Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficie.tes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa:
La última de las bondades y libertades humanas -la elección de la actitud
personal ante un conjunto de
circunstancias- para decidir su
propio camino. Victor Frankl
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