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Paz y Ciencia

lunes, 16 de junio de 2014

Entrevista Hanif Kureishi



Jamal es psicoanalista de éxito en Londres. Por su consulta pasan actores, productores, hombres de negocios... en busca de una 
nueva historia que contarse sobre sí mismos. Jamal, separado de la depresiva Jacqueline y padre de un adolescente, atraviesa a su pesar una etapa de abstinencia sexual que acentúa –junto a las confesiones de sus pacientes– sus obsesiones sobre el tema. En un estrato social bastante inferior, encontramos a Miriam, la exuberante y tatuada hermana mayor de Jamal, que trapichea con drogas, va teniendo sucesivos hijos con sus parejas esporádicas y que, a pesar de su aparente vulgaridad, vuelve loco al mejor amigo de Jamal, un reputado director de cine. 
Todo esto, y mucho más, es Algo que contarte (Anagrama/Empúries), la sorprendente, cómica y acelerada nueva novela del inglés Hanif Kureishi, que se hizo famoso en los 80 como guionista de la película Mi hermosa lavandería y en cuya larga carrera de novelista figuran títulos como El buda de los suburbios (1990) o Intimidad (1998). Algo que contarte es un do de pecho de su autor, que afronta, a lo largo de casi 500 páginas, un retrato sociológico y político de la Inglaterra de Thatcher y Blair, reflexiones varias sobre sexo, psicoanálisis e identidad, y una trama de misterio. Kureishi atendió ayer en Barcelona a los medios.

Menudo ritmo tiene esta novela, señor Kureishi...
Intenté escribir algo cómico, con personajes muy vitales y animados, aderezado con una historia clásica de misterio que supone una mirada al pasado que, al estar narrada por un psicoanalista, es una regresión, con una textura onírica. Sí, hay ritmo, el ritmo de la libre asociación.

¿Quiso hacer un retrato de época?
Sí. Ver cómo eran de jóvenes la gente que hoy es mayor. Y mostrar el mundo real de hoy a través de personajes iguales a la gente que conozco. No se acerque mucho a mí o acabará saliendo en una de mis novelas.

¿Escribió este libro como consecuencia de sus sesiones de diván?
Me psicoanalicé durante diez años. probablemente no existiría esta novela sin esa experiencia.

¿Y le fue bien?
Bueno... Me permitió construir una nueva historia sobre mí mismo. El gran tema para mí es qué es aquello que consideramos normal. La gente hoy tiene depresiones, paranoias, fobias, desórdenes sexuales y alimentarios... En mayor o menor grado, todos tenemos algo de eso en algún momento, y yo el que más. Lo interesante es ver cómo estigmatizamos un tipo de locura y consideramos otras locuras como normales.

Hay un paralelismo entre el trabajo del psicoanalista y el del novelista...
Sin duda. Ambos exploran el interior, la sexualidad, la infancia. Es casi el mismo trabajo. El buen novelista es el que, a partir de una historia de otros en el fondo se está explicando a sí mismo. Hay una relación estrecha entre psicoanálisis y literatura. De hecho, Freud nunca dijo que debiéramos ir todos al psicoanalista y que el mundo sería mejor si lo hiciéramos. Al contrario, él escribió que la sociedad ya realiza una actividad semejante a través de la lectura de ficción, que al leer a Shakespeare, Dostoyevski o Sófocles nos vemos reflejados en esas situaciones, y que así contactamos con aspectos recónditos de nuestro ser. No creo en la separación entre psicoanálisis y literatura.

¿Qué ha aprendido usted con los años?
Que en realidad no vamos acumulando conocimientos con la edad, sino todo lo contrario. Que no tienes absolutamente nada que transmitir a las próximas generaciones, excepto la lista de los malentendidos que has tejido a lo largo de tu vida. En ello reside la sabiduría.

Reencontramos un gran tema de toda su obra: los diferentes estratos sociales, el up&down de los británicos...
Estoy interesado en la sociedad en su conjunto, en esta novela quise mostrarlo todo, las grandes situaciones políticas, las huelgas y a la vez el contexto cotidiano, y en todas las capas sociales. Por ejemplo, cuando hablo del fútbol, me sirve para ver cómo se entretejen los aspectos más triviales de nuestras vidas con los más importantes, cómo se mezcla lo íntimo con los grandes acontecimientos políticos o deportivos. Por eso aparece el futbolista Eric Cantona, que se sometió a un psicoanálisis lacaniano, la rama más oscura e interesante de esta disciplina.

Hay un capítulo donde el protagonista viaja a Pakistán, en busca de sus orígenes, que son los mismos que los suyos...
Yo soy británico, nací en Gran Bretaña y esta es una sociedad que se ha reinventado exitosamente como multicultural. Para mí, Pakistám es mi padre. Mi familia estuvo muy ligada a la familia Bhutto y por eso reflejo uno de los grandes temas de nuestro tiempo, la lucha de la democracia, ese influjo occidental, con el islam político en tantos países.

La hermana cutre del protagonista participa en muchos programas de televisión...
Siendo escritor, la verdad es que uno pasa gran parte del día mirando la tele. Me fascinan esos programas de testimonios, tipo "mi marido es un transexual". Funcionan como terapia, para los invitados y para el espectador, que se dice: gracias a Dios, yo no soy así.

Sus retratos de los grandes burdeles londinenses son muy detallistas. ¿Hizo mucho trabajo de campo?
Quise hacerlo, y antes lo hablé con mi esposa. le dije: mira, voy a hablar de burdeles de lujo y los visitaré para ambientarme. Pero resultó que escribí primero las escenas y me di cuenta de que encajaban muy bien en la trama, y con lo que eran los personajes, así que al final me limité a mirar algo en Internet y a preguntar a algunos amigos. Si yo hubiese vivido todo lo que han vivido mis personajes, ¡ah, amigo, qué vida llevaría! Eso sólo se lo puede permitir Jorge Herralde, ja, ja...
 Un Novelista hace lo mismo que un Psicoanalista

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