propia proyección, es lo que usted desea, lo que le hará feliz dándole certidumbre acerca del estado inmortal. Así, la mente atrapada en todas estas cosas crea una religión, una religión de dogmas, de prácticas sacerdotales, etc.; en eso está usted atrapado y la mente se estanca. ¿Es religión eso? La religión, ¿es una cuestión de creencia, de conocimiento acerca de las experiencias y afirmaciones de otras personas? ¿Es religión el mero seguimiento de preceptos morales? Usted sabe, es comparativamente fácil ser moral: «Haz esto y no hagas aquello». Debido a que es fácil, usted puede imitar un sistema moral. Detrás de esa moralidad está al acecho el «yo», creciendo, expandiéndose, agresivo, dominador. ¿Es religión eso?

Usted tiene que descubrir qué es la verdad, porque eso es lo único que importa, no si es rico o pobre, o si está felizmente casado y tiene hijos, porque todo ello tiene un final, está siempre la muerte. Por lo tanto, sin ninguna forma de creencia, debe descubrir eso; debe tener el vigor, la autoconfianza, la iniciativa como para saber por sí mismo qué es la verdad, qué es Dios. La creencia no le dará nada; la creencia sólo corrompe, ata, oscurece. La mente puede ser libre sólo gracias a su propia vitalidad, sólo confiando en sí misma.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. VII

¿Está la verdad en las religiones?

La pregunta es: ¿Está la verdad en las religiones, en las teorías, en los ideales y las creencias? Examinémoslo. ¿Qué entendemos por religión? Ciertamente, no la religión organizada, no el hinduismo, el budismo o el cristianismo, que son todas creencias organizadas, con su propaganda, conversión, proselitismo, compulsión, etc. ¿Hay alguna verdad en la religión organizada? Puede absorber la verdad, atraparla en su red, pero la religión organizada, en sí misma, no es verdadera. Por consiguiente, la religión organizada es falsa, separa a los seres humanos. Usted es musulmán, yo soy hindú, otro es cristiano o budista, y reñimos, nos asesinamos entre nosotros. ¿Hay alguna verdad en eso? No estamos discutiendo la religión como búsqueda de la verdad; consideramos si existe verdad alguna en la religión organizada. Estamos tan condicionados por la religión organizada para pensar que en ella está la verdad, que hemos llegado a creer que por llamarse uno hindú, es «alguien» o que encontrará a Dios. ¡Qué absurdo, señor! Para encontrar a Dios, para dar con la realidad, tiene que haber virtud. La virtud es libertad, y sólo siendo libres podemos descubrir la verdad, no cuando estamos presos en manos de la religión organizada, con sus creencias. Y, ¿hay verdad alguna en las teorías, en los ideales y en las creencias? ¿Por qué tienen ustedes creencias? Es obvio; porque las creencias les brindan seguridad, consuelo, certidumbre, una guía. En sí mismos están atemorizados, quieren que se les proteja, quieren apoyarse en alguien; por lo tanto, crean el ideal, el cual les impide comprender lo que es. En consecuencia, el ideal se vuelve un obstáculo para la acción.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. V

Para subir alto, uno debe empezar abajo

Las organizaciones religiosas se vuelven tan fijas y rígidas como los pensamientos de quienes pertenecen a ellas. La vida es un cambio constante, un devenir continuo, una incesante revolución; y debido a que una organización jamás puede ser flexible, es un impedimento para el cambio; se vuelve retrógrada para protegerse. La búsqueda de la verdad es individual, no un asunto de congregaciones. Para comunicarse con lo verdadero es indispensable la soledad; no el aislamiento, sino la libertad con respecto a toda influencia y opinión. Las organizaciones del pensamiento se vuelven, inevitablemente, obstáculos para el pensamiento.

Cuando usted mismo está atento, ve que la codicia del poder es casi inagotable en una así llamada organización espiritual; esta codicia se halla disimulada bajo toda clase de palabras que suenan muy agradables, pero la llaga corrosiva de la avaricia, el orgullo y el antagonismo es alimentada y compartida por todos. De esto surgen el conflicto, la intolerancia, el sectarismo y otras lamentables manifestaciones.

¿No sería más sabio tener pequeños grupos informales de veinte o veinticinco personas, sin cuotas ni socios, que se reunieran donde fuera conveniente para discutir con delicadeza la aproximación a la realidad? A fin de evitar que cualquier grupo se vuelva exclusivo, cada miembro podría, de cuando en cuando, alentar y tal vez reunir otro pequeño grupo; de ese modo, ello sería extensivo, no estrecho y localista.

Para subir alto, uno debe empezar abajo. Desde este modesto comienzo puede ayudar a crear un mundo cuerdo y feliz.

Entrevistas de Krishnamurti
Archivos de la Krishnamurti Foundation of America

Sus dioses los están dividiendo

¿Qué está pasando en el mundo? Ustedes tienen un Dios cristiano, o tienen dioses hindúes; y están los mahometanos con su idea particular de Dios; cada pequeña secta tiene su verdad peculiar. Y todas estas verdades se están volviendo como otras tantas enfermedades en el mundo, enfermedades que separan a la gente. Estas verdades, en manos de unos pocos, se convierten en medios de explotación. Ustedes acuden a cada uno de ellos, uno tras otro, porque empiezan a perder todo sentido de discriminación, porque sufren y desean un remedio, y aceptan cualquier remedio que les ofrece cualquiera de esas sectas, ya sea cristiana, hindú o la que fuere. Entonces, ¿qué está ocurriendo? Sus dioses los dividen, sus creencias en Dios les están dividiendo y, no obstante, hablan ustedes de la hermandad humana, de la unidad en Dios, y al mismo tiempo niegan la cosa misma que quieren descubrir, porque se aferran a estas creencias como si fueran el más poderoso medio para destruir la limitación, mientras que en realidad no hacen sino intensificarla. Estas cosas son muy obvias.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. II

La verdadera religión

¿Sabe usted qué es la religión? No está en los cantos, no está en la práctica del puja o de cualquier otro ritual, no está en la adoración de dioses de hojalata o de imágenes de piedra, no está en los templos y en las iglesias, ni en la lectura de la Biblia o del Gita, ni en la repetición de un nombre sagrado, ni en el seguimiento de alguna otra superstición inventada por los hombres. Ninguna de estas cosas es religión.

La religión es el sentimiento de la bondad, de ese amor que es como el río, vital, moviéndose perpetuamente. En ese estado encontrará usted que llega un momento en que ya no hay ninguna búsqueda más; y esta cesación total de la búsqueda es el principio de algo por completo diferente. La búsqueda de Dios, de la verdad, el sentir que uno es totalmente bueno... no el cultivo de la bondad, de la humildad, sino la aspiración a algo más allá de todas las invenciones y todos los trucos de la mente, lo cual implica tener una percepción de ese «algo», vivir en ello, serlo, eso es verdadera religión. Pero usted puede hacer eso únicamente cuando abandona el pozo que ha cavado para sí mismo y penetra en el río de la vida. Entonces la vida tiene una manera asombrosa de cuidarle, porque entonces usted no se cuida a sí mismo. La vida le lleva donde ella quiere, porque usted forma parte de ella misma. Entonces no hay problema de seguridad, de lo que la gente dice o deja de decir; y ésa es la belleza de la vida.

El propósito de la educación

Un escape maravilloso

¿Cuál es el incentivo que hay tras la búsqueda de Dios? ¿Es real esa búsqueda? Para la mayoría de nosotros, es una manera de escapar de la realidad. Por lo tanto, debe estar muy claro en nosotros si este ir en busca de Dios es un escape o si es una búsqueda de la verdad en todo: la verdad en nuestras relaciones, la verdad en el valor de las cosas, la verdad en las ideas. Si estamos buscando a Dios meramente porque nos sentimos cansados de este mundo y sus desdichas, entonces esa búsqueda es un escape. Entonces creamos a Dios; por consiguiente, eso no es Dios. El Dios de los templos, de los libros, no es Dios, obviamente; es un escape maravilloso. Pero si tratamos de encontrar la verdad, no en una serie exclusiva de acciones sino en todas nuestras acciones, ideas y relaciones, si buscamos la correcta evaluación del alimento, la ropa y la vivienda que necesitamos, entonces, debido a que nuestras mentes son capaces de tener claridad y comprensión, cuando busquemos la realidad la encontraremos. No será un escape. Pero si estamos contundidos con respecto a las cosas del mundo ‑alimento, ropa, vivienda, relaciones e ideas-, ¿cómo podemos encontrar la realidad? Sólo podemos inventar la realidad. Así pues, una mente contusa, condicionada, limitada, no puede conocer a Dios, la verdad o la realidad. ¿Cómo puede una mente así pensar en Dios? Primero tiene que liberarse de su condicionamiento. Tiene que liberarse de sus propias limitaciones, y sólo entonces puede saber qué es Dios; evidentemente, no puede saberlo antes. La realidad es lo desconocido, y aquello que conocemos no es lo real.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. V

Si Dios no es Dios

Un hombre que cree en Dios, jamás puede encontrar a Dios. Si usted está abierto a la realidad, no puede «creer» en la realidad. Si está abierto a lo desconocido, no puede haber creencia en lo desconocido. Al fin y al cabo, la creencia es una forma de autoprotección, y sólo una mente trivial puede «creer» en Dios. Considere la creencia de los aviadores durante la guerra; según ellos, tenían a Dios por compañero ¡mientras arrojaban las bombas! De modo que uno cree en Dios cuando mata, cuando está explotando a la gente. Ustedes adoran a Dios y siguen despiadadamente extorsionando dinero, apoyando al ejército... pese a lo cual afirman que creen en la piedad, en la compasión, en la bondad [...]. En tanto exista la creencia, jamás puede existir lo desconocido; usted no puede pensar en lo desconocido; el pensamiento no puede medirlo.

La mente es producto del pasado, es la consecuencia del ayer; ¿puede una mente así estar abierta a lo desconocido? Sólo puede proyectar una imagen, pero esa proyección carece de realidad; así que su Dios no es Dios, es una imagen de su propia hechura, una imagen para su propia satisfacción. La realidad puede existir sólo cuando la mente comprende el proceso total de sí misma y ese proceso llega a su fin. Cuando la mente está por completo vacía, sólo entonces, es capaz de recibir lo desconocido. La mente no se purifica hasta que comprende el contenido de la relación ‑su relación con la propiedad, con la gente-, hasta que ha establecido la correcta relación con todo. Hasta que la mente no comprende el proceso total del conflicto en la relación, no puede ser libre. Sólo cuando está completamente silenciosa, por completo inactiva, sin proyecciones, cuando no busca y se halla absolutamente quieta, sólo entonces se manifiesta aquello que es eterno, intemporal.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. VI

El hombre religioso

¿Cuál es el estado de la mente que dice: «No sé si Dios existe, si existe el amor», es decir, cuando no hay respuesta alguna de la memoria? Por favor, no se conteste inmediatamente la pregunta, porque si lo hace, su respuesta será tan sólo el reconocimiento de lo que usted piensa que debería ser o no ser tal estado. Si dice: «Es un estado de negación», lo está comparando con algo que ya conoce; por lo tanto, ese estado en el que usted dice «No sé», es inexistente [...].

Así pues, la mente que es capaz de decir: «No sé», se halla en el único estado en que algo puede ser descubierto. Pero el hombre que dice: «Yo sé», el hombre que ha estudiado infinitamente las variedades de la experiencia humana y cuya mente está cargada de información, de conocimientos enciclopédicos, ¿puede alguna vez experimentar algo que no sea para acumularse? Lo encontrará extremadamente difícil. Cuando la mente descarta por completo todo el conocimiento que ha adquirido, cuando para ella no hay Budas, ni Cristos, ni Maestros, ni instructores, ni religiones, ni citas de textos sagrados, cuando está totalmente sola, incontaminada ‑lo cual implica que ha llegado a su fin el movimiento de lo conocido-, sólo entonces hay posibilidad de una revolución tremenda, de un cambio fundamental [...]. El hombre religioso es aquel que no pertenece a ninguna religión, a ninguna nación, a ninguna raza, que en lo interno está completamente solo, en un estado de no saber; para él adviene la bienaventuranza de lo sagrado.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. IX

«No sé»

Si uno puede llegar realmente a ese estado en que dice: «No sé», ello indica un sentido extraordinario de humildad; no existe la arrogancia del conocimiento, ni la respuesta presuntuosa para causar impresión. Cuando uno dice de verdad: «No sé», lo cual muy pocos son capaces de decir, entonces en ese estado cesa todo temor, porque ha llegado a su fin todo sentido de reconocimiento, de búsqueda dentro de la memoria; ya no hay más indagación en el campo de lo conocido. Entonces adviene eso que es extraordinario. Si usted ha seguido hasta aquí lo que he estado diciendo, no sólo si lo ha seguido verbalmente, sino que en realidad lo ha estado experimentando, encontrará que cuando puede decir: «No sé», se ha detenido todo el condicionamiento. ¿Cuál es, entonces, ese estado de la mente?...

Nosotros buscamos algo que sea permanente, permanente en el sentido del tiempo, algo perdurable, duradero. Vemos que todo cuanto nos rodea es transitorio, fluye, nace, se deteriora y muere, y nuestra búsqueda tiende siempre a establecer algo que perdure dentro del campo de lo conocido. Pero aquello que es verdaderamente sagrado está más allá de la medida del tiempo; no puede encontrarse dentro del campo de lo conocido. Lo conocido opera sólo a través del pensamiento, que es la respuesta de la memoria al reto. Si veo eso y quiero descubrir cómo poner fin al pensamiento, ¿qué he de hacer? Debo, indudablemente, estar alerta, mediante el conocimiento propio, a todo el proceso de mí pensar. Debo ver que cada pensamiento, por sutil, por excelso o por innoble y necio que sea, tiene sus raíces en lo conocido, en la memoria. Si veo eso con mucha claridad, entonces la mente, al ser confrontada con un problema inmenso, es capaz de decir: «No sé», porque no tiene ninguna respuesta.
Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. IX

Más allá de las limitaciones de las creencias

Para mí, es tan absurdo ser teísta como ser ateo. Si usted supiera qué es la verdad, qué es Dios, jamás sería ni teísta ni ateo, porque en ese estado de percepción alerta la creencia es innecesaria. Sólo el hombre que no percibe abriga esperanzas y suposiciones, recurre a la creencia o a la incredulidad para que lo respalden y lo lleven a actuar de determinada manera.

Ahora bien, si usted aborda esto de una manera por completo diferente, descubrirá por sí mismo, como individuo, algo real que está más allá de todas las limitaciones de las creencias, más allá de la ilusión de las palabras. Por eso, el descubrimiento de la verdad, de Dios, exige gran inteligencia, la cual no es la afirmación de la creencia o del descreimiento, sino el reconocimiento de los obstáculos creados por la falta de inteligencia. Así, para descubrir a Dios o la verdad ‑y yo digo que tal cosa existe, la he realizado-, para reconocer eso, comprender eso, la mente debe estar libre de todos los obstáculos que han sido creados a lo largo de los siglos, obstáculos que se basan en la autoprotección y la seguridad. Uno no puede estar libre del anhelo de seguridad limitándose a decir que está libre. Para traspasar los muros de estos obstáculos necesitamos mucha inteligencia, no mero intelecto. Inteligencia es, para mí, mente y corazón en plena armonía, y entonces descubrirá usted por sí mismo, sin tener que preguntárselo a nadie, qué es la realidad.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. II

Libres de la red del tiempo

Sin meditación no hay conocimiento propio; sin conocimiento propio no hay meditación. Debe usted comenzar, pues, por conocer lo que usted es. No puede ir lejos sin comenzar cerca, sin comprender su proceso cotidiano de pensamiento, sentimiento y acción. En otras palabras, el pensamiento debe comprender sus propias modalidades operativas, y cuando usted se vea a sí mismo en acción, observará que el pensamiento se mueve de lo conocido a lo conocido. Uno no puede pensar en lo desconocido. Lo que uno conoce no es lo real, porque lo que uno conoce está sólo en el tiempo. Nuestro interés fundamental es estar libres de la red del tiempo, no pensar acerca de lo desconocido, porque, como acabamos de decir, usted no puede pensar en lo desconocido. Las respuestas a sus plegarias provienen de lo conocido. Para recibir lo desconocido, la mente misma debe tornarse en lo desconocido. La mente es el resultado del proceso del pensamiento, el resultado del tiempo, y este proceso del pensamiento debe llegar a su fin. La mente no puede pensar en aquello que es eterno, intemporal; por lo tanto, debe estar libre del tiempo; el proceso de tiempo de la mente debe disolverse. Sólo cuando la mente está por completo libre del ayer y, en consecuencia, no está usando el presente como un medio para el futuro, es capaz de recibir lo eterno [...]. Por lo tanto, nuestro interés en la meditación es el de conocernos a nosotros mismos, no sólo superficialmente, sino todo el contenido de la conciencia interna, oculta. Sin conocer todo eso y estar libre del condicionamiento que implica, usted no puede ir más allá de los límites de la mente. Por eso debe cesar el proceso del pensamiento, y para ello debe uno conocerse a sí mismo. Por lo tanto, la meditación es el principio de la sabiduría, la cual consiste en comprender nuestra propia mente y nuestro corazón.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. V

La meditación

Voy a investigar, paso a paso, qué es la meditación. Por favor, no espere hasta el final confiando en tener una descripción completa de cómo meditar. Lo que estamos haciendo ahora forma parte de la meditación.

Y bien, lo que uno debe hacer es estar atento al pensador; no tratar de resolver la contradicción produciendo una integración entre el pensamiento y el pensador. El pensador es la entidad psicológica que ha acumulado experiencia como conocimiento; es el centro que nos ata al tiempo y es el resultado de la siempre cambiante influencia ambiental; desde este centro, el pensador mira, escucha, experimenta. En tanto uno no comprenda la estructura y anatomía de este centro, el conflicto es siempre inevitable, y una mente en conflicto no puede comprender la profundidad y belleza de la meditación.

En la meditación no puede haber un pensador, lo cual implica que debe terminarse el pensamiento ‑el pensamiento urgido por el deseo de alcanzar un resultado-. La meditación no tiene nada que ver con alcanzar un resultado. No es cuestión de respirar de una manera especial o de mirarse la nariz o de despertar el poder de realizar ciertos trucos, y todo lo demás de ese inmaduro disparate [...]. La meditación no es algo separado de la vida. Cuando usted conduce un auto, o se encuentra sentado en el autobús, cuando está charlando sin objeto, cuando camina a solas por el bosque o contempla una mariposa llevada por el viento... si está pasivamente alerta a todo eso, ello forma parte de la meditación.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. XIII

Conozca todo el contenido de un pensamiento

No ser nada es el principio de la libertad. Por lo tanto, si usted es capaz de sentir esto, de investigarlo, descubrirá, a medida que avance en su percepción, que no está libre, que se halla atado a muchas cosas diferentes y que, al mismo tiempo, la mente abriga la esperanza de ser libre. Y podrá ver que ambas cosas se contradicen. En ese caso, la mente tiene que investigar por qué se aferra a esto o a aquello. Todo lo cual implica un duro trabajo, mucho más arduo que ir a una oficina, que cualquier labor física, que todas las ciencias juntas. Porque la mente humilde, inteligente, se interesa en sí misma sin ser autocentrada. Debido a eso, tiene que estar extraordinariamente alerta, atenta, y eso implica, de hecho, una dura tarea cotidiana, cada hora, cada minuto [...]. Exige insistencia en el trabajo, porque la libertad no adviene fácilmente. Todo la dificulta: la esposa, el marido, el hijo, el vecino, nuestros dioses, nuestras religiones, nuestra tradición. Son todos impedimentos, pero nosotros mismos los hemos creado porque ansiamos seguridad. Y la mente que busca seguridad jamás puede encontrarla. Si usted ha observado un poco lo que ocurre en el mundo, sabrá que no hay tal cosa como la seguridad. Muere la esposa, el marido, el hijo se escapa de la casa, algo ocurre. La vida no es estática, si bien nos gustaría hacer que lo fuera. Ninguna relación es estática, porque toda vida es movimiento. Eso es algo que debemos captar, es una verdad que debe ser vista, percibida, no es algo para argumentar al respecto. Entonces verá usted, a medida que comience a investigarlo, que ése es realmente un proceso de meditación.

Pero no se deje hipnotizar por esa palabra. Esté alerta a cada pensamiento para saber de qué fuente brota y cuál es su propósito; eso es la meditación. Y cuando se conoce todo el contenido de un pensamiento, ello revela el proceso total de la mente.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. XI

Encender la llama del conocimiento propio

Si usted encuentra difícil estar atento, experimente entonces anotando cada uno de los pensamientos y sentimientos que surgen a lo largo del día; anote sus reacciones de celos, envidia, vanidad, sensualidad, las intenciones que hay detrás de las palabras, etc. Emplee algún tiempo antes del desayuno en anotarlos; ello puede requerir acostarse más temprano y dejar a un lado algún asunto social. Si anota estas cosas siempre que pueda, y por la noche, antes de acostarse, echa un vistazo a todo lo que ha escrito durante el día, lo estudia y examina sin juzgarlo, sin censurarlo, comenzará a descubrir las causas ocultas de sus pensamientos y sentimientos, de sus deseos, de sus palabras [...].

Ahora bien, lo importante en esto es estudiar, con inteligencia abierta, qué es lo que usted ha escrito, y al estudiarlo tomará conciencia de su propio estado. En la llama de la percepción alerta, del conocimiento propio, son descubiertas y se consumen las causas del conflicto. Usted debe continuar anotando sus pensamientos y sentimientos, intenciones y reacciones, no una o dos veces, sino durante un número considerable de días, hasta que adquiera la capacidad de percibirlas instantáneamente [...].

La meditación es no sólo el constante conocimiento de uno mismo, sino la constante negación del «yo». Del recto pensar surge la meditación, y de ésta proviene la serenidad de la sabiduría; en esa serenidad se realiza lo supremo.

Al anotar lo que uno piensa y siente, los propios deseos y las reacciones, se origina un estado interno de percepción alerta, la cooperación del inconsciente con el consciente, y esto, a su vez, resulta en integración y comprensión.

Entrevistas de Krishnamurti
Archivos de la Krishnamurti Foundation of America

El camino de la meditación

¿Es la verdad algo final, absoluto, fijo? Nos gustaría que fuera absoluto, porque entonces podríamos refugiarnos en ella. Quisiéramos que fuera permanente, porque así podríamos afirmarnos en ella y encontrar allí la felicidad. Pero, ¿es absoluta la verdad, es continua, puede experimentarse una y otra vez? La repetición de la experiencia es el mero cultivo de la memoria, ¿no es así? En instantes de quietud puedo experimentar cierta verdad, pero si me afierro a esa experiencia por medio de la memoria y la convierto en absoluta, fija, ¿es eso la verdad? La verdad, ¿es la continuación, el cultivo de la memoria? ¿O la verdad puede descubrirse sólo cuando la mente se halla por completo quieta, silenciosa? Cuando mi mente no está presa en los recuerdos, cuando no cultiva la memoria como el centro del reconocimiento, sino que está atenta a todo lo que digo, a todo lo que hago en mis relaciones, en mis actividades, viendo la verdad de todo tal como se manifiesta de instante en instante, ése es, por cierto, el camino de la meditación, ¿verdad? Hay comprensión tan sólo cuando la mente está quieta, y la mente no puede estar quieta mientras se desconoce a sí misma. Ese desconocimiento no se disipa mediante ninguna forma de disciplina, ni yendo en pos de ninguna autoridad, antigua o moderna. Las creencias sólo generan resistencia, aislamiento, y donde hay aislamiento no es posible que haya serenidad. La serenidad interna adviene únicamente cuando comprendo todo el proceso de mí mismo, las diversas entidades que componen el «yo» y están en conflicto la una con la otra. Como ésta es una tarea ardua, recurrimos a otros para aprender distintos trucos, a los que llamamos «meditación». Los trucos de la mente no son la meditación. La meditación es el principio del conocimiento propio; sin meditación, no hay conocimiento propio.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. VI

Una mente en estado de creación

La meditación consiste en vaciar la mente, vaciarla de todas las cosas que ha reunido. Si usted hace eso ‑tal vez no lo haga, pero no importa, sólo escuche esto-, descubrirá que en la mente hay un espacio extraordinario, y ese espacio es libertad. Así pues, usted debe exigir la libertad desde el principio mismo y no limitarse a esperar, confiando en tenerla al final. Debe hallar el significado de la libertad en su trabajo, en sus relaciones, en todo cuanto hace. Entonces descubrirá que la meditación es creación.

Creación es una palabra que usamos muy fácilmente y sin mucha reflexión. Un pintor pone unos cuantos colores en la tela y se excita tremendamente con ello. Es su realización, el medio a través del cual se expresa; es su mercado donde puede ganar reputación y dinero, ¡y a eso llama él «creación»! Cada escritor «crea», y hay escuelas de escritura «creativa»; pero nada de eso tiene que ver con la creación. Todo es la respuesta condicionada de una mente que vive en una determinada sociedad.

La creación de la que estoy hablando es algo por completo diferente. Implica una mente que se halla en el estado de creación. Puede o no expresar ese estado. La expresión tiene muy poco valor. Ese estado de creación no tiene causa; por lo tanto, una mente que se encuentra en ese estado está muriendo y viviendo, amando y siendo a cada instante. La totalidad de ello es meditación.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. XIII

Echar las bases instantáneamente

Una mente quieta no busca experiencias de ninguna clase. Y si no está buscando y, por lo tanto, se halla completamente inmóvil, sin movimiento alguno del pasado y, en consecuencia, libre de lo conocido, encontrará usted, si ha llegado hasta ahí, que existe un movimiento de lo desconocido que no es reconocible, que no puede traducirse, expresarse en palabras; descubrirá que existe un movimiento de lo inmenso. Ese movimiento es intemporal, en él no hay tiempo ni espacio; no hay nada que pueda experimentarse, nada que obtener ni alcanzar. Una mente así conoce la creación, no la «creación» del pintor, del poeta, del verbalizador, sino esa creación sin motivo, sin expresión externa. Esa creación es amor y muerte.

Toda esta cosa, desde el principio hasta el fin, es el camino de la meditación. Un hombre que quiera meditar, debe conocerse a sí mismo. Sin conocerse a sí mismo, usted no puede ir lejos. Por mucho que intente llegar lejos, sólo puede llegar hasta donde se lo permite su propia proyección; y su propia proyección está muy cerca y no lo conduce a ninguna parte. La meditación es ese proceso de echar las bases instantáneamente, de inmediato, y dar origen naturalmente, sin esfuerzo alguno, al estado de quietud mental. Sólo entonces existe ahí una mente que se encuentra más allá del tiempo, de la experiencia, del conocimiento.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. XIII

Descubriendo el silencio

Si usted ha seguido esto, investigando qué es la meditación, y ha comprendido todo el proceso del pensar, hallará que la mente está por completo silenciosa. En ese silencio total de la mente, no hay un observador; por lo tanto, no hay experimentador alguno; no hay una entidad que esté acumulando experiencia, actividad ésta que pertenece a la mente centrada en sí misma. No diga: «Eso es samadhi»; para usted no tiene sentido, ya que sólo lo ha leído en algún libro y no lo ha descubierto por sí mismo. Hay una diferencia inmensa entre la palabra y la cosa. La palabra no es la cosa, la palabra puerta no es la puerta.

Así pues, meditar es purificar la mente de su actividad egocéntrica. Y si usted ha llegado hasta aquí en la meditación, hallará que hay silencio, un vacío total. La mente ya no está contaminada por la sociedad, ya no se encuentra sujeta a ninguna influencia ni a la presión de deseo alguno. Está completamente sola y, al estar sola, nada la afecta, es inocente. En consecuencia, existe una posibilidad de que se manifieste aquello que es intemporal, eterno.

Todo este proceso es meditación.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. X

Un corazón generoso es el principio de la meditación

Vamos a hablar de algo que requiere una mente capaz de penetrar muy en lo profundo. Debemos comenzar muy cerca, ya que no podemos ir muy lejos si no sabemos cómo empezar muy cerca, si no sabemos cómo dar el primer paso. El florecimiento de la meditación es bondad, y un corazón generoso es el principio de la meditación. Hemos hablado de muchas cosas que conciernen a la vida: autoridad, ambición, miedo, codicia, envidia, muerte, tiempo; hemos hablado de muchas cosas. Si usted observa, si lo ha investigado, si ha escuchado correctamente, todas esas cosas constituyen la base para una mente que es capaz de meditar. Usted no puede meditar si es ambicioso; podrá jugar con la idea de la meditación. Si su mente se halla dominada por la autoridad, si está atada a la tradición, si acepta, si sigue, usted jamás sabrá qué es meditar, jamás conocerá esta extraordinaria belleza [...].

La persecución de su propia realización en el tiempo, es lo que impide la generosidad de la mente. Y uno necesita tener una mente generosa; no sólo una mente amplia, llena de espacio, sino también un corazón que se entregue sin pensarlo, sin un motivo, y que no busque ninguna recompensa a cambio. Pero ese dar, por poco o mucho que uno tenga, esa condición de espontaneidad expansiva sin restricción alguna, sin retener nada, es indispensable. No puede haber meditación sin generosidad, sin bondad, lo cual implica estar libre de orgullo, no trepar jamás la escalera del éxito, no saber nunca qué es ser famoso. Es morir para todo lo que uno ha logrado, morir en cada minuto del día. Sólo en un suelo así de fértil puede crecer y florecer la bondad. Y la meditación es el florecimiento de la bondad.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. XIII

La meditación es esencial para la vida

Comprender todo este problema de la influencia, la influencia del conocimiento, de la experiencia, de los motivos internos y externos ‑descubrir qué es verdadero y qué es falso, y ver la verdad en lo así llamado falso-, requiere un discernimiento tremendo, una comprensión de las cosas tal como son, ¿no es así? Todo este proceso es, ciertamente, el camino de la meditación. La meditación es esencial en la vida, en nuestra existencia cotidiana, tal como es esencial la belleza. La percepción de la belleza, la sensibilidad hacia las cosas, tanto a las desagradables como a las bellas, es fundamental: ver un árbol hermoso, un cielo bello en el atardecer, ver el vasto horizonte donde las nubes se reúnen a medida que el Sol se va poniendo.

Todo esto es necesario: la percepción de la belleza y comprender el camino de la meditación, porque la vida es todo eso, como lo es también el asistir a la oficina, como lo son las riñas, las desdichas, el esfuerzo perpetuo, la ansiedad, los temores profundos, el amor y el hambre. La comprensión de este proceso total de la existencia: las influencias, los sufrimientos, el esfuerzo cotidiano, la perspectiva autoritaria del vivir, las acciones políticas, etc., todo esto es la vida, y el proceso de comprenderlo todo y liberar la mente, es meditación. Si uno comprende realmente esto, entonces la vida es siempre un proceso meditativo, un proceso de contemplación, pero no con respecto a algo en particular. Estar alerta a este proceso total de la existencia, observarlo, penetrar desapasionadamente en él y liberarnos de él, eso es meditación.

Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. XI

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