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Paz y Ciencia

martes, 21 de mayo de 2013

"El fin de todas las cosa bellas radica en la alegría"

 
 
EL FIN DE TODAS LAS COSAS BELLAS RADICA EN LA ALEGRÍA. MARCEL SCHWOB


INÉDITOS DE MARCEL SCHWOB DEL LIBRO IMITACIONES (1894)
SELECCIÓN HÉCTOR FREIRE
TRADUCCIÓN NORA GUASTAVINO


IMITACION VI
LA VASIJA CORONADA
Después que el ceramista hubo dado vuelta el fondo de la vasija cuyo vientre de dorada tierra yo había amasado y redondeado, la llené de frutos para los dioses de los jardines. Pero él evalúa el temblor del follaje, de miedo de que los ladrones perforen las murallas. En la noche, algunos lirones furtivos hundieron sus hocicos por entre las papas y se las royeron hasta el tuétano. Tímidos, a la cuarta hora, agitaron sus colas vaporosas, blancas y negras. Al alba, los pájaros de Afrodita se posaron sobre los bordes violetas de mi vasija de arcilla erizando las plumitas que pelechaban en su cuello. Bajo el mediodía tembloroso, una muchacha se acercó hacia el dios, con coronas de jacinto. Y al verme mientras yo permanecía inclinado tras un haya, sin mirarme coronó la vasija con frutos. ¡Que el dios, así privado de flores se enoje, que los lirones muerdan mis papas, que los pájaros de Afrodita inclinen sus cabecitas tiernas, uno hacia el otro!
Yo he mezclado, entre mis cabellos, los jacintos frescos y esperaré hasta el próximo mediodía, a la coronadora de vasijas.

IMITACION XIV
LA SOMBRILLA DE TANAGRA
Así extendida sobre unas varillas bien moldeadas, trenzada con paja que es arcilla o tejida con telas de tierra a las que la cocción ha vuelto rojas, me siento sostenida hacia atrás, cara al sol, por una muchacha de bellos senos. Con la otra mano ella recoge su túnica de lana blanca, y se percibe por encima de sus sandalias persas, unos tobillos modelados por anillos de electrón. Sus cabellos son ondulados y una gran hebilla los atraviesa cerca de la nuca. Desviando la cabeza, demuestra su miedo al sol y Afrodita parece haber venido a inclinar su cuello.
Así es mi amante y, antes, solíamos errar por las praderas salpicadas de jacintos, cuando ella era de carne rosa y yo de paja amarilla. El color blanco del sol me besaba por fuera y el perfume de los cabellos de la virgen me besaba bajo mi cúpula. Y la diosa que cambia las formas me concedió el deseo y, semejante a una golondrina de agua que cae, con las alas extendidas, para acariciar con el pico una planta nacida en medio de un estanque, me incliné suavemente sobre su cabeza; perdí las ramas que me mantenían lejos de ella, en el aire y me convertí en su sombrero que la cubría con un techo tembloroso. Pero cuando un alfarero que endurece aún a las muchachas, al vernos en un suburbio de la ciudad, nos pidió que esperásemos y modeló rápidamente entre sus pulgares, una pequeña figura de tierra. Obrero de las formas inferiores, nos plasmó en su lenguaje de arcilla; y, ciertamente, supo tejerme delicadamente, y plegar con suma plasticidad la túnica de lana blanca, y ondular la cabellera de mi amante; pero, no comprendiendo el deseo de las cosas, me separó cruelmente de la cabeza que yo amaba; y convertida nuevamente en sombrilla en mi segunda vida, me balanceo lejos de la nuca de mi amante.

IMITACIÓN XV
KINNÉ

Consagro este altar a la memoria de Kinné. Aquí, cerca de las rocas negras donde tiembla la espuma, hemos andado juntos, los dos. La perforada playa lo sabe, y el bosque de serbales, y los juncos de la arena, y las cabezas amarillas de las amapolas del mar. Ella tenía, llenas las manos de conchillas festoneadas y yo llenaba de besos los caracoles temblorosos de sus orejas. Ella reía de los pájaros de penacho que se inclinan sobre las algas y menean sus colas. Yo veía en sus ojos la larga línea de luz blanca que marca la frontera de la tierra marrón y del mar azul. El agua mojaba sus pies hasta los tobillos y los animalitos marinos saltaban a su túnica de lana.
Amábamos la brillante estrella nocturna y el húmedo cuarto creciente de la luna. El viento que anda por el océano nos traía los aromas de los países de las especias. Nuestros labios estaban blancos de sal y veíamos brillar, a través del agua, algunos animales transparentes y blandos, como lámparas vivientes. El aliento de Afrodita nos rodeaba. Y no sé por qué la Buena Diosa adormeció a Kinné: cayó entre las amapolas amarillas de las arenas bajo la luz rosada de la estrella de la Aurora. Su boca sangraba y el brillo de sus ojos se apagaba. Vi entre sus párpados la línea negra que marca la separación de los que gozan del sol y de las que lloran junto a los pantanos. Ahora, Kinné anda sola por el borde de las aguas subterráneas y los caracoles de sus orejas tienen la sonoridad del rumor de las sombras que vuelan, y sobre la playa infernal se balancean amapolas tristes de cabeza negra, y la estrella del cielo oscuro de Perséfone no tiene noche ni aurora; sólo se parece a una flor de asfódelo marchita.


IMITACIÓN XV
SISMÉ
Ésta que ves aquí, desecada se llamaba Sismé, hija de Thratta. Conoció primero a las abejas y las ovejas; después probó la sal del mar; finalmente un mercader la llevó a las casas blancas de Siria. Ahora permanece presionada como una estatuilla preciosa en su vaina de piedra. Cuenta los anillos que brillan en sus dedos: tiene tantos como años tuvo.
Mira la banda que oprime su frente: allí fue donde recibió, tímidamente, su primer beso de amor. Toca la estrella de rubíes pálidos que duerme donde vivieron sus senos: allí fue donde reposó una cabeza amada. Cerca de Sismé han ubicado su espejo deslucido, sus huesitos de plata, y las grandes hebillas de electrón que atravesaban sus cabellos; pues, al cabo de veinte años (hay veinte anillos), estuvo cubierta de tesoros.
Un rico sufete le brindó todo aquello que las mujeres desean. Sismé jamás lo olvida y su pequeña osamenta blanca no rechaza las joyas. Ahora bien el sufete le construyó este sepulcro ornado para proteger su tierna muerte, y la rodeó de vasijas de perfumes y de lacrimarios de oro. Sismé se lo agradece. Pero tú, si tú quieres conocer el secreto de un corazón embalsamado, desprende las falanges de esta mano izquierda: encontrarás allí un simple anillo de vidrio. Este anillo fue transparente; desde hace años es opaco y oscuro. Sismé lo ama. Calla y comprende.


IMITACION XVIII
EL ESPEJO, LA AGUJA, LA AMAPOLA
El espejo habla:
Fui modelado en plata por un hábil orfebre.
Al principio fui hueco como su mano, y mi otra cara era similar al globo de un ojo muerto. Pero bien pronto recibí la curvatura apropiada para devolver imágenes. Finalmente Atenea insufló en mí, la sabiduría. Ignoro lo que desea la muchacha que me sostiene, y le respondo anticipadamente que es bella. Sin embargo ella se levanta a la noche, y enciende su lámpara de bronce. Dirige hacia mí el penacho dorado de la llama, y su corazón quiere otro rostro que el suyo. Le muestro su propia frente blanca y sus mejillas modeladas y el nacimiento dilatado de sus senos, y sus ojos plenos de curiosidad.
Me toca casi con sus labios temblorosos; pero el oro que quema ilumina sólo su rostro y todo el resto, en mí, permanece en la oscuridad.

La aguja de oro habla:
Como atravesé sin gloria una trama de hilos de seda y dado que había sido robada en lo de un tirano por un esclavo negro, fui capturada por una hetaria perfumada. Ella me situó en sus cabellos y yo pinché los dedos de los imprudentes. Afrodita me instruye y aguzó mi punta en la voluptuosidad. Llegué finalmente al peinado de esta muchacha, e hice estremecer las cintas que lo adornaban. Ella saltó debajo de mí, como una mona loca, y no vio la causa de su daño. Durante las cuatro partes de la noche, agito las ideas en su cabeza y su corazón obedece. La llama inquieta de la lámpara hace danzar las sombras que curvan sus brazos alados. Así de tumultuosas, sólo tiene visiones rápidas y se precipita hacia su espejo. Pero él no le muestra más que su rostro atormentado por el deseo.

La cabeza de la amapola habla:
He nacido en los campos subterráneos, entre plantas cuyos colores son desconocidos. Conozco todos los matices de la oscuridad; he visto las luminosas flores de las tinieblas. Perséfone me tuvo en su regazo y allí me adormecí. Cuando la aguja de Afrodita lastima con la curiosidad a la muchacha, yo le muestro las formas que vagan en la noche eterna.
Son bellos jóvenes engalanados con mil gracias que ya no existen. Afrodita sabe cumplir con sus deseos, y Atenea muestra a los mortales la inanidad de sus sueños; pero Perséfone posee las llaves misteriosas de las dos puertas de cuerno y de marfil. Por la primera puerta envía, hacia la noche a las sombras que asustan a los hombres; y Afrodita se compadece de ellos, y Atenea los mata. Pero por la segunda puerta, la Buena Diosa recibe a aquellos y aquellas que están hartos de Afrodita y de Atenea.

http://www.elpsicoanalitico.com.ar/num13/arte-freire-schwob.php

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