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Paz y Ciencia

jueves, 14 de enero de 2021

Conociendo más a Freud

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Clínico. Psicoterapeuta. Zaragoza. Tfno.: 653 379 269 Página Web: Psicólogo Clínico Zaragoza.    Instagram: @psicoletrazaragoza.              rcordobasanz@gmail.com.                                Gran Vía 32, 3° Izquierda

Freud, S. Psicopatología de la vida cotidiana (1901), E. Amorrortu, V. VI, pg. 178.

“Por ejemplo, durante un concurso hípico entre oficiales, uno de ellos cae del caballo y sus lesiones resultan tan graves que fallece unos días después. Su comportamiento al volver en sí es en muchos aspectos llamativo. Y todavía más singular fue su conducta anterior. Había caído en profunda desazón por la muerte de su querida madre, le sobrevenían crisis de llanto estando en compañía de sus camaradas, y a sus amigos íntimos les manifestó sentir hastío por la vida. Quiso abandonar el servicio para participar en una guerra en África, que sin embargo no lo atraía.”

Freud,S.  Psicopatología de la vida cotidiana, Ed. Amorrortu, V. VI, pg. 184.

“El hombre me narró cierto día un pequeño episodio que lo había aterrorizado en extremo. Andaba «correteando» {«hetzen»} con su hijo mayor, claramente su preferido, lo echaba por lo alto y lo dejaba caer; en una oportunidad lo hizo desde un sitio tal, y tan alto, que el niño casi se dio de cabeza contra la pesada lámpara de gas ahí colgada. ¡Casi, pero no de verdad; poco le faltó! Al niño no le pasó nada, pero se mareó con el susto. El padre, espantado, quedó de pie con el niño en los brazos, la madre tuvo un ataque histérico.”

Freud,S.  La metamorfosis de la pubertad, en “Tres ensayos de teoría sexual” (1905). Ed. Amorrortu, V. VII, pg. 207.

“Contemporáneo al doblegamiento y la desestimación de estas fantasías claramente incestuosas, se consuma uno de los logros psíquicos más importantes, pero también más dolorosos, del período de la pubertad: el desasimiento respecto de la autoridad de los progenitores, el único que crea la oposición, tan importante para el progreso de la cultura, entre la nueva generación y la antigua.”

Freud, S. Acciones obsesivas y prácticas religiosas (1907), Ed. Amorrortu, V. IX, pg. 107.

“Unas prohibiciones sustituyen a unas acciones obsesivas, según se ve, del mismo modo como una fobia tiene el cometido de ahorrar un ataque histérico.”

Freud, S. Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico (1914), Ed. Amorrortu, V. XIV, pg. 14.

“Llegué antes que él a casa de la enferma, y me enteré de que sufría de ataques de angustia sin sentido que sólo podían yugularse mediante la más exacta información sobre el lugar en que se encontraba su médico en cada momento del día.”

Freud, S. De guerra y muerte. Temas de actualidad (1915), Ed. Amorrortu, V. XIV, pg. 277.

“Envueltos en el torbellino de este tiempo de guerra, condenados a una información unilateral, sin la suficiente distancia respecto de las grandes trasformaciones que ya se han consumado o empiezan a consumarse y sin vislumbrar el futuro que va plasmándose, caemos en desorientación sobre el significado de las impresiones que nos asedian y sobre el valor de los juicios que formamos. Creemos poder decir que nunca antes un acontecimiento había destruido tanto del costoso patrimonio de la humanidad, ni había arrojado en la confusión a tantas de las más claras inteligencias, ni echado tan por tierra los valores superiores. Hasta la ciencia ha perdido su imparcialidad exenta de pasiones. Sus servidores, enconados hasta sus últimas fibras, buscan arrancarle armas para contribuir a la derrota del enemigo. El antropólogo tiene que declarar inferior y degenerado al oponente, y el psiquiatra, proclamar el diagnóstico de su enfermedad mental o anímica. Pero es probable que resintamos con desmedida fuerza la maldad de esta época, y no tenemos derecho a compararla con la de otras épocas que no hemos vivenciado.”

Freud, S. De guerra y muerte. Temas de actualidad (1915), Ed. Amorrortu, V. XIV, pg. 282.

“Las ilusiones se nos recomiendan porque ahorran sentimientos de displacer y, en lugar de estos, nos permiten gozar de satisfacciones. Entonces, tenemos que aceptar sin queja que alguna vez choquen con un fragmento de la realidad y se hagan pedazos.”

Freud, S. De guerra y muerte. Temas de actualidad (1915), Ed. Amorrortu, V. XIV, pg. 291.

“Ponemos el respeto por el muerto, que a este ya no le sirve de nada, por encima de la verdad, y la mayoría de nosotros lo valora más incluso que al respeto por los vivos.”

Freud, S. De guerra y muerte. Temas de actualidad (1915), Ed. Amorrortu, V. XIV, pg. 291.

“Esta actitud cultural-convencional hacia la muerte se complementa con nuestro total descalabro cuando fenece una de las personas que nos son próximas, cuando la muerte alcanza a nuestro padre, a nuestro consorte, a un hermano, un hijo o un caro amigo. Sepultamos con él nuestras esperanzas, nuestras demandas, nuestros goces; no nos dejamos consolar y nos negamos a sustituir al que perdimos. Nos portamos entonces como una suerte de Asra, de esos que mueren cuando mueren aquellos a quienes aman?

Freud, S. De guerra y muerte. Temas de actualidad (1915), Ed. Amorrortu, V. XIV, pg. 291.

“Ahora bien, esta actitud nuestra hacia la muerte tiene un fuerte efecto sobre nuestra vida. La vida se empobrece, pierde interés, cuando la máxima apuesta en el juego de la vida, que es la vida misma, no puede arriesgarse.”

 Freud, S. De guerra y muerte. Temas de actualidad (1915), Ed. Amorrortu, V. XIV, pg. 292.

“Los hombres mueren realmente; y ya no individuo por individuo, sino multitudes de ellos, a menudo decenas de miles un solo día. Ya no es una contingencia. Por cierto todavía parece contingente que un determinado proyectil alcance a uno o a otro; pero al que se salvó quizá lo alcance un segundo proyectil, y la acumulación pone fin a la impresión de lo contingente. La vida de nuevo se ha vuelto interesante, ha recuperado su contenido pleno.”

Freud,S.  De guerra y muerte. Temas de actualidad (1915), Ed. Amorrortu, V. XIV, pg. 294.

“La muerte propia fue para el hombre primordial sin duda tan inimaginable e irreal como lo es hoy para cada uno de nosotros. Pero a él se le presentaba un caso en que esas dos actitudes contrapuestas hacia la muerte chocaban y entraban en conflicto recíproco, y este caso devino muy importante y muy rico en consecuencias de vasto alcance.”

 Freud, S. De guerra y muerte. Temas de actualidad (1915), Ed. Amorrortu, V. XIV, pg. 294.

“La ley del sentimiento de ambivalencia, que todavía hoy preside nuestros vínculos afectivos con las personas a quienes más amamos, reinaba por cierto aún más incontrovertible en épocas primordiales. Así, esos difuntos queridos habían sido también unos extraños y unos enemigos que despertaron en él una porción de sentimientos hostiles.”

Freud, S. Duelo y melancolía (1917 [1915]), Ed. Amorrortu, V. XIV, pg. 242.

“El duelo pesaroso, la reacción frente a la pérdida de una persona amada, contiene idéntico talante dolido, la pérdida del interés por el mundo exterior —en todo lo que no recuerde al muerto—, la pérdida de la capacidad de escoger algún nuevo objeto de amor —en reemplazo, se diría, del llorado—, el extrañamiento respecto de cualquier trabajo productivo que no tenga relación con la memoria del muerto.”

Freud,S.  Duelo y melancolía (1917 [1915]), Ed. Amorrortu, V. XIV, pg. 242.

“El examen de realidad ha mostrado que el objeto amado ya no existe más, y de él emana ahora la exhortación de quitar toda libido de sus enlaces con ese objeto. A ello se opone una comprensible renuencia; universalmente se observa que el hombre no abandona de buen grado una posición libidinal, ni aun cuando su sustituto ya asoma. Esa renuencia puede alcanzar tal intensidad que produzca un extrañamiento de la realidad y una retención del objeto por vía de una psicosis alucinatoria de deseo.”

Freud,S.  Duelo y melancolía (1917 [1915]), Ed. Amorrortu, V. XIV, pg. 245.

“Ha perdido el respeto por sí mismo y tendrá buenas razones para ello. Esto nos pone ante una contradicción que nos depara un enigma difícil de solucionar. Siguiendo la analogía con el duelo, deberíamos inferir que él ha sufrido una pérdida en el objeto; pero de sus declaraciones surge una pérdida en su yo.”

Freud, S. Duelo y melancolía (1917 [1915]), Ed. Amorrortu, V. XIV, pg. 242.

“En las dos situaciones contrapuestas del enamoramiento más extremo y del suicidio, el yo, aunque por caminos enteramente diversos, es sojuzgado por el objeto.”

Freud, S. Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis (1933 [1932]), Ed. Amorrortu, V. XXII, pg. 56-57.

“Es una experiencia muy asombrosa ver como un fenómeno periódico [en dichos pacientes] a esa moralidad que supuestamente nos ha sido otorgada e implantada tan hondo por Dios. En efecto, transcurrido cierto número de meses el alboroto moral pasa, la crítica del superyó calla, el yo es rehabilitado y vuelve a gozar de todos los derechos humanos hasta él próximo ataque. Y aun en muchas formas de la enfermedad se produce en los períodos intermedios algo contrario; el yo se encuentra en un estado de embriaguez beatífica, triunfa como si el superyó hubiera perdido toda fuerza o hubiera confluido con el yo, y este yo liberado, maníaco, se permite de hecho, desinhibidamente, la satisfacción de todas sus concupiscencias. He ahí unos procesos que rebosan de enigmas irresueltos.”

Freud, S. Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis (1933 [1932]), Ed. Amorrortu, V. XXII, pg. 164

“Y hasta quizá con la actual crisis económica, que siguió a la Guerra Mundial, no hacemos sino pagar el precio por el último, grandioso, triunfo sobre la naturaleza; la conquista del espacio aéreo. Esto no suena muy esclarecedor, pero al menos los primeros eslabones de la concatenación se disciernen con claridad. La política de Inglaterra se basaba en la seguridad garantizada por el mar que baña sus costas. En el momento en que Blériot sobrevoló el canal en aeroplano se quebró dicho aislamiento protector…

Freud, S. Conferencias de introducción al psicoanálisis (Parte III) (1916-1917), Ed. Amorrortu, V. XVI, pg. 228-229.

“Pero aunque se percató enseguida de la intriga y en su lugar, de residencia había vivido sobrados ejemplos de la poca fe que merecían tales cobardes denuncias, aconteció que esa carta la hizo derrumbarse al instante. Presa de una terrible emoción, envió de inmediato por su marido para hacerle los más acerbos reproches. El hombre rechazó riendo la imputación e hizo lo mejor que podía hacer.” “Desde entonces, una y otra vez, la enferma pareció tranquilizarse a punto tal de no dar más crédito al contenido de la carta anónima, pero nunca radicalmente ni por mucho tiempo. Bastaba que oyera nombrar a esa señorita o que la encontrara por la calle para que se desencadenase un nuevo ataque de desconfianza, dolor y reproches.”

Freud, S. Conferencias de introducción al psicoanálisis (Parte III) (1916-1917), Ed. Amorrortu, V. XVI, pg. 260.

“Tales deterioros de la capacidad de recordar son, como dijimos, característicos de la histeria; en esta se presentan, en calidad de síntomas, estados (los ataques histéricos) que no suelen dejar en el recuerdo huella alguna.”

 Freud,S.  Conferencias de introducción al psicoanálisis (Parte III) (1916-1917), Ed. Amorrortu, V. XVI, pg. 277.

“Se creería que no puede dar lugar a dudas qué ha de entenderse por «sexual». Y bien, ante todo, lo sexual es lo indecoroso, aquello de lo que no está permitido hablar. Me han contado que los alumnos de un famoso psiquiatra se tomaron una vez el trabajo de convencer a su maestro de que los síntomas de las histéricas figuran con muchísima frecuencia cosas sexuales. Con este propósito lo llevaron ante el lecho de una histérica cuyos ataques imitaban indudablemente el proceso de un parto. Pero él dijo, meneando la cabeza: «Bueno, pero un parto no es nada sexual». No en todas las circunstancias, claro está, un parto tiene que ser algo indecoroso.”

Freud, S. Conferencias de introducción al psicoanálisis (Parte III) (1916-1917), Ed. Amorrortu, V. XVI, pg. 360.

“Para que se me comprenda mejor: el estado afectivo tendría la misma construcción que un ataque histérico y sería, como este, la decantación de una reminiscencia. Por tanto, el ataque histérico es comparable a un afecto individual neoformado, y el afecto normal, a la expresión de una histeria general que se ha hecho hereditaria.”

Freud, S. Conferencias de introducción al psicoanálisis (Parte III) (1916-1917), Ed. Amorrortu, V. XVI, pg. 367.

“Nos proporciona un segundo indicio el análisis de las psiconeurosis, en especial de la histeria. Dijimos que en esta afección la angustia aparece a menudo acompañando a los síntomas, pero se exterioriza también, como ataque o como estado crónico, una angustia no ligada.

Freud, S. Conferencias de introducción al psicoanálisis (Parte III) (1916-1917), Ed. Amorrortu, V. XVI, pg. 389.

“En efecto, en circunstancias favorables es posible —hice dos veces la experiencia—, mediante un tratamiento analítico realizado en los períodos intermedios libres, prevenir el retorno de ese estado, ya sea en el mismo talante o en el contrapuesto. Así se averigua que también en el caso de la melancolía y la manía se trata de una manera particular de tramitar un conflicto cuyas premisas coinciden enteramente con las de las otras neurosis. Pueden imaginar ustedes todo lo que el psicoanálisis tiene aún por averiguar en este campo.

Freud, S. Lo ominoso (1919), Ed. Amorrortu, V. XVII, pg. 226-227.

“Si ahora procedemos a pasar revista a las personas y cosas, impresiones, procesos y situaciones capaces de despertarnos con particular intensidad y nitidez el sentimiento de lo ominoso, es evidente que el primer requisito será elegir un ejemplo apropiado. E. Jentsch destacó como caso notable la «duda sobre si en verdad es animado un ser en apariencia vivo, y, a la inversa, si no puede tener alma cierta cosa inerte», invocando para ello la impresión que nos causan unas figuras de cera, unas muñecas o autómatas de ingeniosa construcción. Menciona a continuación lo ominoso del ataque epiléptico y de las manifestaciones de la locura, pues despiertan en el espectador sospechas de unos procesos automáticos —mecánicos— que se ocultarían quizá tras la familiar figura de lo animado. Pues bien; aunque esta puntualización de Jentsch no nos convence del todo, la tomaremos como punto de partida de nuestra indagación, porque en lo que sigue nos remite a un hombre de letras que descolló como ninguno en el arte de producir efectos ominosos.”

 Freud, S. Lo ominoso (1919), Ed. Amorrortu, V. XVII, pg. 229.

“El estudiante sorprende a los dos maestros disputando por su obra; el óptico se lleva a la muñeca de madera, sin ojos, y el mecánico Spalanzani arroja al pecho de Nathaniel los ojos de Olimpia, que permanecían en el suelo bañados en sangre; dice que C’oppola se los ha hurtado a Nathaniel. Este cae presa de un nuevo ataque de locura en cuyo delirium se atinan la reminiscencia de la muerte del padre con la impresión fresca: «¡Uy, uy, uy! ¡Círculo de fuego, círculo de fuego! ¡Cura, círculo de fuego, lindo, lindo! ¡Muñequita de madera, uy, bella muñequita de madera, gira!». Se arroja entonces sobre el profesor, el presunto padre de Olimpia, con ánimo de estrangularlo.”

Freud, S. Más allá del principio del placer (1920), Ed. Amorrortu, V. XVIII, pg. 20.

El florecimiento temprano de la vida sexual infantil estaba destinado a sepultarse {Uníergang} porque sus deseos eran inconciliables con la realidad y por la insuficiencia de la etapa evolutiva en que se encontraba el niño. Ese florecimiento se fue a pique {zugrunde gehen] a raíz de las más penosas ocasiones y en medio de sensaciones hondamente dolorosas.

 Freud, S. Psicología de las masas y análisis del yo (1921), Ed. Amorrortu, V. XVIII, pg. 101.

“Hay un tercer caso de formación de síntoma, particularmente frecuente e importante, en que la identificación prescinde por completo de la relación de objeto con la persona copiada. Por ejemplo, si una muchacha recibió en el pensionado una carta de su amado secreto, la carta despertó sus celos y ella reaccionó con un ataque histérico, algunas de sus amigas, que saben del asunto, pescarán este ataque, como suele decirse, por la vía de la infección psíquica. El mecanismo es el de la identificación sobre la base de poder o querer ponerse en la misma situación.”

 Freud, S. Una neurosis demoníaca en el siglo XVII (1923 [1922]), Ed. Amorrortu, V. XIX, pg. 75.

“Al amistoso interés del consejero áulico doctor Payer-Thurn, director de la ex Fideikommissbibliothek Imperial de Viena, debo el conocimiento de una de tales neurosis demoníacas del siglo xvii. Payer-Thurn había descubierto en esa biblioteca un manuscrito proveniente del santuario de Mariazell,- donde se informaba con detalle sobre una redención milagrosa, por la gracia de la Virgen María, de un pacto con el Diablo. Le interesó por la semejanza de su contenido con la saga de Fausto, y ello lo movió a emprender una presentación y elaboración detallada del material. Pero hallando que la persona cuya redención ahí se describe padecía de crisis convulsivas y visiones, acudió a mí en procura de un dictamen médico sobre el caso. Acordamos publicar nuestros trabajos independientemente y por separado.’ Le expreso aquí mi agradecimiento por su incitación, así como por los múltiples auxilios que me prestó en el estudio del manuscrito.”

Freud, S. Una neurosis demoníaca en el siglo XVII (1923 [1922]), Ed. Amorrortu, V. XIX, pg. 79.

Pasado breve tiempo, el pintor dejó Mariazell en óptimo estado de salud; encaminó sus pasos a Viena, donde se hospedó en casa de una hermana casada. Allí, el 11 de octubre, comenzaron de nuevo los ataques, algunos muy graves, sobre los cuales el diario íntimo nos informa hasta el 13 de enero [de 1678]. Eran visiones, ausencias, en las que veía y vivenciaba las cosas más diversas; estados convulsivos, acompañados por sensaciones de las más dolorosas, tales como, cierta vez, una parálisis de las piernas. Pero en esta ocasión no lo atormentaba el Demonio; eran figuras sagradas quienes lo visitaban: Cristo, la misma Virgen María. Cosa extraña: estas apariciones celestiales, y las puniciones que fulminaban sobre él, no le hacían sufrir menos que el anterior comercio con el Demonio. En su diario íntimo calificó estas nuevas vivencias también como apariciones del Demonio y, cuando regresó a Mariazell en mayo de 1678, se quejó de «mdigni Spiritüs manifestationes».

 Freud, S. Una neurosis demoníaca en el siglo XVII (1923 [1922]), Ed. Amorrortu, V. XIX, pg. 102.

“La reacción ascética levantó su cabeza. El 20 de octubre se le apareció una gran luz; de ella partió una voz que se le dio a conocer como Cristo, y le pidió que renunciara a este mundo pecaminoso y sirviera a Dios durante seis años en un erial. El pintor, evidentemente, sufrió más con estas sagradas apariciones que antes, con las demoníacas. De este ataque despertó solamente trascurridas dos horas y media. En la visión siguiente, la sagrada Persona envuelta en luz se le mostró mucho más inamistosa, lo amenazó por no haber aceptado la propuesta divina, y lo llevó al Infierno a fin de que cobrase espanto ante la suerte de los condenados.”

 Freud, S. Una neurosis demoníaca en el siglo XVII (1923 [1922]), Ed. Amorrortu, V. XIX, pg. 104.

“Ingresa en una orden religiosa; así puso término a su lucha interna y a su apremio material. En su neurosis, este desenlace se refleja en el hecho de que la devolución de un presunto primer pacto con el Diablo elimina sus ataques y visiones. En verdad, los dos segmentos de su enfermedad demonológica habían tenido el mismo sentido. Nunca quiso otra cosa que asegurar su vida; la primera vez, con ayuda del Diablo y a expensas de su bienaventuranza, y cuando aquella fracasó y hubo de ser resignada, con ayuda del estado sacerdotal a expensas de su libertad y de la mayor parte de las posibilidades de goce que ofrece la vida.”

Freud,S.  ¿Pueden los legos ejercer el análisis? Diálogos con un juez imparcial (1926), Ed. Amorrortu, V. XX, pg. 173.

“Un buen día —y sin saber la razón— padeció un penoso ataque de sentimientos de angustia, y desde entonces no puede sin vencerse a sí mismo andar solo por la calle ni viajar en ferrocarril, y quizá debió renunciar a ambas cosas. O, lo que es harto asombroso, sus pensamientos marchan por su propio camino y él no puede guiarlos mediante su voluntad. Persiguen problemas que le resultan harto indiferentes, pero de los que no puede librarse.

Freud, S. ¿Pueden los legos ejercer el análisis? Diálogos con un juez imparcial (1926), Ed. Amorrortu, V. XX, pg. 201.

“Y por lo que se refiere a los daños del análisis temprano, puedo informarle que el primer niño en quien, hace casi ya veinte años, aventuré ese experimento se ha convertido luego en un joven sano y productivo, que, a pesar de haber sufrido graves traumas psíquicos, ha pasado indemne la pubertad. Cabe esperar que no les irá peor a las otras «víctimas» del análisis temprano.”

Freud, S. ¿Pueden los legos ejercer el análisis? Diálogos con un juez imparcial (1926), Ed. Amorrortu, V. XX, pg. 202.

“Ahora que hemos empezado a ver más claro, estamos tentados de decir que la neurosis infantil no es la excepción, sino la regla, como si no se la pudiera evitar en el camino que va desde la disposición infantil hasta la cultura social. En la mayoría de los casos, ese acceso neurótico de la infancia se supera de manera espontánea; empero, ¿no dejará regularmente sus huellas aun en la persona sana en líneas generales?”

 Freud, S. Presentación autobiográfica (1925 [1924]). Ed. Amorrortu, V. XX, pg. 26-27.

“Me encontraba con una de mis pacientes más dóciles, en quien la hipnosis había posibilitado notabilísimos artilugios; acababa de liberarla de su padecer reconduciendo un ataque de dolor a su ocasionamiento, y hete aquí que al despertar me echó los brazos al cuello. El inesperado ingreso de una persona de servicio nos eximió de una penosa explicación, pero a partir de entonces, en tácito acuerdo, renunciamos a proseguir el tratamiento hipnótico. Me mantuve lo bastante sereno como para no atribuir este accidente a mi irresistible atractivo personal, y creí haber aprehendido la naturaleza del elemento místico que operaba tras la hipnosis.”

Freud,S.  Esquema del psicoanálisis (1940 [1938]), Ed. Amorrortu, V. XXIII, pg. 144.

“El yo aspira al placer, quiere evitar el displacer. Un acrecentamiento esperado, previsto, de displacer es respondido con la señal de angustia; y su ocasión, amenace ella desde afuera o desde adentro, se llama peligro.

Freud, S. Esquema del psicoanálisis (1940 [1938]), Ed. Amorrortu, V. XXIII, pg. 147.

“Alteraciones en la proporción de mezcla de las pulsiones tienen las más palpables consecuencias. Un fuerte suplemento de agresión sexual hace del amante un asesino con estupro; un intenso rebajamiento del factor agresivo lo vuelve timorato o impotente.”

Freud, S. Esquema del psicoanálisis (1940 [1938]), Ed. Amorrortu, V. XXIII, pg. 148.

“Con la instalación del superyó, montos considerables de la pulsión de agresión son fijados en el interior del yo y allí ejercen efectos autodestructivos. Es uno de los peligros para su salud que el ser humano toma sobre sí en su camino de desarrollo cultural.”

Freud, S. Esquema del psicoanálisis (1940 [1938]), Ed. Amorrortu, V. XXIII, pg. 148.

“Retener la agresión es en general insano, produce un efecto patógeno (mortificación) {Kránkung}. El tránsito de una agresión impedida hacia una destrucción de sí mismo por vuelta de la agresión hacia la persona propia suele ilustrarlo una persona en el ataque de furia, cuando se mesa los cabellos y se golpea el rostro con los puños.”

Freud, S. Esquema del psicoanálisis (1940 [1938]), Ed. Amorrortu, V. XXIII, pg. 152-153.

“El varoncito entra en la fase edípica, inicia el quehacer manual con el pene, junto a unas fantasías simultáneas sobre algún quehacer sexual de este pene en relación con la madre, hasta que el efecto conjugado de una amenaza de castración y la visión de la falta de pene en la mujer le hacen experimentar el máximo trauma de su vida, iniciador del período de latencia con todas sus consecuencias.”

Freud, S. Esquema del psicoanálisis (1940 [1938]), Ed. Amorrortu, V. XXIII, pg. 173.

“El más duro reclamo para el yo es probablemente sofrenar las exigencias pulsionales del ello, para lo cual tiene que solventar grandes gastos de contrainvestiduras. Ahora bien, también la exigencia del superyó puede volverse tan intensa e implacable que el yo se quede como paralizado frente a sus otras tareas.”

Freud, S. Esquema del psicoanálisis (1940 [1938]), Ed. Amorrortu, V. XXIII, pg. 173.

“Lo hemos visto en el caso del sueño; cuando el yo se desase de la realidad del mundo exterior, cae en la psicosis bajo el influjo del mundo interior.

Freud, S. Esquema del psicoanálisis (1940 [1938]), Ed. Amorrortu, V. XXIII, pg. 173-74.

“Sobre estas intelecciones fundamos nuestro plan terapéutico. El yo está debilitado por el conflicto interior, y nosotros tenemos que acudir en su ayuda. Es como una guerra civil destinada a ser resuelta mediante el auxilio de un aliado de afuera. El médico analista y el yo debilitado del enfermo, apuntalados en el mundo exterior objetivo {real}, deben formar un bando contra los enemigos, las exigencias pulsionales del ello y las exigencias de conciencia moral del superyó.”

 Freud,S.  Esquema del psicoanálisis (1940 [1938]), Ed. Amorrortu, V. XXIII, pg. 177.

“Es evidente que el peligro de este estado trasferencial consiste en que el paciente desconozca su naturaleza y lo considere como unas nuevas vivencias objetivas, en vez de espejamientos del pasado. Si él (o ella) registra la fuerte necesidad erótica que se esconde tras la trasferencia positiva, creerá haberse enamorado con pasión; si la trasferencia sufre un súbito vuelco, se considerará afrentado y desdeñado, odiará al analista como a su enemigo y estará pronto a resignar el análisis.”

Freud, S. Esquema del psicoanálisis (1940 [1938]), Ed. Amorrortu, V. XXIII, pg. 180.

“Entre los neuróticos hay personas en quienes, a juzgar por todas sus reacciones, la pulsión de autoconservación ha experimentado ni más ni menos que un tras-torno {Verkehrung). Parecen no perseguir otra cosa que dañarse y destruirse a sí mismos.”

Freud,S.  Esquema del psicoanálisis (1940 [1938]), Ed. Amorrortu, V. XXIII, pg. 183.

“Los neuróticos conllevan más o menos las mismas disposiciones {constitucionales} que los otros seres humanos, vivencian lo mismo, las tareas que deben tramitar no son diversas. ¿Por qué, entonces, su vida es tanto peor y más difícil, y en ella sufren más sensaciones displacenteras, angustia y dolores?”

Freud,S.  Esquema del psicoanálisis (1940 [1938]), Ed. Amorrortu, V. XXIII, pg. 185.

“El yo desvalido se defiende de ellas mediante unos intentos de huida (represiones {esfuerzos de desalojo}) que más tarde resultan desacordes al fin y significan unas limitaciones duraderas para el desarrollo ulterior.”

Freud,S.  Esquema del psicoanálisis (1940 [1938]), Ed. Amorrortu, V. XXIII, pg. 187.

“Nuestra atención es atraída en primer lugar por los efectos de ciertos influjos que no alcanzan a todos los niños, aunque se presentan con bastante frecuencia, como el abuso sexual contra ellos cometido por adultos, su seducción por otros niños poco mayores (hermanos y hermanas) y, cosa bastante inesperada, su conmoción al ser partícipes de testimonios auditivos y visuales de procesos sexuales entre adultos (los padres), las más de las veces en una época en que no se les atribuye interés ni inteligencia para tales impresiones, ni la capacidad de recordarlas más tarde. Es fácil comprobar en cuan grande extensión la sensibilidad sexual del niño es despertada por tales vivencias, y es esforzado su querer-alcanzar sexual por unas vías que ya no podrá abandonar.”

Freud,S.  Esquema del psicoanálisis (1940 [1938]), Ed. Amorrortu, V. XXIII, pg. 189.

“En sí, al muchacho le parece demasiado inconcebible que pueda suceder algo semejante. Pero si a raíz de esa amenaza puede recordar la visión de unos genitales femeninos o poco después le ocurre verlos, unos genitales a los que les falta esa pieza apreciada por encima de todo, entonces cree en la seriedad de lo que ha oído y vivencia, al caer bajo el influjo del complejo de castración, el trauma más intenso de su joven vida.”

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