PEACE

PEACE
Paz y Ciencia

viernes, 14 de junio de 2013

Cambiar la Educación para cambiar el Mundo: Claudio Naranjo

  
1.- La promesa de una civilización moribunda

El patriarcado es una creación histórica de hombres y mujeres que se formó a

través de un proceso de unos 2.500 años de duración. En su forma más

temprana, apareció como el estado arcaico. La unidad básica de su

organización fue la familia patriarcal, que tanto expresó como generó paso a

paso sus reglas y valores.

Gerda Lerner, La creación del Patriarcado



Vista de cerca, la conquista del mundo no es una bella cosa.
Joseph Conrad
 
Cuanto más se ha sometido el hombre a normas colectivas, tanto más ha

aumentado su inmoralidad individual.
Carl Jung
 
 
 

Mucho se ha hablado de ”nuestro momento histórico” a fines del milenio, ya sea con un

ánimo catastrófico o con un entusiasmo milenarista, y es difícil desconocer la relevancia

de la visión apocalíptica en nuestro tiempo –pues aunque no hay duda de que asistimos a

la crisis de una cultura milenaria que parece encaminada hacia el colapso, es también

sano albergar cierto optimismo, nacido de la esperanza y de la fe en el destino humano.

Ya Marx escribió acerca de cómo las contradicciones internas del capitalismo llevarían a

la crisis de un sistema social intrínsecamente explotador. Pero es sólo más recientemente

que nos damos cuenta de que nuestra sociedad está efectivamente en crisis, y no tanto por

una quiebra económica o financiera, por ahora, sino como resultado de la explotación de

la naturaleza.

Fue el informe para el Club de Roma del Stanford Research Institute titulado “Límites del

Crecimiento” el que por primera vez puso en claro que estamos en peligro de

extinguirnos, del mismo modo que les sucedió a los dinosaurios millones de años atrás, a

consecuencia de nuestra inflexibilidad; y aunque haya académicos que arguyan que las
predicciones de entonces no se han cumplido, ello no es exacto, y asociamos al Club de

Roma la más lúcida visión de lo que podríamos llamar nuestra problemática objetiva.

Digo “problemática objetiva” para distinguirla de la problemática psico-espiritual (a mi

juicio subyacente) que será mi tema, y al emplear el término “problemática” lo hago (tal

como el Club de Roma lo hace) en referencia a un conjunto de problemas interrelacionados

de tal manera que su solución aislada, huyendo de los especialistas, exige un

abordaje sistémico –pues lo que es beneficioso para solucionar un problema, acaba

dificultando la solución de otro.

La Enciclopedia de Problemas y Recursos Humanos, publicada años atrás por Humanité

2001 en Bélgica, enumera más de ocho mil problemas, pero es claro que muchos de ellos

son antiguos. Entre los nuevos cabe destacar especialmente tres, comenzando por la

sobre-población. Podríamos decir que la superpoblación no sólo torna más presentes, sino

más graves los problemas antiguos: somos tantos ya que no podemos seguir viviendo de

la misma manera. Tenemos muchos vicios que antes pasaban inadvertidos. Así, por

ejemplo, en otro tiempo se podía arrojar la basura un poco “más allá”, pero ya no se

puede, pues ya no hay un más allá. Se está pensando en llevar desechos radioactivos al

espacio, pues aquí en la Tierra estamos entre vecinos cada vez más próximos y estrechos.

También había siempre un lugar más allá que conquistar, y ello permitía que se

manifestase esa sed de conquista tan propia de nuestra civilización –que Toynbee llamó

Fáustica en implícita alusión a la última escena del Fausto de Goethe. En ella Fausto se

siente un benefactor de la humanidad cuando con la ayuda de Mefistófeles se empeña en

construir diques que le permiten quitarle tierras al mar.

Una segunda situación nueva (también evocada por la citada escena de Fausto) es la del

progreso tecnológico, que, como la sobrepoblación, amplifica y hace insostenibles

muchas actitudes características que se expresan en nuestra forma de vida colectiva desde

el comienzo mismo de las civilizaciones. No se trata sólo del agotamiento de los recursos

naturales no renovables y del peligro de autodestrucción bélica: estamos interfiriendo con

el equilibrio de la naturaleza de tal manera que asistimos a la desaparición de los bosques

y al envenenamiento del plancton marino del que depende principalmente la renovación

del oxígeno que respiramos, y nos amenaza un calentamiento gradual de la atmósfera por

la acumulación del anhídrido carbónico. Ello, a su vez, tendría por consecuencia un

derretimiento de los hielos polares y la inundación de grandes sectores del mundo

habitado –comenzando por los puertos.

A ello se suma la progresiva destrucción del ozono que nos protege de la radiación

ultravioleta solar, lo que no sólo contribuye al calentamiento, sino que origina niveles

letales de tal radiación. Si además consideramos las especies animales que desaparecen

cada día, no podemos dejar de sentir inquietud por el resultado de la constante

interferencia humana con la compleja diversidad de la vida, especialmente cuando

constatamos que los fenómenos que al parecer llevaron a la extinción masiva de distintas

especies en otras eras geológicas son de naturaleza comparable.

Un tercer factor problemático eminentemente moderno es el efecto que las empresas

transnacionales y las grandes acumulaciones de dinero están teniendo sobre los gobiernos

y organizaciones no gubernamentales –con sus respectivas iniciativas. Estamos en un

mundo crecientemente regido por criterios puramente económicos, mientras que en

tiempos antiguos la política tenía por lo menos la aspiración de servir a otros valores. Es

cierto que ha corrido mucha sangre por causa de diversos nacionalismos y pudiera
inspirar optimismo la superación de un mundo dividido en estados soberanos, pero no son

sólo los estados soberanos los que se ven amenazados en su libre determinación: el

mundo entero parece transformarse en un mero mercado de trabajo y productos en el que

necesidades humanas y valores culturales que hemos considerado universales van siendo

progresivamente aplastados. Cito unas elocuentes líneas del informe acerca de la pobreza

en el mundo que hace pocos años apareció entre las Guías Prácticas de la editorial

Aguilar:

Se desarrollan nuevas formas de control de la economía mundial y del

sometimiento de los pueblos, planificadas por las grandes multinacionales,

las naciones más poderosas del mundo y por ciertos organismos

internacionales. Crece cada vez más la distancia entre el Norte y el Sur. Sólo

unos pocos controlan la ciencia y la tecnología. Se concentra y centraliza el

poder económico, financiero, comercial, tecnológico, político y militar en

muy pocas manos.

Frente a estos cambios, una inmensa cantidad de hombres y mujeres que

pueblan la Tierra contemplan su presente y su futuro más inmediato sin

ninguna esperanza. Ha aumentado la pobreza y el hambre en el mundo. Ha

aumentado la exclusión de la mayoría de la población en la toma de

decisiones sobre su vida y su futuro. Ha decrecido el acceso a lo más básico:

la propiedad, la tierra, el uso de bienes, los avances técnicos, la salud, la

educación.

Se han impuesto modelos de organización política, económica y

sociocultural, destinados a romper la cultura propia de las comunidades, y a

crear una absoluta dependencia y servidumbre de los más fuertes, a la espera

de no se sabe qué futuro. El Informe de las Naciones Unidas (ONU),

“Desarrollo Humano 1994”, confirma que, mientras la diferencia entre el

20% de los más ricos del mundo y de los más pobres era de 30 a 1 en 1960,

en 1994 esa proporción había crecido al nivel de 60 a 1.

Pero, como he dicho, es mucho lo que se ha hablado ya de nuestro momento histórico en

el curso de los últimos decenios, y mi tema será en estas páginas más bien el de nuestro

momento psico-histórico. Como persona cuya experiencia específica radica en lo

espiritual y en lo terapéutico –es decir, en lo que atañe al proceso del desarrollo humano–

no me ocuparé tanto de nuestra problemática objetiva como de la consideración de sus

aspectos más interiores; es decir, no tanto del sistema tecnocrático-comercial que nos

domina como la “Gran Bestia” de la profecía, sino de su corazón –es decir, de los

aspectos psicológicos y espirituales de nuestro mal colectivo.

Al hablar de un abordaje psico-histórico no sólo me refiero a que me ocuparé del aspecto

interno de nuestros problemas, sino a un intento de comprender lo que está pasando hoy

en el mundo desde una perspectiva de la evolución de la cultura. Pero ya que la palabra

“cultura” suele entenderse en un sentido relativamente exterior –en alusión a ideas,

cuadros, obras musicales, costumbres, instituciones, etc.– conviene decir que mi interés

es más bien el de la historia del “espíritu humano”. Me interesa, entonces, la

consideración de nuestro tiempo y de su historia en sus aspectos psicológicos o mentales,
e invitaré a mis lectores a observar cierto paralelismo entre nuestro desarrollo histórico y

el desarrollo de la conciencia individual.

Personalmente, siento cierta fascinación por la idea de que en sectores diferentes de la

realidad se observan procesos, leyes o estructuras semejantes, aunque la ciencia no haya

llegado a mostrar exactamente las relaciones causales entre tales casos de “isomorfismo”.

Un ejemplo muy conocido es el de cómo se repite la evolución de las especies –evolución

que ha ocurrido a través de sucesivas edades geológicas– en la vida del individuo. Cada

uno de nosotros ha comenzado su vida como un organismo unicelular, y ha pasado

durante la vida embrionaria por una etapa reminiscente de la de los invertebrados. Luego,

como vertebrados, fuimos algo parecido a los peces, y hay un momento en el desarrollo

del embrión en que nos parecemos mucho a los ratones, pues nuestra línea evolutiva pasó

por los roedores antes de pasar por los insectívoros, que precedieron a los monos y en

quienes se empezó a desarrollar la corteza cerebral en relación con el ojo y con la mano.

En resumen, nuestro desarrollo individual es un eco de la evolución de nuestra especie.

Pero resulta más misterioso el eco entre distintos niveles de la realidad. Por ejemplo: ¿Es

coincidencia el que en el mundo sonoro la duplicación de la frecuencia de un sonido

define la octava musical –en que se repiten de ocho en ocho las notas de tal modo que el

ascenso progresivo se torna en una espiral– en tanto que en el mundo visual los colores

del espectro visible también constituyen una octava? ¿Y que según la tabla periódica de

Mendeleyeff los elementos químicos también se ordenen en octavas? Intuimos una

estructura universal, y ello sin duda ha hecho sentir a algunos como si el Creador pusiera

sus impresiones digitales en distintos ámbitos de la creación. Y también la música nos

parece un espejo sonoro de leyes universales, por lo que se ha dicho que ella encarna una

“música de las esferas”. Cuando escuchamos la música de Beethoven, por ejemplo,

sentimos muy fuertemente que se reflejan en ella procesos vivos: la estructura espiral de

su configuración temporal evoca en nosotros un desarrollo que nos es familiar en el

transcurso de nuestra experiencia afectiva. Es como si después del barroco, en que la

música era lineal, entrase en ella la experiencia humana del desarrollo, y a través de ello

encontraran expresión musical las leyes de la vida misma

En forma muy abstracta se puede hablar de tales ecos morfológicos en términos de una

estructura fractal en el universo. Para quien sea nuevo este término matemático reciente,

una imagen puede proporcionar una explicación sencilla: la del hombre que mira una

botella en cuyo rótulo puede verse la imagen de un hombre que mira una botella, en cuyo

rótulo...etc. O bien la imagen de espejos que se reflejan uno al otro, interminablemente.

En un caso como en el otro, la parte refleja al todo, y esta situación, lejos de ser exclusiva

de artificios humanos, bien pudiera constituir algo generalizado en la organización del

mundo natural. Así, por ejemplo, en los árboles, la arborización está en la estructura del

tronco, del que se separan las ramas principales, como en la estructura en cada rama y,

por último, en la nervadura de cada hoja. Y aún en cada rama de la nervadura se repite la

forma del árbol entero.

Personalmente, y como ya he dicho, me interesa mucho la idea de una estructura fractal u

holográfica del mundo, y lo que me propongo a continuación es explorar un caso

particular de isomorfismo, cual es la idea de la sociedad como un organismo: la de que

nuestro organismo colectivo tenga una evolución, y que esa evolución pueda, tal vez,

tener ciertas características semejantes a las que conocemos del desarrollo del individuo

aislado.
La idea fue propuesta por Spencer, sociólogo a la sombra de Darwin. Y tal vez porque lo

que propuso fue un “Darwinismo social” en el que se traslucía el deseo de justificar el

incipiente industrialismo capitalista con la idea de una supervivencia de los más fuertes

en el orden natural, no llegó a ser muy popular en su época la idea que también propuso

de un organismo social con sus propias leyes. Pero más recientemente parece estar

entrando en la cultura la idea de una sociedad potencialmente organísmica –al hacerse

prominente el paradigma holístico y al surgir tanto la ciencia de sistemas como la

ecología, con su concepción de Gaya que equipara la Tierra con un organismo vivo. Y ya

la ciencia moderna no se apresura en tachar de superstición el dicho hermético de que

“como es arriba es abajo”. La misma idea de que entre el nivel atómico y el nivel

planetario del mundo inorgánico pueda percibirse cierta analogía parece apoyar a la idea

de que en el nivel social de la vida humana puedan observarse ciertas características

semejantes a las del individuo.

Yo creo que la gran promesa de la idea de un isomorfismo entre la evolución de la

conciencia individual y la evolución de la cultura a través de la historia es que de la

evolución individual sabemos más que de la evolución social, pues a través de las épocas,

en todos los tiempos ha habido individuos que han “atravesado el río”, individuos que

han llegado a algo que sentimos como la promesa del potencial humano.

Ya los griegos reconocían un potencial de divinización del ser humano, y ello se

celebraba en el mito y culto de Dionisio, divino hijo de Dios que se hace mortal y

sobrevive a su muerte. Más ampliamente, se llamaba “héroe” al hombre sobrehumano

que se diviniza y trasciende la muerte, y el culto de los héroes en Grecia era más solemne

que el culto a los dioses –pues involucraba el duelo de sus muertes trágicas y se esperaba

de ellos una bendición.

Los héroes han convivido con nosotros a través de las generaciones, los llamemos como

los llamemos, y es difícil no darse cuenta que ha habido en la historia seres como los

creadores de las religiones y otros genios religiosos, santos o maestros de vida que han

tenido algo que decirnos acerca del proceso por el cual llegaron a su sabiduría y bondad.

Las luminarias de la conciencia humana en todas las civilizaciones han trasmitido

nociones muy sofisticadas acerca de cómo es el camino, y la psicología comienza ahora a

nutrirse de esas viejas fuentes.

La Psicología Transpersonal comienza a interesarse en integrar lo que la observación

científica nos dice acerca de las primeras fases del desarrollo, con lo que los antiguos han

sabido siempre de las fases más avanzadas del “gran viaje”. Y una cosa es clara: que el

proceso de la evolución de la conciencia individual es una especie de metamorfosis

psico-espiritual –una transformación– que entraña un proceso de muerte y renacimiento.

Atravesamos por diversas pequeñas muertes psicológicas a través de las cuales vamos

dejando atrás ciertas motivaciones, y nos vamos desprendiendo de aspectos de la

personalidad forjada durante la infancia, de lo postizo, que es algo que hemos

internalizado de la patología social que nos rodea o algo que tuvimos que adoptar como

modo de defensa, y a medida que nos vamos liberando de lo obsoleto y limitante, va

emergiendo nuestra potencialidad interior, esa conciencia mayor que llamamos espíritu y

es como la flor en el árbol de nuestra vida. En el lenguaje de la Psicología Transpersonal,

vamos dejando atrás el ego, y con ello vamos liberando nuestro ser esencial de la prisión

de nuestra “neurótica” compulsividad condicionada.

CLAUDIO NARANJO: "CAMBIAR LA EDUCACIÓN PARA CAMBIAR EL MUNDO"

http://youtu.be/6ylUmIitDC8 Tarja Turunen -Act 1 (Rosario-Argentina)

No hay comentarios: