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Paz y Ciencia

sábado, 11 de mayo de 2013

Condicionamientos de la Incomunicación

 
 
«Los sentimientos son los instrumentos de que dispone el sujeto para estar interesado en los objetos que le rodean. Sin los sentimientos seríamos prácticamente muebles». Teoría de los Sentimientos.

La competencia, repito, nos sume en la soledad, en la incomunicación. Pero no puede hablarse de la comunicación interpersonal en términos meramente psicológicos, ni mucho menos en términos meramente metafísicos, como hicieron Scheler o Buber, el primitivo Sartre o, más recientemente y entre nosotros Lain Entralgo. La comunicación o, su reverso, la incomunicación hay que plantearla originariamente, desde una dimensión sociológica. Si no hay condiciones objetivas para que la comunicación en sentido pleno, espontáneo, sea posible, es completamente baladí que hablemos de la incomunicación como un problema exclusivamente psicológico, o psicopatológico, como si aconteciera en exclusividad a neuróticos o a cualesquiera otros sujetos tributarios del psiquiatra. Esta es una forma de soslayar el problema. La realidad es que la incomunicación parece ser un rasgo de nuestra, valga la paradoja, forma de convivir los unos con los otros. La literatura y el cine, en la medida que, aparte otras cosas, se constituyen en testimonios de su tiempo, nos dan una imagen exacta de esta peculiar manera de coexistir el hombre junto al hombre, a veces como declaradamente enemigos, otras veces como desconocidos, próximos. La obra de Antonioni, la de Resnais, por lo que respecta al cine; la obra de Kafka, de Joyce, de Becket o Ionesco, de Camus o Sartre, incluso la filosofía de Heidegger y de Jaspers, cada una en su dimensión y desde su perspectiva, han planteado el problema de la comunicación como una instancia siempre frustada, a expensas de las intercepciones múltiples que la provocan.
Cuando situaba nuestra posición actual como la de un humanismo imposible, claro está que me refería tan solo a la concreta situación en que nos encontramos. No trato, ni mucho menos, de sostener que la categoría de imposibilidad, respecto de lo que yo entiendo que es el auténtico humanismo, es de carácter universalmente válido. Sostengo su imposibilidad desde el aquí y ahora en que nos hallamos. La comunicación interpersonal, la comunicación humana en su sentido más pleno, solo puede realizarse si al propio tiempo se verifica como un proceso de absoluta espontaneidad. Lo vemos esto de manera clara en aquellos procesos psicopatológicos en los que, por alguna razón, existe por parte de alguien la imposibilidad de darse al otro, de ofrecerse, bien en el simple contacto. Cuando este no tiene lugar, lo que en todo caso lo define, aunque el fallo se encuentre en muy diversas causas o motivos, es la carencia de espontaneidad. Y la espontaneidad no se tiene porque en tales casos un vector emerge desde dentro de la persona para inhibir lo que en la terminología existencial se denomina el encuentro.
Pero, como hemos dicho antes, haríamos una simplificación del problema si para esta carencia de espontaneidad, que define el epidérmico contacto que sociológicamente se realiza en la mayoría de los componentes de nuestra sociedad, recurrimos a la propia psicología. Cuando un modo de ser tiene un carácter generalizado no podemos en absoluto pensar que, como por milagro, de pronto la totalidad de los constituyentes de un grupo determinado se encuentra víctima de un proceso psicopatológico que individualmente les ocurre de manera síncrona. La causa, puesto que el efecto es en todos, debe estar por fuera de uno, de la singularidad de cada cual. Es por esto por lo que yo me atrevo a sostener, y he sostenido, el carácter sociogénico de la misma.

Carlos Castilla del Pino: <> Cuadernos Ciencia Nueva.1968. Madrid. Pp.:29-31

Este caballero andaluz fue muy parecido a su querido Quijote, obra clave en psico(pato)logía y en la literatura universal, como todos ustedes saben. Castilla del Pino fue a contrapelo. En momentos franquistas defendió su posición agnóstica, humanista y de firme defensa de los derechos sociales y equidad. Esto le llevó al fracaso. De esto se lamenta en sus memorias: <> y <>. Lópèz-Ibor padre, que estaba al lado del régimen y representaba esa figura de autoridad que asmila y defiende una causa que no compartía Castilla se quedó con la cátedra de Madrid y Castilla del Pino fue a Córdoba, donde realizó la mayor parte de su obra como psiquiatra, profesor, escritor, marido, padre y defensor de lo que él consideraba justo. Una posición poco recomendable pero sí sensata y coherente con su idiosincrasia.
Es un hombre controvertido, muchos pensamos que la segunda parte de sus memorias están maquilladas, hubo muerte en el seno de su familia, en sus hijos. Y esto, evidentemente, provoca mala prensa y alimenta la ira de quienes no toleran (toleraban) a un hombre que pudo haber trascendido a la psiquiatría, a la sociología, al humanismo, a nivel internacional pero que no pudo ser porque los "mass-media" de aquellos tiempos y las figuras cioentíficas de aquella época fueron de un tamaño gigantesco. Quien haya leído un poco a Castilla puede comprobar que en sus escritos disecciona el alma humana y esto es, verdaderamente, una delicia.
Como anécdota, una periodista, al final de su vida, a propósito de su obra sobre Cervantes y la locura, le preguntó: "¿Qué haría usted si atendiera al Quijote?". No fue poca mi sorpresa cuando le contestó: "Recetarle antipsicóticos". Castilla fue el mismo que defendió que no se podía diagnosticar una obra de ficción ante otros que se empeñaban en que el personaje de Cervantes tenía esquizofrenia y demás entretenimientos morbosos de los psiquiatras.
Castilla, un gran hombre, un gran hombre controvertido, pero, ante todo, un científico sin igual.
Rodrigo Córdoba Sanz, Psicólogo, Psicoterapeuta. Zaragoza.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En la época franquista hubo muchas personas "exiliadas" dentro de España. Personas de gran valía profesional, sobre todo de gran altura moral y ética, que dejaron su saber en las zonas en las que les tocó vivir. Pero principalmente dieron un ejemplo y una enseñanza a sus familias con su comportamiento.