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Paz y Ciencia

jueves, 13 de junio de 2013

Psicopatía y Violencia

Psicopatía y Violencia
 
 

Muchas de estas personas tienen una gran falta de resonancia emocional. Carecen de

afecto, de emociones, de sentimientos. Saben lo que es bueno y lo que es malo, pero no lo

sienten. Los psicópatas saben lo que hacen, pero no experimentan sentimientos de culpa.

La psicopatía es especialmente peligrosa cuando va acompañada de una parafilia.

Albert Camus, en "El Extranjero", Truman Capote, en "A sangre fría", o Dostoievsky, en "Los

hermanos Karamazoff", describen este hombre alienado, sin lazos ni ataduras con nada ni



con nadie, víctima de la desintegración social.

Las conductas violentas no son siempre atribuibles a personalidades psicopáticas. La

violencia no psicopática tiene lugar frecuentemente en el marco de una disputa familiar o

cuando el sujeto se encuentra con una activación emocional extrema (pelea) que es incapaz

de controlar. Por el contrario, la violencia psicopática se caracteriza por la frialdad y sangre

fría, así como por una crueldad extrema gratuita, premeditada y en ocasiones facilitada por

el consumo abusivo de alcohol (Corral, 1994).

El término psicopatía -el "psicópata desalmado" de Schneider- es sustituido en el DSM-IVTR



(American Psychiatric Association, 2000) por el de trastorno antisocial de la

personalidad, que acentúa los rasgos antisociales de este trastorno. El rasgo de asocialidad

se constituye, por tanto, en un componente central y sirve para diferenciar a las personas

aquejadas de este trastorno del resto de los delincuentes, que al menos poseen una

subcultura (delictiva) con la que se pueden identificar y que son capaces de funcionar
adecuadamente dentro de su grupo, manifestando lealtad, sentimientos de culpa y afecto

(Corral, 1994).
 
Una limitación del DSM-IV-TR es que hay una cierta superposición entre las conductas 


antisociales con las conductas delictivas y que se puede confundir este trastorno con la

delincuencia. Por ello, basado en el trabajo previo de Cleckley (1976), Hare (1991) ha

propuesto diez criterios diagnósticos para el trastorno de la personalidad psicopática, que
 
resultan más amplios e integradores que los del DSM-IV-TR y que abarcan dos factores



diferenciados: a) el deterioro de la afectividad y de las relaciones interpersonales

(locuacidad y encanto superficial; autovaloración excesiva; ausencia total de

remordimiento; falta de empatía; y manipulación de los demás); y b) el estilo de vida

impulsivo, antisocial e inestable (problemas de conducta en la infancia; conducta antisocial

en la vida adulta; impulsividad; ausencia de autocontrol; e irresponsabilidad).

Los rasgos nucleares de la psicopatía son los siguientes (Corral, 1994):

a) Falta de control de los impulsos, con una actuación guiada por metas y

recompensas inmediatas sin reparar en las consecuencias de la conducta, y

fascinación por la violencia.

b) Control inadecuado de la realidad, con atribución de intenciones hostiles a los

demás. Pobreza en la capacidad de planificación y juicio. Ausencia de

responsabilidades personales y sociales.

c) Pobreza sentimental (ausencia de la capacidad de sentir, sobre todo de

experimentar sentimientos de amor, pena, vergüenza, alegría y, especialmente,

culpa). En concreto, frialdad afectiva (no como en el caso de un crimen pasional o de

una reyerta), con insensibilidad e indiferencia frente al miedo, al castigo o al dolor

ajeno.

d) Hiperexcitación y contagio del grupo. Así surgen las parejas de criminales (como
 
"Bonnie and Clide") o la violencia en grupo (vandalismo criminal). Los sujetos son


más violentos cuando están en pandilla, máxime cuando se enaltece la violencia por

el resto de los miembros, en parte por el contagio emocional y en parte por el

anonimato facilitado por el grupo.

La influencia de los compañeros violentos es importante, sobre todo cuando el nivel

intelectual es bajo, los sujetos tienen una personalidad dependiente y han

interiorizado deficientemente los valores normativos en la familia y en la escuela

(Mckal, 1996; Serrano, 1996).

Las principales características de las personalidades psicopáticas son las siguientes:

a) Incapacidad de mantener una conducta laboral consistente cuando se han tenido

oportunidades para desempeñarla. Rebeldía social.

b) Hostilidad afectiva (irascibilidad, broncas, etc.).

c) Búsqueda compulsiva de sensaciones intensas, lo que no es fácil, pues tienen un

umbral muy alto de estimulación. Los más pasivos se sacian de noticias sórdidas,

crímenes violentos o sucesos sangrientos o morbosos que ofrecen el cine y la TV.

d) Promiscuidad sexual e incapacidad de mantener una relación de pareja o vida

familiar o profesional satisfactoria o estable.

e) Afán de notoriedad.

f) Consumo abusivo de alcohol y drogas.

En resumen, las personalidades antisociales se desarrollan más en los ambientes más

desfavorecidos de la sociedad, en donde las carencias económicas, la falta de cohesión

familiar, el fracaso escolar, el nivel intelectual bajo y el aprendizaje social facilitan la

adopción temprana de conductas antisociales y la búsqueda de conductas gratificantes

alternativas poco convencionales.

Todos estos sujetos presentan una elevada peligrosidad debido a la indiferencia ante las

normas, la frialdad afectiva y la incapacidad de aprender. Los delitos en los que están más

frecuentemente implicados (en orden decreciente) son los siguientes: delitos de lesiones,

contra la libertad sexual y contra la propiedad. Todo ello tiende a generar una gran alarma

social.

Hay personalidades psicopáticas con una clara conducta antisocial que se han integrado en

la Legión y sólo cuando la abandonan (algunos de ellos por presiones familiares) aflora la

disfunción. Un sistema rígido con fuerte espíritu de cuerpo inhibe la conducta desordenada -

más allá del temor al castigo- a través de un sistema favorable de interacción entre el

sistema de valores y la personalidad.

Un fenómeno distinto -y mucho más peligroso- es el caso de los psicópatas sádicos (en los

que se produce una compatibilidad de las respuestas agresivas y sexuales, que en la

persona normal son mutuamente inhibitorias) (Marshall, 2001; Redondo, 2002).
 
En el asesinato múltiple se distinguen dos tipos: el asesinato en masa, en el que las

muertes se producen en un solo acto; y el asesinato en serie, que supone más de tres


crímenes separados en el tiempo y en el lugar, sin que el último tenga relación con el

anterior ni exista, en general, relación previa con la víctima. En estos últimos siempre se

encuentran trastornos importantes de la sexualidad, mientras que en el asesinato en masa

se alzaprima el paranoidismo.

Los asesinos en serie pueden ser psicópatas, en los que se agrava la existencia de un

trastorno de la personalidad con parafilias múltiples (sadismo, necrofilia, fetichismo,

travestismo, homosexualidad egodistónica, etc.). El perfil de los asesinos en serie se

caracteriza por la alta agresividad, el elevado egocentrismo, la pobreza afectiva y la falta de

apego.

Los asesinos en serie, que son siempre hombres, pueden elegir a sus víctimas según un

arquetipo determinado: Jack el Destripador (prostitutas), el Vampiro de Dusseldorf (niñas

impúberes), el asesino de Santander (José Antonio Rodríguez Vega) (mujeres ancianas),

etc.

En el caso de una violación seguida de asesinato, la desfiguración de la cara del cadáver o

incluso el descuartizamiento del mismo pueden tener por objetivo retrasar o imposibilitar la

identificación de la víctima, ser consecuencia de la resistencia de la víctima o bien ser reflejo

de un ensañamiento con la víctima, como acto de venganza por antiguos rencores, o de una

actitud sádica, incluso con un carácter ritual (García-Andrade, 1995).

En el sadismo el deseo de infligir dolor está por encima del deseo sexual: el terror, la

humillación y el dolor de la víctima. Los asesinatos sádicos (son pocos los agresores, pero

muchas las víctimas por cada agresor: ratio 1/4-10) se diferencian de los otros homicidios

por la destructividad, la falta de compasión hacia el otro y la asociación

sexualidad/violencia.

Las características más notables de los psicópatas sádicos son las siguientes: rasgos

antisociales y de impulsividad, aislamiento social, fantasías sexuales violentas repetitivas,

fascinación por la literatura violenta y pornográfica, consumo de drogas, interés por los

temas de genocidio/nacismo, coleccionismo de cuchillos, armas, etc. En estos casos llevan a

cabo sus conductas como un juego, con la emoción de la caza (Garrido, 2003).

Hay una tendencia a la repetición de las conductas sádicas, que es una traducción

conductual de fantasías repetitivas, reforzadas por el placer de la masturbación y activadas

por la tensión y por estados emocionales negativos intensos.

Los homicidas sádicos no recurren a las armas de fuego. Habitualmente el sádico comete su

delito de forma tranquila, con su propias manos, con una violencia brutal, a veces con la

ayuda de objetos contundentes. La mutilación es un rasgo poco común.

GRACIAS A R.B. por el artículo de Enrique Echeburúa
 


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