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Paz y Ciencia
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martes, 20 de diciembre de 2016

Castración



¿Cuál es el sentido de la expresión "complejo de castración"?
Un complejo es una unión indisoluble entre:
- por una parte las "pulsiones", de metas diferentes, a veces contradictorias, cada una de las cuales puede dominar,
- por otra parte, las "prohibiciones", de orden cultural, que oponen a la realización de algunas de esas pulsiones.
Las pulsiones ("instintos") son impulsos primarios de fuentes fisiológicas que tienden a un fin y que exigen una gratificación.
Algunas pulsiones tropiezan con prohibiciones.
Siendo inconscientes tanto esas pulsiones como sus prohibiciones su conexión -el complejo- es inconsciente.
Sin embargo, las reacciones generadas por esta situación conflictiva inconsciente se manifiestan en el comportamiento. El sujeto piensa y actúa entonces siguiendo móviles que derivan de su desconocimiento de estas determinaciones inconscientes, mientras que su necesidad de lógica logra siempre justificarlo ante sus propios ojos. Puede incluso asistir igualmente impotente para modificarlas, a manifestaciones somáticas también derivadas de determinaciones inconscientes sirviendo el sistema vegetativo como intérprete para exteriorizar estados afectivos inconscientes, de la misma forma que exterioriza estados conscientes, por ejemplo las lágrimas, el rubor de la piel o la carne de gallina.
Castración significa en lenguaje corriente destrucción de las glándulas genitales, supresión de las necesidades sexuales y del comportamiento concomitante, sin embargo, para Freud y los psicoanalistas el término "sexual" no designa únicamente las manifestaciones que se refieren al acto genital de la procreación, sino que comprende todo lo que concierne a la actividad hedónica, es decir, todo lo que refiere a la búsqueda del placer.
Castración, en el sentido psicoanalítico significa "frustración de las posibilidades hedónicas", frustración de las posibilidades de búsqueda del placer.
Françoise Dolto: Psicoanálisis y Pediatría. Siglo XXI. 2016

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Sujeto para Lacan



Sujeto:

El sujeto lacaniano está dividido, a diferencia del yo humanista, que es considerada una unidad soberana e indivisa. La entrada del lenguaje produce la división entre el sujeto del inconsciente que tropieza y el yo consciente que se considera completamente reflejado en lo que dice y lo que es dicho, el "enunciado" y la "enunciación", nunca coinciden. Una fragmentación confronta una completud ilusoria en lo imaginario. El sujeto está sujetado a lo simbólico, en tanto que el yo no puede escapar de su origen imaginario. Lacan rechaza así aquellas teorías psicoanalíticas que se esfuerzan por restaurar un yo que lo controla todo. Por el contrario, para él, el análisis consiste a percatarse de su yo dividido.

Lo Real y el Goce en Lacan



Lo Real: Lo real es aquello que lo simbólico nunca puede capturar por medio de sus diferencias binarias. No es la "realidad" de los objetos y las personas de todos los días, sino aquello que queda por fuera de estas identificaciones familiares. Para el sujeto, es lo interior y exterior  que resisten inconscientemente las definiciones impuestas y lo dejan con un problemático exceso de goce.


El Goce: En los primeros trabajos de Lacan, goce significa "disfrute", especialmente disfrute sexual, pero luego este término fue utilizado para designar la satisfacción de la pulsión, una satisfacción más allá del principio del placer freudiano. Aparece en el sufrimiento del síntoma, en el dolor psíquico, tanto como en el placer, y por lo tanto participa de un carácter masoquista inconsciente. El goce también se opone a la falta. Inicia el fantasma  que apunta a recuperar la pérdida original,  y en consecuencia tiene su base en lo real, uno de los tres órdenes de Lacan. En los discursos feministas, el término es usado para designar una forma de satisfacción adicional, específicamente, goce no fálico que,  en las formulaciones de la sexuación de Lacan, también está abierta a los hombres, si "eligen" insertarse en el lado derecho.

jueves, 1 de diciembre de 2016

Preparar al niño mayor ante el nuevo nacimiento



El niño percibe con toda claridad que la familia se está transformando o se ha transformado ya, y la naturalidad con que afronte la nueva situación puede depender, en gran medida, de la naturaleza y equilibrio con que le sea planteada a él mismo la llegada de un nuevo hermano.

En muchos casos los padres suelen dar largas explicaciones a los hijos y les hacen imaginar situaciones de futuro tales como: "Te queremos tanto y eres tan estupendo que hemos decidido tener otro como tú", o "tú vas a querer mucho a tu hermanito". "Vas a tener siempre con quien jugar".
Estas explicaciones no son convincentes para los niños. En su "lógica" esto se transforma en: "Si realmente fuera tan estupendo y me quisieran tanto no buscarían otro niño. No soy bastante bueno, por eso buscan otro".

Lo importante para el niño, que es compartir el cariño de su madre, sigue estando ahí y el aumento de explicaciones hará aumentar en él su inquietud de forma proporcional.

En la experiencia del niño, compartir es recibir menos, y la angustia de recibir menos amor de los padres debe ser afrontada por éstos de una manera útil.

Efectivamente, la llegada de un hermano puede ser anunciada sin gran preocupación. Es suficiente y más útil decir simplemente: "Vamos a tener un nuevo niño en casa".
A pesar de que nada puede evitar el hecho de que un nuevo niño sea una amenaza para la seguridad del primer hijo, dependerá del criterio y la habilidad de los padres el que el niño supere la crisis o se hunda en ella.

Los razonamientos, en un sentido u otro no puede darse con facilidad a un niño que no ha alcanzado un determinado nivel de lenguaje y de comprensión de éste, pero sí pueden transformarse estas palabras en actitudes con el mismo contenido y con la misma profundidad.
Muchas veces vacilan en utilizar métodos semejantes al de este último caso por temor a inculcar ideas "peligrosas" en el niño.

Pero estas ideas y sentimientos no son nuevos para el niño. Su expresión en palabras no puede hacer más que bien: refleja comprensión de las sensaciones del niño, inmuniza contra los sentimientos de culpa e invita a la intimidad y a la comunicación.

Para el niño que está abocado a sentir resentimiento por el nuevo hermano, es mejor la posibilidad de sentirse libres de expresar su angustia en voz alta, que encerrarse callado y solo en su tristeza.

Rodrigo Córdoba Sanz.
Psicólogo y Psicoterapeuta. Zaragoza

viernes, 25 de noviembre de 2016

Desmontando mitos: Maud Mannoni



[...] Si nos atenemos a lo que dice Winnicott, el destino de los autistas se volvió preocupante el día en que Kanner aisló un síndrome al que denominó "autismo infantil precoz".
Autista era el nombre que se daba en los cuarenta a estos magos omnipotentes, huéspedes de un mundo imanimado, que hablan por medio de gestos a unos compañeros imaginarios, pero que rehúyen todo contacto humano hasta el punto de que, si acceden a la palabra, ésta no debe servir en absoluto para establecer una comunicación. El adulto, cuando existe para ellos, sólo es percibido como una extensión de su propio cuerpo. 

La intervención, además de prejuiciosa, casi era insultante. No sabían que hacer después del diagnóstico a cambio de excluir la palabra del sujeto y el contexto dinámico e histórico en el que se expresa sufrimiento, aunque se trate de un lenguaje sin palabras.
Paradojicamente, el psicoanálisis se vio reforzado cuando se esperaba que pudiera destruir la institución psiquiátrica.

A Freud, aunque no le gustaban los psicóticos, esperaba mucho de una psicoterapia de la psicosis. La práctica de una aproximación psicoanalítica de las psicosis tiene un valor formativo para el psicoanalista, puesto que el psicótico le interpela en el meollo de su ser. Sólo en nombre de una "locura" común, el psicoanalista, al igual que un intérprete, puede hallar (en la persona del paranoico) fue privilegiado por el psicoanálisis, como objeto de estudio.

Freud, en cambio, dejó a los psicoanalistas jóvenes y a los psiquiatras la tarea de ocuparse de los esquizofrénicos. Respecto a los que, si se curan, se dirá que "el psicoanalista se ha equivocado de diagnóstico". Así pues, las psicosis ocupan ahora el papel de la histeria.

Leyendo a Kraepelin uno se da cuenta de que, cuando pretende aislar el "núcleo delirante", el psiquiatra de hecho está intentando deshacerse de una palabra que le molesta. Lo mismo ocurre con el psicoanalista. Al situar en primer plano "hablar solo" del paciente, el psicoanalista corre el riesgo de volverse sordo a lo que pretende hacerse oír y reconocer en una palabra singular, entonces el "lenguaje normal" se convierte en una pared. Es cierto que la palabra, si no existe un espacio para recibirla, puede ser percibida por el sujeto como una intrusión persecutoria.

Lo que interesa al psicoanálisis no es lo que ocurre "en" la cabeza del paciente sino lo que sucede "entre" él y el paciente. La creación de un espacio (por medio de la fantasía) es lo que autoriza el paso de la palabra de un lugar a otro. 

En ese sentido veremos qué forma la noción freudiana de un "espacio para la fantasía" que fue utilizada por Winnicott. Al introducir, por este genial autor la noción de juego y creatividad como fuentes de crecimiento, maduración y vínculo, permitió que se creara, por parte del psicoanalista, un contra-juego con el psicótico (arrastrándole de la momificación a la risa y la comedia), en una situación en que, puesto que el sujeto ya no encarna la verdad, la palabra de éste está liberada. Lo que el esquizofrénico pide no es que le comprendamos, sino que le aceptemos en la diferencia que reivindica.

Maud Mannoni: La Teoría como Ficción. Grupo editorial Grijalbo. 1979. París.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Matar al Padre. Jorge y Demián Bucay



Como padres, tenemos que tener en cuenta el efecto poderosísimo que sobre nuestros hijos tienen los supuestos, prejuicios e ideales que llevamos a cuestas, porque eso determinará qué cosas "iluminamos" con preferencia con nuestros dichos, con nuestro ejemplo, con nuestra atención y nuestros intereses. Nuestra mirada definirá no sólo el "cono de luz" dentro del cual nuestros hijos habrán de moverse con comodidad, sino que también dejará oscuridad aquellos caminos que no deseamos para ellos, así como aquellos que, por nuestra propia educación, nunca han sido opción para nosotros.

Aún así, debemos saber y recordar que lo mejor para nuestros hijos siempre será poder decidir lo que quieren para sus propias vidas, en un entorno en el que el abanico disponible e iluminado sea el mayor posible y en el que cada posición sea una opción.
Es innegable que a los hijos les cabe la responsabilidad de haber decidido lo que finalmente decidieron, pero creemos que padres y madres no podemos desentendernos de que lo que un hijo haga con su vida es también, en parte, nuestra responsabilidad.

La influencia que tenemos sobre los hijos es fuerte y no deberíamos menospreciar los efectos que nuestras palabras y actitudes tienen en ellos. Tanto si los empujan a emularnos como si los lanzan a hacer lo posible para no parecerse en lo más mínimo a nosotros.
Es solo apenas exagerado decir que puede medirse el éxito de los padres como tales funciones de lo bien que va su hijo en su vida. "Lo bien que va en la vida es sencillamente lo feliz que es y lo adecuadamente que se maneja para lidiar con las condiciones que le han tocado en suerte".
El proceso de Demián Bucay para superar comparaciones con su célebre padre le afectó, se repuso y continuó estudiando psiquiatría y psicoterapia.
Este proceso de desarrollo de la propia identidad es arduo. Pues "ser hijo de" no solo habla de un vínculo sanguíneo sino "estar por debajo desde él".

Negar a los padres

La mayoría de los hijos llegan, más tarde o más temprano, a este punto y comprenderán que la competencia es tóxica, por un lado e infructífera, por otro (nunca podrán ganar).
Frente al fracaso de esta tentativa, muchas veces aparece otra, quizás tan universal como lo anterior: el intento de negar al padre o, al menos, su influencia en nuestra historia. Negar a los padres no es literal, pero sí aterriza en la forzada idea de que no hay siquiera un poco de ellos en uno. "Todo lo que tengo me lo he ganado". Es mi propio mérito. Este discurso es admirable. Encarna ideales de honor, de nobleza y de dignidad, que, por lo general, nos agradan bastante.

Heredar a los Padres

El modo de dejar de ser hijos y convertirse en adultos no consiste en negar haber pasado por esa condición, ni en "matar a los padres", como se dice en jerga ortodoxa. Implica, en cambio, dejar de ser tan solo el hijo o la hija de. Implica no aceptar lo que nuestros padres nos legan sin más, ni tampoco rechazarlo de plano. Es necesario aceptar nuestra herencia y agregarle a ello nuestro sello personal, ello supone tomarse el trabajo de discriminar qué, de lo que se me ha dejado, dado o legado, tomaré y qué no, para después, muy conscientemente, convertir aquello con lo que me quedo con algo propio. Heredar es entonces, y en este sentido, un proceso activo. Un trabajo necesario para poder luego tomar las riendas y la responsabilidad de nuestra vida y decidir cabalmente qué rumbo queremos tomar.

Ser o no Ser

Uno de los errores más comunes que muchos hemos cometido en nuestra adolescencia fue creer que debíamos rebelarnos para poder diferenciarnos de nuestros padres.
Algunos tardamos un poco en entender que si simplemente nos mantenemos fieles a nosotros mismos esta diferenciación llegaría por sí sola. La rebeldía no es un fin en sí mismo, y la diferenciación llegaría por sí sola. Perseguir la diferencia en forma deliberada implica muchas veces convertirse en espejo: tan exactamente opuesta a la original que termina siendo un duplicado inverso de la otra.
"No ser como mi padre" (o como mi madre) así como "llegar a ser como él" (o como ella), se convierten en frases rígidas, cristalizada, que cuando se instalan, gobiernan toda la existencia de los hijos con puño de hierro y acaban por arrebatarles la capacidad de pensar y decidir, cada vez y libremente. Lo cual equivale a decir que acaban por no dejarlos...ser. 

Dejar atrás estas constricciones será una de las marcas de una adultez verdaderamente lograda.
Jorge y Demián Bucay:
"Padres e Hijos. Herramientas para cuidar un vínculo fundamental".
RBA. 2016

viernes, 18 de noviembre de 2016

La madre de devoción corriente



En Los bebés y sus madres, Winnicott expresa claramente que el título va dirigido a los profesionales porque de no existir problemas, las madres son las que mejor cuidan a sus bebés y las que mejor los entienden. Por tanto, una injerencia es perniciosa. 
También saca pecho sobre el papel del padre, que a pesar de lo que podemos leer en sus escritos como un papel secundario existe y es fundamental para la madre y para el bebé, sobre todo cuando la dependencia absoluta con la madre se convierta en relativa. Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo. Psicoterapeuta.


Dice Winnicott:

Creo que, para el momento en el que el bebé está maduro para el nacimiento, la madre, si ha sido bien cuidada, está preparada, con el apoyo de su compañero, para una experiencia en la que ella sabe perfectamente las necesidades del bebé. Ustedes comprenderán que no me refiero simplemente a su capacidad de saber si el bebé está o no hambriento, me refiero a la cantidad de cosas sutiles, cosas que designo con la palabra sostén y con extender su significado a todo lo que la madre es y hace en este período. Considero que se trata de un período crítico, pero apenas me atrevo a decirlo porque sería una pena que una mujer mostrara afectación justamente en un momento en el que se puede tiende a comportarse de manera espontánea. Esto es lo que ella no puede aprender de los libros (...)
Todo esto es sumamente sutil pero su continua reiteración  constituye la base de la capacidad de sentirse real del bebé. Con esta capacidad sentirse real del bebé. Con esta capacidad el bebé puede enfrentarse al mundo, o, mejor dicho, puede avanzar los procesos madurativos que hereda. Cuando se dan estas consideraciones, como generalmente ocurre, el puede desarrollar la capacidad de experimentar sentimientos que hasta cierto punto se corresponden a los de una madre identificada con su bebé, o, mejor dicho, intensamente dedicada a su bebé y a todo lo que sea el cuidado de su bebé. A los tres o cuatro meses, el bebé es a veces capaz de demostrar que lo que significa ser una madre, es decir, lo que significa ser una madre, es decir, lo que significa ser una madre en estado de consagración a algo que no es precisamente ella misma.

Es preciso recordar que lo que parece inicialmente a una edad temprana requiere largo tiempo para establecerse como mecanismo más o menos fijo dentro de los procesos mentales del niño. Como es de esperar, lo que estuvo presente alguna vez puede ciertamente perderse. Pero lo que considero importante aquí es que lo más complejo sólo puede surgir a partir de lo más simple, y en un individuo sano, la complejidad de la mente y la personalidad se desarrolla de modo y con un crecimiento uniforme, siempre de lo simple a lo más complejo.

Con el tiempo, el bebé comienza a necesitar que su madre falle al adaptarse, siendo esta falla también un proceso gradual que no puede aprenderse en los libros. Sería molesto para un niño seguir experimentando omnipotencia cuando ya está en situación de tolerar frustraciones y fallas relativas del ambiente. ¡Se puede obtener bastante satisfacción de la rabia! Siempre que esto no se convierta en desesperación. 

Cualquier padre sabe a qué me refiero cuando digo que aunque haya sido sometido a su bebé a las frustraciones más terribles, nunca lo ha decepcionado, o sea, que el apoyo de su yo al yo del bebé ha sido confiable. El bebé nunca se despertó llorando y encontró que no había nadie que lo escuchara. Cuando comenzó a hablar, tampoco se le quiso distraer con mentiras.
Pero, por supuesto, todo esto implica no solamente que la madre fue capaz de preocuparse por el cuidado de su hijo, sino que además tuvo suerte. No necesito enumerar las cosas que pueden ocurrir hasta en las familias más organizadas.

De todos modos, mencionaré tres ejemplos. El primero, puramente fortuito: una madre se enferma y muere, y no puede evitar faltarle a su hijo precisamente del modo en que odia hacerlo. O vuelve a quedar embarazada en un plazo menor que el que había considerado apropiado. Hasta cierto punto se podría considerar responsable de esta complicación pero estas cosas no son tan simples ni fáciles de controlar. O una madre se deprime y siente que no está dando a su hijo lo que él necesita, pero no por poder evitar ese estado de ánimo, que bien puede ser una reacción ante algo que ha irrumpido en su vida privada. En este caso, si bien es cierto que está causando problemas, nadie podría culparla. 
En otras palabras, el niño, por diversas razones son defraudados cuando aún no están capacitados para evitar que su personalidad resulte dañada o mutilada a causa de ello (...)
La "madre de devoción corriente", ofrece la necesidad vital para cada bebé de que alguien facilite las primeras etapas de los procesos de crecimiento psicológico y psicosomático, o mejor dicho, el crecimiento de la más inmadura y absolutamente dependiente personalidad humana.

Winnicott: Los bebés y sus madres