viernes, 1 de mayo de 2020
Memoria Intrauterina
domingo, 4 de junio de 2017
Maternidad Igualdad Fraternidad -Ibone Olza-
Un padre igualitario pondrá el bienestar de sus hijxs por encima de sus propios deseos e inseguridades y sabrá respetar a la mujer que ha hecho posible su paternidad. El padre verdaderamente igualitario y entrañable es antipatriarcal por definición. No es posible una masculinidad ni una paternidad “nueva” sin haber efectuado el indispensable salto moral, cultural y existencial que supone para un varón renunciar al patriarcado, es decir, aceptar y respetar seriamente que las mujeres tienen derecho a deseos, opiniones y vida propia; que su condición de padre es independiente de su condición de pareja de la madre; y que la maternidad es un privilegio de las mujeres. Si estas convicciones son auténticas, no se alterarán en casos de conflicto: solo cuando un padre es capaz de atravesar una posible ruptura sin dejar de respetar a la madre de sus hijxs , sin instrumentalizar a las criaturas , y absteniéndose de usar los poderes que el sistema patriarcal le brinda contra la madre, se puede afirmar que ese hombre es igualitario; y solo en ese caso la convergencia de paternidad y maternidad es posible sin riesgo de perjuicio para niñxs y madres.
Siempre han existido y seguirán existiendo paternidades amorosas a pesar de la norma hegemónica de la paternidad patriarcal, pero nunca se han logrado a través de instrumentos legales y coactivos.Patricia Merino
domingo, 30 de abril de 2017
Saramago. Hijo
Hijo es un ser que nos prestaron para un curso intensivo de cómo amar a alguien más que a nosotros mismos, de cómo cambiar nuestros peores-defectos para darles los mejores ejemplos y de nosotros aprender a tener coraje.
Sí, ¡si es eso! Ser padre o madre es el mayor acto de coraje que alguien puede tener, porque es exponerse a todo tipo de dolor, principalmente al de la incertidumbre de estar actuando correctamente y el miedo de perder algo tan amado.
¿Perder? ¿Cómo? ¿No es nuestro, recuerdan?
Fue apenas un préstamo
José Saramago
jueves, 1 de diciembre de 2016
Preparar al niño mayor ante el nuevo nacimiento
El niño percibe con toda claridad que la familia se está transformando o se ha transformado ya, y la naturalidad con que afronte la nueva situación puede depender, en gran medida, de la naturaleza y equilibrio con que le sea planteada a él mismo la llegada de un nuevo hermano.
Psicólogo y Psicoterapeuta. Zaragoza
domingo, 27 de noviembre de 2016
Educación. Padres e Hijos
Bien pronto, sin embargo (mucho más pronto de lo que solemos creer), encontramos que estas cosas básicas, que nosotros, los padres, desde un principio nos hemos ocupado de proveerles, incluido el amor, no son suficientes para conseguir su contento ni, más adelante, su felicidad (ni menos aún para lograr que se mantenga en el tiempo).
Se hace necesario algo más. La educación.
De modo sencillo, podríamos formular el siguiente axioma:
Somos insuficientes, y lo somos en los dos sentidos: cuantitativo y cualitativo.
Cuantitativamente no podremos proveerles, aunque decidiéramos intentarlo, de todo lo que necesitan en la medida en que lo necesitan. No podremos, por ejemplo, cuidarlos tanto como a ellos necesitan ser cuidados. Si quisiéramos explorar la posibilidad de hacerlo, deberíamos estar dispuestos a permanecer todo el tiempo con ellos... Y nos referimos a todo el tiempo. 24 horas. Deberíamos estar allí a cada instante para asegurarnos, personalmente, de que no hagan algo que pueda lastimarlos o resultar perjudicial.
La tentación de todos los niños de meter los dedos en el enchufe podría servir como ejemplo...
Todos los padres del mundo instintivamente sabemos que alejarlos de todo peligro es no solo impracticable, sino también indeseable. Implicaría el sacrificio total de nuestras propias apetencias y necesidades. Para intentarlo apenas sería menester consagrar la totalidad de nuestra existencia a los requerimientos, anhelos o caprichos del niño, puesto que el proceso jamás se colmaría: jamás obtendríamos una satisfacción absoluta de las necesidades del niño, puesto que su natural búsqueda de placer es insaciable, como igual de insaciable es nuestra pretensión de absoluta seguridad para ellos.
Cuantitativamente somos insuficientes porque no podemos proveerles de la variedad de cosas que necesitan, los niños necesitan interacción con sus pares por más "buena onda" que tengan con sus padres.
Los pequeños también necesitan aprender a ganarse el amor de los demás, el de los padres siempre está presente y no requiere ser ganado).
Necesitan, de distintos modos, en distintas edades, explorar su sexualidad (y, la mayor parte de ese aprendizaje, especialmente en relación con la genitalización del sexo, deberá explotarse, obviamente fuera del vínculo con los padres).
Los niños necesitan desarrollar sus propios intereses y sus propias maneras de hacer las cosas, así conoceremos aficiones y aptitudes.
Todas estas cosas y seguramente, muchas más, son elementos que los padres no podremos proveer. No deberíamos olvidar esta verdad, no solo para evitar nuestra propia frustración, sino también, y sobre todo, porque si consiguiéramos acercarnos lo suficiente para ser bastante para ellos, los condenaríamos a la prisión de un vínculo absolutamente dependiente, un boleto sin retorno a una vida profundamente miserable.
Educar, no es otra cosa que darle a alguien herramientas para desenvolverse en la vida, buscar y encontrar obstáculos y salvando otros, sin olvidar en ese camino, el encuentro con los demás.
Somos seres gregarios y en ningún sentido autosuficientes, vivimos en sociedad y adaptarnos a esa convivencia es parte de nuestra educación. Claro que la visión de esa adaptación y el modelo de esa convivencia determinarán muy diferentes enfoques del cómo educar, qué enseñar y qué objetivos son los deseables.
No debemos ni podemos, entonces, achacarles a los padres, como parte inherente a su rol, la responsabilidad de educar en bien de la sociedad. Esa tarea socializadora está mejor ubicada en las escuelas y acaso en los centros de educación infantil. De todas maneras y aun en ese ámbito, no creemos que "impartir normas morales" conduzca al objetivo de una sociedad más sana en su conjunto. Más bien es mostrándoles a los estudiantes la importancia de los vínculos entre las personas como podremos acercarnos a ese horizonte.
A la hora de plantear un modelo educativo, no debemos olvidar cuál es la dirección última hacia la que queremos dirigirnos (y dirigirlos), pues eso definirá, en gran medida, el qué de la educación (lo que buscaremos transmitir) y el cómo lo haremos.
lunes, 21 de noviembre de 2016
La Tragedia del Padre
"La prueba consiste en crisis y observación".
Pues tal como apunto en la cita, yo creo que es el lugar-lo-femenino, la falta de lo masculino, lo no padre, o donde-no-hay-padre. "O peor...", dirá Lacán en uno de esos últimos textos al referirse a esa ausencia. Es, por tanto, el corte, la forclusión del nombre del padre. Cuando no hay función paterna (psicosis, adicción, toxicomanía, narcisismo. patológico... ).
Función paterna, que recordemos, puede ejercer tanto el Padre Biológico, la Madre Biológica. Y también cualquiera de los padres adoptivos, o, con matices- el tío, la abuela, el abuelo, etcétera. O una institución. No es un lugar, es una función. Y algo así ocurre con la función materna.
Fritz Perls
1) adaptarse a la pérdida de la autoridad absoluta y redimensionar su papel en consonancia con las reales aportaciones de ambos padres en el plano doméstico, económico, laboral y emocional, y para ser capaz de sustituir el autoritarismo con los hijos por la firmeza, 2) acomodarse a los cambios (valores, aficiones, reivindicar los derechos) que le plantean la mujer, hijos e hijas y 3) integrarse en la dinámica familiar no tanto con el mando como con la cooperación, la responsabilización, la cercanía emocional, el asesoramiento no coercitivo".
miércoles, 9 de noviembre de 2016
Padres e Hijos. Jorge y Demián Bucay
El arte de ser padre o madre tiene más que ver con cumplir adecuadamente una función, que con ninguna otra cosa. Ser padres es algo en lo que solo podemos convertirnos si actuamos, pensamos y sentimos como tales. Haber parido un hijo no es, pues, suficiente para considerarnos padres y por ello tampoco lo es para que esos hijos nos reconozcan como tales.
Ser padre o ser madre habla por lo menos de tres cosas: una definida por lo social, una definida por lo afectivo y una definida por la conducta. El estatus de padre, el amor de padre y la función de padre. Tres cosas que no son eternas (como solemos creer) y no solo eso, sino que además, en general, no empiezan ni terminan en ese momento.
Tus padres son las personas que te han criado, pero eso no sería del todo exacto, o por lo menos seguiría siendo incompleto. Nos faltaría agregar la decisión consciente y voluntaria de hacerse cargo de los hijos.
Sólo por dejarlo claro, tu padre y tu madre no son solo los que te han alimentado, abrigado, protegido, cobijado y educado, sino también, y sobre todo, los que han tomado la decisión de hacerlo: "Este es mi hijo, esta es mi hija y me haré cargo de ellos, con todo lo que eso implica".
Si bien, hoy por hoy, el papá suele buscar activamente involucrarse, como si quisiera favorecer el proceso de "adopción", la mayor responsabilidad de que esto suceda recae primordialmente en la madre. Es ella quien debe hacer el espacio y saber cómo hacerlo. Retirarse un poco y ceder algo de protagonismo permite que el vínculo entre el padre y el hijo se fortalezca.
"Se trata entonces de domesticar y de dejarnos domesticar por nuestros hijos, es decir, de crear allí un lazo entre nosotros, que nos deje saber que ellos son para nosotros únicos en el mundo y que nosotros lo somos para ellos. Es eso, más que ningún vínculo genético o sanguíneo".
Podemos concluir, a modo de síntesis, diciendo que la maternidad y la paternidad son condiciones que se fundan con una decisión, que se ejercen y que se confirman en ese ejercicio, no son rangos ni medallas que se porten pasivamente en las mangas o en el pecho de uniformes encontrados por accidente.
miércoles, 21 de octubre de 2015
Laura Gutman: En comunión con nuestra esencia
En comunión con nuestra esencia
miércoles, 10 de septiembre de 2014
Carlos González; Sobre las guarderías
Carlos González: "En Alemania los niños no van a la guardería y de mayores son los mejor preparados"
Carlos González es doctor en pediatría y autor de varios libros sobre crianza, alimentación y salud infantil. Qué.es le ha entrevistado con motivo de su nueva publicación, 'Creciendo juntos'.
miércoles, 23 de abril de 2014
La belleza de la maternidad censurada
Simbiosis censuradaby Ibone Olza |
"Para mí era una solución porque funciona como un punto de alarma sobre la situación de enfermedad de doble moral que sufre la sociedad (especialmente la norte americana que tiene un montón de prejuicios en torno a la lactancia). Preferí que la imagen estuviese "intervenida" (prefiero usar esta palabra a censurada) porque permite lugar al diálogo y a dar visibilidad a lo que me importa "
viernes, 14 de febrero de 2014
Dulce "castigo"
No dormir bien es el pan nuestro de cada día. Se trata de la maternidad y la paternidad.
La bebita no se queja demasiado, sobre todo, cuando duerme con los papás pero claro, es más cómodo que duerma en la cuna. Mi punto de vista es que duerma donde más cómodo está. Esto será bueno para la pequeñita criatura y para sus papás. Arrastramos una cultura donde el pensamiento de los "gurús" de la maternidad y paternidad moderna (y no me refiero aquí a Estivill), me refiero a tantas y tantas matronas y pediatras que abogan por la piel con piel, el colecho, la lactancia materna y otro tipo de cuestiones que generaciones anteriores no entienden porque, prácticamente, arrastraban la generación postfranquista.
Como podemos observar, la cultura o incultura llega, incluso, al trato de los bebés. Antes no era extraño que el bebé estuviera prácticamente todo el tiempo en la cuna y se le alimentara con biberón.
El modo de crianza influye, y mucho, en la salud posterior de la criatura, no solo en lo físico sino también en lo psíquico. Quién sabe si esta generación que llaman "ninis" son fruto de una pésima educación, evidentemente hasta la adolescencia.
Hay personas que me expresan su miedo a la adolescencia. Es una época de locura, de transición, de miedo, inseguridad pero también de oportunidad. Con una base segura, con una buena estructura familiar, las veletas de la adolescencia no girarán con virulencia. Obviamente no puedo decir que la lactancia natural, por ejemplo, sea una profilaxis de una adolescencia suave. Es más, creo que un adolescente sano es un adolescente rebelde porque necesita autodeterminación y transgredir (en ciertos márgenes) es algo absolutamente sano.
Si dudan acerca de tener un bebé miren para dentro, exploren cómo están, no hace falta ser superhombres o supermujeres. Hace falta querer y tener una inmensa capacidad de amor.
Muchos besos.
Rodrigo Córdoba Sanz. Psícólogo y Psicoterapeuta. Zaragoza.
Muerte en la cuna: Laura Gutman
Muerte en la cuna
Cuando se desparrama la noticia por la “muerte súbita” de un bebé, el miedo a lo impredecible y la falsa aseveración de que esa posibilidad es “aleatoria” -es decir que le puede ocurrir a nuestro bebe en cualquier momento- se apodera de nosotros, con la idea fortuita de que dependerá de la buena o la mala suerte que tengamos.
Sin embargo las cosas no son así. La “muerte súbita” está mal nombrada. Tendríamos que llamarla “muerte en la cuna”. Para ser más exactos, habría que denominarla: “muerte en la cuna mientras está solo.”. No hay bebes sanos que mueran súbitamente en brazos de una persona maternante. Discutir si es mejor hacerlos dormir boca arriba o boca abajo, refleja la espantosa ignorancia que los occidentales compartimos sobre el universo de los bebes. Lo único a investigar es si los bebes duermen solos o si duermen en contacto completo y absoluto con otro cuerpo humano.
Toda cría de mamífero de cualquier especie sabe que no puede ni debe estar sola, porque queda expuesta a los depredadores. El bebe humano sabe exactamente lo mismo, por eso usa sus dos principales herramientas para su supervivencia: el llanto y la succión. Ahora bien, si después de llorar y llorar y llorar, ningún adulto acude a salvarlo...porque “tiene que acostumbrarse a dormir solo”, aparecerá la resignación y la dolorosa certeza de saber que está solo en este mundo. Luego, en su afán por ser amado, reclamará presencia y contacto corporal de múltiples maneras: enfermándose, llorando en momentos inadecuados, lastimándose, no aumentando de peso, deprimiéndose…hasta que una noche…en medio de un profundo silencio, decide no despertar más.
¿Y qué hacemos los hombres y las mujeres decentes y bien pensantes? Le decimos a la mamá que vuelva a trabajar pronto, que sea fuerte, que no afloje, que no se rinda, que la queremos, que sea valiente, que se ocupe de sí misma, que tenga garra, que luche, que siga adelante.
Mientras expulsemos a todas las madres del recogimiento y el silencio de la maternidad y mientras sólo las reconozcamos en los ámbitos públicos o exitosos, seguiremos siendo todos responsables por cada bebe que decide partir, harto de soledad, quietud y frío.
Laura Gutman
miércoles, 12 de febrero de 2014
La teta y la luz encendida
Como casi todos los días me he levantado pronto. He regresado al dormitorio hace un rato. Lo que he visto me ha parecido poético. Una mujer maravillosa que, con la luz encendida, cuyo cansancio ha dejado así la luz, o bien, por la tranquilidad de la bebita que tenía en el pecho.
Tenía el pecho al aire, su majestad la teta calma y da alimento al bebé a un coste que me parece francamente inmenso. Despertarse cada hora y media durante la noche y así mismo, durante el día, me parece una proeza propia de una mamá que quiere dar lo mejor a la personita en potencia que chupa teta con muuuchas ganas.
Entre la bebita y la mamá ya tienen sus códigos y no hay nada que le guste más a esa pequeñita que dormir en el pecho de mamá. Alguien me dijo que eso era un "matapersonas". Pertenece a otra generación y a otra política de lactancia. Y no sólo ella, otras nuevas madres se despachan con el biberón de sucedáneos. No estoy en contra porque todo el mundo tiene sus derechos.
Eso sí, si me enamoré de esa mujer del dormitorio es porque sabía que su capacidad de amar puede, también, con el sueño, la fatiga, el cansancio y la frustración.
Grandes, tanto la bebita como aquella que le está introduciendo en este mundo, en esta realidad, su mamá, mi querida amorcito.
Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta (Zaragoza)
miércoles, 15 de enero de 2014
Ser papá
Voy a contar brevemente mi experiencia. De repente recibo una llamada urgente de mi mujer. Aturdido me dirijo rápidamente. Parto inducido.
Comienzan a administrarle a mi pareja moléculas artificiales.
Dilata lo suficiente pero no sale nuestra bebita Sofía. Había dejado claro que estaba muy a gusto en el útero de mamá. Daba pataditas y algún que otro golpe, jugando como una niña de coletas.
Ahora, tras las drogas del envite científico sigo confuso. Estoy emocionado, muy feliz, y sé, no tanto de saber como de saborear que esto es lo más grande que le puede pasar a dos almas que se quieren.
Rodrigo Córdoba Sanz Zaragoza 653379269
miércoles, 9 de octubre de 2013
jueves, 19 de septiembre de 2013
Entrevista a Rosa Jové: Sobre la Maternidad
un desayuno (aunque ella desayunó más bien poco porque la tuve toda la hora hablando…). Después, se cerró el aeropuerto debido a la ceniza del famoso volcán
islandés, así que tuvo tiempo de leerse mi libro completito. Un honor para mí, obviously.
Estoy convencida de que para la mayoría de los lectores de
Tarkus Kids,
Rosa Jové no necesita presentación. Para los demás, diré que es licenciada en Psicología y en Historia y Geografía y que está especializada en psicología
clínica infantil y juvenil, en psicopedagogía y antropología de la crianza. Es especialmente conocida por su libro “Dormir sin lágrimas” y por sus artículos
sobre crianza respetuosa. Además –sobretodo- es madre de dos hijos, así que la primera pregunta es obligada:
¿Qué fue primero, la maternidad o el interés profesional por la crianza?
Trabajo con niños desde 1982 y fui madre en 1997, así que ya llevaba bastantes años –casi veinte- dedicada a los niños y tenía interés por la crianza.
Pero he de reconocer que cambié mucho cuando fui madre. Hubo un cambio cualitativo más que cuantitativo. Hice una especie de reset en muchas cosas, eso
es verdad. Siempre había sido muy respetuosa con los niños con los que trabajaba, pero sí que cambié cuando fui madre.
Estamos perdiendo el sentido de comunidad, la “tribu”. Las familias cada vez son más pequeñas, criamos a los niños en soledad… ¿Qué nos está pasando?
Antes las madres tenían unas redes sociales muy importantes. Yo, por ejemplo, era la mayor de una familia numerosa y, en aquella época, eran muchas las
familias numerosas. La gente casi miraba raro a los hijos únicos. Entonces, ¿por qué pienso que mi madre pudo tener una familia numerosa? Porque en casa
había tres mujeres para cuidarnos: mi madre, mi abuela y una tía que era soltera. Además, había relación con las vecinas pero, ahora, en las ciudades,
esto es imposible. En pueblos pequeños todavía se puede, pero en ciudades es impensable. A veces, una madre, aún teniendo a su madre en la misma ciudad,
puede que la tenga a hora y media de metro, que no la tenga al lado. Y, a veces, las madres viven en un bloque de pisos donde no conocen a la mayoría de
sus vecinos o, si los conocen, quizás ellos no están criando, o no hay suficiente confianza como para dejarles a los niños. Esto es un obstáculo importante
a la hora de criar, pero aún hay otro: ahora los niños están mal vistos en casi todos los sitios. Cuando yo era pequeña, todos los niños íbamos a misa,
y nos divertíamos pasándonos los misales. Ahora, entras en una tienda con un niño y es muy posible que la dependienta te mire mal, como pensando “a ver
ahora éste qué va a hacer”. ¡Hay bodas a las que ni siquiera invitan a los niños! Entonces, la madre se encuentra en la situación de tener que buscar a
alguien que le cuide al niño o no puede ir a la boda porque lo tiene ella.
¿Es tal vez por eso que hemos llegado a confiar más en los profesionales de la crianza (pediatras, psicólogos, etc) que en nuestras propias madres o en
nuestro instinto?
Sí, cuando te encuentras sola, a veces pierdes la seguridad en ti misma y, muchas veces, el profesional es la única persona cercana a la madre que entiende
de crianza.
En estas circunstancias, ¿cómo podemos conciliar la vida familiar con la laboral?
¡Yo tengo el secreto de la conciliación!
Cuéntamelo…
La conciliación de la vida laboral y familiar es una ley que tiene un nombre muy largo pero muy poco contenido. En los países escandinavos hay dos años
de baja maternal. Aquí dicen que no hay dinero para eso y se ponen a construir más guarderías. La guardería es un mal menor, atenta contra la salud de
los niños, porque muchos se ponen enfermos y, si se quedaran en casa, eso no pasaría tanto. Pero, claro, muchas madres quieren ir a trabajar. ¿Cómo lo
arreglamos? El otro día calculé cuánto cuesta una plaza de guardería por niño al mes. Hay que contar el personal, los materiales, la luz, la calefacción,
etc, pero también el edificio. Cada plaza sale por una media de 2000 euros al mes. Creo que el Estado debería darles a las madres un cheque de 1500.-€
al mes por cada niño y que cada madre pudiera decidir si se lo gasta en la guardería, en una canguro o si le compensa dejar de trabajar para cuidarlo ella.
Eso sí, todas las guarderías deberían tener una “tarifa plana” de 1500 euros. Así se gastaría lo mismo que se está gastando ahora pero las madres tendrían
más opciones.
El otro día leía que una de las ventajas de la crisis económica es que las familias ya no tienen el dinero necesario para pagar guarderías y, en cambio,
tienen el tiempo disponible para cuidar a los hijos en casa.
Exacto. Esto, junto con lo que hacen los países nórdicos que, si una madre se presenta a un proceso de selección laboral se le equiparan los años de antigüedad,
haría que todo fuera más fácil.
¿La conciliación también pasa por un cambio de chip de las madres?
Sí, aunque la madre siempre tiene el derecho de elegir.
¿No te parece que cada vez hay más madres desnaturalizadas, que actúan en función del “qué dirán” en vez de hacer lo que sienten que es correcto?
Muchas veces reproducen el estilo de crianza que ellas mismas recibieron. Hace una treintena de años, dejar llorar a los niños era algo bastante normal.
Creo que hubo un momento, a partir de los años 60, en que empezó a haber este tipo de ideas y, claro, las madres de hoy son las que fueron criadas así.
Sí, nosotras somos la generación del biberón, el chupete y la cuna…
Muchas veces me encuentro con madres que dicen: “mi madre me pegaba y no he salido tan mal”. ¡Ah, pero no saben cómo habrían salido si las hubieran tratado
de otra manera! Por eso hay madres que no saben responder a las necesidades del niño, porque sus propias necesidades no fueron cubiertas en su día. Algunas
han hecho el proceso y han cambiado, pero otras, no.
Una vez vino a mi consulta un matrimonio con un hijo adolescente con un ”currículum”… Yo siempre digo que no hay adolescentes malos, pero éste rayaba la
línea: pegaba en la escuela, en casa, etc. El padre decía: “no sé cómo nos ha salido así, porque no le hemos dejado pasar ni una”. Le habían pegado con
zapatillas, cinturones, etc., le habían castigado… Y no entendía cómo les había “salido así”. Bueno, yo lo puedo imaginar… Y ellos lo habían tratado así
pensando que era por su bien.
Con esta falta de tribu y buscando consejo en los profesionales, la crianza ha llegado a internet. ¿Es bueno, malo o depende?
Yo creo que, en general, es más bueno que malo. Lo que pasa es que hay que enseñar a la gente a tener criterio cuando entra en internet. Hay foros que
los montan los medios de comunicación, por ejemplo. Tienes que ver dónde te metes. A lo mejor un medio de comunicación puede montar un buen foro de política,
pero de crianza quizás no. Sin embargo, aunque el foro sea malo, la gente deja mensajes contradictorios y, al menos, puedes darte cuenta de que hay más
gente. Así, a veces, la gente empieza a buscar y encuentra otras cosas.
Si pudieras darle únicamente un consejo a una madre primeriza, ¿cuál sería?
Amor. Ya lo dijo San Juan: “ama y haz lo que quieras”. ¿Por qué mi marido y yo llevamos tantos años juntos? Por amor. No hay más.
Pero la gente sigue buscando métodos, quieren saber qué hacer exactamente en cada momento…
Cierto, pero la gente se tiene que acostumbrar a que en las relaciones humanas no hay métodos. Si los hubiera, los psicólogos no existiríamos. Habría máquinas
donde introducirías el tipo de problema y saldría la respuesta. Las personas son diferentes: lo que sirve para una puede no servir para otra. Hay gente
que se agobia mucho y necesita que le des rutinas porque, siguiéndolas, tendrá la sensación de estar haciendo lo correcto y se tranquilizará. Pero a una
persona más meticulosa no le des rutinas, porque le dará un ataque el día que se pase 5 minutos de la hora. Es exactamente igual que enseñar a los niños.
El mismo método no te sirve para enseñar lo mismo a dos niños distintos. Tenemos que acostumbrarnos a que hay cosas que no pueden enseñarse con métodos.
Y aquí está lo bonito de la crianza: que no somos robots.
¿Estamos aprendiendo? ¿Cómo ves la crianza una generación más adelante?
Creo que vamos por el buen camino. Llegó un momento, en los años noventa, que tocamos fondo, pero ahora volvemos a remontar. Las tasas de lactancia están
aumentando año tras año. Esto es un hecho significativo.
¿Qué se le dice, por ejemplo, a una madre que cree que dar el pecho todo el día es malo, no ya para el bebé, sino para la propia madre?
Que está equivocada. Debería tener un buen pediatra que le dijera que lo de las tres horas pasó a la historia hace años… Pero, claro, si el pediatra le
sigue diciendo lo de las tres horas, la pobre mujer se va a desesperar. Yo llevaba a mis hijos todo el día en la mochila: el niño podía mamar cuando quería,
pero no se veía ni el bebé ni el pecho.
Aquí no se ven muchos portabebés…
En las ciudades cada vez se ven más, por un simple motivo de comodidad porque, si vas en metro o en bus, con el carrito no puedes. En la ciudad te tienes
que espabilar sola y, si usas una bandolera, vas mucho más cómoda porque no ocupa espacio y te deja las dos manos libres. Por eso mucha gente la usa aunque
no tenga este estilo de crianza.
¿Qué nos pasa con la comida, que nos da tantos problemas? Ponemos normas a los niños y, después, cuando son adolescentes, tienen trastornos de alimentación,
obesidad, etc. ¿No tendrá algo que ver?
Claro que sí. Yo siempre digo que, mientras las gente siga criando de esta forma, a mi no me va a faltar el trabajo. De mis pacientes, puedo decir que,
los que traen a los niños cuando son pequeños, un alto porcentaje tiene un estilo de crianza más respetuosa con el niño: los traen en bandoleras, quieren
que duerma sin dejarlo llorar, hacen consultas sobre lactancia, etc. Pero los que los traen cuando son adolescentes, son precisamente los otros.
¿Podemos hablar de niños ferberizados, estivillizados y compañía? ¿Qué pasa con estos niños cuando crecen?
Según los estudios, hay aproximadamente un 20% de niños que no tendrán ningún trauma porque se les haya aplicado este tipo de método. Y un 80% que sí.
Ése 20% existe. Lo que nosotros hemos podido demostrar es que va en función de la edad. Estivill dice que el método no ha de aplicarse antes de los 7 meses
de edad ni después de los cinco años. Cuanto más pequeño es el niño, más posibilidades tiene de traumatizarse. En cambio, si coges a un niño de cinco años
y le dices que tiene que quedarse sólo en la habitación y dormirse, el niño llorará pero no pasará miedo. Sin miedo, no se desencadena el mecanismo neuronal
que haría que se traumatizara. Por eso, este tipo de métodos indica que, después de los cinco años, no funciona. Y no funciona porque el niño ya no tiene
miedo. Seguro que no le gusta estar sólo en la habitación, pero es posible que no le de miedo. Es como si intentaras aplicarle el método a un adolescente.
No funcionaría, porque no tendría miedo. Otro factor determinante de futuras secuelas, además de la edad (relacionada con el miedo), es el pack que lo
acompaña. Normalmente, la gente que compra este tipo de libros, también compra otros con títulos como “Espera”, “Aguantate”, “No lo toques, no lo abraces”,
“Llévalo a la guarde a los 4 meses”, etc. Por eso, cuando llegan a consulta, no es que tengamos que desmontar el método Estivill, es que tenemos que desmontar
el pack entero. En cambio, hay madres que han aplicado el método pero que han tratado al niño con respeto y con amor. Por tanto, ¿el método Estivill tiene
secuelas? Sí. ¿Siempre? No. Y la gradación va en función de la edad de aplicación y del pack que lo acompaña. Creo que es importante realizar esta puntualización.
Si hemos aplicado el método Estivill y nos arrepentimos, ¿cómo podemos llevarnos al niño a la cama familiar?
Pues llevándolo.
Pero, si ahora duerme sólo, ¿cómo sabemos si está durmiendo bien o si está traumatizado?
Si se ha hecho y ha funcionado, hay que observar al niño cuando va a acostarse. Si el niño está contento y tranquilo –y eso ningún profesional lo puede
ver mejor que una madre- entonces es que duerme bien y será suficiente con “compensarlo” durante el día con mucho amor y dedicación. Ahora bien, si ese
niño, cuando llega la hora de acostarse, empieza a estar inquieto, a sentirse mal, etc, entonces es que no duerme bien. Si no funciona, cambia. Llévatelo
a la cama familiar.
Hablemos de la tele. Parece que hay una especie de movimiento anti-tele…
Yo estoy en contra de ese movimiento contra la tele, las máquinas y las pantallas. Yo paso ocho horas al día delante de un ordenador, ¿y qué? La tele,
el ordenador, la Play, etc no son malos en si mismos. Lo que puede ser perjudicial son los juegos que hay dentro, el contenido. Jugar a un Brain Training
o a un juego para aprender inglés me parece perfecto En cambio, jugar a matar ancianas o a atropellarlas con un coche, eso ya no me parece bien. Lo malo
no es la tecnología, sino el uso que hacemos de ella. Hay que buscarles juegos adecuados y estar con ellos. Acompañarles, ver qué hacen, a qué juegan,
qué se descargan por internet, etc.
Ahora, en el sistema educativo se quiere poner un ordenador para cada niño, por lo que estarán seis horas diarias delante de la pantalla. Y ahora hay madres
que se quejan porque están tres horas jugando a la Play o viendo la tele. Hay que tener en cuenta que un niño “enganchado” debe ser, necesariamente, mayor
de 5 o 6 años. Antes no se enganchan. Quizás algunos dibujos les llamen mucho la atención, pero ningún niño de menos de 5 años pasaría cuatro horas seguidas
viendo a Pocoyó. En cuanto a los niños de 5 años en adelante, hay que tener varias cosas en cuenta: si va al cole, más o menos de 9 a 5 no estará delante
de la tele. Si llega a casa, merienda y hace los deberes, antes de las 6 o las 7 tampoco verá la tele. Si además, es hijo único, no tiene hermanos con
los que jugar y tampoco puede bajar al parque porque vive en una ciudad, ¿qué podemos pretender que haga? Pues mirará la tele o jugará a las maquinitas
durante tres horas porque es el tiempo que tiene disponible. Además, muchas veces la madre ve más horas la tele que el niño y no considera que ella esté
enganchada. Para mí, un niño enganchado es aquel que deja de hacer otras cosas por estar delante de la pantalla; que no va con sus amigos cuando éstos
van a buscarle, que dice que no a cualquier plan que se le proponga. Y de ésos, todavía no he visto a ninguno. Otra cosa es que le propongas ir a casa
de la abuela y te diga que no, pero eso quizás sea porque el ordenador es más bonito y agradable que la casa de la abuela. Pero si le ofreces algo bueno
y dice que sí, entonces no está enganchado. Si se está aburriendo y no tiene nada mejor que hacer, entonces las máquinas y las pantallas me parecen bien,
siempre que los contenidos sean adecuados y no deje de hacer otras cosas. Obviamente, entre hacer deberes y jugar a la Play, elegirá la Play.
Decías que hay que darles a los niños modelos, valores y normas. ¿No sería más adecuado sustituir las normas por principios? Es decir, en vez de poner
una norma que diga que cada día comemos una pieza de fruta, usar el principio de que comemos alimentos saludables para mantener nuestra salud, por ejemplo.
Los principios los incluyo en los valores. Por ejemplo, la honradez es un principio o valor. Cuando hablo de normas, me refiero a la convivencia. Es decir,
los niños han de ir atados en el coche porque si no, nos parará la guardia urbana. Esto es una norma y le tenemos que explicar al niño que no la hemos
puesto porque sí, sino que es una norma social. Las normas son aquellas sobre las que no tienes elección y, por eso, se las tienes que explicar. Aparte,
hay otra serie de normas que funcionan en casa. Por ejemplo, en mi casa, ni se grita ni se insulta. Es una norma de convivencia.
Claro, ésta es una norma que se fundamenta en un valor o en un principio, pero luego hay otras normas que muchas familias establecen arbitrariamente, como
que sólo se comen chuches los sábados, por ejemplo. ¿Cómo puede un niño de tres años distinguir un sábado de un miércoles? ¿Cómo va a comprender que un
día puede y otro no?
Las familias tienen derecho a establecer este tipo de normas, pero deben ponerlas a partir de los dos años de edad. Con un niño más pequeño, sencillamente,
lo que no quieras que haga, intenta que no lo vea. Si no quieres que juegue con cuchillos, no los dejes a la vista. Si no quieres que coma chuches, no
se las pongas delante. Si no quieres que rompa la vajilla de cristal, tenla guardada donde no la vea. A partir de los dos años, como tienen más capacidad
de razonamiento y de lenguaje, se lo puedes explicar. Cada cosa a su tiempo. Por ejemplo, mis hijos entienden que los cromos sólo se compran el día que
vamos al quiosco, que es el domingo, porque los otros días no gastamos el dinero en cromos. Detrás de esta norma tenemos el principio de aprender a administrar
el dinero.
Háblame de los castigos y las consecuencias.
¿Castigos? A mí no me gusta castigar a nadie. Yo no castigo a mis secretarias, ni a mi marido, ni a mi hermana. No castigo a nadie, ¿por qué iba a castigar
a mis hijos? Entiendo que si un niño tira las cáscaras de las pipas al suelo, se las hagas recoger, porque es la consecuencia natural: si ensuciamos, limpiamos.
Eso no es un castigo.
¿Se aprende a distinguir las consecuencias de los castigos?
En ese momento, pienso que pasaría si eso pasara con mi marido. ¿Sería un comportamiento aceptable?
Por último (por falta de tiempo, que no de ganas) recomiéndanos tres libros de crianza que no sean tuyos.
Todos los de Carlos González; éstos, los primeros. Coge cualquiera de ellos, que todos son buenos.
Me gustaría recomendar alguno de lactancia materna por la importancia del tema, porque creo que es bueno que la gente empiece a hacerlo. Hay un libro de
la Asociación Española de Pediatría, el Manual nº 5, que es un monográfico sobre lactancia materna.
También el de "Cómo hablar para que los hijos escuchen y cómo escuchar para que los hijos hablen", de Adele Faber y Elaine Mazlish.
Y, aparte, en mi libro Crianza Feliz hay libros recomendados en cada capítulo y todos están muy bien.
Desde aquí, le agradezco a Rosa el tiempo y la atención que me dedicó; y a Nuria y a Úrsula por haberla elegido a ella para dar la charla a los padres
de alumnos.
Entrevista realizada por
Laura Mascaró Rotger,
abogada, autora del libro
Educación y Libertad,
y del blog
Tarkus Kids.
Extraído de:
http://www.tenemostetas.com/2010/05/entrevista-con-rosa-jove.html