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Paz y Ciencia

domingo, 8 de junio de 2014

Melanie Klein y Donald Winnicott: un matrimonio complicado



Melanie Klein y la posición depresiva
La teoría de las posiciones de Melanie Klein abrió un nuevo campo en el entendimiento psicoanalítico de la personalidad y la psicopatología al enfocarse en las etapas más tempranas del desarrollo. Fue quizás Klein, mediante la descripción de la posición depresivaen 1934[3], la primera teórica en utilizar el adjetivo “depresivo” para referirse a un fenómeno valioso y esencial para la maduración de cualquier individuo. Si queremos entender el valor de la posición depresiva, creo necesario hacer una brevísima revisión de su antecesora en los estadios del desarrollo; la posición esquizo-paranoide.

     Para Klein, en la infancia más temprana surgen las ansiedades características de las psicosis y éstas llevan al yo a desarrollar mecanismos defensivos específicos (escisión, proyección e introyección). Esto “ejerce una profunda influencia en todos los aspectos del desarrollo, incluyendo el desarrollo del yo, superyó y relaciones de objeto” (Klein, p.11, 1946). Las relaciones objetales existen desde el comienzo, siendo el primer objeto el pecho materno, que es escindido en un pecho bueno (gratificador) y un pecho malo (frustrador). Esta escisión lleva a una separación entre amor y odio. Los impulsos destructivos se dirigen al objeto, lo que conduce por medio de identificación proyectiva, a sentimientos y temores persecutorios muy intensos. Es justamente en esta etapa que tienen su punto de fijación las esquizofrenias y otros fenómenos psicóticos. Con este respecto, creo que sólo a partir de esta teorización -basada en el trabajo de Klein con niños pequeños-, es que podemos entender (ó comenzar a entender) el caótico mundo de los pacientes psicóticos.
     Ahora bien ¿Cómo entra la posición depresiva en esta ecuación? Klein le atribuyó a la posición depresiva un papel central en el desarrollo temprano debido a que ésta representa la introyección del objeto como un todo y una fundamental modificación en las relaciones objetales del niño. Se da una síntesis entre los aspectos amados y odiados del objeto total, lo que da origen a sentimientos de duelo y culpa que representan progresos esenciales en la vida emocional e intelectual del niño. (Klein, 1946) Quizás la palabra “integración” podría resumir este peculiar fenómeno:

Los aspectos amados y odiados de la madre ya no son percibidos como tan separados, y en consecuencia se produce un mayor miedo a la pérdida, un fuerte sentimiento de culpa y estados análogos al duelo, porque se siente que los impulsos agresivos se dirigen contra el objeto amado. (Klein, pp. 23-24, 1946)
Esto conduce a la aparición de un impulso de reparación (y auto-reparación). La experiencia de sentimientos depresivos tiene el efecto de integrar más al yo, ya que contribuye a un mayor entendimiento de la realidad psíquica, a una mayor percepción del mundo externo y a una mayor síntesis de situaciones internas y externas. “Dado que el impulso de reparar o proteger el objeto dañado prepara el camino para relaciones de objeto y sublimaciones más satisfactorias, aumenta a su vez la síntesis y contribuye a la integración del yo.” (Klein, p.24, 1946)
     Es importante apuntar que si el temor persecutorio y los mecanismos de defensa primitivos son demasiado intensos, el yo se incapacita para elaborar la posición depresiva y se obliga a volver a la posición esquizo-paranoide. Klein asegura que para que se lleve a cabo un adecuado desarrollo entre las posiciones, las experiencias  gratificadoras externas son de gran importancia (El concepto winnicottiano de holding, nos ayudará a entender este proceso más adelante).

     Para Klein, el fenómeno anteriormente descrito es una etapa normal en el desarrollo individual, es decir, no se trata de un estado patológico como el que podemos ver en nuestros consultorios.[4] Sin embargo, años más tarde, Winnicott logró encontrar el valor intrínseco de la posición depresiva en las enfermedades depresivas, pudiendo así hallar un “punto luminoso en la psicopatología”.
    Donald W. Winnicott y  el establecimiento del estado unitario
En 1963 Winnicott se propuso examinar la paradoja subyacente a los estados depresivos, que por un lado encierran el germen de la unificación del self y por otro, son causa de fuerte sufrimiento y malestar emocional en aquellos que los padecen. Para Winnicott, la depresión es el punto luminoso de la psicopatología pues está vinculada con la capacidad de elaborar duelos y sentir culpa, señales de un desarrollo saludable. A partir de las ideas de Klein antes abordadas, Winnicott desarrolló nuevas aplicaciones a la psicoterapia y concretamente al tratamiento de pacientes en depresión, que desde luego, ignoran el valor oculto que trae consigo su doloroso padecimiento. Para adentrarnos a la psicología de la depresión, es necesario entender la manera en que se da el desarrollo emocional del bebé y la perspectiva que Winnicott tiene con respecto a la posición depresiva infantil.

     En un primer momento el bebé es el ambiente y el ambiente es el bebé, no existe una clara diferenciación entre el adentro y el afuera, entre el yo y el no-yo. Cuando la crueldad de los ataques instintivos contra el objeto cede lugar a una naciente apreciación de la madre como persona que cuida y alimenta, de manera gradual y a través de un ambiente facilitador, el bebé excluye de su self algunos objetos y más tarde el ambiente en su totalidad.[5] (Winnicott, 1963) Así, el bebé se convierte en una unidad y puede sentir que tiene un interior.
Fácilmente se echa de ver que hay un enorme crecimiento en esta progresión de la crueldad a la preocupación, de la dependencia de la Parte de Mí a las relaciones de la Parte de Mí, de la preambivalencia a la ambivalencia, de la disociación primaria entre los estados calmos y excitados a una integración entre estos dos aspectos del self. (Winnicott, p.106, 1967)
En el primer momento (análogo a la posición esquizo-paranoide de Klein) la madre sostiene la situación en el tiempo, mientras el bebé encuentra un modo de llegar a la posición depresiva. Cuando el ambiente facilitador no es suficientemente bueno, el proceso madurativo se debilita o se interrumpe. En cambio, si la madre sostiene día a día la situación, el bebé tendrá tiempo para discriminar los resultados de su experiencia instintiva y rescatará lo bueno y sustentador, con lo que puede reparar imaginariamente el daño provocado. Si se llega a la etapa en que el niño puede experimentarse como unidad y sentirse capaz de dominar sus tempestades pulsionales  y contener las presiones y tensiones que surgen en la realidad psíquica interna, éste adquiere la capacidad de sentirse deprimido, lo cual para Winnicott, es un logro del desarrollo emocional. Es necesario aclarar que ésta no es una enfermedad depresiva; ésta resultaría algo completamente anormal. Se trata de un estado en que el bebé se vuelve capaz de discriminar lo bueno y lo malo dentro del self. (Winnicott, 1967) Esto no significa que la enfermedad depresiva carezca de valor, ésta contiene el germen de la salud en los estados críticos.

     Winnicott relaciona la depresión con la fortaleza yoica, el afianzamiento del self y el descubrimiento de la identidad personal y por ello, se atreve a examinar la idea de que la depresión es valiosa.  La causa principal de la depresión es una experiencia nueva de la destructividad y de las ideas destructivas que acompañan a las relaciones de objeto tempranas. “Estas experiencias requieren una reevaluación interna, y lo que percibimos como depresión es esa reevaluación” (Winnicott, p.90, 1963). De esta forma, la depresión promueve la introspección, la reparación y a su vez la integración del self en un estado unitario. Ilustraré este fenómeno con un breve ejemplo clínico:

Un paciente de 27 años cayó en depresión después de salir de un tormentoso triángulo amoroso y de haber experimentado múltiples fracasos académicos. En ocasiones se vale de evidentes defensas maniacas para contrarrestar su intenso dolor. Esto no siempre funciona y sus episodios depresivos resultan destructivos y agotadores. Sin embargo, me ha expresado repetidas veces que cada vez que logra superar un momento de depresión se siente “un poco mejor” que al comienzo de su enfermedad.
     Recientemente, durante un episodio depresivo, soñó que encontraba llorando al amigo con quien se disputaba el amor de la mujer del mencionado triángulo. En el sueño, éste le dice: “Yo también he sufrido mucho esto” y lo abraza emotivamente. Mi paciente experimenta compasión y lo abraza de vuelta.
     Sorprendido por el contenido de su sueño, me pregunta: “¿Eso quiere decir que lo he perdonado?”, a lo que yo respondí: “Yo creo que lo estás comenzando a ver como una persona completa, con virtudes y defectos y que incluso puedes sentir empatía por él y darte cuenta que no fuiste el único que sufrió la situación”.

Justo con esta viñeta podemos observar cómo el estado depresivo de mi paciente, lo ha conducido a integrar -de manera gradual- sus objetos internos, a desarrollar una culpa sana y a resignificar sus experiencias difíciles.

4.       Algunas conclusiones
Debemos tener muy presente que el valor de la depresión se encuentra latente y únicamente dejando fluir el libre curso del estado depresivo es que podrá hacerse consciente. Winnicott afirmó: “Podemos ayudar a una persona deprimida adoptando el principio de que debe tolerarse la depresión hasta que cesa espontáneamente y reconociendo el hecho de que sólo la recuperación espontánea resulta satisfactoria para el individuo.” (Winnicott, p. 91, 1963)  Por ello, el clínico no debe suprimir la depresión de su paciente, ni esforzarse por levantarle el ánimo o alegrarlo señalando las maravillas que ofrece la vida. La única forma de ayudar a nuestro paciente deprimido, es fomentando la tolerancia al estado mediante el adecuado holding en la relación transferencial; sosteniendo la situación en el tiempo y  haciendo manifiestos los aspectos positivos que la depresión trae consigo, recordando lo que dijo Klein (1952): “mientras son vivenciados los sentimientos depresivos, simultáneamente el yo desarrolla medios para contrarrestarlos” (p.89).

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