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Paz y Ciencia

lunes, 18 de junio de 2012

Heridas del Pasado



"Los traumas emocionales quiebran los vínculos de familia, de amistad, de amor y de comunidad". Judith Lewis Herman, Trauma y recuperación, 1992.

Los malos tratos durante la infancia son enormemente destructivos para el desarrollo natural de la capacidad de construir vínculos afectivos saludables. En los adultos, ciertas experiencias aterradoras a manos de semejantes también pueden privarles de la confianza necesaria para establecer relaciones íntimas. Por ejemplo, en las mujeres las secuelas de la violación sexual demuestran que la invasión al cuerpo por la fuerza descompensa el equilibrio físico y emocional hasta el punto de que el 50% de las víctimas de estos ultrajes perpetrados por narcisistas malignos son incapaces de volver a mantener relaciones sexuales con normalidad durante dos años. Y entre las mujeres agredidas que tienen que ser hospitalizadas, hasta seis años más tarde una de cada cuatro sufre todavía alguna secuela psicológica como insomnio, miedos nocturnos, cansancio crónico, depresión y aislamiento social. En bastantes supervivientes de agresiones, el trauma se perpetúa a través de recuerdos horripilantes del asalto, que les impide disfrutar de las relaciones de pareja.
Con esto quiero subrayar que hay experiencias abrumadoras, profundamente perjudiciales que desfiguran incluso el carácter más sólido y optimista. Los efectos de ciertos sucesos traumáticos alteran el funcionamiento de nuestro sistema nervioso y moldean negaivamente nuestra percepción del mundo. Aunque la gama de desastres naturales, accidentes fortuitos o atrocidades humanas que pueden afectarnos es muy amplia, la violencia humana intencional es sin duda la más maligna. Estas experiencias causan lo que en psiquiatría llamamos trastorno por estrés postraumático. Los síntomas más típicos de esta dolencia incluyen la intromisión en la mente de imágenes y recuerdos estremecedores, la repetición inesperada de las sensaciones corporales de terror -como palpitaciones, sudores fríos o ponerse la carne de gallina-, las pesadillas, la ansiedad, la tristeza, las fobias y el aislamiento social.
La mezcla de sentimientos de miedo e indefensión tiene efectos devastadores sobre el estado emocional de los seres humanos. Las personas que se sienten impotentes ante la adversidad y ven que hagan lo que hagan nada cambiará ni mejorará, son más proclives a sufrir secuelas del trauma y, con el tiempo, a adoptar una disposición apática y derrotista, a "tirar la toalla" ante las presiones y desafíos de la vida.
Además el temor excesivo y prolongado lesiona el sistema hipotalámico-hipofisario-adrenal. Esta especie de eje esencial conecta el hipotálamo, el área del cerebro responsable de regular las emociones y las funciones básicas -como la temperatura, el hambre y el dolor- con la hipófisis y las glándulas suprarrenales. La hipófisis es una gándula fundamental que está situada en la base del cráneo y se encarga de producir, entre otras, las hormonas que estimulan las suprarrenales, segregadoras de adrenalina y otras sustancias que controlan nuestra capacidad de responder al estrés y a los peligros. El miedo persistente también altera el equilibrio de ciertas sustancias transmisoras en el cerebro -como la serotonina y la dopamina-, que modulan el estado de ánimo y cuyo déficit nos predispone a la depresión. Con el tiempo, estos problemas arruinan nuestra armonia vital y, concretamente, la capacidad para establecer relaciones afectivas.
La naturaleza de la memoria también nos ayuda a entender los efectos perjudiciales de los traumas. Todos mantenemos desde la infancia dos memorias independientes, una verbal y otra emocional. La memoria verbal es el método habitual de almacenar y evocar los acontecimientos que forman el guion de nuestra vida. El contenido de esta memoria lo expresamos con palabras. Por el contrario, la memoria emocional se encarga únicamente de guardar las imágenes de horror y las sensaciones corporales vinculadas a experiencias de terror. Los recuerdos acumulados en la memoria emocional no están unidos a palabras, los evocamos reviviendo las escenas aterradoras y las sensaciones físicas de miedo. Mientras las experiencias que guardamos en la memoria verbal van perdiendo poco a poco su intensidad afectiva original, los sucesos que se guardan en la memoria emocional no cambian con el paso del tiempo, a nos ser que les pongamos palabras.

Texto inspirado en el libro de Luis Rojas Marcos: "Convivir".

http://youtu.be/TPoftZgCWmc Carlos Jean en el Congreso sobre la Felicidad, compartiendo espacio con Rojas Marcos, Eduard Punset y otros grandes. Me resultó curioso ver a este creativo en un Congreso. Hay que dar rienda suelta a esta idea, llegó un momento en el que al industria mandó un mensaje negativo, atribuir la música con lo negativo. Ahora está democratizando en internet la música de forma que todos podamos colaborar. Democratizar y compartir. Genial. ¿Qué es eso de Generación Perdida?

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