Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Clínico Zaragoza. Psicoterapeuta Integrador. Formado en Terapia Cognitiva, Psicoanálisis y Gestalt. Teléfono: 653 379 269 rcordobasanz@gmail.com. Instagram: @psicoletrazaragoza. Página Web: Rodrigo Córdoba. Psicólogo Zaragoza
A todos nos ha sucedido: de repente empezamos a ver de forma repetida un número, una letra, o pensamos intensamente en una persona a quien hace tiempo que no vemos y justo nos la encontramos o nos llama inesperadamente. Las sincronicidades son un fenómeno psicológico y filosófico del que se cuentan muchos ejemplos fascinantes.
Uno de los más célebres se atribuye al famoso actor galés Anthony Hopkins, quien hace años quiso empezar a prepararse para protagonizar la versión cinematográfica de la novela La chica de Petrovka, del escritor George Feifer. Como no había leído el libro, Hopkins salió un día de su casa de Londres y tomó el metro para ir a comprar en libro. Una tarea que le resultó imposible, pues el libro estaba agotado en todas las librerías de Charing Cross que visitó. Frustrado, el actor decidió regresar a su casa, y para ello volvió a tomar el metro en la estación de Leicester Square. Al ir a sentarse, se encontró con que alguien había dejado abandonado un libro sobre su asiento, un ejemplar viejo y plagado de anotaciones. Lo tomó y cuando leyó el título se quedó sin habla. Se trataba de La chica de Petrovka. Dos años después, durante el rodaje de la película, Hopkins conoció al autor de la novela, quien le contó que dos años antes le había dejado prestado a un amigo su ejemplar, que estaba lleno de anotaciones, pero que éste lo había perdido en el metro. Cuando Hopkins le mostró el libro que se había encontrado, ambos quedaron muy sorprendidos. Hopkins no solo había encontrado el libro que buscaba, sino que, además, se trataba del mismo ejemplar que había perdido Feifer.
El psiquiatra Carl Jung, el mayor estudioso de las sincronicidades, contó una de las más extraordinarias, relativa a una de sus pacientes. Una madre alemana fotografió a su bebé en 1914 y llevó la placa a revelar a una tienda de fotografía de Estrasburgo. Al poco, estalló la Primera Guerra Mundial, circunstancia que hizo imposible que esta madre pudiera recoger la fotografía. Dos años después, la mujer compró una placa de película en Munich, a kilómetros de distancia, en este caso para tomar una foto a su hija recién nacida. Al revelarla, el técnico descubrió una doble exposición: la fotografía de la niña estaba superpuesta con la primera foto que la mujer había tomado a su bebé en 1914. Por alguna razón, la placa original, adquirida en Estrasburgo, no había sido revelada y había sido revendida como si fuera virgen. La misma mujer, en dos ciudades distintas, había comprado la misma película para fotografiar a sus dos hijos recién nacidos.
La vida nos regala a menudo pequeños momentos mágicos que toman la forma de situaciones azarosas, felices coincidencias, reencuentros fortuitos o sincronicidades asombrosas a través de las que quizá intuimos una vía hacia lo extraordinario. Personas o circunstancias que surgen en el momento preciso en que las necesitamos, como si fueran señales del camino que debemos emprender.
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