Que el nacimiento del segundo hijo modifica la vida de la familia es obvio. Desde el aumento del número de personas que la componen hasta el más fuerte sentimiento y conciencia de ser familia, pasando por la administración y organización del hogar y las actividades del grupo, sufren una alteración más o menos considerable según las circunstancias de cada caso.
A menudo suele plantearse en la familia la necesidad de un nuevo piso o un cambio de coche, en función siempre de obtener suficiente espacio, en el caso de que se quiera y se tenga dinero para ello.
En el caso en que las familias no les permite plantearse la solución a determinados problemas de espacio, las necesidades sentidas y reales se hacen más fuertes.
Cualquiera que sea la situación económica y social de las familias, nace un nuevo problema para todos. Aunque para los padres no son los que más lo sienten. Predomina la felicidad, como no. Es el primer hijo quien sufre una auténtica crisis con la llegada de un nuevo niño, y esto sucede, por muy concienzudamente que haya sido preparado por sus padres.
Esta crisis, quizá la primera en el niño, después de su trauma del nacimiento (Otto Rank), estará marcado por los celos, la envidia y la rivalidad.
El bebé necesita del amor de su madre de una forma exclusiva, con una situación simbiótica que el niño no puede tolerar la presencia de un bebé. Los celos surgen de manera inevitable aunque no podamos apreciarlos a simple vista.
El mecanismo por el cual manifiestan los niños los celos es muy variado, puede ir desde lo más sencillo hasta lo más complejo. Así, hay niños que preguntan si los "bebés no mueren nunca" o "cuando se van a llevar al niño".
Otros manifiestan su rechazo a través de actitudes agresivas, pegan a los hermanos, les dan patadas, les arañan, etcétera.
En otras ocasiones se tiran ellos mismos del pelo o se comen las uñas como desplazamiento de la agresividad hacia el hermano.
Dentro de un mecanismo más complejo, pero respondiendo al mismo impulso reprimido, hay niños que enferman, por ejemplo, problemas psicosomáticos.
Estos últimos casos son niños que necesitarían manifestar sus sentimientos con palabras más que con síntomas. El poder transmitir a los demás sus sentimientos, comunicarlos a través de la palabra, es un paso de gran importancia para la superación de la crisis y la maduración afectiva y emocional de una futura persona que precisa equilibrio.
Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. Zaragoza
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