1.- La promesa de una civilización moribunda
El patriarcado es una creación histórica de hombres y mujeres que se formó a
través de un proceso de unos 2.500 años de duración. En su forma más
temprana, apareció como el estado arcaico. La unidad básica de su
organización fue la familia patriarcal, que tanto expresó como generó paso a
paso sus reglas y valores.
Gerda Lerner, La creación del Patriarcado
Vista de cerca, la conquista del mundo no es una bella cosa.
Joseph Conrad
Cuanto más se ha sometido el hombre a normas colectivas, tanto más ha
aumentado su inmoralidad individual.
Carl Jung
Mucho se ha hablado de ”nuestro momento histórico” a fines del milenio, ya sea con un
ánimo catastrófico o con un entusiasmo milenarista, y es difícil desconocer la relevancia
de la visión apocalíptica en nuestro tiempo –pues aunque no hay duda de que asistimos a
la crisis de una cultura milenaria que parece encaminada hacia el colapso, es también
sano albergar cierto optimismo, nacido de la esperanza y de la fe en el destino humano.
Ya Marx escribió acerca de cómo las contradicciones internas del capitalismo llevarían a
la crisis de un sistema social intrínsecamente explotador. Pero es sólo más recientemente
que nos damos cuenta de que nuestra sociedad está efectivamente en crisis, y no tanto por
una quiebra económica o financiera, por ahora, sino como resultado de la explotación de
la naturaleza.
Fue el informe para el Club de Roma del Stanford Research Institute titulado “Límites del
Crecimiento” el que por primera vez puso en claro que estamos en peligro de
extinguirnos, del mismo modo que les sucedió a los dinosaurios millones de años atrás, a
consecuencia de nuestra inflexibilidad; y aunque haya académicos que arguyan que las
predicciones de entonces no se han cumplido, ello no es exacto, y asociamos al Club de
Roma la más lúcida visión de lo que podríamos llamar nuestra problemática objetiva.
Digo “problemática objetiva” para distinguirla de la problemática psico-espiritual (a mi
juicio subyacente) que será mi tema, y al emplear el término “problemática” lo hago (tal
como el Club de Roma lo hace) en referencia a un conjunto de problemas interrelacionados
de tal manera que su solución aislada, huyendo de los especialistas, exige un
abordaje sistémico –pues lo que es beneficioso para solucionar un problema, acaba
dificultando la solución de otro.
La Enciclopedia de Problemas y Recursos Humanos, publicada años atrás por Humanité
2001 en Bélgica, enumera más de ocho mil problemas, pero es claro que muchos de ellos
son antiguos. Entre los nuevos cabe destacar especialmente tres, comenzando por la
sobre-población. Podríamos decir que la superpoblación no sólo torna más presentes, sino
más graves los problemas antiguos: somos tantos ya que no podemos seguir viviendo de
la misma manera. Tenemos muchos vicios que antes pasaban inadvertidos. Así, por
ejemplo, en otro tiempo se podía arrojar la basura un poco “más allá”, pero ya no se
puede, pues ya no hay un más allá. Se está pensando en llevar desechos radioactivos al
espacio, pues aquí en la Tierra estamos entre vecinos cada vez más próximos y estrechos.
También había siempre un lugar más allá que conquistar, y ello permitía que se
manifestase esa sed de conquista tan propia de nuestra civilización –que Toynbee llamó
Fáustica en implícita alusión a la última escena del Fausto de Goethe. En ella Fausto se
siente un benefactor de la humanidad cuando con la ayuda de Mefistófeles se empeña en
construir diques que le permiten quitarle tierras al mar.
Una segunda situación nueva (también evocada por la citada escena de Fausto) es la del
progreso tecnológico, que, como la sobrepoblación, amplifica y hace insostenibles
muchas actitudes características que se expresan en nuestra forma de vida colectiva desde
el comienzo mismo de las civilizaciones. No se trata sólo del agotamiento de los recursos
naturales no renovables y del peligro de autodestrucción bélica: estamos interfiriendo con
el equilibrio de la naturaleza de tal manera que asistimos a la desaparición de los bosques
y al envenenamiento del plancton marino del que depende principalmente la renovación
del oxígeno que respiramos, y nos amenaza un calentamiento gradual de la atmósfera por
la acumulación del anhídrido carbónico. Ello, a su vez, tendría por consecuencia un
derretimiento de los hielos polares y la inundación de grandes sectores del mundo
habitado –comenzando por los puertos.
A ello se suma la progresiva destrucción del ozono que nos protege de la radiación
ultravioleta solar, lo que no sólo contribuye al calentamiento, sino que origina niveles
letales de tal radiación. Si además consideramos las especies animales que desaparecen
cada día, no podemos dejar de sentir inquietud por el resultado de la constante
interferencia humana con la compleja diversidad de la vida, especialmente cuando
constatamos que los fenómenos que al parecer llevaron a la extinción masiva de distintas
especies en otras eras geológicas son de naturaleza comparable.
Un tercer factor problemático eminentemente moderno es el efecto que las empresas
transnacionales y las grandes acumulaciones de dinero están teniendo sobre los gobiernos
y organizaciones no gubernamentales –con sus respectivas iniciativas. Estamos en un
mundo crecientemente regido por criterios puramente económicos, mientras que en
tiempos antiguos la política tenía por lo menos la aspiración de servir a otros valores. Es
cierto que ha corrido mucha sangre por causa de diversos nacionalismos y pudiera
inspirar optimismo la superación de un mundo dividido en estados soberanos, pero no son
sólo los estados soberanos los que se ven amenazados en su libre determinación: el
mundo entero parece transformarse en un mero mercado de trabajo y productos en el que
necesidades humanas y valores culturales que hemos considerado universales van siendo
progresivamente aplastados. Cito unas elocuentes líneas del informe acerca de la pobreza
en el mundo que hace pocos años apareció entre las Guías Prácticas de la editorial
Aguilar:
Se desarrollan nuevas formas de control de la economía mundial y del
sometimiento de los pueblos, planificadas por las grandes multinacionales,
las naciones más poderosas del mundo y por ciertos organismos
internacionales. Crece cada vez más la distancia entre el Norte y el Sur. Sólo
unos pocos controlan la ciencia y la tecnología. Se concentra y centraliza el
poder económico, financiero, comercial, tecnológico, político y militar en
muy pocas manos.
Frente a estos cambios, una inmensa cantidad de hombres y mujeres que
pueblan la Tierra contemplan su presente y su futuro más inmediato sin
ninguna esperanza. Ha aumentado la pobreza y el hambre en el mundo. Ha
aumentado la exclusión de la mayoría de la población en la toma de
decisiones sobre su vida y su futuro. Ha decrecido el acceso a lo más básico:
la propiedad, la tierra, el uso de bienes, los avances técnicos, la salud, la
educación.
Se han impuesto modelos de organización política, económica y
sociocultural, destinados a romper la cultura propia de las comunidades, y a
crear una absoluta dependencia y servidumbre de los más fuertes, a la espera
de no se sabe qué futuro. El Informe de las Naciones Unidas (ONU),
“Desarrollo Humano 1994”, confirma que, mientras la diferencia entre el
20% de los más ricos del mundo y de los más pobres era de 30 a 1 en 1960,
en 1994 esa proporción había crecido al nivel de 60 a 1.
Pero, como he dicho, es mucho lo que se ha hablado ya de nuestro momento histórico en
el curso de los últimos decenios, y mi tema será en estas páginas más bien el de nuestro
momento psico-histórico. Como persona cuya experiencia específica radica en lo
espiritual y en lo terapéutico –es decir, en lo que atañe al proceso del desarrollo humano–
no me ocuparé tanto de nuestra problemática objetiva como de la consideración de sus
aspectos más interiores; es decir, no tanto del sistema tecnocrático-comercial que nos
domina como la “Gran Bestia” de la profecía, sino de su corazón –es decir, de los
aspectos psicológicos y espirituales de nuestro mal colectivo.
Al hablar de un abordaje psico-histórico no sólo me refiero a que me ocuparé del aspecto
interno de nuestros problemas, sino a un intento de comprender lo que está pasando hoy
en el mundo desde una perspectiva de la evolución de la cultura. Pero ya que la palabra
“cultura” suele entenderse en un sentido relativamente exterior –en alusión a ideas,
cuadros, obras musicales, costumbres, instituciones, etc.– conviene decir que mi interés
es más bien el de la historia del “espíritu humano”. Me interesa, entonces, la
consideración de nuestro tiempo y de su historia en sus aspectos psicológicos o mentales,
e invitaré a mis lectores a observar cierto paralelismo entre nuestro desarrollo histórico y
el desarrollo de la conciencia individual.
Personalmente, siento cierta fascinación por la idea de que en sectores diferentes de la
realidad se observan procesos, leyes o estructuras semejantes, aunque la ciencia no haya
llegado a mostrar exactamente las relaciones causales entre tales casos de “isomorfismo”.
Un ejemplo muy conocido es el de cómo se repite la evolución de las especies –evolución
que ha ocurrido a través de sucesivas edades geológicas– en la vida del individuo. Cada
uno de nosotros ha comenzado su vida como un organismo unicelular, y ha pasado
durante la vida embrionaria por una etapa reminiscente de la de los invertebrados. Luego,
como vertebrados, fuimos algo parecido a los peces, y hay un momento en el desarrollo
del embrión en que nos parecemos mucho a los ratones, pues nuestra línea evolutiva pasó
por los roedores antes de pasar por los insectívoros, que precedieron a los monos y en
quienes se empezó a desarrollar la corteza cerebral en relación con el ojo y con la mano.
En resumen, nuestro desarrollo individual es un eco de la evolución de nuestra especie.
Pero resulta más misterioso el eco entre distintos niveles de la realidad. Por ejemplo: ¿Es
coincidencia el que en el mundo sonoro la duplicación de la frecuencia de un sonido
define la octava musical –en que se repiten de ocho en ocho las notas de tal modo que el
ascenso progresivo se torna en una espiral– en tanto que en el mundo visual los colores
del espectro visible también constituyen una octava? ¿Y que según la tabla periódica de
Mendeleyeff los elementos químicos también se ordenen en octavas? Intuimos una
estructura universal, y ello sin duda ha hecho sentir a algunos como si el Creador pusiera
sus impresiones digitales en distintos ámbitos de la creación. Y también la música nos
parece un espejo sonoro de leyes universales, por lo que se ha dicho que ella encarna una
“música de las esferas”. Cuando escuchamos la música de Beethoven, por ejemplo,
sentimos muy fuertemente que se reflejan en ella procesos vivos: la estructura espiral de
su configuración temporal evoca en nosotros un desarrollo que nos es familiar en el
transcurso de nuestra experiencia afectiva. Es como si después del barroco, en que la
música era lineal, entrase en ella la experiencia humana del desarrollo, y a través de ello
encontraran expresión musical las leyes de la vida misma
En forma muy abstracta se puede hablar de tales ecos morfológicos en términos de una
estructura fractal en el universo. Para quien sea nuevo este término matemático reciente,
una imagen puede proporcionar una explicación sencilla: la del hombre que mira una
botella en cuyo rótulo puede verse la imagen de un hombre que mira una botella, en cuyo
rótulo...etc. O bien la imagen de espejos que se reflejan uno al otro, interminablemente.
En un caso como en el otro, la parte refleja al todo, y esta situación, lejos de ser exclusiva
de artificios humanos, bien pudiera constituir algo generalizado en la organización del
mundo natural. Así, por ejemplo, en los árboles, la arborización está en la estructura del
tronco, del que se separan las ramas principales, como en la estructura en cada rama y,
por último, en la nervadura de cada hoja. Y aún en cada rama de la nervadura se repite la
forma del árbol entero.
Personalmente, y como ya he dicho, me interesa mucho la idea de una estructura fractal u
holográfica del mundo, y lo que me propongo a continuación es explorar un caso
particular de isomorfismo, cual es la idea de la sociedad como un organismo: la de que
nuestro organismo colectivo tenga una evolución, y que esa evolución pueda, tal vez,
tener ciertas características semejantes a las que conocemos del desarrollo del individuo
aislado.
La idea fue propuesta por Spencer, sociólogo a la sombra de Darwin. Y tal vez porque lo
que propuso fue un “Darwinismo social” en el que se traslucía el deseo de justificar el
incipiente industrialismo capitalista con la idea de una supervivencia de los más fuertes
en el orden natural, no llegó a ser muy popular en su época la idea que también propuso
de un organismo social con sus propias leyes. Pero más recientemente parece estar
entrando en la cultura la idea de una sociedad potencialmente organísmica –al hacerse
prominente el paradigma holístico y al surgir tanto la ciencia de sistemas como la
ecología, con su concepción de Gaya que equipara la Tierra con un organismo vivo. Y ya
la ciencia moderna no se apresura en tachar de superstición el dicho hermético de que
“como es arriba es abajo”. La misma idea de que entre el nivel atómico y el nivel
planetario del mundo inorgánico pueda percibirse cierta analogía parece apoyar a la idea
de que en el nivel social de la vida humana puedan observarse ciertas características
semejantes a las del individuo.
Yo creo que la gran promesa de la idea de un isomorfismo entre la evolución de la
conciencia individual y la evolución de la cultura a través de la historia es que de la
evolución individual sabemos más que de la evolución social, pues a través de las épocas,
en todos los tiempos ha habido individuos que han “atravesado el río”, individuos que
han llegado a algo que sentimos como la promesa del potencial humano.
Ya los griegos reconocían un potencial de divinización del ser humano, y ello se
celebraba en el mito y culto de Dionisio, divino hijo de Dios que se hace mortal y
sobrevive a su muerte. Más ampliamente, se llamaba “héroe” al hombre sobrehumano
que se diviniza y trasciende la muerte, y el culto de los héroes en Grecia era más solemne
que el culto a los dioses –pues involucraba el duelo de sus muertes trágicas y se esperaba
de ellos una bendición.
Los héroes han convivido con nosotros a través de las generaciones, los llamemos como
los llamemos, y es difícil no darse cuenta que ha habido en la historia seres como los
creadores de las religiones y otros genios religiosos, santos o maestros de vida que han
tenido algo que decirnos acerca del proceso por el cual llegaron a su sabiduría y bondad.
Las luminarias de la conciencia humana en todas las civilizaciones han trasmitido
nociones muy sofisticadas acerca de cómo es el camino, y la psicología comienza ahora a
nutrirse de esas viejas fuentes.
La Psicología Transpersonal comienza a interesarse en integrar lo que la observación
científica nos dice acerca de las primeras fases del desarrollo, con lo que los antiguos han
sabido siempre de las fases más avanzadas del “gran viaje”. Y una cosa es clara: que el
proceso de la evolución de la conciencia individual es una especie de metamorfosis
psico-espiritual –una transformación– que entraña un proceso de muerte y renacimiento.
Atravesamos por diversas pequeñas muertes psicológicas a través de las cuales vamos
dejando atrás ciertas motivaciones, y nos vamos desprendiendo de aspectos de la
personalidad forjada durante la infancia, de lo postizo, que es algo que hemos
internalizado de la patología social que nos rodea o algo que tuvimos que adoptar como
modo de defensa, y a medida que nos vamos liberando de lo obsoleto y limitante, va
emergiendo nuestra potencialidad interior, esa conciencia mayor que llamamos espíritu y
es como la flor en el árbol de nuestra vida. En el lenguaje de la Psicología Transpersonal,
vamos dejando atrás el ego, y con ello vamos liberando nuestro ser esencial de la prisión
de nuestra “neurótica” compulsividad condicionada.
CLAUDIO NARANJO: "CAMBIAR LA EDUCACIÓN PARA CAMBIAR EL MUNDO"
http://youtu.be/6ylUmIitDC8 Tarja Turunen -Act 1 (Rosario-Argentina)
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