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Paz y Ciencia

viernes, 5 de marzo de 2021

Alice Miller: Pedagogía Negra

 


Cómo empezar a hablar de algo tan importante, algo que afecta tanto, a tantas personas, y tan negado…

Descubrí el término “pedagogía negra”, no hace mucho, a través de los libros de la psicóloga polaca Alice Miller. Una de esas personas valientes, capaz de arriesgar su crédito profesional en pro de la verdad. Sí, ella puso el fruto de sus investigaciones en el campo de la psicología al alcance de todos a través de sus libros; y gracias a ella hoy sabemos cómo una educación disfuncional puede marcarnos por el resto de nuestra vida y contaminar a toda la sociedad.
Marca Señal

¿Pero qué es la pedagogía negra?

La forma en que hemos sido criados la mayoría de nosotros, aunque cueste creerlo, reconocerlo y aún más identificarlo… eso es “la pedagogía negra”.

Para explicarlo de un modo más concreto, vamos a intentar resumirlo en los siguientes puntos:

  • La pedagogía negra basa la enseñanza en el miedo y el castigo.
  • La pedagogía negra busca la obediencia. Considera ser obediente como una virtud. Un niño “bueno” es un niño “obediente”.
  • La pedagogía negra es la pedagogía de la dominación. Una persona manda y otra obedece. Es la base por la cual se reproducen las demás formas de dominación social. Si aprendemos desde niños a ser “obedientes”, luego lo seremos en el ejército, en el trabajo, en la política, y en todas las demás instancias de dominación. Así se construyen y normalizan las jerarquías y sistemas sociales.
  • La pedagogía negra utiliza métodos conductistas, mecanismos de estímulo>respuesta a través del castigo o el premio, para generar conductas “deseables” por quien posee el poder, en este caso, los adultos frente a los niños. Es por tanto manipuladora. 
  • La pedagogía negra castiga, golpea, hace llorar y le dice al niño que es por su propio bien”. Como consecuencia, el niño pierde su capacidad innata de distinguir el bien (lo amoroso, lo placentero) del mal (la violencia, el dolor). Perdemos el rumbo emocional, el centro psíquico, y luego constantemente tenemos que estar buscándolo fuera, en figuras de “autoridad”, a través de  la aprobación externa. 
  • Como consecuencia de lo anterior, el niño, ya convertido en adulto, también pensará que la violencia, siempre o en ocasiones, está bien, es útil y necesaria. Es decir, la propia defensa de la pedagogía negra es la consecuencia de haberla recibido. Y así se reproduce de generación en generación. El “mal”, el “pecado original”, la ira, el miedo y la necesidad de relacionarnos de manera violenta, se transmite de generación en generación a través del uso de la pedagogía negra de padres a hijos.
  • La pedagogía negra daña la dignidad y también la inteligencia. Crea inseguridad, falta de autoestima, miedos, culpa y dudas que se arrastran a lo largo de toda una vida. Nos hace desconfiar de nuestros propios criterios y capacidades.
  • La pedagogía negra antepone las necesidades de los padres a las de los niños: “La adaptación del niño a las necesidades de los padres conduce a menudo al desarrollo del falso Yo. El niño desarrolla una conducta en la que sólo muestra lo que de él/ella se desea, y se fusiona totalmente con lo mostrado. El verdadero Yo es incapaz de desarrollarse porque no puede ser vivido. Las necesidades de los padres son lo único que importa, y así el niño es sacrificado y se mata todo lo que de espontáneo y vital había en él. – (Miller, 1979, [El Drama del niño dotado]). Y ésta es en mi opinión una de las peores consecuencias, pues el niño una vez adulto, sigue separado de sus propias necesidades. Se convierte en un extraño para sí mismo, incapaz de entender y gestionar sus propias emociones (impotencia, ira, tristeza…); repitiendo un patrón que le lleva directamente desarrollar trastornos de personalidad, depresión e insatisfacción vital.
  • La pedagogía negra crea seres sumisos, o por el contrario, seres violentos que desviarán la violencia recibida hacia otras personas más vulnerables de su entorno, o en el mejor de los casos, la convertirán en rebeldía social. Las personas víctimas de la pedagogía negra suelen ser sumisos con sus “superiores” o personas más fuertes o de más alta jerarquía social, y se ensañan con las personas a quienes consideran más “débiles”.
  • La pedagogía negra se justifica y se cuela por todas partes, disfrazada de buenas intenciones o de “trasfondos de benevolencia”. Por tanto, manda al inconsciente el verdadero daño causado, y genera una sombra individual, familiar y colectiva que niega lo evidente: que hemos sido dañados por las personas que debían amarnos y protegernos, nuestros padres.
  • La pedagogía negra es el mecanismo por el cual se sostiene la mentira colectiva, el ilusionismo, el embrujo, consistente en aparentar que todos tenemos familias ideales, madres y padres que nos quieren y a quienes queremos. Y enmascara el verdadero lugar donde se produce y reproduce la falta de amor, de empatía y de justicia, que luego vemos a nivel macro-social. Desvincula lo doméstico de lo público, de lo político.
  • La pedagogía negra instituye la mentira, la violencia y la hipocresía como forma “normal” de relacionarse entre personas que supuestamente se quieren. Invierte por tanto el sentido del amor. Si consideramos que la violencia no es amor por ejemplo, en una relación de pareja, ¿cómo es que podemos pensar que sí lo es sobre los niños?
  • La pedagogía negra considera que pequeñas o mayores dosis de violencia son “necesarias”. No ya que sean quizá inevitables, porque no somos perfectos, sino que las legitima como instrumentos necesarios para la educación. La pedagogía negra predica que “una bofetada a tiempo” evitará un mal posterior y contrarrestará otras formas mayores de violencia social. Cuando en realidad son su origen. La pedagogía negra invierte el sentido moral. La pedagogía negra no dice una explicación a tiempo o un abrazo a tiempo…
  • La pedagogía negra que recibimos nos duele, nos duele tanto, que no queremos verla ni hablar de ella. La justificamos y la envolvemos con eufemismos, para no poner el dedo en nuestras llagas.

La pedagogía negra enmascara, confunde, avergüenza y condena, en muchos casos, durante una vida entera…

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¿Cuántas veces has escuchado el enaltecimento excesivo de la virtud de un progenitor en boca de sus hijos? A veces a la mínima oportunidad, otras casi defensivamente, y algunas más incluso sin venir a cuento (tanto que chirría).

“Las personas hacen lo que sea, no importa lo absurdo, con tal de no enfrentarse a su propia alma”. -Carl Gustav Jung


Si tu padre o madre fueron padres tóxicos, no te haces ningún favor disfrazando tu realidad… No sólo tienes derecho a decirlo, es que, deberías hacerlo, y tirar el cuarto mandamiento de la religión católica “honrarás a tu padre y a tu madre” a la basura, porque de otro modo vivirás engañado haciéndote daño, o lo que es peor, haciéndoselo a otras personas (quizá tus hijos…). Y aquí incluyo esa frase tan recurrida de “hasta que no perdones no sanarás”, falsa y sumamente equívoca… El perdón no es un paso previo a la curación, sino la consecuencia de la misma. Mientras no se haya liberado el conflicto emocional, el perdón es sólo una ilusión. Y eso lo sabe bien, quien ha pasado el proceso. Obligarse a perdonar, es precisamente lo que puede entorpecer el largo y angosto camino hacia la curación cuando estás casi en la meta. Incluso hay personas que se han curado sin perdonar, simplemente entendiendo y aceptando lo que les ocurrió. Porque…, ¿por qué deberían un hijo o hija violados por su padre perdonale? (por ejemplo). El perdón forzado, sale muy barato para quien es perdonado, pero tiene un alto precio para quien perdona, ya que perpetúa la sensación de injusticia (incluso muchos años después). Esto es otra vez más de lo mismo (pedagogía negra). Te adoctrinan diciendo que debes honrar a tus padres, pero ¿y los derechos del niño? ¿dónde están escritos? ¿dónde está el mandamiento que los protege a ellos?, ¿y el que dice que debes velar por los más vulnerables? El perdón, no es condición sin ecuanon, el perdón no se entrena, ni se fuerza, el perdón ocurre… Si realmente quieres honrar a tu padre y a tu madre, o/y amarles, no hace falta que nadie te instruya para ello, sencillamente ocurrirá. Pero amarles a ellos no tiene que suponer el precio de negarte a ti mismo.

“El perdón genuino no niega el enojo sino que lo enfrenta de frente”. -Alice Miller
“Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”. -Carl Gustav Jung

Las características de un sistema de enseñanza de este tipo son la negación de la sensibilidad, de la realidad emocional de los niños y la culpabilización de su fragilidad e ingenuidad, lesionando su creatividad y autenticidad.

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Cuando hablamos de violencia, ahora, es más fácil alzar la voz en defensa de las mujeres maltratadas, (física o psicológicamente). Protestar por el maltrato, el flagrante, o el encubierto, ya no es algo ocasional o aislado, y cada vez son más las voces masculinas, que se unen a esta protesta, y que han entendido que la sociedad lleva muchos años siendo cómplice de tanta injusticia contra las mujeres. No es raro que ante la violencia de género, haya reacción. Pero, ¿qué ocurre con los niños? Si en el autobús, ves a una madre o a un padre pegando o gritando a su hija/o. Ah! ahí nadie se mete… porque son sus padres…, y estamos demasiado acostumbrados a la disciplina punitiva.

La violencia a los niños por parte de sus progenitores, ocurre con una frecuencia y una permisividad pasmosa. Asistimos en todas las esferas y situaciones a escenas, donde los padres pegan, gritan y avergüenzan públicamente a sus hijos, (lo de “públicamente”, puede parecer un matiz sutil, pero no lo es en absoluto), sin que nadie intermedie por ellos, ni tan siquiera una mirada de desaprobación… Se baja la cabeza…, -sí, es lo que suele ocurrir-, se desvía la mirada y se pone cara de circunstancias. A un hijo se le puede pegar, gritar o humillar, y ni siquiera la policía va a… ¿”entrometerse”? ¿Por qué? Porque se da por hecho, que los padres hacen lo mejor para sus hijos, (tremenda equivocación), y se sobreentiende que un hijo es del dominio absoluto de sus padres, dejando así tal responsabilidad al absoluto criterio de los progenitores.


“Hoy en día ya no se permite pegar a la esposa, tener esclavos o pegar a los criminales en la cárcel. Lo único que todavía se permite es el pegar a un niño indefenso, inclusive a un bebé y llamar a esto disciplina”. -Alice Miller

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Todo esto a una edad tan temprana, cuando más tiernos estamos y más vulnerables somos, y precisamente de la mano de nuestros propios padres, supone una aniquilación del auténtico ser. Un ser que está formándose, que está aprendiendo lo que está bien y lo que está mal. No hablo sólo de bofetadas o gritos, en este saco también entran la manipulación, la injusticia, el rechazo,  la traición, la humillación, el abandono, el chantaje emocional, la mentira, “si te castigo es por tu bien”, la doble moral “yo puedo porque soy tu padre”, la dominación, “tú te callas”, y tantas otras formas de violencia y mala educación, que no hacen otra cosa sino anular, confundir y desnaturalizar niños y niñas inocentes (los hijos de la pedagogía negra). Los niños del futuro, de la sociedad del futuro… Y así vamos creando sociedades injustas, crueles, enfermas, sometidas, ciegas… De dentro a fuera… La pedagogía negra, la pedagogía del miedo… Y así se produce un círculo vicioso que se retroalimenta y se repite generación tras generación.

El mejor regalo que unos padres pueden hacer a sus hijos es sanarse así mismos.


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La pedagogía negra (aún vigente y hegemónica) cultiva las semillas de la guerra en el ser humano con sus semejantes y con otras formas de vida, y crea las condiciones para lograr una sociedad violenta, hostil, racista, especista, discriminatoria, desigual, machista… Es el entorno ácido para traumas que se arrastran toda una vida, desequilibrios mentales y emocionales y de toda clase de violencia subjetiva y socialademás de abonar el terreno para el sometimiento ulterior del individuo ante líderes y sistemas autoritarios y violentos. 

child-2063711Sólo hace falta tener un mínimo de inquietud para leer e informarse (hay artículos publicados y al alcance de todos) de las graves consecuencias que la violencia familiar, la educación disfuncional, y la falta de amor en la infancia (pedagogía negra) tienen a nivel particular  (niños) y a nivel general (sociedad). Son numerosos los estudios que demuestran que la falta de amor parental crea estructuras psíquicas desorganizadas que afectan a muchas áreas de la personalidad.

Y por si el campo de la psicología no fuera suficiente, ahora hay suficientes evidencias científicas en neurociencia que afirman que la primera etapa de la vida, desde la gestación (incluyendo las sensaciones y sentimientos de la madre con respecto al bebé) y las primeras experiencias de éste, desde el nacimiento hasta los primeros 3 años de vida, son determinantes para el DIT (desarrollo intelectual temprano) y formación neurológica del niño y futuro adulto, hasta el punto de que vivencias traumáticas o percibidas por el niño como amenazantes, limitan la formación de conexiones sinápticas en el cerebro. Adaptado de Black et al. Elsevier (The Lancet, 2017).

“Un buen comienzo en la vida garantiza un futuro sostenible para todos”. (OMS, 2017).

Nótese que la anterior cita, no limita los beneficios de este principio únicamente a los niños, de manera particular, sino que va mucho más allá, incluyendo a la sociedad en general. Algo que ahora evidencia la ciencia.

El siguiente fragmento de texto ha sido extraído literalmente de los autores (Escamilla, Rizzoli, Cuevas y Morales), adaptado de la reciente publicación de la nueva serie de Lancet sobre el DIT, y ofrece una oportunidad histórica para que los gobiernos puedan implementar, a gran escala, los programas basados en la evidencia científica en materia de violencia infantil.

“Las células del cerebro, denominadas neuronas, comienzan a multiplicarse rápidamente desde la gestación. Para las 4 SDG (semanas de gestación), éstas se multiplican a una velocidad de 250.000 neuronas por minuto; al momento del nacimiento, el recién nacido cuenta con 100 billones de neuronas, número equivalente a todas las estrellas del universo. Durante el tercer trimestre de la gestación, el cerebro comienza a establecer las conexiones o sinapsis para facilitar la comunicación entre neuronas y establecer los caminos neurológicos que son la base del desarrollo humano. Específicamente, las sinapsis son esenciales para poder desarrollar los sentidos, aprender, recordar y desarrollar sentimientos y comportamientos saludables. Las sinapsis se desarrollan sumamente rápido durante los primeros 3 años de vida –en el orden de trillones– en respuesta a una crianza y cuidado cariñoso y sensible a las necesidades de los niños (nurturing care). Por esto, los primeros 3 años de vida junto con la gestación son considerados como un periodo sumamente importante para el desarrollo humano. El cuidado cariñoso y sensible a las necesidades de los niños se basa en una buena nutrición, salud, oportunidades de estimulación y aprendizaje temprano, protección social y protección contra todas las formas de violencia infantil.

Se debe invertir sustancialmente en mejorar el DIT de los niños desde que son concebidos. Aunque la ciencia también ha indicado que las inversiones después de los primeros 3 años de vida pueden restaurar parcialmente la pérdida en el desarrollo —debido a la falta de un cuidado sensible y cariñoso durante la infancia temprana—, la evidencia claramente muestra que entre más temprano se empiece ofreciendo oportunidades a los niños, mejores resultados se van a obtener a largo plazo.

Estas habilidades incluyen los sentidos, destrezas motoras, cognitivas, lingüísticas, socio-emocionales y de autorregulación del comportamiento y emociones.

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