PEACE

PEACE
Paz y Ciencia

miércoles, 17 de marzo de 2021

El concepto de libertad en Rollo May

 


Rollo May

Rodrigo Córdoba. Psicólogo Zaragoza. Psicoterapeuta [Online y Offline].            Página Web: www.rcordobasanz.es.  rcordobasanz@gmail.com.                              Teléfono: (+34) 653 379 269

El concepto de libertad en Rollo May 

Entre la década de los 50’s y 60’s, el psicólogo existencialista Rollo May (desconocido compinche de Abraham Maslow y Erich Fromm) pronunció una serie de conferencias que englobaban como temática la problemática del amor y la angustia, mismas que fueron editadas bajo el nombre de “El dilema del hombre” (Gedisa 2000). Es mi interés, en este breve artículo, hablar sobre qué entiende Rollo May por Libertad. Es importante mencionar que May tuvo una influencia notable del teólogo protestante Paul Tillich y que, a su vez, fue maestro y amigo del psicoterapeuta existencial Irvin D. Yalom. De lo anterior la relevancia de May como uno de los fundadores del movimiento de Psicoterapia Existencial en Norteamérica.

Es claro que, aunque han pasado más de cincuenta años desde que Rollo May levantara la voz, nuestros dilemas siguen siendo parte de un contexto de cambio y transición radicales en los valores de nuestra época. Y no hablamos aquí de la idea de valores externos que le son impuestos al sujeto, sino, abonando al llamado de May, a reflexionar sobre cómo somos también libres y responsables de adoptarlos, cuestionarlos, ponerlos en duda, modificarlos, etc., condición existencial (que no se puede pedir no tenerla) que demanda en todo momento una postura ante nuestro dilema recurrente: ¿Qué hago?

Dice May en las primeras páginas del libro:

“La gente busca en la psicología la respuesta a los problemas del amor y la angustia, la esperanza y la desesperación. ¿Qué reciben como respuesta? Ya sea utopías simplificadas, o artilugios que cobran la forma de tests para todo, o libros técnicos que “resuelven” el problema pronunciando palabras. Se descarta al amor y se lo reemplaza por el sexo, la angustia es sustituida por la tensión, la esperanza se transforma en ilusión y la desesperación en depresión”.

Desafortunadamente hemos decidido confiar en la “sabiduría” de quienes se proclaman como los que saben, como los que conocen las “soluciones” para nuestros dilemas, sólo para sentirnos desilusionados años después ante los cuestionamiento incansables de la vida, de nosotros con la vida, de la vida con los otros con los que nos relacionamos, etc.

Nuevo examen de la responsabilidad y la libertad

Acerca de los dilemas en que nos encontramos recurrentemente y que exigen una postura ante ellos, apunta May que han sido muchas las soluciones que se han propuesto por parte de la psicología. Por ejemplo, “liberar a la persona”, esa lucha emparentada con la idea de “salud mental” (entendida como el estado que se logra cuando uno ya no esta angustiado y vive feliz para toda la vida, libre de culpas). En ese entonces, apunta May, los psicólogos tenían como dogma el no hacer juicios morales sobre los pacientes, por ejemplo, si un paciente era un asesino, ellos debían de poner de lado ese hecho y enfocarse en “liberarlo” de la culpa. Un apuntalamiento que refuerza la idea moderna de separación cartesiana del hombre, es decir, algo es tu cuerpo y otra lo que piensas.

Otra solución, comenta May, fue la liberación sexual de Kinsey, la cual puso “el acento en la promiscuidad sexual (que paradojicamente se conviertió en un nuevo dogma: para ser saludable había que ser por completo permisivo en lo sexual)” (May, 2000). Como respuesta, en la década de los 60’s, surgió lo que May llama “la desconfianza en la libertad”, que en tono informal dice: como eres tan libre entonces no podemos confiar en que harás las cosas “bien”, así que mejor nosotros (los psicólogos y psiquiatras) te decimos cómo deben de ser las cosas. Fue “un énfasis exagerado en la “responsabilidad”, pero bajo la forma de control moral y social de la otra persona” (May, 2000). Esto es, sin entrar en mucho detalle, la manipulación docificada que hacen los medios de comunicación “sugiriendo” el mejor camino hacia la felicidad. ¿Resultado? “El hombre equipo”, el que hace lo que los otros hacen y termina siendo parte de aquellos otros que hacen lo mismo. Es utilizada una ética social donde, irónicamente, al “sugerirle” a la gente qué es lo que debe de hacer termina por hacer nada, “un proceso de ayudar a la gente que puede hacerlos más conformistas y destruir la individualidad” (May, 2000).

¿Qué propone Rollo May?

Detrás de todo, comenta May, está la palabra control, en frases como: “control de la conducta”, “control de la mente y la personalidad”, “control que la sociedad ejerce sobre mi”, etc. La palabra control remite a que no tenemos injerencia sobre algo dentro de nosotros, que somos resultado de fuerzas desconocidas. Dos consideraciones modernistas, algo interno desconocido (inconsciente, por ejemplo) y separación del sujeto y no una unidad (me duele la cabeza). Es decir, responsabilizamos a “algo” dentro o fuera de nosotros que hemos aprendido que nos es “desconocido” (diagnóstico, pensamiento mágico, fuerzas sobrenaturales, El Sistema, El genio maligno, etc.), pero que sabemos de eso porque un “experto” nos ha dicho “que lo tenemos” (usted tiene déficit de atención, “Yo sé que la vida me tiene algo preparado”, “Estamos atrapados en la maquinaria y no podemos hacer nada”, etc). Entendemos entonces al ser-en-el-mundo como un sujeto conformado por diversas funciones separadas y, de aquí, es relativamente cómodo decir que nos duele la cabeza por algún problema que se encuentra en algún lugar muy dentro de nosotros, cuando el hecho de tener una manifestación física, como el dolor de cabeza, se experimenta no sólo en el ámbito físico, sino también de manera social, personal y de creencias, es decir, somos una unidad inseparable de cuerpo-dolor-Yo-el otro-mundo-etc-etc-etc., que por conveniencia se separa, cuando en realidad no lo está.

Rodrigo Córdoba. Psicólogo. Psicoterapeuta Existencialista. Humanismo.

Bibliografía: Rollo May, El dilema del hombre, Tr. Dalila Ares y Miguel Wald. Barcelona: Gedisa, 2ª edición, 2000.

No hay comentarios: