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Paz y Ciencia

miércoles, 15 de mayo de 2013

Frustración y Autodestrucción



El resultado de todo ello es la frustración. Porque el hombre está hecho para crear. Es el auténtico dominador, y en la medida en que su dominio lo ejerce no sobre la naturaleza, sino sobre los otros hombres, al propio tiempo que desvía el blanco de sus instancias creadoras, bloquea las posibilidades de creación de los otros hombres a los cuales esclaviza. A la larga, redunda en un efecto contraproducente para el propio hombre, salvo que se tenga la típica mentalidad de "después de mi el diluvio" que caracteriza a los miembros de nuestra estructura. Porque el hombre es, radicalmente, no un individuo, sino un ser en comunidad, procede de los otros y está con los otros. Cualquiera otra forma de existencia que desvirtúe el esencial sentido comunitario de este estar-con-los-otros, en forma de estar-contra-los-otros, atenta directamente a la propia naturaleza humana.
No sé si queda claro en la exposición que acabo de hacer el hecho de que la forma de existencia competitiva concluye indefectiblemente en frustración individual. Por eso trataré de hacerlo ver paso a paso. Decíamos al principio que cada hombre, condicionado de antemano por su situación, que es su clase, verifica proyectos más o menos imprecisos, de formulaciones relativamente inconcretas. Eso es lo que se llama el proyecto. Lo que caracteriza al proyecto en esas primeras etapas de su trazado es su irrealidad. Son proyectos que se trazan como si su verificación dependiera exclusivamente del propio esfuerzo personal, de eso que tan superficialmente se llama "voluntad". Ahora bien, el desarrollo de la persona se hace en la realidad, adquiriendo conciencia más o menos lúcida de lo que la realidad es, de lo que en la realidad puede hacerse. Para muchos, los más, tales proyectos, si es que tienen lugar, han de ser abortados apenas en su iniciación, cuando la realidad se encarga de hacer ver que todo intento, que para otros sería intento realista, no deja de ser para ellos pura utopía. Las grandes masas están, en la práctica, privadas de superar su propio destino en ellos y en sus hijos y en los hijos de sus hijos. Pero para los no obreros, para las clases burguesas, es claro que en la apariencia tales proyectos -ser médico, arquitecto, ingeniero o economista, es decir, realizar la función social a que se creen capacitados- parecen factibles. Sí, en realidad, la mayoría de los que pretendieron serlo llegaron a serlo. ¿Es, pues, legítimo, desde algún punto de vista, que se hable de frustración en tales casos? A mi modo der ver, sí. Porque no solo se pensó ser médico, ingeniero o arquitecto, sino que se pensaba serlo de un modo peculiar. El niño que se cree abocado vocado a la medicina o a la judicatura inducido por lso altísimos valores que se le comunica, piensa -¿por qué no?- que puede hacer la medicina o la judicatura que cree que es, y que en cierto sentido debiera ser. En el fondo no se trataba de un proyecto utópico por irreal, sino tan solo de un proyecto inverificable en las condicionesd de la realidad las que luego le hacen ser médico o juez, ingeniero, arquitecto, pintor o escritor, de una manera que, sin eufemismos de ninguna especie, podemos denominar prostituida. Se es, ya, ciertamente, el que se pensaba ser, pero no del modo en que pensaba ser. Esta es la gran frustración que acontece a nuestras clases burguesas, que han tenido la cobardía de inducir los más altos valores en un primer momento, sin dejar de ser ellas mismas y el paradigma de su imposibilidad de realización y el ejemplo de lo contrario. Claro es que siempre cabe para ellas alguna suerte de justificación para su propia conducta, que no les compensa, sin embargo, de su mala conciencia y de su íntimo desasosiego: pensar que el mundo es así y ha de seguir así, sin posibilidad de cambio.

Carlos Castilla del Pino: <>. Cuadernos Ciencia Nueva, 1968. Madrid. Pp.51-53

El autor, hace una disección a lo largo de todo el libro de la naturaleza esencial del humanismo y sus trabas en lo sociocultural, en lo enconómico y en lo psíquico. Sin rendirse, mantiene un punto de vista fuerte, poderoso, vigoroso y esperanzador de un nuevo mundo, al menos, de una nueva España. Se despacha a gusto con "la derecha" y con soltura y finura critica, lo que él cree, como virus de un mundo "alienado" y "deshumanizado". Castilla aboga por el Ser en lugar del Tener, citando, como no, al gran psicoanalista humanista Erich Fromm. La erudición de Castilla del Pino no tiene parangón. Dominó las ciencias sociales y todo lo vinculado con la medicina, siendo especialista en psiquiatría, acuñó el concepto "psico(pato)logía" para ofrecer un continuum entre psicología-psiquiatría-psicopatología. Formó a psiquiatras y psicólogos, escribió decenas de libros, y a medida que transcurrían los años, sus libros eran más agudos, más intrépidos y más maduros. Desde luego que es un autor que no deja indiferente a nadie, independientemente de que sea psicólogo, psiquiatra o funcionario de la administración. Grande Castilla. Rodrigo Córdoba Sanz, Psicólogo, Psiquiatra. Zaragoza.

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