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Paz y Ciencia

jueves, 20 de junio de 2013

Resiliencia y Amor

 

Cuando el amor te lleva a la resiliencia


20 Jun.
 
Enfrentar situaciones difíciles en la vida, no es fácil. Superarlas, menos.  

En el transcurso de nuestras vidas, nos enfrentamos a diversos hechos, algunos de los cuáles nos desafían desde lo más profundo de nuestro ser poniéndonos de frente al dolor.

Es así como en ocasiones logramos afrontar las adversidades y seguir adelante con nuestras vidas; en otros casos, sucumbimos ante el dolor paralizante y no logramos ver posibilidad alguna de salir de aquello; y en otros, el haber resistido a la adversidad da lugar a tal construcción de sentido respecto a lo ocurrido, que permite proyectarnos a futuro y re–construirnos a pesar (pero gracias) a lo vivido. Esto es lo que se denomina resiliencia.

“La resiliencia cuesta el precio del dolor”, dice Boris Cyrulnik, uno de los más famosos autores actuales al respecto, para hacer notar que ser resiliente no es “gracia” por así decirlo: “Uno ha debido primero haber sufrido un trauma”, señala. Lo que sí puede considerarse una “gracia”, es lograr hacer que ese trauma se transforme en el inicio de un cambio y de un nuevo desarrollo. Y tengo la suerte de conocer a varios “agraciados”.

Son estas personas las que enseñan con su propio ejemplo lo que es ser resiliente. Hay tanto escrito al respecto, pero nada como las historias de carne y hueso. De ahí surgen las mayores preguntas respecto al por qué algunas personas logran no sólo afrontar las adversidades, sino que superarlas y aprender de ellas; y por qué algunas no. ¿Será acaso que se nace resiliente?

Eso es lo que se pensaba hace algunos años. Hoy sabemos que se puede promover resiliencia, al definirse como una capacidad potencial de las personas que se activa ante un riesgo o trauma, que se ve facilitada con la existencia de ciertas variables tanto personales como del ambiente.

Pero hay una variable que entrecruza ambos aspectos: el amor incondicional, ese que viene desde la relación con un otro u otros, pero que es capaz de transformarte por dentro y hacer sentir que se es capaz de enfrentar y superarlo todo, lo que venga. Ese amor infinito que da la confianza para ir “a la conquista del mundo” y seguir adelante pensando ya no en un “a pesar de”, sino en un “gracias a”. Esa es la verdadera fuente de la resiliencia.
 

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