Rodrigo Córdoba. Psicólogo y Psicoterapeuta. Teléfono: 653 379 269 (Presencial y Online) Página Web: Conóceme
Margaret Mead ha sido posiblemente la mujer más influyente en el mundo de la antropología, y tal vez una de las personalidades más sensibles hacia el estudio de otras culturas.
Nació en Philadelphia, el 16 de diciembre de 1901, su padre era profesor de Economía en la Wharton School. Se doctoró en antropología en 1929, en la Universidad de Columbia, donde fue discípula de Franz Boas y Ruth Benedict. Allí trabajó -desde 1954- como profesora adjunta de antropología.
Mead fue la primera antropóloga en estudiar las educación y crianza de niños en las distintas culturas. Sus trabajos sobre teoría de la enseñanza, son actualmente una referencia básica. De hecho, se puede decir que a partir de Mead se despertó el interés en el estudio de la infancia y la mujer dentro de la disciplina antropológica.
En 1925 realizó su primer trabajo de campo en Samoa -pese a la oposición de Boas- centrándose en el estudio de las chicas adolescentes, y en 1929 viajó -acompañado de su esposo, Reo Fortune- a las islas Manus, de Nueva Guinea, donde investigó sobre las historias, cuentos y relatos utilizados por adultos para la educación y socialización de los niños.
La experiencia de Samoa, plasmada en su libro “Coming of Age in Samoa”, fue ampliamente conocida, y el trabajo pronto se convirtió en un best seller, traducido a varios idiomas. Esta obra presentó al público por primera vez la idea de que el carácter que el individuo adquiere a lo largo de los estados de crecimiento y socialización acaba siendo definido de acuerdo con las necesidades específicas de cada cultura. De esta forma, el carácter del adolescente (ya sea agresivo, pacífico, introvertido, etc) puede estar definido y ser característico en función del entorno donde se ha criado.
Su trabajo de campo en Guinea, sirvió entre otros aspectos para demostrar que los roles de género difieren de una sociedad a otra. Posteriormente, en Bali, junto con Gregory Bateson (su tercer marido), exploró nuevas formas para documentar el paso de la niñez a la etapa adulta, y la forma en la que la sociedad plasma este tránsito a través de símbolos.
Uno de los rasgos más importantes en Margaret Mead es su concepción holística de la cultura. Esto se expresa a través de la interconexión y relación de todos los diferentes aspectos de la vida humana. Por ejemplo, la forma de obtención de alimentos no puede ser comprendida sin el estudio del ritual y las creencias, o las dinámicas políticas no pueden ser separadas de la educación o del arte. Fue dicha visión holística lo que le convirtió a lo largo de su vida en una especialista en todo tipo de aspectos culturales.
APRENDER DE OTROS.
Retomando la herencia de relativismo cultural que ya apareciera en Boas, Margaret Mead enfatizó siempre la gran posibilidad de aprendizaje que se podía obtener a través del estudio de otras sociedades. De hecho, definía la diversidad cultural como un recurso, y nunca como un inconveniente. Fue ese interés por aprender de otros lo que le hizo ganarse el cariño y el respeto del que gozó siempre entre el público general.
Justo antes de finalizar la Segunda Guerra Mundial (que le obligó a suspender su investigación el el Pacífico Sur), fundó junto con Benedict el Institute for Intercultural Studies, en 1944. El impacto y consecuencias de la guerra definió a Mead como una personalidad defensora de la idea de la superación y posibilidad humana para el cambio, frente a un pensamiento intelectual generalizado mucho más pesimista acerca de esta concepción. Consideraba que los patrones de racismo, belicismo y explotación ambiental eran costumbres adquiridas, y que la sociedad humana era capaz de modificar dichos esquemas para construir nuevos principios sociales totalmente distintos. Este fue el origen de su frase “No dudemos jamás de la capacidad de tan sólo un grupo de ciudadanos insistentes y comprometidos para cambiar el mundo”.
Mead fue profesora de varias instituciones, y destaca especialmente su carrera en el American Museum of Natural History, en Nueva York. Fue objeto de múltiples honores y homenajes, siendo presidenta de honor de varias asociaciones e instituciones, entre las que destacan the American Anthropological Association y the American Association for the Advancement of Science. Murió en 1978, dejando un voluminoso legado de libros, escritos y trabajos, correspondiente a una prolífica autora, así como a una admirable personalidad.
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