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Paz y Ciencia

martes, 26 de junio de 2012

La Meditación y el Yo occidental



En mi opinión, los distintos puntos de partida en ambas culturas son los responsables de las diferentes maneras que tenemos orientales y occidentales de experimentar la meditación. Según mi experiencia, no es cierto, como creía Carl Gustav Jung, que las prácticas del budismo sean tan extrañas como para resultar ininteligibles a la mente occidental, pero es cierto que la meditación saca a la luz distintas experiencias dependiendo de si el punto de partida es el enmarañamiento o la alienación. Para aquellos, principalmente occidentales, que parten de un lugar de alienación, la meditación inevitablemente traerá recuerdos de anteriores anhelos insatisfechos que sobrevviven en la falta básica. Para aquellos otros, principalmente de culturas no occidentales, que parten del enmarañamiento, es mucho más probable que la meditación evoque recuerdos de anhelos primitivos de escapar, que irán acompañados de culpabilidad y vergüenza por haber violado las expectativas familiares que actualmente los occidentales reservamos para temas como la dependencia excesiva. En las psicologías tradicionales se resalta, al menos en parte, el temor a romper la red del enmarañamiento, a dar la espalda a las obligaciones familiares que tanto definen el yo no-occidental. De hecho, la historia de la vida de Buda -en la que él abandona el palacio de su padre, a su esposa y a su hijo pequeño, y a todos los miembros de su casta que dependían de él- puede leerse como una metáfora de la necesidad de que el yo enmarañado afronte su miedo al hecho de que en último término esté separado.
En nuestra cultura, esta separación suele experimentarse en una época muy temprana de la vida. Una de las consecuencias de este punto de partida es que la práctica de meditación tiende a movilizar aquellos primeros sentimientos. Tal como Freud descubrió, la hipnosis, la libre asociación y la atención cuidadosa a lo qu está presente "en la superficie de la mente del paciente" es suficiente. Esto representa un dilema a los meditadores de nuestros días. Suelen empezar la práctica de la meditación y enseguida descrubren remanentes de su falta básica que, como mi propio anhelo, no desaparecen necesariamente por seguir con la práctica meditativa. La baja autoestima que acompaña este anhelo, surgida de la sensación de que hay alguna deficiencia en la persona, suele requerir una atención psicoterapéutica especial que los profesores de meditación no están entrenados para dar. Como descubrió Freud, en general existe una compulsión a expresar inconscientemente esta falta de valía, más que afrontarla directamente. Sin la ayuda de un profesor o terapeuta, la persona continuará intentando deshacerse de la falta de valía por medios mágicos. Y la meditación es demasiado vulnerable para este uso erróneo. Si no se expone y se acepta la falta básica (Balint), el anhelo de remediarla corromperá la experiencia meditativa.
Aquí es donde he encontrado la mayor necesidad de una aproximación combinada, cortada a la medida tanto del fantasma hambriento cmo del reino humano. La meditación suele ser extremadamente eficiente a la hora de sacar a la luz nuestra falta básica, pero bastante silenciosa a la hora de lidiar con ella. Esto no significa que la meditación no pueda lidiar con ella, sino que debe ser adaptada para ese propósito específico a través de la interacción con lo que funciona del planteamineto psicoterapéutico. La contribución potencial del budismo al dominio de la falta básica no reside únicamente en la capacidad de sus meditaciones para evocar los remanentes psíquicos de la falta.
La meditación budista, cuando se adapta apropiadamente, también puede tener un impacto sobre los otros dos compententes del método terapéutico de Freud, lo que él llamo "repetir y reelaborar". De hecho, la meditación tiene la clave de la resolución de la frustrante incapacidad de la psicoterapia para ir más allá del reconocimiento y la reconciliación hasta la leja orilla del alivio.

Mark Epstein: "Pensamientos sin Pensador. Psicoterapia desde una perspectiva Budista". Gaia Ediciones, 2010, Madrid. Pp.: 202-204.

1 comentario:

Toni dijo...

Son interesantes los "roces" o "guiños" entre oriente y occidente. No he leído todavía a Epstein, pero conozco otro ejemplo de esto: la enseñanza llamada «Un curso de milagros» (UCDM) (iniciada por los psicólogos Helen Schucman y Bill Thetford, por cierto que los inicios de UCDM se relatan en el libro «Un viaje sin distancia», de Robert Skutch —o Bob Skutch). Algún psicólogo (Bill Thetford) lo llamó el "Vedanta cristiano", debido a la filosofía no-dual que es su base pero que es presentada con una terminología cristiana. Algunas veces es rechazado por motivos opuestos entre sí, unas veces por ser de lenguaje "demasiado cristiano", otras por ser una enseñanza "demasiado oriental en cuanto al contenido", etc. Es cierto que usa un lenguaje cristiano, y que redefine las palabras para darles un nuevo significado más acorde con ideas orientales de la verdad inmutable, no-dualidad, etc (por ejemplo redefine las palabras "perdón", "Espíritu Santo", "Cristo", etc etc etc). Pero como siempre, es privilegio de cada uno ir más allá de las palabras y reconocer la esencia del mensaje.

Este tal UCDM (Un curso de milagros) usa también bastante lenguaje psicológico, debido a sus orígenes (llegó como mensaje escuchado por la psicóloga Helen Schucman, la cual escuchó una voz que le dictó esos contenidos), y dado que tanto Helen Schucman como Bill Thetford (su jefe en el hospital de Nueva York donde trabajaban) y algunos otros psicólogos como Ken Wapnick valoraron el material de UCDM como muy útil para reencontrarnos con el equilibro natural (el objetivo de UCDM es reencontrarnos con la paz, desde la cual puede ser reconocida la Verdad, lo cual en oriente es llamado Realización del Sí Mismo), podemos concluir que UCDM puede interpretarse desde un enfoque psicológico/terapéutico en el sentido más profundo.

Uno de los suplementos de UCDM se tituló "Psicoterapia". El enfoque es que todo problema (de salud o de lo que sea) puede desvanecerse ante la verdad, por lo cual todo puede resolverse mediante "psicoterapia". Aunque claro, lo que UCDM llama psicoterapia o sanación, se parece más bien a lo que en el contexto de oriente traducimos como "proceso de iluminación", o "retornar al estado natural" (el cual no es un estado realmente, ni algo nuevo a alcanzar, sino el mero reconocimiento de lo que siempre es).

Al igual que sucede con otro tipo de enseñanzas como las orientales, el principal problema es que este tipo de enseñanza suele ser malinterpretada. El ego (el apego a lo limitado, el apego al sufrimiento, la identificación con lo ilusorio) lo distorsiona todo, porque siempre está negando (lo verdadero es reprimido o negado) y proyectando (proyecta sus erróneas creencias o falsas distorsiones).

Concluyo con una cita sacada de la introducción de UCDM, que resume el contenido del Curso:

Nada real puede ser amenazado.
Nada irreal existe.
En esto radica la paz de Dios.