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Paz y Ciencia

domingo, 20 de noviembre de 2016

Matar al Padre. Jorge y Demián Bucay



Como padres, tenemos que tener en cuenta el efecto poderosísimo que sobre nuestros hijos tienen los supuestos, prejuicios e ideales que llevamos a cuestas, porque eso determinará qué cosas "iluminamos" con preferencia con nuestros dichos, con nuestro ejemplo, con nuestra atención y nuestros intereses. Nuestra mirada definirá no sólo el "cono de luz" dentro del cual nuestros hijos habrán de moverse con comodidad, sino que también dejará oscuridad aquellos caminos que no deseamos para ellos, así como aquellos que, por nuestra propia educación, nunca han sido opción para nosotros.

Aún así, debemos saber y recordar que lo mejor para nuestros hijos siempre será poder decidir lo que quieren para sus propias vidas, en un entorno en el que el abanico disponible e iluminado sea el mayor posible y en el que cada posición sea una opción.
Es innegable que a los hijos les cabe la responsabilidad de haber decidido lo que finalmente decidieron, pero creemos que padres y madres no podemos desentendernos de que lo que un hijo haga con su vida es también, en parte, nuestra responsabilidad.

La influencia que tenemos sobre los hijos es fuerte y no deberíamos menospreciar los efectos que nuestras palabras y actitudes tienen en ellos. Tanto si los empujan a emularnos como si los lanzan a hacer lo posible para no parecerse en lo más mínimo a nosotros.
Es solo apenas exagerado decir que puede medirse el éxito de los padres como tales funciones de lo bien que va su hijo en su vida. "Lo bien que va en la vida es sencillamente lo feliz que es y lo adecuadamente que se maneja para lidiar con las condiciones que le han tocado en suerte".
El proceso de Demián Bucay para superar comparaciones con su célebre padre le afectó, se repuso y continuó estudiando psiquiatría y psicoterapia.
Este proceso de desarrollo de la propia identidad es arduo. Pues "ser hijo de" no solo habla de un vínculo sanguíneo sino "estar por debajo desde él".

Negar a los padres

La mayoría de los hijos llegan, más tarde o más temprano, a este punto y comprenderán que la competencia es tóxica, por un lado e infructífera, por otro (nunca podrán ganar).
Frente al fracaso de esta tentativa, muchas veces aparece otra, quizás tan universal como lo anterior: el intento de negar al padre o, al menos, su influencia en nuestra historia. Negar a los padres no es literal, pero sí aterriza en la forzada idea de que no hay siquiera un poco de ellos en uno. "Todo lo que tengo me lo he ganado". Es mi propio mérito. Este discurso es admirable. Encarna ideales de honor, de nobleza y de dignidad, que, por lo general, nos agradan bastante.

Heredar a los Padres

El modo de dejar de ser hijos y convertirse en adultos no consiste en negar haber pasado por esa condición, ni en "matar a los padres", como se dice en jerga ortodoxa. Implica, en cambio, dejar de ser tan solo el hijo o la hija de. Implica no aceptar lo que nuestros padres nos legan sin más, ni tampoco rechazarlo de plano. Es necesario aceptar nuestra herencia y agregarle a ello nuestro sello personal, ello supone tomarse el trabajo de discriminar qué, de lo que se me ha dejado, dado o legado, tomaré y qué no, para después, muy conscientemente, convertir aquello con lo que me quedo con algo propio. Heredar es entonces, y en este sentido, un proceso activo. Un trabajo necesario para poder luego tomar las riendas y la responsabilidad de nuestra vida y decidir cabalmente qué rumbo queremos tomar.

Ser o no Ser

Uno de los errores más comunes que muchos hemos cometido en nuestra adolescencia fue creer que debíamos rebelarnos para poder diferenciarnos de nuestros padres.
Algunos tardamos un poco en entender que si simplemente nos mantenemos fieles a nosotros mismos esta diferenciación llegaría por sí sola. La rebeldía no es un fin en sí mismo, y la diferenciación llegaría por sí sola. Perseguir la diferencia en forma deliberada implica muchas veces convertirse en espejo: tan exactamente opuesta a la original que termina siendo un duplicado inverso de la otra.
"No ser como mi padre" (o como mi madre) así como "llegar a ser como él" (o como ella), se convierten en frases rígidas, cristalizada, que cuando se instalan, gobiernan toda la existencia de los hijos con puño de hierro y acaban por arrebatarles la capacidad de pensar y decidir, cada vez y libremente. Lo cual equivale a decir que acaban por no dejarlos...ser. 

Dejar atrás estas constricciones será una de las marcas de una adultez verdaderamente lograda.
Jorge y Demián Bucay:
"Padres e Hijos. Herramientas para cuidar un vínculo fundamental".
RBA. 2016

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