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Paz y Ciencia

martes, 15 de noviembre de 2016

Estar femenino del padre



Albert Rams, en su recomendable libro: "Ser padre hoy. Terapia Gestalt y paternidad".

Un estar femenino del padre. Un gozo femenino, no vinculado al género, sino algo más estructural:
"Ser en lugar de no tener es la metáfora fálica de la mujer, uno de los caminos de la solución femenina [...] El no todo es la lógica que rige del lado femenino, mientras que del lado masculino rige la lógica del todo y la excepción. E implica el movimiento del hombre hacia una posición femenina donde él mismo estaría tomado en la lógica del "no todo", lo cual, no implica la desvirilización". 

Aquí estamos todas (mujeres y hombres) fuera de esa lógica. Es otro mundo.
Un estar que llamo femenino hablaría de ese goce paterno, porque es capaz de "no dirigirse a ningún lugar más que al que se está".

Dice Collieul:

"Podemos imaginar que una de las separaciones primordiales correspondería al desgarro primigenio de la unidad original. La tradición cabalística nos habla de un primer Adán constituido por una parte masculina y otra femenina cuya división estaría en la división de los sexos en la tierra: Adán y Eva. Se distingue el primer Adán, portador de la doble polaridad, del segundo Adán, portador de la identidad masculina".

Creo que la siguiente reflexión desde J.M. Coetzee puede ayudar:

"Si siguieras mi consejo, Fiódor Mijailóvich, cede a tu pena, no la resistas, llora como una mujer. Ese es el gran secreto de las mujeres, eso es lo que les da ventaja sobre los hombres como nosotros. Saben cuando ceder, cuando echarse a llorar. Nosotros, tú y yo, no lo sabemos. Aguantamos, embotellamos la pena dentro de nosotros, la encerramos a cal y canto hasta que se convierte en el mismísimo demonio. Y entonces nos da por cometer alguna estupidez, solo con tal de liberarnos de la pena, aunque sea un par de horas. Sí, cometemos alguna estupidez que luego habremos de lamentar durante toda la vida. Las mujeres no son así, porque conocen el secreto de las lágrimas. Tenemos que aprender del sexo débil, tenemos que aprender a llorar, Fiódor Mijailóvich, tenemos que aprender a llorar".

Habrá que llevar al niño de excursión para poner distancia con la madre. Así lo piensan dos gigantes, Jung y Lacan:

"En ausencia física y psíquica del padre, la relación madre-hijo funciona como un universo cerrado, una relación de pareja que se repliega sobre sí misma y perjudica el equilibrio de ambos. Ante esas circunstancias, si el padre no desempeña su papel de separador, que es el que, precisamente, permite al niño diferenciarse de la madre, entonces se produce una mutua e insana interdependencia madre-hijo".

No instala la segunda dimensión, la triangularidad, y condena al hijo a la eterna polaridad en la que vivimos, insostenible en el tiempo.

"La teoría clásica de la adicción viene de un experimento con una rata. A principios del siglo pasado se encerró a una rata en una jaula con dos recipientes. Uno contenía agua corriente. La otra agua con cocaína. La rata siempre prefería el agua con cocaína y se mataba de una sobredosis rápidamente.
Décadas después, Alexander pensó: "La rata sólo tiene dos opciones. Construyó una jaula a la que llamó Rat Park. Ahí, la rata tenía un montón de comida, bolas de colores  y otras ratas a las que hacerse amigas, jugar y con quien tener sexo. Contempló fascinado cómo las ratas pasaban olímpicamente de la droga. La adicción no la causa química de la droga. La causa es el aislamiento, la infelicidad y la desconexión del adicto con su entorno. No son las drogas, es tu jaula. Las drogas son sólo una adaptación al medio".



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