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Paz y Ciencia

viernes, 6 de junio de 2014

Sobre la teoría de la ansiedad y la culpa


SOBRE LA TEORÍA DE LA ANSIEDAD Y LA CULPA  1948

            Mis conclusiones sobre la ansiedad y la culpa se han desarrollado gradualmente a lo largo de varios años; puede ser útil recapitular los pasos por los que llegué a ellas.

I

            Sobre los orígenes de la ansiedad, Freud estableció la hipótesis de que la ansiedad surge de una transformación directa de la libido. En Inhibición, síntoma y angustia revisó sus diversas teorías sobre el origen de la ansiedad. En sus propias palabras: "Me propongo reunir, con toda imparcialidad, todos los datos que tenemos sobre la ansiedad y renunciar a la idea de hacer cualquier síntesis inmediata de ellos". Volvió a decir que la ansiedad surge de la transformación directa de la libido, pero ahora parecía atribuir menos importancia a este aspecto "económico" del origen de la ansiedad. Puntualizó esta concepción en las siguientes palabras: "Todo el asunto puede ser aclarado, según creo, si nos mantenemos en el enunciado preciso de que, como resultado de la represión, el curso que se propone seguir el proceso excitatorio en el ello no ocurre de ningún modo; el yo logra inhibirlo o desviarlo. Si esto es así, desaparece el problema de 'transformación del afecto' bajo la represión". Y: "El problema de cómo surge la ansiedad en conexión con la represión puede no ser un problema simple; pero podemos mantener legítimamente la opinión de que el yo es el asiento real de la ansiedad y desechar nuestra idea anterior de que la energía catéctica de un impulso reprimido se convierte automáticamente en ansiedad".
            Con respecto a las manifestaciones de ansiedad en niños pequeños, Freud dijo que la ansiedad surge porque el niño "extraña a alguien a quien ama y anhela". En conexión con la ansiedad primordial de la niña, describió el temor infantil a la pérdida de amor en términos que en alguna medida parecen aplicarse a niños de ambos sexos: "Si la madre está ausente o ha retirado su amor del niño, ya no está seguro de que sus necesidades serán satisfechas y puede quedar expuesto a los más dolorosos sentimientos de tensión".
            En las Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis, refiriéndose a la teoría de que la ansiedad surge de una transformación de la libido insatisfecha, Freud dijo que esta teoría "ha encontrado cierto apoyo en algunas fobias casi universales de los niños pequeños... Las fobias de los niños y la expectativa ansiosa de la neurosis de ansiedad sirven como dos ejemplos de una forma en que surge la ansiedad neurótica; esto es, a través de una transformación directa de la libido".
            Dos conclusiones, a las que volveré más tarde, pueden ser extraídas de este pasaje y otros similares: a) en niños pequeños es la excitación libidinal insatisfecha lo que se convierte en ansiedad; b) el contenido más temprano de la ansiedad es el peligro que siente el niño de que sus necesidades no sean satisfechas porque la madre está ausente.

II

            En lo que respecta a la culpa, Freud sostenía que tiene su origen en el complejo de Edipo y surge como secuela de éste. Sin embargo, hay párrafos en los que Freud se refirió claramente al conflicto y la culpa que surgen en un estadío mucho más temprano de la vida. Escribió: "...la culpa es la expresión del conflicto de ambivalencia, la eterna lucha entre Eros y el instinto destructivo o de muerte" (la cursiva es mía). Y también: "...una intensificación del sentimiento de culpa, resultante delconflicto innato de ambivalencia, de la eterna lucha entre las tendencias de amor y de muerte..."[1] (la cursiva es mía).
            Además, hablando de la opinión propuesta por algunos autores de que la frustración intensifica el sentimiento de culpa, Freud dijo: "¿Cómo debe entonces explicarse dinámica y económicamente que un incremento del sentimiento de culpa aparezca en lugar de un deseo erótico insatisfecho? Esto sólo puede suceder seguramente en forma indirecta: la amenaza a la frustración de la gratificación erótica provoca agresividad contra la persona que interfirió con la gratificación, y entonces esta tendencia a la agresión tiene que ser suprimida a su vez. Entonces, después de todo, es sólo la agresividad lo que se convierte en culpa, al ser suprimida y traspasada al superyó. Estoy convencido de que muchos procesos admitirán una explicación más simple y clara si restringimos a los instintos agresivos los descubrimientos del psicoanálisis sobre el origen del sentimiento de culpa[2]'' (la cursiva es mía).
            Aquí Freud estableció sin lugar a dudas que la culpa deriva de la agresividad, y esto, junto con las frases arriba citadas (''conflicto innato de ambivalencia"), señalaría que la culpa surge en un estadío muy temprano del desarrollo. Pero, enfocando globalmente las ideas de Freud, tal como las encontramos resumidas otra vez en las Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis, está claro que él mantenía su hipótesis de que la culpa surge como secuela del complejo de Edipo.
            Abraham, particularmente en su estudio de la organización libidinal[3], esclareció mucho las fases más tempranas del desarrollo. Sus descubrimientos en el campo de la sexualidad infantil estaban ligados a un nuevo enfoque sobre el origen de la ansiedad y la culpa. Abraham sugirió que "En el estadío del narcisismo con fin sexual canibalista, la primera prueba de inhibición instintiva aparece en forma de ansiedad mórbida. El proceso de superar los impulsos canibalistas está íntimamente ligado al sentimiento de culpa, que aparece en primer plano como típico fenómeno inhibitorio perteneciente al tercer estadío (primer estadío anal-sádico)".
            Abraham contribuyó así fundamentalmente a nuestra comprensión de los orígenes de la ansiedad y la culpa, ya que fue el primero en señalar la conexión entre ansiedad y culpa y deseos canibalistas. Comparó su breve visión del desarrollo psicosexual con un "horario de trenes expresos en el que sólo se señalaban las estaciones más importantes en las que éstos paran". Sugirió que "las paradas intermedias no pueden ser señaladas en un resumen de este tipo".

III

            Mi propia labor no sólo corroboró los descubrimientos de Abraham sobre la ansiedad y la culpa y mostró su importancia en la perspectiva adecuada, sino que también los desarrolló aun más, relacionándolos con un cierto número de hechos nuevos descubiertos en los análisis de niños pequeños.
            Cuando analicé situaciones de ansiedad infantiles, reconocí la importancia fundamental de los impulsos y fantasías sádicas de todas las fuentes, que convergen y alcanzan su clímax en los estadíos más tempranos del desarrollo. También llegué a ver que, como consecuencia de los procesos tempranos de introyección y proyección, se establecen dentro del yo, junto a objetos extremadamente "buenos'', objetos extremadamente terroríficos y persecutorios. Estas figuras están concebidas a la luz de los propios impulsos y fantasías agresivos del bebé, o sea que él proyecta su propia agresividad en las figuras internas que forman parte de su superyó temprano. A la ansiedad de estas fuentes se agrega la culpa proveniente de los impulsos agresivos del bebé contra su primer objeto amado, tanto externo como internalizado[4].
            En un artículo posterior[5] ilustré con un caso extremo los efectos patológicos de la ansiedad provocados en los bebés por sus impulsos destructivos, y llegué a la conclusión de que las defensas más tempranas del yo (en el desarrollo normal tanto como en el anormal), se dirigen contra la ansiedad provocada por impulsos y fantasías agresivos[6].
            Algunos años más tarde, en mi intento de lograr una comprensión más completa de las fantasías sádicas infantiles y de su origen, me vi llevada a aplicar la hipótesis de Freud de la lucha entre los instintos de vida y muerte al material clínico logrado en análisis de niños pequeños. Recordemos que según Freud: "La actividad de los peligrosos instintos de muerte dentro del organismo individual es manejada en formas diversas; en parte se los vuelve inofensivos al fusionarlos con componentes eróticos, en parte se los desvía hacia el mundo externo en la forma de agresión, en tanto que en su mayor parte continúan indudablemente su obra interna sin obstáculos"[7].
            Siguiendo esta línea de pensamiento adelanté la hipótesis[8] de que la ansiedad es provocada por el peligro que amenaza al organismo proveniente del instinto de muerte; y sugerí que ésta es la causa primaria de ansiedad. La descripción de Freud de la lucha entre los instintos de vida y de muerte (que conduce a la desviación hacía afuera de una porción del instinto de muerte y a la fusión de los dos instintos) conduciría a la conclusión de que la ansiedad se origina en el miedo a la muerte.
            En su artículo sobre el masoquismo[9] Freud extrajo algunas conclusiones fundamentales sobre las conexiones entre masoquismo e instinto de muerte, y consideró bajo esta luz las diversas ansiedades que surgen de la actividad del instinto de muerte vuelto hacia adentro. Entre estas ansiedades, sin embargo, no menciona cl miedo a la muerte.
            En Inhibición, síntoma y angustia, Freud expuso sus razones para no considerar el miedo a la muerte (o miedo por la vida) como ansiedad primaria. Basó su enfoque en su observación de que "el inconsciente no parece contener nada que sustente el concepto de aniquilación de la vida". También señaló que nada parecido a la muerte puede nunca ser vivenciado, excepto posiblemente el desmayo, y concluyó que "el miedo a la muerte debe considerarse como análogo al miedo a la castración''.
            Yo no comparto su enfoque porque mis observaciones analíticas muestran que hay en el inconsciente un temor a la aniquilación de la vida. Pienso también que si suponemos la existencia de un instinto de muerte, también debemos suponer que en las capas más profundas de la mente hay una reacción a este instinto en la forma de temor a la aniquilación de la vida. Así, a mi entender, el peligro que surge del trabajo interno del instinto de muerte es la primera causa de ansiedad[10]. Como la lucha entre los instintos de vida y muerte persiste a lo largo de la vida, esta fuente de ansiedad nunca se elimina e interviene como factor constante en todas las situaciones de ansiedad.     Mi opinión de que la ansiedad se origina en el temor a la aniquilación deriva de la experiencia reunida en análisis de niños pequeños. Cuando en estos análisis se reviven y repiten las primeras situaciones de ansiedad del bebé, el poder inherente a un instinto en última instancia dirigido contra el yo puede ser detectado con tal fuerza que su existencia aparece más allá de toda duda. Esto sigue siendo cierto incluso cuando consideramos también el papel que juega la frustración, interna y externa, en las vicisitudes de los impulsos destructivos. No es éste el lugar para una prueba detallada que sustente mi argumentación, pero citaré a modo de ilustración un caso mencionado en El psicoanálisis de niños. Un niño de 5 años solía imaginarse que tenía toda clase de animales salvajes, tales como elefantes, leopardos, hienas y lobos, que lo ayudaban contra sus enemigos. Representaban objetos peligrosos -perseguidores- que había domesticado y podía usar como protección contra sus enemigos. Pero surgió en el análisis que representaban también su propio sadismo: cada animal representaba una fuente específica de sadismo v los órganos utilizados en conexión con esto. Los elefantes simbolizaban su sadismo muscular, sus impulsos a atropellar y patear. Los leopardos que desgarran, representaban sus dientes y uñas y las funciones de éstos en los ataques que él hacia. Los lobos simbolizaban sus excrementos investidos con propiedades destructivas. A veces se asustaba mucho pensando que los animales salvajes que había domesticado podrían volverse contra él y exterminarlo. Este temor expresaba su sensación de estar amenazado por su propia destructividad (tanto como por perseguidores internos).
            Como he ilustrado con este caso, el análisis de las ansiedades que surgen en los niños pequeños nos enseña mucho sobre las formas en que el miedo a la muerte existe en el inconsciente, es decir, sobre el papel que juega este miedo en diversas situaciones de ansiedad. Ya he mencionado el articulo de Freud sobre "El problema económico del masoquismo", que está basado en su descubrimiento del instinto de muerte. Tomemos la primera situación de ansiedad que Freud enumeró:  "el temor de ser devorado por el animal totémico (el padre)". Esto, a mi entender, es una expresión no disfrazada del temor a la total aniquilación del yo. El temor a ser devorado por el padre deriva de la proyección de los impulsos del bebé a devorar sus objetos. De esta forma, primero el pecho de la madre (y la madre) se convierte en la mente del bebé en un objeto devorador[11], y estos temores pronto se extienden al pene del padre y al padre. Al mismo tiempo, como devorar implica desde el principio la internalización del objeto devorado, se siente el yo como conteniendo objetos devorados y devoradores. Así se construye el superyó a partir del pecho devorador (la madre), al que se agrega el pene devorador (el padre). Estas figuras internas crueles y peligrosas se convierten en representantes del instinto de muerte. Simultáneamente, el otro aspecto del superyó temprano se forma primero por el pecho bueno internalizado (al que se agrega el pene bueno del padre), que se siente como un objeto interno que alimenta y protege, y como representante del instinto de vida. El temor de ser aniquilado incluye la ansiedad de que el pecho bueno interno sea destruido, ya que este objeto se siente como indispensable para la preservación de la vida. La amenaza al yo proveniente del instinto de muerte operando interiormente está ligada a los peligros que se siente provenir de la madre y padre devoradores internalizados, y valen como miedo a la muerte.
            Según esta concepción, el temor a la muerte interviene desde el principio en el temor al superyó, y no es, como señalaba Freud, una "transformación final'' del temor al superyó[12].Volviéndonos hacia otra situación fundamental de peligro que Freud mencionó en su articulo sobre el masoquismo, esto es, el temor a la castración, yo sugeriría que el temor a la muerte interviene en el temor a la castración y lo refuerza, y no es ''análogo'' a él[13]Como los genitales no son sólo la fuente de la más intensa gratificación libidinal, sino también representantes de Eros, y como la reproducción es la forma esencial de contrarrestar la muerte, la pérdida de los genitales significaría el fin del poder creativo que preserva y perpetúa la vida.

IV

            Si tratamos de visualizar en forma concreta la ansiedad primaria, el miedo a la aniquilación, debemos recordar el desamparo del bebé ante los peligros internos y externos. Yo sugiero que la situación primaria de peligro que surge de la actividad del instinto de muerte dentro de sí es sentida por el bebé como un ataque abrumador, como persecución. Consideremos primero en relación con esto algunos de los procesos que siguen a la desviación hacia afuera del instinto de muerte y las formas en que dichos procesos influyen en las ansiedades referidas a las situaciones externas e internas. Podemos suponer que la lucha entre los instintos de vida y muerte opera ya durante el nacimiento y acentúa la ansiedad persecutoria provocada por esta dolorosa experiencia. Parecería que esta experiencia tiene el efecto de hacer que el mundo externo, incluyendo el primer objeto externo, el pecho de la madre, parezca hostil. A esto contribuye el hecho de que el yo vuelve los impulsos destructivos contra este objeto primario. El bebé siente que la frustración por el pecho, que de hecho implica peligro para la vida, es la retaliación por sus impulsos destructivos hacia él y que el pecho frustrante lo está persiguiendo. Además, proyecta sus impulsos destructivos en el pecho, es decir, desvía hacía afuera el instinto de muerte; y de esa forma, el pecho atacado se convierte en el representante externo del instinto de muerte[14]. El pecho "malo" es también introyectado y esto intensifica, como podemos suponer, la situación de peligro interno, o sea, el temor a la actividad del instinto de muerte en el interior. Porque por la internalización del pecho "malo", la porción del instinto de muerte que ha sido desviada hacia afuera, con todos sus peligros asociados, se vuelve otra vez hacía adentro y el yo liga su temor a sus propios impulsos destructivos al objeto interno malo. Estos procesos bien pueden suceder simultáneamente y por consiguiente mí descripción de ellos no debe tomarse como explicación cronológica. Para resumir: el pecho externo frustrador (malo) se convierte, debido a la proyección, en el representante externo del instinto de muerte; a través de la introyección refuerza la situación primaria interna de peligro; esto conduce a una necesidad mayor por parte del yo de desviar (proyectar) los peligros internos (principalmente la actividad del instinto de muerte) en el mundo externo. Hay por consiguiente una fluctuación constante entre el temor a los objetos malos internos y externos, entre el instinto de muerte actuando dentro y desviado hacía afuera. Aquí vemos un aspecto importante de la interacción -desde el principio de la vida- entre proyección e introyección. Los peligros externos se experimentan a la luz de peligros internos y por consiguiente se intensifican; por otra parte, cualquier peligro que amenaza desde afuera intensifica la perpetua situación interna de peligro. Esta interacción existe en cierto grado a todo lo largo de la vida. El hecho mismo de que la lucha ha sido, en alguna medida, externalizada, alivia la ansiedad. La externalización de las situaciones internas de peligro es uno de los primeros métodos de defensa del yo contra la ansiedad y sigue siendo fundamental a lo largo del desarrollo.
            La actividad del instinto de muerte vuelto hacia afuera, tanto como su operación interna, no pueden ser consideradas aparte de la actividad simultánea del instinto de vida. Lado a lado con la desviación hacia afuera del instinto de muerte, el instinto de vida se liga por medio de la libido al objeto externo, el pecho gratificador (bueno), que se convierte en el representante externo del instinto de vida. La introyección de este objeto bueno refuerza el poder del instinto de vida en el interior. El pecho bueno internalizado, que se siente como fuente de la vida, forma una parte vital del yo y preservarlo se convierte en una necesidad imperiosa. La introyección de este primer objeto amado está por consiguiente inextricablemente ligada a todos los procesos engendrados por el instinto de vida. El pecho bueno internalizado y el pecho malo devorador forman el núcleo del superyó en sus aspectos bueno y malo; son los representantes dentro del yo de la lucha entre los instintos de vida y muerte.
            El segundo objeto parcial importante a ser introyectado es el pene del padre, al que también se atribuyen cualidades buenas y malas. Estos dos objetos peligrosos -el pecho malo y el pene malo- son los prototipos de los perseguidores internos y externos. Las experiencias de carácter doloroso, frustraciones de fuentes interna y externa que se sienten como persecución, se atribuyen primero a los objetos perseguidores externos e internos. En todas estas experiencias, la ansiedad persecutoria y la agresión se refuerzan mutuamente. Porque mientras los impulsos agresivos del bebé juegan a través de la proyección un papel fundamental en la construcción de figuras persecutorias, estas mismas figuras aumentan su ansiedad persecutoria y a su vez refuerzan sus impulsos y fantasías agresivos contra los objetos externos e internos sentidos como peligrosos.
            Las perturbaciones paranoides de los adultos se basan, a mi entender, en la ansiedad persecutoria vivenciada en los primeros meses de vida. En el paciente paranoide, la esencia de sus temores de persecución es la sensación de que hay un agente hostil que está empeñado en infligirle sufrimiento, daño y finalmente aniquilación. Este agente perseguidor puede estar representado por una o por muchas personas o incluso por fuerzas de la naturaleza. El ataque temido puede tomar innumerables formas, especificas en cada caso; pero la raíz del temor persecutorio en el individuo paranoide es, creo, el temor a la aniquilación del yo; en última instancia, por el instinto de muerte.

V

            Discutiré ahora más específicamente la relación entre culpa y ansiedad, y en conexión con esto reconsideraré primero algunas de las ideas de Freud y de Abraham con respecto a la ansiedad y la culpa. Freud enfocó el problema de la culpa desde dos ángulos principales. Por una parte, no cabe duda de que para él la ansiedad y la culpa están estrechamente conectadas. Por otra parte, llegó a la conclusión de que el término "culpa" sólo se aplica con respecto a manifestaciones de conciencia que son resultado del desarrollo del superyó. El superyó, como sabemos, surge según él como secuela del complejo de Edipo; en niños menores de cuatro o cinco años los términos "conciencia" y "culpa", a su entender, no se aplican aún, y la ansiedad en los primeros años de la vida es distinta de la culpa[15].
            Según Abraham[16], la culpa surge en la superación de los impulsos canibalistas -o sea, agresivos- durante el primer estadío sádico-anal (o sea, en una edad mucho más temprana de lo que suponía Freud); pero Abraham no consideró la diferenciación entre ansiedad y culpa. Ferenczi, que no se ocupaba tampoco de la distinción entre ansiedad y culpa, sugirió que algo cuya naturaleza se asemeja a la culpa surge durante el estadío anal. Llegó a la conclusión que puede haber una especie de precursor fisiológico del superyó, al que llama "moral esfinteriana"[17].
            Ernest Jones, en un artículo publicado en 1929[18], examinó la interacción entre odio, miedo y culpa. Distinguió dos fases en el desarrollo de la culpa y sugirió para el primer estadío el término estadío "prenefando'' de la culpa. Conectó esto con los estadíos pregenitales sádicos del desarrollo del superyó y estableció que la culpa está "siempre e inevitablemente asociada con el impulso de odio". El segundo estadío es "...el estadío de la culpa propiamente dicha, cuya función es proteger contra los peligros externos".
            En mí articulo "Contribución a la psicogénesis de los estados maníaco-depresivos", establecí una diferenciación entre dos formas principales de ansiedad -ansiedad persecutoria y depresiva-, pero señalé que la distinción entre estas dos formas de ansiedad no está claramente delimitada. Tras esta restricción, creo que una diferenciación entre las dos formas de ansiedad es valiosa tanto desde el punto de vista teórico como práctico. En el articulo a que me referí más arriba, llegué a la conclusión de que la ansiedad persecutoria se relaciona principalmente con la aniquilación del yo; la ansiedad depresiva se relaciona principalmente con el daño hecho a los objetos amados internos y externos por los impulsos destructivos del sujeto. La ansiedad depresiva tiene múltiples contenidos, tales como: el objeto bueno está dañado, sufre, está deteriorándose; se convierte en objeto malo; está aniquilado, perdido, y nunca más aparecerá. Llegué también a la conclusión de que la ansiedad depresiva está estrechamente ligada con la culpa y con la tendencia a la reparación.
            Cuando introduje por primera vez mi concepto de la posición depresiva en el artículo a que me referí más arriba, sugerí que la ansiedad depresiva y la culpa surgen con la introyección del objeto como un todo. Mí trabajo posterior en la posición esquizo-paranoide[19], que precede a la posición depresiva, me ha llevado a la conclusión de que a pesar de que en el primer estadío predominan los impulsos destructivos y la ansiedad persecutoria, la ansiedad depresiva y la culpa juegan ya algún papel en la primera relación objetal del bebé, o sea, en su relación con el pecho de la madre.
            Durante la posición esquizo-paranoide, o sea durante los primeros tres o cuatro meses de vida, están en su punto culminante los procesos de escisión, que involucran la escisión del primer objeto (el pecho) tanto como de los sentimientos hacia él. El odio y la ansiedad persecutoria se ligan al pecho frustrador (malo), y el amor y el reaseguramiento al pecho gratificador (bueno). Sin embargo, incluso en este estadío dichos procesos de escisión nunca son completamente eficaces; porque desde el principio de la vida el yo tiende a integrarse y a sintetizar los diferentes aspectos del objeto. (Esta tendencia puede ser considerada como expresión del instinto de vida). Parece que hay estados transitorios de integración incluso en bebés muy pequeños -que se vuelven más frecuentes y duraderos a medida que progresa el desarrollo- en los que el clivaje entre el pecho bueno y el malo está menos marcado.
            En tales estados de integración surge cierto grado de síntesis entre el amor y el odio en relación con los objetos parciales, que según mi opinión actual da origen a la ansiedad depresiva, a la culpa y al deseo de reparar el objeto amado dañado, ante todo el pecho bueno[20]. Es decir, que ahora vinculo la aparición de la ansiedad depresiva con la relación con los objetos parciales. Esta modificación es el resultado del trabajo posterior en los primeros estadíos del yo y de un reconocimiento más completo del carácter gradual del desarrollo emocional del bebé. No hay cambios en mi concepción de que la base de la ansiedad depresiva es la síntesis entre impulsos destructivos y sentimientos de amor hacía un objeto.
            Consideremos ahora hasta adónde esta modificación influye en el concepto de posición depresiva. Yo describiría ahora esta posición de la siguiente manera: durante el período desde los tres a seis meses surge un considerable progreso en la integración del yo. Tienen lugar cambios importantes en el carácter de las relaciones objetales del bebé y de sus procesos de introyección. El bebé percibe e introyecta a la madre cada vez más como persona completa. Esto implica mayor identificación y una relación más estable con ella. Aunque estos procesos aún se centran principalmente en la madre, la relación del bebé con el padre (y con otras personas de su ambiente) sobrelleva cambios similares, y el padre también se establece en su mente como persona completa. Al mismo tiempo disminuyen en fuerza los procesos de escisión y se relacionan principalmente con objetos totales, en tanto que en el estadío anterior se conectaban principalmente con objetos parciales.
            Los aspectos contrastantes de los objetos y los conflictivos sentimientos, impulsos y fantasías hacía ellos, se unen más en la mente del bebé. Persiste la ansiedad persecutoria y juega su papel en la posición depresiva, pero disminuye en cantidad y la ansiedad depresiva gana primacía sobre la ansiedad persecutoria. Ya que es una persona amada (internalizada y externa) la que se siente dañada por impulsos agresivos, el bebé sufre sentimientos depresivos intensificados, más duraderos que las fugaces experiencias de ansiedad depresiva y culpa del estadío anterior. El yo más integrado se enfrenta ahora cada vez más con una realidad psíquica muy dolorosa -las quejas y reproches que emanan de la madre y el padre internalizados dañados que ahora son objetos totales, personas- y se siente compelido bajo la tensión de un mayor sufrimiento a habérselas con una realidad psíquica dolorosa. Esto lleva a la necesidad dominante de preservar, reparar o revivir los objetos amados: la tendencia a la reparación. Como método alternativo, probablemente simultáneo, de manejar estas ansiedades, el yo recurre intensamente a la defensa maníaca[21].
            La evolución que he descrito implica no sólo importantes cambios cuantitativos v cualitativos en los sentimientos de amor, la ansiedad depresiva y la culpa, sino también una nueva combinación de factores que constituyen la posición depresiva.
            Por la descripción anterior se puede ver que la modificación de mis ideas, referida a la aparición más temprana de la ansiedad depresiva y la culpa, no ha alterado esencialmente mí concepto de la posición depresiva.
            En este punto quisiera considerar más específicamente los procesos por los que aparecen la ansiedad depresiva, la culpa y el impulso a reparar. La base de la ansiedad depresiva es, como he descrito, el proceso por el que el yo sintetiza los impulsos destructivos y los sentimientos de amor hacia un objeto. El sentimiento de que el daño hecho al objeto amado tiene por causa los impulsos agresivos del sujeto, es para mí la esencia de la culpa. (El sentimiento de culpa del bebé puede extenderse a cualquier perjuicio que acontezca al objeto amado, incluso el daño hecho por sus objetos persecutorios.) El impulso a anular o reparar este daño proviene de sentir que el sujeto mismo lo ha causado, o sea de la culpa. Por consiguiente la tendencia reparatoria puede ser considerada como consecuencia del sentimiento de culpa.
            Surge ahora el problema: ¿Es la culpa un elemento de la ansiedad depresiva? ¿Son dos aspectos de un mismo proceso, o una es resultado o manifestación de la otra? En tanto que no puedo actualmente dar una respuesta precisa a este problema, yo sugeriría que la ansiedad depresiva, la culpa y el impulso a reparar se experimentan con frecuencia simultáneamente.
            Parece probable que la ansiedad depresiva, la culpa y la tendencia reparatoria sólo se experimenten cuando sobre los impulsos destructivos predominan los sentimientos de amor hacía el objeto. En otras palabras, podemos suponer que experiencias repetidas de amor superando al odio -en última instancia del instinto de vida superando al instinto de muerte- son una condición esencial para la capacidad del yo de integrarse a sí mismo y de sintetizar los aspectos contrastantes del objeto. En tales estados o momentos la relación con el aspecto malo del objeto, incluyendo la ansiedad persecutoria, ha retrocedido.
            Sin embargo. durante los tres o cuatro primeros meses de vida, estadío en el que surgen (según mi concepción actual) la ansiedad depresiva y la culpa, los procesos de escisión y la ansiedad persecutoria están en su punto culminante. Por consiguiente la ansiedad persecutoria interfiere muy rápidamente con el progreso en la integración y las experiencias de ansiedad depresiva, culpa y reparación sólo pueden ser de carácter transitorio. En consecuencia, el objeto amado dañado puede transformarse rápidamente en perseguidor, y el impulso a reparar o revivir el objeto amado puede convertirse en la necesidad de apaciguar y aplacar al perseguidor. Pero incluso durante el estadío siguiente, la posición depresiva, en la que el yo mas integrado introyecta e instaura cada vez más la persona entera, persiste la ansiedad persecutoria. Durante este periodo, como lo he descrito, el bebé experimenta no sólo aflicción, depresión y culpa, sino también ansiedad persecutoria referida al aspecto malo del superyó; las defensas contra la ansiedad persecutoria existen lado a lado con las defensas contra la ansiedad depresiva.
            He señalado repetidamente que la diferenciación entre ansiedad persecutoria y depresiva está basada en un concepto limite. Sin embargo, en la práctica psicoanalítica cierto número de estudiosos han encontrado que la diferenciación entre ansiedad persecutoria v depresiva es útil para comprender y desembrollar situaciones emocionales. Veamos un caso de un cuadro típico que podemos encontrar en el análisis de pacientes depresivos: durante una sesión un paciente puede sufrir de fuertes sentimientos de culpa y desesperación por su incapacidad de reparar el daño que siente que ha causado. Entonces aparece un cambio completo: el paciente trae repentinamente material de tipo persecutorio. Acusa al analista y al análisis de no hacer otra cosa que daño y expresa quejas que retrotraen a tempranas frustraciones. Los procesos que subyacen a este cambio pueden resumirse como sigue; la ansiedad persecutoria se ha convertido en dominante, ha retrocedido el sentimiento de culpa y con él el amor al objeto parece haber desaparecido. En esta situación emocional alterada, el objeto se ha convertido en malo, no puede ser amado, y entonces los impulsos destructivos hacia él parecen justificados. Esto significa que la ansiedad persecutoria y las defensas han sido reforzadas para escapar a la carga abrumadora de la culpa y desesperación. En muchos casos, por supuesto, el paciente puede mostrar un monto considerable de ansiedad persecutoria junto con culpa, y el cambio a la predominancia de ansiedad persecutoria no siempre aparece tan dramáticamente como lo he descrito aquí. Pero en todos estos casos la diferenciación entre ansiedad persecutoria v depresiva nos ayuda a comprender los procesos que estamos tratando de analizar.
            La distinción teórica entre ansiedad depresiva, culpa y reparación por una parte, y ansiedad persecutoria y defensas contra ella por la otra, no sólo resulta útil en el trabajo analítico, sino que también tiene implicaciones mas amplias. Esclarece muchos problemas conectados con el estudio de las emociones y conducta humanas[22]. Un campo en el que he encontrado este concepto muy esclarecedor es la observación y comprensión de los niños.           Resumiré aquí brevemente las conclusiones teóricas sobre la relación entre ansiedad y culpa que he expuesto en esta sección. La culpa está inextricablemente ligada con la ansiedad (más exactamente, con una forma específica de ella, la ansiedad depresiva); conduce a la tendencia reparatoria y sirve, durante los primeros meses de vida, en conexión con los estadíos mas tempranos del superyó.

VI

            La interrelación del peligro interno primario y el peligro que amenaza desde afuera esclarece el problema de la ansiedad ''objetiva" versus  "neurótica". Freud definió como sigue la distinción entre ansiedad objetiva y ansiedad neurótica: "El peligro real es un peligro conocido, y la ansiedad realista es ansiedad por un peligro conocido de  esta clase. La ansiedad neurótica es ansiedad ante un peligro desconocido. El peligro neurótico es así un peligro que aún tiene que ser descubierto. El análisis nos ha demostrado que es un peligro instintivo''[23]. Y, de nuevo: "Un peligro real es un peligro que amenaza a una persona desde un objeto externo, y un peligro neurótico es uno que lo amenaza con una exigencia instintiva"[24].
            Pero en algunas oportunidades Freud se refirió a la interacción entre estas dos fuentes de ansiedad[25] y la experiencia analítica general nos ha demostrado que la distinción entre ansiedad objetiva y neurótica no puede trazarse netamente.            Volveré aquí al enunciado de Freud de que la causa de la ansiedad es que el niño "extraña a alguien a quien ama y anhela"[26]. Al describir el miedo fundamental del bebé a la pérdida, Freud dijo: "El no puede aún distinguir entre ausencia temporaria y pérdida permanente. En cuanto extraña a su madre se comporta como si no fuera a verla nunca más; y son necesarias repetidas experiencias consolatorias de lo contrario, antes de que aprenda que a su desaparición sigue generalmente su reaparición[27]" (la bastardilla es mía).
            En otro pasaje, en que describe el temor a la pérdida de amor, Freud dijo que es "evidentemente una continuación del miedo del lactante cuando extraña a su madre. Comprenderéis qué situación de peligro real indica este tipo de ansiedad. Si la madre está ausente o ha retirado su amor del niño, ya no puede estar seguro de que sus necesidades serán satisfechas, y puede quedar expuesto a las más dolorosas sensaciones de tensión[28]" (la bastardilla es mía).
            Sin embargo, algunas páginas antes, en el mismo libro, Freud describió esta misma situación de peligro desde el punto de vista de la ansiedad neurótica, lo que parece demostrar que enfocaba esta situación infantil desde los dos ángulos. A mí entender, estas dos fuentes principales del miedo del bebé a la pérdida, pueden definirse como sigue: una es la completa dependencia del niño con respecto a su madre para la satisfacción de sus necesidades y el alivio de la tensión. La ansiedad que surge de esta fuente puede llamarse ansiedad objetiva. La otra fuente importante de ansiedad deriva del temor del bebé de que la madre amada haya sido destruida por sus impulsos sádicos o esté en peligro de serlo, y este miedo -que podría denominarse "ansiedad neurótica"- se relaciona con la madre como objeto externo (e interno) bueno indispensable, y contribuye a la sensación del bebé de que nunca volverá. Hay desde el principio una interacción constante entre estas dos fuentes de ansiedad, es decir, entre la ansiedad objetiva y la neurótica o, en otros términos, la ansiedad de fuente externa y la de fuente interna.
            Además, si el peligro externo está vinculado desde el principio con el peligro proveniente del instinto de muerte, ninguna situación de peligro que surja de fuentes externas puede ser experimentado por el niño pequeño puramente como peligro externo y conocido. Pero no es sólo el bebé el que no puede hacer tan clara diferenciación: en cierta medida la interacción entre situaciones de peligro internas y externas persiste a lo largo de toda la vida[29].            Esto se vio claramente en los análisis llevados a cabo en la época de la guerra. Incluso en adultos normales, la ansiedad provocada por las incursiones aéreas, las bombas, los incendios, etc. -esto es, por una situación de peligro "objetiva"-, sólo podía ser reducida analizando, más allá del impacto de la situación real, las diversas ansiedades tempranas que eran provocadas por ella. En muchas personas la ansiedad excesiva proveniente de estas fuentes llevó a una poderosa negación (defensa maníaca) de la situación de peligro objetiva, que se manifestaba en una aparente falta de miedo. Esto era una observación común en los niños y no podía explicarse sólo por su incompleto reconocimiento del peligro real. El análisis reveló que la situación de peligro objetivo había revivido las tempranas ansiedades fantásticas del niño en tal medida que la situación de peligro objetiva tuvo que ser negada. En otros casos, la relativa estabilidad de los niños a pesar de los peligros de la época de guerra no estaba determinada tanto por defensas maníacas como por una modificación más exitosa de las tempranas ansiedades persecutoria y depresiva, resultante en una mayor sensación de seguridad con respecto tanto al mundo interno como al externo, y en una buena relación con los padres. En estos niños, incluso cuando el padre estaba ausente, el reaseguramiento logrado por la presencia de la madre y por la vida hogareña, contrarrestaba los temores provocados por los peligros objetivos.
            Estas observaciones se vuelven comprensibles si recordamos que la percepción del niño pequeño de la realidad externa y los objetos externos está perpetuamente influida y coloreada por sus fantasías, y esto en cierta medida continúa a lo largo de toda la vida. Las experiencias externas que provocan ansiedad activan de inmediato, incluso en personas normales, la ansiedad derivada de fuentes intrapsíquicas. La interacción entre ansiedad objetiva y ansiedad neurótica -o, para expresarlo en otras palabras, la interacción entre ansiedad de fuente interna y de fuente externa-, corresponde a la interacción entre realidad externa y realidad psíquica.
            Para estimar si la ansiedad es neurótica o no, tenemos que considerar un punto al que Freud se refirió repetidas veces, la cantidad de ansiedad proveniente de fuentes internas. Este factor está sin embargo vinculado con la capacidad del yo para desarrollar defensas adecuadas contra la ansiedad, esto es, la proporción de la fuerza de la ansiedad con respecto a la fuerza del yo.

VII

            Está implícito en esta presentación de mis ideas, que éstas se desarrollaron a partir de un enfoque de la agresión que difería substancialmente de la tendencia principal en el pensamiento psicoanalítico. El hecho de que Freud descubriera la agresión primero como un elemento de la sexualidad infantil -por así decirlo, como un adjunto de la libido (sadismo)- tuvo el efecto de que por mucho tiempo el interés psicoanalítico se centrara en la libido y que la agresión se considerara más o menos como un auxiliar de la libido[30]. En 1920 surgió el descubrimiento de Freud del instinto de muerte que se manifiesta en impulsos destructivos y que opera en fusión con el instinto de vida, y le siguió en 1924 la exploración más profunda de Abraham del sadismo en el niño pequeño. Pero incluso después de estos descubrimientos, como puede observarse por el cuerpo principal de la literatura psicoanalítica, el pensamiento psicoanalítico ha seguido predominantemente interesado en la libido y las defensas contra los impulsos libidinales, y en consecuencia ha subestimado la importancia de la agresión y sus implicaciones.
            Desde el principio de mi labor psicoanalítica, mí interés se centró en la ansiedad y sus causas, y esto me llevó más cerca de la comprensión de la relación entre agresión y ansiedad[31]. Los análisis de niños pequeños, para los que desarrollé la técnica del juego, sustentaron este enfoque, pues revelaron que la ansiedad de los niños pequeños sólo podía aliviarse analizando sus fantasías e impulsos sádicos con mayor apreciación del papel que juega la agresión en el sadismo y en la provocación de la ansiedad. Esta evaluación más completa de la importancia de la agresión me condujo a ciertas conclusiones que presenté en mí artículo "Estadíos tempranos del conflicto edípico" (1927). Allí adelanté la hipótesis de que en el desarrollo infantil -tanto normal como patológico- la ansiedad y la culpa que surgen durante el primer año de vida están estrechamente conectadas con procesos de introyección y proyección, con los primeros estadíos del desarrollo del superyó y del complejo de Edipo, y que en estas ansiedades la agresión y las defensas contra ellas son de capital importancia.
            El trabajo posterior en esta dirección fue llevado a cabo en la Sociedad Psicoanalítica Británica desde alrededor de 1927 en adelante. En esta Sociedad, cierto número de psicoanalistas, trabajando en estrecha cooperación, hicieron numerosas contribuciones[32] a la comprensión del papel fundamental de la agresión en la vida mental, en tanto que, tomando el pensamiento psicoanalítico en general, un cambio de opinión en esta dirección ha aparecido sólo en contribuciones esporádicas durante los últimos diez a quince años; sin embargo, estas contribuciones han aumentado últimamente.     Uno de los resultados del nuevo trabajo en la agresión fue el reconocimiento de la importante función de la tendencia reparatoria, que es una expresión del instinto de vida en su lucha contra el instinto de muerte. No sólo desde entonces se consideraron los impulsos destructivos en una perspectiva mejor, sino que se vio más claramente la interacción de los instintos de vida y muerte, y por consiguiente también el papel de la libido en todo proceso mental y emocional.
            A lo largo de este capítulo he puesto en claro mi opinión de que el instinto de muerte (impulsos destructivos) es el factor primario en la causación de la ansiedad. Sin embargo, también estaba implícito en mi exposición de los procesos que conducen a la ansiedad y la culpa, que el objeto primario contra el que se dirigen los impulsos destructores es el objeto de la libido, y que es por consiguiente la interacción entre agresión y libido -en última instancia, tanto la fusión como la polaridad de los dos instintos- lo que causa la ansiedad y la culpa. Otro aspecto de esta interacción es la mitigación de los impulsos destructivos por la libido. La interacción óptima de libido y agresión implica que la ansiedad provocada por la constante actividad del instinto de muerte, aunque nunca eliminada, está contrarrestada y mantenida a raya por el poder del instinto de vida.
[1] El malestar en la cultura, O.C. 21.
[2] Loc. cit. En el mismo libro Freud aceptó mi hipótesis (expresada en mis artículos "Estadíos tempranos del conflicto edípico", 1928, y "La importancia de la formación de símbolos en el desarrollo del yo", 1930), de que la severidad del superyó resulta en alguna medida de la agresividad del niño, que es proyectada al superyó.
[3]  "Un breve estudio de la evolución de la libido, considerada a la luz de los trastornos mentales" (1943b).
[4] Véase mi artículo "Estadíos tempranos del conflicto edípico" (1928).
[5]  "La importancia de la formación de símbolos en el desarrollo del yo" (1930a).
[6] He tratado este problema mas extensamente y desde diversos ángulos en El psicoanálisis de niños, capítulos 8 y 9.
[7] El yo y el ello, O. C., 19.
[8] El psicoanálisis de niños.
[9]  "El problema económico del masoquismo", O. C., 19. En este artículo Freud aplicó por primera vez la nueva clasificación de los instintos a problemas clínicos. "El masoquismo moral se vuelve ahí una prueba clásica de la existencia de la fusión instintiva".
[10] Véase "Notas sobre algunos mecanismos esquizoides". En 1946 llegué a la conclusión de que esta situación primaria de ansiedad juega un papel importante en la esquizofrenia.
[11] Véanse los ejemplos dados en el artículo de Isaacs (1952): el niño que dijo que el pecho de su madre lo había mordido, y la niña que pensaba que el zapato de su madre se la comería.
[12] Inhibición, síntoma y angustia. O. C., 20.
[13] Para una discusión detallada de las fuentes de ansiedad que interactúan con el miedo a la castración, véase mi artículo "El complejo de Edipo a la luz de las ansiedades tempranas".
[14] En mi obra El psicoanálisis de niños, sugerí que las primeras dificultades de alimentación en los bebés son manifestación de temores persecutorios. (Me refería a las dificultades de alimentación que aparecen incluso aunque la leche de la madre sea abundante y aunque no pareciera haber factores externos que impidan una situación satisfactoria para la alimentación). Llegué a la conclusión de que estos temores persecutorios, cuando son excesivos, conducen a una extensa inhibición de los deseos libidinales. Véase también "Algunas conclusiones teóricas sobre la vida emocional del bebé".
[15] Una referencia significativa a la conexión entre ansiedad y culpa está contenida en el siguiente pasaje: "Quizás éste sea el momento de señalar que en el fondo el sentimiento de culpa no es mas que una variedad topográfica de la ansiedad" (El malestar en la cultura). Por otra parte, Freud distingue claramente entre ansiedad y culpa. Al examinar el desarrollo del sentimiento de culpa, dice refiriéndose al uso del término "culpa" con respecto a manifestaciones tempranas de "mala conciencia": "Llamamos a este estado de ánimo ´mala conciencia´, pero en realidad no merece este nombre, porque en este estadio el sentimiento de culpa es evidentemente sólo el miedo de perder el amor, ansiedad ´social´. En un niñito nunca puede ser otra cosa, pero también en muchos adultos sólo ha cambiado en la medida en que la comunidad humana mas amplia toma el lugar del padre o de ambos padres... Tiene lugar un gran cambio en cuanto por el desarrollo des superyó la autoridad ha sido internalizada. Las manifestaciones de la conciencia se elevan entonces a un nuevo nivel: para ser exactos, no deberíamos llamarlas conciencia ni sentimiento de culpa antes de esto". (Loc. cit.).
[16]  "Un breve estudio de la evolución de la libido" (1924b)
[17] Ferenczi, "Psicoanálisis de los hábitos sexuales" (1925).
[18]  "Fear, Guilt and Hate".
[19]  "Notas sobre algunos mecanismos esquizoides".
[20] Debemos recordar, sin embargo, que incluso durante este estadío el rostro y las manos de la madre, y toda su presencia física, entran cada vez mas en la construcción gradual de la relación del niño con ella como persona.
[21] El concepto de defensa maníaca y su mas amplia aplicación a la vida mental han sido examinados con algún detalle en mis artículos "Contribución a la psicogénesis de los estados maníaco-depresivos" y "El duelo y su relación con los estados maníaco depresivos".
[22] En su artículo "Towards a Common Aim: A Psycho-Analytical Contribution tu Ethics", R. E. Money-Kyrle aplicó la distinción entre ansiedades persecutoria y depresiva a actitudes hacia la ética en general, y hacia las convicciones políticas en particular; y desde entonces ha ampliado sus conceptos en su libro Psycho-Analisis and Politics.
[23] Inhibición, síntoma y angustia. O.C. 20.
[24] Loc. cit.
[25] Freud se refiere a esta interacción entre ansiedad proviniente de causas internas y externas con respecto a ciertos casos de ansiedad neurótica: "El peligro es conocido y objetivo, pero la ansiedad ante él es demasiado grande, mas grande de lo que parecería adecuado... el análisis muestra que al peligro objetivo conocido se le agrega un peligro instintivo desconocido". (Loc. cit.).
[26] Loc. cit.
[27] Loc. cit.
[28] Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. O. C. 22.
[29] Como señalé en mi obra El psicoanálisis de niños: "Si una persona normal sufre una grave tensión externa o interna, o cae enferma o algo le va mal en otro aspecto, podemos observar en ella la completa y plena actuación de sus mas profundas situaciones de ansiedad. Como, por consiguiente, toda persona sana puede sucumbir a una enfermedad neurótica, se sigue que nunca puede haber abandonado enteramente sus antiguas situaciones de ansiedad".
[30] Véase el artículo de Paula Heimann (1952b) en que se examina esta preferencia teórica por la libido y su influencia en el desarrollo de la teoría.
[31] Este fuerte énfasis en la ansiedad está presente ya en mis primeras publicaciones.
[32] Véase la bibliografía citada por J. Riviere en su artículo "Sobre la génesis del conflicto psíquico en la primera infancia".

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