Algunos niños han satisfecho el narcisismo de los padres pero no el propio. Es como un esqueje y prolongación de sus progenitores.
Renunciar a aspectos del self supone una pobre integración del yo corporal, psíquico e interpersonal. Se consigue aprobación a costa de la pérdida de su mismidad.
El estado emocional que acompaña a la vivencia de frustración es de humillación
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