Tal vez lo más importante y revolucionario que ha surgido
en los últimos años en psicoterapia y en desarrollo personal ha sido
el énfasis que se está dando al proceso del darse cuenta, del tomar
conciencia, del estar alerta. Estuve tentado de escribir el "descubrimiento
del proceso del darse cuenta", pero esto no seria verídico.
Desde que surgió la vida en la tierra ésta es una capacidad propia
de todo lo animado, desde la ameba más modesta y humilde hasta
el más evolucionado de los hombres. Es que últimamente, en lugar
de continuar embutiéndonos ideas, interpretaciones y patrones de
conducta, la sicoterapia y en particular la terapia Guestáltica han
comenzado a proclamar la capacidad de darse cuenta o "awareness",
en inglés, como el agente curativo más importante. De hecho es
una propiedad que todos tenemos, y que unes más y unos menos,
hemos ido perdiendo en el transcurso de nuestro crecimiento. El
darse cuenta de un recién nacido se limita a algunas necesidades
de orden fisiológico y de afectos generales, como agrado y desagrado.
A medida que se va creciendo y el mundo va creciendo para
el individuo, también aumenta su capacidad de darse cuenta. Tengo
tal o cual apetito. Siento tal o cual emoción. Hasta aquí el fenómeno
se presenta como algo sencillo. Luego vienen las relaciones
interpersonales, el grupo, la sociedad, los parientes. Ellos me imprimen
sus deseos y expectativas y yo les imprimo las mías. Final
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mente, la vida social
—es decir la vida en una sociedad— termina
por moldearme, por conformarme de acuerdo a su modelo, me compenetro
de sus ideales, de sus reglas, de sus exigencias, y acabo
identificándome enteramente con ella y muy posiblemente divorciado
de mí mismo (excepto tal vez por esos molestos dolores de cabeza,
esos resfríos frecuentes, esas depresiones o esos problemas a la
columna, etc., que me permiten faltar a mis deberes habituales),
además de manejado por las necesidades ficticias que me crea la
publicidad y por lo tanto amargado con mi existencia ya que no
puedo ni tener, ni hacer todo lo que quiero, o no me puedo librar
de las cosas que quiero, o no me puedo relacionar con las demás
personas del modo que quiero, o no puedo sentir las cosas que quiero,
o quisiera, sencillamente, ser otra, persona de la que soy. En
este punto la cosa ya no es tan sencilla. De todo lo mucho que me
doy cuenta, no sé qué es mío ni qué proviene del mundo. No sé qué
es real, ni sé qué es fantasía. No sé si vale o vo la pena, no sé si
voy a poder salir adelante o no.
Este libro es para esto. Para desenredar la madeja. Para
comenzar a colocar las cosas en su sitio dentro de mí y en los
demás. Esto es recuerdo, esto es aquí y ahora. Esto es proyección,
esto es mío. Esto es emoción, esto es intelectualización. Esta es mi
mano, ésta es la tuya.
También sirve para explorar la, infinidad de modos de expresarme
con el cuerpo que tengo. Sirve para explorar la increíble
capacidad creativa, que está en cada uno de nosotros al asumir que
somos un rosal, somos un pez en el agua, y también somos un demonio.
Con esto nos acercamos cada vez más a la sabiduría oriental
donde el Samurai depende enteramente de su alerta, de su darse
cuenta centrado en el presente y en sí mismo, y donde el artista
Zen representa solamente aquello en lo cual se ha transformado
compenetrándose hasta la identificación con el objeto.
A mi modo de entender, el hombre como especie tiene tres
capacidades peculiares que lo distinguen. Su fantasía o imaginación,
su capacidad de moldearse a distintas situaciones o plasticidad,
y su capacidad de comunicarse. Es un hecho que las civilizaciones
se han construido en base a la capacidad inventiva, generalizadora,
proyectista de los hombres
—siempre pensando en el mañana—,
empujados tal vez por su angustia ante el hoy. Queriendo
hacer un mundo mejor para sus hijos, como si con esto hicieran a
sus. hijos más felices. ¿De dónde proviene este temor ante el tiempo,
este no poder dejarse estar, este tener que empujarse hasta
límites que hace unas décadas parecían absolutamente inalcanzables?
¿Es que nos proyectamos en nuestros hijos y no podemos dejar
prólogo 11
de vernos a nosotros mismos en ellos? ¿Es que no aceptamos que
ellos sean otras personas que nosotros? ¿Es que renunciamos a ser
nosotros mismos y ya sólo esperamos que ellos sean lo que nosotros
no fuimos? ¿Es que nos angustia el pensar-imaginar-fantasear
que ahora es ahora y que este momento se fue y no volverá jamás?
¿Es que nos angustia la idea de la nada? Pienso que si bien la fantasía
sirve para la vida diaria, también es nuestra trampa, y muchas
veces mortal. Afortunadamente, el hombre se está volviendo
una vez más a sí mismo. Ya no se trata tanto de poseer y manipular
objetos, sino que está empeñado en descubrir dentro de sí posibilidades
nuevas, modos de estar nuevos y que hasta ahora eran
inalcanzables para el común de los mortales de occidente. Mientras
las demás ciencias nos han dado las armas para controlar y aniquilar
el balance de la naturaleza, las ciencias o artes del espíritu
con su renacimiento nos están recordando que el mundo tal cual es,
es hermoso y suficiente, y que tal vez lo más hermoso son los espacios
interiores de cada persona, sus fantasías tomadas por lo que
son, y su capacidad de comunicarse y vibrar juntos.
A diferencia de otras especies, donde la especialización es
siempre la regla: viven un tipo de vida, hacen un tipo de cosa, tienen
un modo determinado de moverse; en nosotros pareciera que
la regla es precisamente que podemos hacer muchísimas cosas diferentes,
vivir de modos diferentes, creer en cosas diferentes, comer
cosas diferentes; ser vegetarianos, macrobióticas, carnívoros, alcohólicos,
etc. Tal vez por esto es que se dice que el hombre moderno
vive actualizando sólo un 15 a 20% de su potencial. Nuestra marca
de fábrica podría ser la variabilidad o plasticidad. Es por esto
tal vez que estas dos últimas décadas van a ser conocidas como las
décadas del potencial humano. Ha habido una explosión de técnicas
e ideas que basadas en su plasticidad (en lugar de su rigidez)
favorecen el desarrollo humano, mejorando el estado físico y síquico
de las personas. El hombre una vez más se vuelve a sí mismo.
Si solamente pudiéramos comunicarnos verdaderamente. Si
solamente yo me detuviera a escuchar las señales que percibo desde
dentro de mí. Si solamente escuchara y atendiera a todo lo que
me está expresando el otro cuando me dirige la palabra. Tal vez si
cada uno se hiciera responsable de lo suyo
—de lo verdaderamente
suyo
— no estaríamos metidos en esta loca carrera de poderío y
destrucción. ¿Será que amamos más la muerte que la vida y por
esto no podemos centrarnos en el presente? Curiosa paradoja, para
poder vivir tenemos que aprovisionarnos de herramientas para matar.
¿Qué país puede decir que gasta más en salud y beneficencia
que en armas?
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No sé por qué llegué tan lejos al ir escribiendo este prólogo,
será que estoy expresando mi sensación de alarma ante lo
que ocupa mi mente en este instante. Todo el mundo de habla hispana
está convulsionado. Unos porque dicen que la verdad es A,
otros porque dicen que la verdad es B. ¿ Y quién dice qué es la verdad
y cómo se llega a ella? Yo tampoco tengo la respuesta. Tal vez
estoy llegando a mi verdad, al igual que usted. Y, curiosamente,
pareciera que siempre estuvo ahí
—dentro de mí—, tapada y enterrada
bajo rumas de ideas, expectativas, necesidades inventadas,
ideologías, temores, etc.
Ayer andaba por la montaña y ensayaba en mi cabeza lo que
escribiría. De algún modo la belleza del paraje y la sencillez de la
naturaleza me hicieron asociar esto a la belleza y la sencillez innata
en el hombre. ¡Si sólo nos diéramos cuenta de ello! Creo honestamente
que este libro puede servir para esto. Cuando mi amigo John
Stevens me encomendó la edición española de los títulos de su Real
People Press, yo no sabía que iba a ser una labor tan gratificante
como lo ha sido hasta ahora. Siendo editor me doy cuenta de mi
enorme y hermosa responsabilidad. Yo he decidido el darle a usted
la posibilidad de leer tal o cual cosa. En cierto sentido me siento
un educador, estoy mostrando qué y cómo hay que mirar para hacer
descubrimientos. Siendo lector usted también comparte esta responsabilidad.
Usted tomó este libro libremente, y podrá hacer de él
lo que le plazca.
En la introducción a "El Secreto de la Flor de Oro" (Paidos,
Buenos Aires, 1972) Jung y Wilhelm escriben:
"Un antiguo adepto dijo: Pero si el hombre erróneo usa el
medio correcto, el medio correcto actúa erróneamente. Ese
proverbio de la sabiduría china, por desgracia tan sólo
demasiado cierto, está en abrupto contraste con nuestra
creencia en el método "correcto", independiente-mente del
hombre que lo emplea. En verdad todo depende, en esas
cosas, del hombre, y poco y nada del método. El método
es ciertamente sólo el camino y la dirección que uno
toma, mediante lo cual el cómo de su obrar es la fiel
expresión de su ser. Si esto no es así, el método no es más
que una afectación, algo artificial aprendido como un
agregado, sin raíces ni savia, sirviendo al objetivo ilegal del
autoencúbrimiento, un medio de ilusionarse sobre sí mismo y
escapar a la ley quizás implacable del propio ser."
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